sábado, 7 de agosto de 2021

La candela que viene


Lo que en estos momentos está ocurriendo en Europa, Norteamérica, Asia y Oceanía debería ser tomado como una advertencia sobre el verano que inevitablemente se nos echa encima; esta advertencia que estoy haciendo circular en medio de los intensos aguaceros e inundaciones que azotan a nuestro país (estamos en plena temporada de huracanes en el Caribe) y que, como siempre, ha tomado al país en estado de indefensión.

Pero debo advertir, si el cambio climático ya está siendo tomado muy en serio por los gobiernos del mundo y se preparan para aminorar el impacto en sus poblaciones y economías, en Venezuela estamos asumiendo estos eventos globales como si no tuvieran que ver con nosotros, seguimos apostando a la improvisación y confiando en la buena suerte, cosa de la que, en las últimas dos décadas, no hemos visto ni su sombra.

Y aunque las inundaciones son un problema mayor, los incendios encarnan definitivamente la desolación absoluta, por donde pasa la candela sólo quedan las cenizas, la destrucción es total.

Pero los veranos que estamos viendo se abaten sobre el mundo, son muy diferentes a todo lo que hemos visto con antelación, empezando por las altísimas temperaturas que están alcanzando algunos sitios del planeta, cuando se forman unas burbujas enormes, que abarcan cientos de kilómetros y, como si se tratara de una olla de presión, concentra todo el calor atmosférico en ese territorio, con fuertes vientos secos, una vegetación llevada a punto de combustión y una temperatura en asenso, que no se detiene sino entre los 45 grados Celsius (113 grados Fahrenheit) o más.

Una persona no puede funcionar correctamente a esas temperaturas por mucho tiempo, sus sistemas de control corporal empiezan a fallar, le cuesta respirar, su sistema circulatorio empieza a enloquecer, los niveles de su temperatura corporal llegan al límite consumiendo internamente líquidos y minerales, produciendo desbalances metabólicos difíciles de compensar, llevando a los individuos a un rápido agotamiento y probablemente pérdida de la consciencia.

Cuando se empiezan a producir los incendios forestales, es sumamente difícil evitar la propagación de los mismos; según la experiencia de estos últimos años, afectan principalmente las áreas naturales principalmente pero también áreas urbanas, instalaciones eléctricas y sitios históricos.

La semana pasada, Grecia tuvo la terrible experiencia de tener que evacuar por mar a cientos de personas de la isla de Evia, que quedaron atrapados en una rápida conflagración y no les dio tiempo de hacerlo de manera ordenada; los guardacostas tuvieron que intervenir de emergencia, recogiendo sobrevivientes en las aguas que huían de los incendios.

Atenas fue atacada por varios flancos, faltó poco para se perdieran los monumentos olímpicos que celebran el nacimiento de los juegos; el norte de la ciudad tuvo que ser evacuada; los residentes recibían en sus celulares la orden de evacuación de emergencia a medida que el fuego avanzaba indetenible, consumiendo propiedades a pesar del auxilio que recibió de países miembros de UE, que contabilizaban 1.000 bomberos y 20 aviones trabajando sin descanso.

Ya son más de diez días con temperaturas infernales y fuertes vientos que no descansan; son los peores incendios que se recuerdan desde el 2018, donde murieron más de cien personas; Turquía se encuentra en iguales inconvenientes, 36.000 personas fueron evacuadas de la provincia de Mugla, mientras trataban de proteger las plantas eléctricas abriendo con tractores y excavadoras enormes cortafuegos alrededor de las instalaciones.

Varias infraestructuras vacacionales en la playa en Marmaris, Bodrum y Antalis, el pueblo de Oren al sur, tuvieron que ser evacuados de urgencia cuando se perdió el control sobre los fuegos forestales que los rodeaban; los cortes y el racionamiento de energía son medidas vigentes en varias partes del país, donde se han contabilizado 108 incendios forestales hasta el momento.

En California, en los EEUU, en la legendaria Sierra Nevada de la época de la fiebre del oro, el pueblo de Greenville fue consumido hasta sus cimientos; más de cien casas fueron reducidas a cenizas por el incendio conocido como Dixie, que ya tiene tres semanas ardiendo en las montañas de ese estado; a pesar del peligro y de la imposibilidad de detener lo inevitable, los residentes se niegan a evacuar hasta el último momento, y las pérdidas son incalculables.

Dixie ha consumido alrededor de 1.464 kilómetros cuadrados de vegetación, un área más grande que el área metropolitana de la ciudad de Los Angeles y, según las investigaciones preliminares, fue ocasionado por un árbol que cayó sobre líneas de electricidad y las chispas que produjo ese evento.

El Alemania y Francia, en medio de la ola de calor que los azota, una buena parte de las plantas nucleares están trabajando a media máquina, debido a que el agua que tienen para enfriar los reactores está muy caliente; estas olas de calor con más intensas y regulares que hace unos años, hasta 5 grados Fahrenheit ha aumentado el registro calórico debido al cambio climático.

En Islandia, donde el hielo cubre el 80% de la isla, en algunos puntos con más de dos millas de ancho, la temperatura se ha elevado de manera alarmante a los 50 grados Fahrenheit, afectando hasta un 60% de su cobertura de hielo y produciendo un intenso deshielo, que podría afectar el nivel de los océanos si el fenómeno se repite de manera crónica.

Hace menos de tres semanas en Rusia, más de trecientos fuegos sin control quemaban los extensos bosques Siberianos, el presidente Putin tuvo que movilizar el ejército en una operación, la más grande en tiempos de paz, para combatir los incendios.

Esto que le estoy diciendo está sucediendo ahora, mientras usted lee mi artículo. Ahora, hágase la pregunta, ¿Por qué quedaría Venezuela fuera de estos acontecimientos en el verano que se aproxima?, hay un dato muy interesante, prácticamente, el año pasado (2020), el verano en nuestro país fue corto y muy leve, el ciclo de lluvias se adelantó, rompiendo con la tendencia de los veranos ardientes a los que estamos acostumbrados.

¿Cree usted que se mantendrá esta tendencia? El gobierno de Maduro le está haciendo sacrificios a Ogún para que sea así, pues en esta ocasión podríamos estar en graves problemas si la ola de calor nos aprieta aunque sea dos o tres grados; en la actualidad y debido a la pandemia del COVID19, no tenemos ni como brindarle mascarillas, detergentes, guantes y vacunas a nuestro personal sanitario para que tengan el mínimo de protección adecuada en su lucha contra la epidemia, ¿Cree usted que el gobierno tiene recursos suficientes para tener a punto helicópteros, aviones tanques, maquinaria pesada, barcos de rescate, bomberos forestales equipados con equipos para sofocar estos incendios, con una logística para varias semanas de labor?

Como todos sabemos, este gobierno no está preparado para combatir nada, ni al Koki, ni a la fiebre amarilla, debemos prepararnos nosotros, los venezolanos, para el peor escenario posible; debemos empezar por  decir que principal causa de incendios forestales son las personas que, por descuido o por una conducta delictual, inician estas quemas y las dejan por su cuenta, principalmente campesinos limpiando con candela las parcelas, o rellenos sanitarios sin supervisión, o excursionistas con poca experiencia.

Cuando el terreno está seco y la vegetación deshidratada, un solo fósforo basta para provocar un foco incendiario que, en muy poco tiempo, puede transformarse en un voraz incendio que destruye todo a su paso; uno de los incendios que casi acaba con mi vida empezó a diez kilómetros de mi casa, y en día y medio estaba sobre mi mundo, arrasándolo todo.

Es importante que las alcaldías y las autoridades locales estén pendientes de esas quemas para las cosechas, que deben hacerse de manera supervisada, con ciertas medidas de seguridad, como contar con cortafuegos, hacerlas por parte, nunca en horas del mediodía y jamás dejarlas por su cuenta, de modo que al final de la jornada el fuego esté apagado y no exista el peligro de que vuelva a encenderse.

El gobierno debe tener ciertas instalaciones limpias y protegidas, sobre todo las centrales eléctricas, refinerías petroleras, lugares donde estén acumulados materiales inflamables, debe contar con una infraestructura estratégica mínima para operaciones de emergencia, grandes áreas protegidas para recibir refugiados, debe disponer con depósitos de alimentos, medicinas, agua potable, con grupos de respuesta rápida que atiendan emergencias .

Las Fuerzas Armadas deben tener un papel fundamental en la limpieza y aseguramiento de áreas vitales cerca de los grandes centros urbanos, limpieza de corredores viales y de servicios (electricidad, agua, gas), aeropuertos, puertos, parques nacionales, centros turísticos… debe tener una logística preparada para recoger agua para combatir los incendios, sitios de reposta aéreos, terrestres, materiales químicos para retardar las llamas, explosivos para cegar focos rebeldes de la candela; por ser la institución con mayor personal bajo sus órdenes, le corresponde el trabajo más duro de limpiar los sitios más críticos.

En la actualidad, hay una serie de sensores remotos que, desde el espacio, pueden identificar las zonas más propensas para incendios, que pueden medir la humedad de los suelos y la vegetación, e identificar “puntos calientes” donde podrían producirse estas conflagraciones, esta información es vital para una correcta planificación para evitar desastres.

La minería ilegal, la agricultura sin supervisión técnica, los desarrollos urbanos informales, el turismo de aventura durante estas olas de calor, pueden ser precursores de estos eventos y deben ser vigilados o prohibidos mientras dure el peligro, tiene que existir desde ya una campaña de información constante hacia la población.

El gobierno debe tener muy en cuenta este tipo de emergencias y prever los equipamientos, combustibles, recursos y logística para una gran movilización en todo el territorio nacional y para ayudas internacionales; los ciudadanos deben estar atentos a las informaciones de Defensa Civil, bomberos, policía y otras autoridades, tener identificados los centros de salud con capacidad de atender quemaduras, asfixiados y pacientes colapsados por el calor.

La mayoría de los centros urbanos en la región central costera son muy vulnerables a grandes incendios, entre otras cosas, porque están inmersos en grandes extensiones de bosques y montañas propensas a los incendios estacionales.

Dios quiera que este verano próximo sea benigno con nuestro país, dadas las precarias condiciones en las que se encuentra; eso no hay manera de saberlo hasta cuando llegue el momento, pero un buen comienzo es reconocer nuestra vulnerabilidad y, en lo que podamos, sea a nivel comunitario y personal, estar preparados. Espero que esta breve información llegue a buen recaudo.  -     saulgodoy@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

  



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