martes, 12 de octubre de 2021

Los satélites de Maisanta

 



Nos hemos mal acostumbrados a que cuando se nos menciona el espacio, pensamos de inmediato en viajes a otros planetas, en la conquista de nuestro Sistema Solar y la exploración del espacio profundo, no nos detenemos a pensar que hay mucha de nuestra cotidianidad que se resuelve en el espacio próximo, sin salir de nuestra atmósfera planetaria pero allá arriba, a cientos de kilómetros de la superficie terrestre, y para tener una presencia allí necesitamos de tecnologías y ciencias aplicadas de otro nivel.

En una primera instancia para subir al espacio debemos vencer la fuerza de atracción de nuestro planeta, para ello se requiere de una enorme cantidad de energía concentrada en un vehículo que pueda de manera segura y precisa llegar a su destino, para eso son los cohetes que impulsan la carga hacia las etapas superiores de la atmósfera, es por ello que la cohetería se ha convertido en una ciencia exacta, donde todavía existen márgenes de error que pueden ser sumamente costosos en pérdidas de vida y materiales, es una actividad de alto riesgo.

También está el asunto de que las condiciones en el espacio son inhóspitas para la vida humana, al no contar con una atmosfera apropiada, con condiciones de presión, temperatura y gravedad suficientes para sustentar la vida orgánica, se requiere de trajes especiales, hábitats artificiales y una serie de requisitos para proteger a los astronautas y su carga.

El lanzamiento de un cohete pone a una tripulación y su carga en las alturas, principalmente con el fin de llevar satélites, que son sofisticados aparatos llenos de sensores, transmisores, receptores, fuentes de poder, instrumentos que sirven para estudiar, analizar y registrar fenómenos naturales tales como el clima, la composición atmosférica, la temperatura de los océanos, la radiación solar o el campo magnético del planeta, todos necesarios para entender nuestras condiciones de vida actuales.

Pero también estos satélites sirven para las comunicaciones, debido a que La Tierra es redonda para comunicarnos a largas distancias, necesitamos enviar señales a una red de satélites que circunvalan nuestro planeta para que nos sirvan de repetidoras y tengamos comunicaciones al instante, también los satélites sirven para vigilar a los países, para ver y escuchar lo que hacen sus pueblos, tanto en lo comercial como en lo militar, en la conservación de sus recursos como en la movilización de sus habitantes, todos los que pueden, tienen satélites para asegurarse de las cosas se hagan en orden y de acuerdo a los acuerdos logrados, que se cumplan los tratados y que no haya sorpresas desagradables.

Muy pocos piensan que una parte importante de nuestra comunicaciones y entretenimiento nos llega desde esas alturas, gracias a varios sistemas de satélites se hace posible que podamos comunicarnos por nuestros móviles, que podamos ver los torneos deportivos y las grandes galas artísticas cuando estas están sucediendo en el momento, que nuestros GPS puedan darnos nuestra ubicación, que los aviones, barcos, submarinos puedan hacer sus travesías sin errores de navegación, que las empresas puedan controlar sus flotas de camiones repartiendo mercancía por todo el país y saber siempre, y en cada momento, donde están y como se encuentran.

Hoy en día ningún ordenamiento territorial es posible sin esa visión a gran escala de un “ojo en el cielo”, que nos dé la oportunidad de abarcar cientos y miles de kilómetros en un instante, de manera detallada y en tiempo real, sería muy difícil planificar sin esa posibilidad que brinda el espacio de vernos como realmente somos, con la posibilidad que brindan los distintos formatos ópticos, de radar, de interferometría, de infrarrojos, de los registros termales y de humedad existentes, incluso, de poder hurgar debajo de la tierra y ver en un momento dado lo que sucede en la superficie  y debajo de nuestros mares.

Cuando ocurren los desastres naturales los satélites registran los eventos sin perder detalle, envían la información al instante y las autoridades pueden accionar sus planes de contingencia para tratar de minimizar los efectos o poner en alerta a los habitantes de las zonas afectadas.

Podemos hacer catastro desde el aire, contar nuestras casas, saber cuántos somos, hacer mapas temáticos de lo que queramos, contar nuestros árboles y la biomasa toda de un territorio, saber del estado de salud de nuestros lagos y ríos, medir la calidad del aire que respiramos, podemos proyectar, hacer modelos, saber qué pasaría si…

Las empresas agroindustriales y los distribuidores de alimentos y bienes básicos no podrían operar eficientemente sin estos recursos tecnológicos que les permite saber el estado real de los suelos, la disponibilidad de agua, el estado del clima sobre los campos, si existe amenaza de una plaga, si el suelo necesita fertilizantes, si la cosecha va de acuerdo al plan, hasta pueden estimar el tiempo de recolección y el volumen de las mieses, conocer al instante como se cotizan en el mercado sus productos, gracias a esta información que nos llega del espacio es que contamos con suficientes comida para alimentar a un mundo en crisis.

Los médicos epidemiólogos necesitan esta información para combatir las enfermedades y los contagios, los sociólogos para medir la pobreza urbana reflejada en desarrollos urbanos no consolidados, los ingenieros para trazar nuevas vías, calcular nuevos reservorios de agua, plantas de tratamiento, tendidos eléctricos… los políticos necesitan esa información para planificar sus campañas electorales, ver en físico donde están sus votantes y donde la oposición, para de esa manera diseñar estrategias electorales.

Un país y un gobierno sin presencia en el espacio estarían perdidos, sería imposible controlar su territorio, administrar su infraestructura, invertir adecuadamente sus recursos, garantizarle la seguridad a su población.

Pero acceder al espacio es costoso, toma un gran esfuerzo y es una de las empresas más complejas en la actualidad, entre otras cosas porque es una tarea multidisciplinaria, donde concurren muchos expertos, donde es necesario un conocimiento científico de primera línea y una coordinación que implica una enorme capacidad logística.

Los países que tienen programas espaciales en curso, que cada día son más, deben ajustar sus requerimientos en un delicado balance entre gobierno y empresa privada, los más avanzados como sería el programa espacial de los EEUU está en plena transformación, delegando iniciativas y proyectos a las empresas privadas, algunas de las cuales se encuentran entre las más grandes y ricas del mundo, y esto es así, porque el espacio es un ámbito que genera mucha riqueza y beneficios, porque todos necesitamos del espacio y los servicios que de allí se derivan.

En los comienzos de la carrera espacial, los únicos que podía arrancar un emprendimiento eran los gobiernos, se requería de un músculo financiero fuerte, de un alto grado de experticia que solo tenían los militares, cuando esta aventura se inició a mediados del siglo XX era materia de seguridad y defensa, luego vino el interés científico y por último, el comercial.

Pero eso ha cambiado, solamente el volumen de dinero que genera la actividad de las comunicaciones e informaciones civiles en el espacio justifican sobradamente el interés de empresas de aeronáutica y  tecnologías digitales en llevar a cabo enormes inversiones en el espacio, justamente por la necesidad de participación de otros actores, otros que militares y gubernamentales.

Es por ello que vemos a la industria privada liderando los esfuerzos por tener presencia en el espacio, y aún en regímenes estatistas como Rusia o China necesitan apoyarse en conglomerados tecnológicos privados para poder tener acceso a todos los elementos necesarios para este tipo de proyectos, de modo que el comunismo o el centralismo no tienen futuro en la carrera espacial.

Hoy existen empresas que tienen la capacidad no solo de poner carga y tripulantes en el espacio por cuenta propia, sino que hay una cantidad cada vez más grande clientes, otras empresas, gobiernos, instituciones científicas, coaliciones internacionales, hasta se hace turismo espacial, todo esto dentro de los límites de nuestra propia atmósfera, sin contar los que quieren ir a la Luna o más lejos, al planeta Marte, o esas misiones científicas exploratorias del espacio profundo, con sondas que hoy están rebasando los límites de nuestro sistema solar.

Mucha gente no cae en cuenta de lo revolucionario que ha sido para la modernidad el uso de los satélites, unos ingenios que están allá arriba haciendo tareas por nosotros, de hecho la globalización tal y como la conocemos hoy en día, sería imposible sin los satélites que no son otra cosa de sensores en el cielo, transmisores, multiplicadores de señales, son nuestros ojos sobre el planeta y hacia el espacio exterior.

Hoy podemos recibir un pedido de Amazon a nuestras casas gracias a los satélites, sabemos si va o no a llover gracias a estas cajas electrónicas, algunas en orbitas estacionarias otras moviéndose de un sitio a otro, podemos utilizar nuestros mapas y GPS en el auto porque esos bichitos están allá arriba trabajando para nosotros, hacen posible nuestras transacciones bancarias, llamar a nuestra familia en el extranjero, disfrutar del internet, ubicar nuestro vehículo si nos lo roban.

Los países que no tienen ni la tecnología ni la capacidad de contar con sus propios programas espaciales, tienen que contentarse con contratar todos estos servicios y depender de los proveedores extranjeros, y son servicios costosos, por eso son un buen negocio, pero además, crean en los usuarios una dependencia mucho más adictiva y colonialista que ninguna otra jamás conocida, prácticamente nuestra calidad de vida, seguridad, alimentación, educación está en manos de quienes prestan esos servicios, el día que nos desconecten, volvemos a la edad de piedra, quedamos aislados.

No estoy diciendo que esto vaya a suceder, no tendría sentido perjudicar a un buen cliente al que tenemos controlado y comiendo de nuestra mano, de hecho estas empresas y gobiernos se benefician de aquellos países necesitados de estos servicios y productos, no solo porque pagan lo que se les pida, sino porque tienen maneras de hacer negocios con esa incapacidad de ser autónomos y soberanos en asuntos que atañen al espacio.

¿Dije, soberanos?

Aparte de la propaganda comunista del gobierno revolucionario de Nicolás Maduro de que somos un país soberano porque sí, nuestro flirteo con la aventura espacial esperanzó a más de uno, Chávez soñaba con un programa espacial propio y movió sus fichas para que China nos pusiera el satélite Simón Bolívar, el VeneSat-1, y lo hizo en el 2008, oportunidad que aprovechó el gobierno socialista para hacernos creer a los venezolanos que entrábamos con pantalones largos en una nueva era, la propaganda fue apoteósica, un satélite propio que incluso ayudaría a Latinoamérica a salir de las dependencia tecnológica.

Era un satélite para las telecomunicaciones fundamentalmente, con él, el gobierno bolivariano pretendía solventar las necesidades de la información y las comunicaciones a las comunidades rurales y a los más desposeídos, se disponía a brindar educación a distancia, consultas médicas remotas, la popularización del internet por medio de los llamados “infocentros”, era el responsable de darle conexión a las computadoras portátiles conocidas como “Canaimitas”, conectaba módulos de Barrio Adentro con los CDI de médicos cubanos, entrenó a cohortes de técnicos en el intrincado asunto del manejo del satélite… pero había un problema, y grave…

El gobierno comunista y militarista de Maduro le gusta controlar la información que llega al público, y esto del programa espacial era, por su naturaleza, una información clasificada, es decir, secreta, nunca estuvo al servicio de la gente ni del país, de modo que el programa espacial se revistió de un carácter confidencial, de seguridad nacional, y la información que llegaba al pueblo era más propaganda que otra cosa.

Las tecnologías espaciales tienen un alto contenido de poder y control sobre las poblaciones de los países, son un poderoso instrumento de dominio y manipulación si son mal usados, es por ello que en los países desarrollados son ámbitos que necesitan ser ventilados de manera pública y por entes reguladores, lo peor que pudiera pasar es convertir estas tecnologías en un secreto de estado y manejarlas como si se tratara de una caja oscura.

Algo sucedió con el Venesat-1 que todavía es un misterio, el asunto es que alpoco tiempo de estar operativo, el satélite Simón Bolívar salió fuera de línea y no se supo más de él, se especuló que los gringos lo habían tumbado, que había explotado, que se había perdido en el espacio, todos aquellos maravillosos proyectos quedaron en veremos, pero la propaganda continuaba como si nada, que se beneficiaron nueve millones de venezolanos, que se impartieron clases por televisión satelital en la jungla amazónica, que se hicieron intervenciones quirúrgicas a distancia en una remota isla, pero apenas apareció recientemente una breve nota diciendo que… “tras doce años de servicio, el VeneSat-1 salió de funcionamiento tras una falla en el 2020”.

No sabemos nada de lo que se hizo con ese primer satélite, ni lo que nos costó, ni quienes fueron los responsables de explicarnos que sucedió (hay una misteriosa organización llamada Agencia Bolivariana de Actividades Espaciales que parece ser la dueña de la verdad verdadera),  y ya tenemos propaganda que afirma que ahora tenemos dos satélites más (made in China) en el espacio, el Francisco de Miranda y el Sucre, aparentemente ambos con capacidades de observación terrestre (ordenación territorial, cartografía, sensores remotos, imágenes satelitales, etc.)

El asunto que me preocupa es el gobierno de Maduro se ha gastado una ingente cantidad de dinero en estos programas, estamos hablando en miles de millones de dólares, que si de verdad hubieran funcionado y estuvieran haciendo su trabajo, deberíamos contar con un servicio de telecomunicaciones nacional de calidad, con capacidad de impartir clases a distancia por televisión digital, con acceso al mejor internet del mundo, con la ventaja de poder detectar derrames petroleros, incendios forestales e inundaciones y actuar de inmediato, con la posibilidad de detectar desde el espacio naufragios y ayudar en las tareas de salvamento, con la ventaja de detectar minería ilegal cuando esta ocurra, de seguir sin dificultad la contaminación mercurial en nuestros ríos, de detectar corredores aéreos del narcotráfico, campamentos guerrilleros y movilizaciones de columnas enemigas…

Pero nada de esto sucede, de hecho, estamos peor que nunca, en medio de una profunda crisis humanitaria compleja, con una pandemia que nos ha inmovilizado, en medio de una inflación incontrolable, estamos como se dice al descampado y sin posibilidad de reaccionar, con un gobierno que oculta información, que no dice la verdad, que no rinde cuentas, se trata del mismo gobierno que está montando unas elecciones trampeadas y en conchupancia con una oposición desvergonzada que le vendió el alma al diablo y quiere que todos acudamos a darles nuestro voto.

El programa espacial venezolano empezó de una manera desastrosa, con el pie equivocado, con los socios equivocados y con una pretensiones más de un vendedor de autos usados que las de un tecnócrata responsable y realista, en esa gracia nos hemos gastado unos cuantos “cobres” que son irrecuperables, y la gente que nos montó esa trampa sigue allí, con su cara bien lavada y diciéndonos que sin ellos no hay fiesta.     -   saulgodoy@gmail.com

 

 

 

 

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