lunes, 23 de agosto de 2021

Los malos hábitos



Sobre la democracia no hay un patrón que pudiéramos cortar y pegar, tampoco hay reglas claras y definitivas sobre cómo hacerla funcionar, todo es cuestión de ensayo y error a pesar de los ríos de tinta que se han gastado en escribir teorías sobre cuál es su esencia y cómo funciona; al momento de hacerla realidad, la democracia es tan elusiva y difícil como una relación romántica o una familiar, un paso a la vez para ver a donde nos lleva.

En el esfuerzo sostenido de las potencias de occidente por establecer una ruta para el desarrollo de los pueblos, hemos visto como este oficio de construir democracias en el mundo es una tarea dura, sostenida y que no siempre termina de manera feliz; el caso reciente de Afganistán es prueba de ello, como lo es también el caso de Venezuela.

No sólo la democracia tiene muchos enemigos, sino que su misma naturaleza exige una dedicación y una constancia que no todas las sociedades están dispuestas a dar; aún en las democracias que hoy son consideradas como maduras y avanzadas, muchas veces la iniciativa democrática era llevada por un núcleo crítico, que arrastraba consigo al resto del pueblo, o por líderes fundamentales, que jamás se dieron por vencidos a pesar de las dificultades y de la masa indolente.

En el caso venezolano, la democracia fue interpretada de una manera muy caudillista, propia de estas tierras indómitas, donde el voluntarismo más que las ideas era la fuerza motora que impulsaba los cambios sociales; por ello fue muy natural que la política se convirtiera en el exclusivo oficio de un grupo pequeño de revolucionarios, especies de clubes, logias y partidos.

Por ello, la figura del cabildo que funcionaba en el seno de las comunidades en Europa, vástago de aquel famoso foro romano o la plaza griega, donde los hombres hábiles para el ejercicio de la ciudadanía se reunían a discutir los asuntos que concernían a la comunidad, a la polis, fue interpretado de manera distinta y acaparado por esos hombres inquietos, que en Hispanoamérica constituían los políticos.

De esta manera, los usos y costumbres democráticas empezaron a tejerse en torno a los partidos políticos y los líderes mesiánicos, no con el pueblo, que siempre fue dejado como un invitado de piedra y, por ello, una de las principales debilidades de las democracia en Latinoamérica ha sido la educación política y la participación de la gran mayoría.

Es común pensar que en la historia de nuestras naciones el papel de la prensa, de la opinión pública y el rol que jugaban los congresos y asambleas legislativas, era conformar los centros de difusión política de las distintas repúblicas, que la gente bebía ávida de estos abrevaderos de discusiones y debates políticos, para hacerse una idea de lo que sucedía, sin tomar en cuenta que en realidad era una minoría la que tenía acceso a esas fuentes de información, bien por fallas en la educación general o porque esos intercambios de ideas se daban exclusivamente en las capitales y algunas grandes ciudades; el grueso de las comunidades quedaba fuera de la práctica democrática y sólo aquellos políticos profesionales y miembros de los partidos políticos sabían, en un momento dado, lo que estaba sucediendo.

Fue así como los partidos políticos y sus líderes empezaron un trabajo de acaparamiento de la democracia para su exclusivo entorno, dejando a las grandes mayorías para que simplemente ratificaran o no unos resultados y acciones que ya habían sido decididos por esa minoría; el pueblo fue entendiendo la democracia como un simple juego electoral, votar o no, todo sobre los asuntos que una pequeña élite ya había resuelto.

De esta manera, el pueblo se fue acostumbrando a dejar la política para que los políticos la ejercieran; los asuntos de las comunidades, los problemas de los vecinos, las necesidades de las familias, en una gran medida, se esperaba que fueran resueltos en estas instancias políticas, donde unas personas, que decían “representarlos” y cuyo trabajo era velar por el orden y la prosperidad del pueblo, se encargaran de solucionar los problemas, ellos solo tenían que aprobarlo o no.

Esta fórmula de la democracia, sin información, sin discusión, sin trabajo, apenas con unos programas políticos que se presentaban en época de elecciones y unos resultados que se conocían sólo cuando estallaba algún escándalo, crearon una extraña forma de democracia donde, muy pronto, precisamente por la falta de participación de la comunidad y de los verdaderamente interesados en los resultados, la corrupción y la ineficacia, se instalaron para no abandonarla más; la política de pronto se tornó en algo sucio, en una actividad sólo para personas de una dudosa catadura moral, otra razón más para no involucrarse en ella.

En un pueblo que se acostumbra a que otros “le hagan el mandado”, es decir, que sean otros los que trabajen para ellos, la cultura de la pasividad y la indiferencia se hace crónica, y los asuntos de la polis, de la comunidad y de las familias, en fin, de la nación, son cuestión de otros no de uno.

Pero, por otro lado, esa situación es muy provechosa para los partidos políticos y sus líderes, pues la política se transforma entonces en una forma de medrar y explotar a la sociedad; basta con mostrar algunos logros y proyectos, donde es suficiente prometer y no hace falta cumplir, mientras que los partidos políticos se convierten en una suerte de empresas de servicio, en un hub o nodo de recomendaciones, favores, contactos, apadrinamientos, contrataciones, porcentajes, mordidas, nombramientos… y puede llegar a casos tan extremos como el de Venezuela, donde el sistema de partidos políticos llevó al país a la quiebra, y el negocio era tan lucrativo que hasta las fuerzas armadas se convirtieron en un partido político para poder ponerle las manos al presupuesto de la nación y usarlo como si les perteneciera, sin ninguna responsabilidad posterior, sin rendir cuentas, sin castigo y con el poder para eliminar denunciantes y cortar dedos acusadores.

Cuando se llega a estos niveles de desorden y corrupción, la democracia, o su idea, deja de existir, ya no hay participación posible, el sistema electoral se vicia de manera irreparable, impera la censura, se persigue a quienes tienen el deber de informar, la trampa se institucionaliza, la mentira se hace cotidiana…

Ese tipo de política ya no es política, es negocio, un negocio vil y criminal, donde los partidos políticos actúan como empresas explotadoras de la población, para poder sostener a un enorme aparataje clientelar que vive de la esclavitud y la ignorancia de la gente; es por eso que vemos cómo hacen negocios entre ellos, se pagan y se dan el vuelto, se rascan la espalda y meten los trapitos sucios debajo de la alfombra.

Este tipo de espectáculo sucio y degradante, por su misma condición de enfermedad contagiosa (el solo hecho de que exista y se exponga públicamente es motivo de alarma y sanciones) los países democráticos tratan de contenerlos y aislarlos; devienen en ejemplos que no se puede permitir que existan y, menos, que pretendan ser “nuevas formas de orden social”, con representación en los foros internacionales.

El Talibán, las FARC, el nazismo, el partido comunista cubano y el PSUV son producto de la misma degeneración política del ser humano; no son formas políticas originales, ni respuestas autóctonas de regiones a problemas muy puntuales, en su raíz se encuentra el desprecio más absoluto por la vida y las libertades, son simples violadores de derechos humanos.

Todas aquellas organizaciones que ayudan conviviendo y justificando la existencia de tales fórmulas políticas no son democráticas; para ellas, que tienen años, décadas, existiendo en la clandestinidad o abiertamente, es muy fácil reclamar el voto como la única y más realista forma de salir de los malos gobiernos, se llenan la boca diciendo que sólo ellos tienen una respuesta real y proactiva, que votar es lo que hacen los demócratas… yo me detendría y me preguntaría primero por el tipo de democracia a la que se refieren.

Es muy fácil, y hasta cobarde, reclamarle una respuesta, una solución mágica ya! - “¿Y qué propones tú? ¿Abstención?” - al opositor de verdad, a quienes no aceptan tal situación, al que cuestiona abiertamente y de manera precisa lo que ellos proponen, y siguen reclamando una solución inmediata, mientras ellos, que tienen lustros planteando permanecer en la misma situación, que desemboca en un voto que nada cambia y decide, que han dispuesto del tiempo y los recursos suficientes para elaborar su “salida constitucional y democrática” que no es otra cosa que un meme elaborado por publicistas electorales, pretenden que el hombre de la calle o los llamados "radicales" les proporcionen a su pregunta malintencionada una respuesta sabia, brillante y posible, que saben bien no existe. 

En esta actitud se muestra de manera fidedigna la enfermedad de la que hablo: la gente se ha acostumbrado a que otros cumplan por él o ella sus deberes, hasta los políticos pretenden que nosotros asumamos su trabajo pendiente o mal hecho, los políticos nos dicen que hay que votar y si nos negamos, nos preguntan que proponemos y ya que para muchos es imposible elaborar un argumento quedan entrampados en la misma actitud pasiva, ir con la masa al matadero.

Mientras esas preguntas sin sentido sean las primeras respuestas a las demandas de los ciudadanos, y no se asuma los deberes ciudadanos desde la base, en los barrios y caseríos, en los pueblos y municipalidades, en los estados y regiones, no tendremos oportunidad de rescatar nuestros derechos políticos, esos mismos que, durante tanto tiempo, nos han escamoteado los partidos políticos y sus líderes.


Conclusión

Esta conclusión deben leerla con mucho cuidado, pues no sigue la relación causal que presento; si bien es cierto que los partidos políticos de oposición existentes, y que van a las próximas elecciones, están acusados de colaboracionistas y no han hecho gran cosa por cambiar la realidad política que presento, también lo es que la comunidad internacional y, en especial, los EEUU, han hecho un trabajo de filigrana para montar una olla de presión sobre el chavismo-madurismo para que hagamos unas elecciones lo más justas y limpias posible, de modo que los venezolanos tengamos, por primera en mucho tiempo, unas elecciones vigiladas y observadas.

Es verdad que no tenemos los mejores candidatos posibles y que continúan algunos partidos del establishment medrando de nuestro voto, pero es la primera vez que vamos a tener verdadera observación internacional y que los resultados reales de las elecciones pudieran ser respetados, lo que significa una oportunidad de derrotar al chavismo-madurismo y presentarlo al mundo tal cual es: una minoría tiranizando al país.

La presión sobre los líderes del gobierno de Maduro se está incrementando exponencialmente, hay procesos judiciales importantes abiertos y en curso contra sus principales actores, hay un “entorno” de asociados y cómplices, entre ellos personas con nexos familiares, que están siendo sometidos a la justicia ordinaria en varios países, con la presunción de que sus declaraciones están agravando los expedientes contra algunos de estos criminales.

En todo el mundo, las sanciones económicas y de libre tránsito en contra de estos indiciados ya están afectando a sus entornos familiares y de amistades; el gobierno de Nicolás Maduro está prácticamente con las manos atadas a la espera de las resultas de estas elecciones; a China y a Rusia ya les está resultando difícil actuar en favor del gobierno chavista sin verse comprometidos en problemas en sus propias áreas de influencia, hay una “inteligencia” que en estos momentos está rindiendo sus frutos en contra de los intereses mundiales del PSUV.

Según el compromiso declarado en México entre las partes negociantes, si el gobierno respeta los resultados de las elecciones habrá una disminución correspondiente en las sanciones y presiones sobre el chavismo; el chavismo, en principio, ha aceptado estas condiciones, señal de que efectivamente están sintiendo el calor de la presión.

Y aunque no es el mejor momento para una imagen positiva y de confianza para los intereses norteamericanos, por lo sucedido en Afganistán, precisamente, haber sido liberados de ese problema geopolítico tan grave de la lucha en una guerra que tenían perdida, los EEUU vuelve a tener sus tropas a disposición, y ahora está libre para respaldar cualquier tipo de decisión política dentro de su espacio vital.

Lo que quiero decir es que, si estas condiciones se mantienen hasta el momento de las elecciones y el chavismo se ve imposibilitado de hacer una trampa electoral, si todos los venezolanos salimos a votar masivamente, pudiéramos propinarle a Maduro una derrota de la cual no podría recuperarse, quedaríamos con el problema de unos políticos colaboracionistas en el poder de algunas instituciones, pero eso es otro problema en comparación con continuar con el desastre de un gobierno de Maduro, sería un mal menor, y creo que pudiéramos lidiar de manera democrática con ellos; eso sería un daño colateral con cierto grado de solución política y que enfrentaremos en su momento.

Claro está, deberíamos contar con garantías de nuestros aliados internacionales, evidencias de que están resteados con nosotros, con el país verdaderamente democrático y nacional en las resultas de esta arriesgada apuesta, cuyos efectos trascienden nuestro territorio e involucran a otros ciudadanos, creo que nos han dado señales de que ese compromiso existe y que si efectivamente cumplimos con nuestra parte, vendría cooperación y ayuda para reconstruir el país.

Como le dije anteriormente, necesitamos ver que, efectivamente, estas presiones para el chavismo vayan ablandando a los duros y venciendo las resistencias; a nosotros, los venezolanos demócratas y opositores de buena voluntad, nos quedaría la tarea de controlar a nuestros propios demonios, y a la comunidad internacional le dejamos a los rojos rojitos… sería una pelea más o menos justa.

¿Tenemos alguna garantía o certeza de que esto será así? Me temo que no, y luego de lo sucedido en Afganistán, menos, pero veo como todas las piezas de un inmenso rompecabezas se están acomodando para que en Venezuela haya una salida electoral, con pésimos candidatos, no importa, lo importante es debilitar al chavismo, castigarlo por su mal desempeño, hacerles ver en blanco y negro lo que ya saben, que no tienen pueblo, no son populares, es más, son detestados.

Indudablemente que si los chavistas aceptan respetar la negociación recibirán a cambio una tregua, un momento de respiro, un margen de maniobra, y que si actúan inteligentemente podrán beneficiarse.

Ningún líder chavista que esté en la mira de la justicia internacional va a salir liso de esta situación, es una ilusión pensar que van a poder seguir burlando al mundo y que nada les pasará a parte de una reprimenda, en algún momento tendrán que responder por sus actos y pagar sus consecuencias, lo que sí pueden hacer, y esta es una oportunidad que deberían aprovechar, es ganarse indulgencias con la opinión pública, con el pueblo, contribuyendo a reestablecer el orden y la paz en el país, hacer un acto de verdadera contrición y coadyuvar a las salidas pacíficas y democráticas, ganarse la buena voluntad de los venezolanos para que sean enjuiciados en el país y no en un tribunal extranjero, y que cualquier pena que tengan que pagar la cumplan en su país y no en un hueco oscuro alejados de los suyos.   -   saulgodoy@gmail.com







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