Nos hemos mal acostumbrados a que cuando se nos menciona
el espacio, pensamos de inmediato en viajes a otros planetas, en la conquista
de nuestro Sistema Solar y la exploración del espacio profundo, no nos detenemos
a pensar que hay mucha de nuestra cotidianidad que se resuelve en el espacio
próximo, sin salir de nuestra atmósfera planetaria pero allá arriba, a cientos
de kilómetros de la superficie terrestre, y para tener una presencia allí
necesitamos de tecnologías y ciencias aplicadas de otro nivel.
En una primera instancia para subir al espacio debemos
vencer la fuerza de atracción de nuestro planeta, para ello se requiere de una
enorme cantidad de energía concentrada en un vehículo que pueda de manera segura
y precisa llegar a su destino, para eso son los cohetes que impulsan la carga
hacia las etapas superiores de la atmósfera, es por ello que la cohetería se ha
convertido en una ciencia exacta, donde todavía existen márgenes de error que
pueden ser sumamente costosos en pérdidas de vida y materiales, es una
actividad de alto riesgo.
También está el asunto de que las condiciones en el
espacio son inhóspitas para la vida humana, al no contar con una atmosfera
apropiada, con condiciones de presión, temperatura y gravedad suficientes para
sustentar la vida orgánica, se requiere de trajes especiales, hábitats artificiales
y una serie de requisitos para proteger a los astronautas y su carga.
El lanzamiento de un cohete pone a una tripulación y su
carga en las alturas, principalmente con el fin de llevar satélites, que son
sofisticados aparatos llenos de sensores, transmisores, receptores, fuentes de
poder, instrumentos que sirven para estudiar, analizar y registrar fenómenos
naturales tales como el clima, la composición atmosférica, la temperatura de
los océanos, la radiación solar o el campo magnético del planeta, todos
necesarios para entender nuestras condiciones de vida actuales.
Pero también estos satélites sirven para las
comunicaciones, debido a que La Tierra es redonda para comunicarnos a largas
distancias, necesitamos enviar señales a una red de satélites que circunvalan
nuestro planeta para que nos sirvan de repetidoras y tengamos comunicaciones al
instante, también los satélites sirven para vigilar a los países, para ver y
escuchar lo que hacen sus pueblos, tanto en lo comercial como en lo militar, en
la conservación de sus recursos como en la movilización de sus habitantes,
todos los que pueden, tienen satélites para asegurarse de las cosas se hagan en
orden y de acuerdo a los acuerdos logrados, que se cumplan los tratados y que
no haya sorpresas desagradables.
Muy pocos piensan que una parte importante de nuestra
comunicaciones y entretenimiento nos llega desde esas alturas, gracias a varios
sistemas de satélites se hace posible que podamos comunicarnos por nuestros
móviles, que podamos ver los torneos deportivos y las grandes galas artísticas
cuando estas están sucediendo en el momento, que nuestros GPS puedan darnos
nuestra ubicación, que los aviones, barcos, submarinos puedan hacer sus
travesías sin errores de navegación, que las empresas puedan controlar sus
flotas de camiones repartiendo mercancía por todo el país y saber siempre, y en
cada momento, donde están y como se encuentran.
Hoy en día ningún ordenamiento territorial es posible sin
esa visión a gran escala de un “ojo en el cielo”, que nos dé la oportunidad de
abarcar cientos y miles de kilómetros en un instante, de manera detallada y en
tiempo real, sería muy difícil planificar sin esa posibilidad que brinda el
espacio de vernos como realmente somos, con la posibilidad que brindan los
distintos formatos ópticos, de radar, de interferometría, de infrarrojos, de
los registros termales y de humedad existentes, incluso, de poder hurgar debajo
de la tierra y ver en un momento dado lo que sucede en la superficie y debajo de nuestros mares.
Cuando ocurren los desastres naturales los satélites
registran los eventos sin perder detalle, envían la información al instante y
las autoridades pueden accionar sus planes de contingencia para tratar de
minimizar los efectos o poner en alerta a los habitantes de las zonas
afectadas.
Podemos hacer catastro desde el aire, contar nuestras
casas, saber cuántos somos, hacer mapas temáticos de lo que queramos, contar
nuestros árboles y la biomasa toda de un territorio, saber del estado de salud
de nuestros lagos y ríos, medir la calidad del aire que respiramos, podemos
proyectar, hacer modelos, saber qué pasaría si…
Las empresas agroindustriales y los distribuidores de
alimentos y bienes básicos no podrían operar eficientemente sin estos recursos
tecnológicos que les permite saber el estado real de los suelos, la
disponibilidad de agua, el estado del clima sobre los campos, si existe amenaza
de una plaga, si el suelo necesita fertilizantes, si la cosecha va de acuerdo
al plan, hasta pueden estimar el tiempo de recolección y el volumen de las
mieses, conocer al instante como se cotizan en el mercado sus productos,
gracias a esta información que nos llega del espacio es que contamos con
suficientes comida para alimentar a un mundo en crisis.
Los médicos epidemiólogos necesitan esta información para
combatir las enfermedades y los contagios, los sociólogos para medir la pobreza
urbana reflejada en desarrollos urbanos no consolidados, los ingenieros para
trazar nuevas vías, calcular nuevos reservorios de agua, plantas de
tratamiento, tendidos eléctricos… los políticos necesitan esa información para
planificar sus campañas electorales, ver en físico donde están sus votantes y
donde la oposición, para de esa manera diseñar estrategias electorales.
Un país y un gobierno sin presencia en el espacio estarían
perdidos, sería imposible controlar su territorio, administrar su
infraestructura, invertir adecuadamente sus recursos, garantizarle la seguridad
a su población.
Pero acceder al espacio es costoso, toma un gran esfuerzo
y es una de las empresas más complejas en la actualidad, entre otras cosas
porque es una tarea multidisciplinaria, donde concurren muchos expertos, donde
es necesario un conocimiento científico de primera línea y una coordinación que
implica una enorme capacidad logística.
Los países que tienen programas espaciales en curso, que
cada día son más, deben ajustar sus requerimientos en un delicado balance entre
gobierno y empresa privada, los más avanzados como sería el programa espacial
de los EEUU está en plena transformación, delegando iniciativas y proyectos a
las empresas privadas, algunas de las cuales se encuentran entre las más
grandes y ricas del mundo, y esto es así, porque el espacio es un ámbito que
genera mucha riqueza y beneficios, porque todos necesitamos del espacio y los
servicios que de allí se derivan.
En los comienzos de la carrera espacial, los únicos que
podía arrancar un emprendimiento eran los gobiernos, se requería de un músculo
financiero fuerte, de un alto grado de experticia que solo tenían los militares,
cuando esta aventura se inició a mediados del siglo XX era materia de seguridad
y defensa, luego vino el interés científico y por último, el comercial.
Pero eso ha cambiado, solamente el volumen de dinero que
genera la actividad de las comunicaciones e informaciones civiles en el espacio
justifican sobradamente el interés de empresas de aeronáutica y tecnologías digitales en llevar a cabo
enormes inversiones en el espacio, justamente por la necesidad de participación
de otros actores, otros que militares y gubernamentales.
Es por ello que vemos a la industria privada liderando
los esfuerzos por tener presencia en el espacio, y aún en regímenes estatistas
como Rusia o China necesitan apoyarse en conglomerados tecnológicos privados
para poder tener acceso a todos los elementos necesarios para este tipo de
proyectos, de modo que el comunismo o el centralismo no tienen futuro en la
carrera espacial.
Hoy existen empresas que tienen la capacidad no solo de
poner carga y tripulantes en el espacio por cuenta propia, sino que hay una
cantidad cada vez más grande clientes, otras empresas, gobiernos, instituciones
científicas, coaliciones internacionales, hasta se hace turismo espacial, todo
esto dentro de los límites de nuestra propia atmósfera, sin contar los que
quieren ir a la Luna o más lejos, al planeta Marte, o esas misiones científicas
exploratorias del espacio profundo, con sondas que hoy están rebasando los
límites de nuestro sistema solar.
Mucha gente no cae en cuenta de lo revolucionario que ha
sido para la modernidad el uso de los satélites, unos ingenios que están allá
arriba haciendo tareas por nosotros, de hecho la globalización tal y como la
conocemos hoy en día, sería imposible sin los satélites que no son otra cosa de
sensores en el cielo, transmisores, multiplicadores de señales, son nuestros
ojos sobre el planeta y hacia el espacio exterior.
Hoy podemos recibir un pedido de Amazon a nuestras casas gracias a los satélites, sabemos si va o no
a llover gracias a estas cajas electrónicas, algunas en orbitas estacionarias
otras moviéndose de un sitio a otro, podemos utilizar nuestros mapas y GPS en
el auto porque esos bichitos están allá arriba trabajando para nosotros, hacen
posible nuestras transacciones bancarias, llamar a nuestra familia en el
extranjero, disfrutar del internet, ubicar nuestro vehículo si nos lo roban.
Los países que no tienen ni la tecnología ni la capacidad
de contar con sus propios programas espaciales, tienen que contentarse con
contratar todos estos servicios y depender de los proveedores extranjeros, y
son servicios costosos, por eso son un buen negocio, pero además, crean en los
usuarios una dependencia mucho más adictiva y colonialista que ninguna otra
jamás conocida, prácticamente nuestra calidad de vida, seguridad, alimentación,
educación está en manos de quienes prestan esos servicios, el día que nos
desconecten, volvemos a la edad de piedra, quedamos aislados.
No estoy diciendo que esto vaya a suceder, no tendría
sentido perjudicar a un buen cliente al que tenemos controlado y comiendo de
nuestra mano, de hecho estas empresas y gobiernos se benefician de aquellos
países necesitados de estos servicios y productos, no solo porque pagan lo que
se les pida, sino porque tienen maneras de hacer negocios con esa incapacidad
de ser autónomos y soberanos en asuntos que atañen al espacio.
¿Dije, soberanos?
Aparte de la propaganda comunista del gobierno
revolucionario de Nicolás Maduro de que somos un país soberano porque sí,
nuestro flirteo con la aventura espacial esperanzó a más de uno, Chávez soñaba
con un programa espacial propio y movió sus fichas para que China nos pusiera
el satélite Simón Bolívar, el VeneSat-1, y lo hizo en el 2008, oportunidad que
aprovechó el gobierno socialista para hacernos creer a los venezolanos que
entrábamos con pantalones largos en una nueva era, la propaganda fue
apoteósica, un satélite propio que incluso ayudaría a Latinoamérica a salir de
las dependencia tecnológica.
Era un satélite para las telecomunicaciones
fundamentalmente, con él, el gobierno bolivariano pretendía solventar las
necesidades de la información y las comunicaciones a las comunidades rurales y a
los más desposeídos, se disponía a brindar educación a distancia, consultas
médicas remotas, la popularización del internet por medio de los llamados “infocentros”,
era el responsable de darle conexión a las computadoras portátiles conocidas
como “Canaimitas”, conectaba módulos de Barrio Adentro con los CDI de médicos
cubanos, entrenó a cohortes de técnicos en el intrincado asunto del manejo del
satélite… pero había un problema, y grave…
El gobierno comunista y militarista de Maduro le gusta
controlar la información que llega al público, y esto del programa espacial era,
por su naturaleza, una información clasificada, es decir, secreta, nunca estuvo
al servicio de la gente ni del país, de modo que el programa espacial se
revistió de un carácter confidencial, de seguridad nacional, y la información
que llegaba al pueblo era más propaganda que otra cosa.
Las tecnologías espaciales tienen un alto contenido de
poder y control sobre las poblaciones de los países, son un poderoso instrumento
de dominio y manipulación si son mal usados, es por ello que en los países
desarrollados son ámbitos que necesitan ser ventilados de manera pública y por
entes reguladores, lo peor que pudiera pasar es convertir estas tecnologías en
un secreto de estado y manejarlas como si se tratara de una caja oscura.
Algo sucedió con el Venesat-1 que todavía es un misterio,
el asunto es que alpoco tiempo de estar operativo, el satélite Simón Bolívar
salió fuera de línea y no se supo más de él, se especuló que los gringos lo
habían tumbado, que había explotado, que se había perdido en el espacio, todos
aquellos maravillosos proyectos quedaron en veremos, pero la propaganda
continuaba como si nada, que se beneficiaron nueve millones de venezolanos, que
se impartieron clases por televisión satelital en la jungla amazónica, que se
hicieron intervenciones quirúrgicas a distancia en una remota isla, pero apenas
apareció recientemente una breve nota diciendo que… “tras doce años de servicio, el VeneSat-1 salió de funcionamiento tras
una falla en el 2020”.
No sabemos nada de lo que se hizo con ese primer satélite,
ni lo que nos costó, ni quienes fueron los responsables de explicarnos que
sucedió (hay una misteriosa organización llamada Agencia Bolivariana de
Actividades Espaciales que parece ser la dueña de la verdad verdadera), y ya tenemos propaganda que afirma que ahora
tenemos dos satélites más (made in China)
en el espacio, el Francisco de Miranda y el Sucre, aparentemente ambos con
capacidades de observación terrestre (ordenación territorial, cartografía,
sensores remotos, imágenes satelitales, etc.)
El asunto que me preocupa es el gobierno de Maduro se ha
gastado una ingente cantidad de dinero en estos programas, estamos hablando en
miles de millones de dólares, que si de verdad hubieran funcionado y estuvieran
haciendo su trabajo, deberíamos contar con un servicio de telecomunicaciones
nacional de calidad, con capacidad de impartir clases a distancia por
televisión digital, con acceso al mejor internet del mundo, con la ventaja de
poder detectar derrames petroleros, incendios forestales e inundaciones y
actuar de inmediato, con la posibilidad de detectar desde el espacio naufragios
y ayudar en las tareas de salvamento, con la ventaja de detectar minería ilegal
cuando esta ocurra, de seguir sin dificultad la contaminación mercurial en
nuestros ríos, de detectar corredores aéreos del narcotráfico, campamentos
guerrilleros y movilizaciones de columnas enemigas…
Pero nada de esto sucede, de hecho, estamos peor que
nunca, en medio de una profunda crisis humanitaria compleja, con una pandemia
que nos ha inmovilizado, en medio de una inflación incontrolable, estamos como
se dice al descampado y sin posibilidad de reaccionar, con un gobierno que
oculta información, que no dice la verdad, que no rinde cuentas, se trata del
mismo gobierno que está montando unas elecciones trampeadas y en conchupancia
con una oposición desvergonzada que le vendió el alma al diablo y quiere que
todos acudamos a darles nuestro voto.
El programa espacial venezolano empezó de una manera
desastrosa, con el pie equivocado, con los socios equivocados y con una
pretensiones más de un vendedor de autos usados que las de un tecnócrata
responsable y realista, en esa gracia nos hemos gastado unos cuantos “cobres”
que son irrecuperables, y la gente que nos montó esa trampa sigue allí, con su
cara bien lavada y diciéndonos que sin ellos no hay fiesta. - saulgodoy@gmail.com
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