Esta semana quería estar en Caracas para estar presente
en dos eventos que consideraba importantes, el lunes 21 era la toma de posesión
de la nueva Junta Directiva de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, en
la cual, cosa no muy frecuente, repetía en su presidencia mi amigo el Dr. Julio
Rodríguez Berrizbetia, y el jueves 24, era la presentación de la película del
historiador y cineasta Carlos Oteiza, Rómulo
Resiste, en los espacios de la Casa Loyola, en el Colegio San Ignacio.
Si les digo la verdad, cada día se me hace más difícil
bajar de mi montaña y tomar dirección hacia Caracas, y luego de una ausencia de
varios meses, noté a la ciudad capital muy descuidada e inhóspita, que es la
marca inequívoca del chavismo.
La vida se me complicó y no pude bajar sino hasta el
mismo jueves, de modo que perdí la oportunidad de saludar a Julio y felicitarlo
por su merecido nombramiento, el mundo académico venezolano está pasando por
momentos muy difíciles, no sólo por la crisis económica sino por el desprecio
por el pensamiento y las ideas por parte del gobierno de Maduro, que no ha
podido ni podrá doblegar a los espíritus de nuestros intelectuales, no mientras
estén allí, en primera línea, personas honestas, valientes, trabajadoras y
sumamente capaces como Julio Rodríguez y todo el cuadro de honor que lo acompaña
al timón de esa admirable institución.
Y aun cuando las academias no hacen mucho ruido, no es su
naturaleza, la labor metódica y sistemática que están llevando a cabo en áreas
de la investigación, divulgación, publicaciones, relaciones con otras academias
en el mundo, casas de estudios, organismos multilaterales y otras instituciones,
las hacen organizaciones perfectas para que sus opiniones sobre la salud del
país, en todos sus órdenes, físico, espiritual, político, económico,
científico, sean dignos de toda atención y consideración.
A Julio le han tocado momentos muy duros pero, como todo
buen ignaciano, fue forjado para salvar dificultades y con una misión de
servicio hacia nuestros compatriotas a toda prueba, de modo que vaya mi saludo
y mis felicitaciones a este compañero de ruta a quien admiro profundamente.
El jueves llegué a Caracas y me reuní con mi amigo el Dr.
Federico Carmona, con quien analicé la situación económica del país, una
conversación que se extendió en un almuerzo en su bella casa y, llegada la
hora, cerca de las 5 pm, nos llegamos hasta nuestra Alma Mater, el Colegio San
Ignacio de Loyola, donde tuvimos oportunidad de ver un inning de dos equipos
infantiles de beisbol, uno de ellos, del barrio de Pinto Salinas.
Era la primera vez que asistía a un evento de ASIA, la
Asociación de Antiguos Alumnos, y fue una sorpresa muy agradable encontrarme
con personas de distintas promociones del colegio, mayoritariamente de las
viejas cohortes; entablamos de inmediato una conversación con dos ingenieros de
la promoción del 65, la nuestra es la del 71, había una buena representación de
mujeres, esposas de ignacianos y exalumnas, la reunión estaba animada y el
auditorio lleno.
El programa constaba de la proyección de la última
película de Carlos Oteiza, otro exalumno del colegio, su último largometraje
sobre la figura del presidente Rómulo Betancourt, y que a su vez era parte de
su trabajo sobre la política contemporánea venezolana, que incluye personajes
como el General Marcos Pérez Jiménez, o Carlos Andrés Pérez, se trata de un
trabajo historiográfico importante, del rescate de imágenes muy poco conocidas
de nuestros políticos más importantes… en mi opinión, una investigación digna
de la mejor arqueología cultural, al estilo de Michel Foucault.
La película acababa de ganar el premio al mejor
cortometraje del Círculo de Críticos de Caracas y las expectativas eran altas;
estaba acostumbrado a reunirme con compañeros del colegio mucho menores que yo,
pero en esta reunión sucedió todo lo contrario, nosotros éramos los más jóvenes
y había muchas cabezas blancas como la nieve, era un cónclave de nuestros
sabios ancianos ignacianos.
Luego de la proyección del film, habría un coloquio con
un grupo de destacados intelectuales, que incluían al padre Ugalde, una de las
mentes más brillantes de los jesuitas en Venezuela, el periodista y politólogo
Pedro Pablo Peñaloza, la “influencer” Carolina Jaimes Branger, y el director de
la película Carlos Oteiza.
La película me pareció muy buena y creo que todo
venezolano debe verla; presenta a un Rómulo humano, en su justa dimensión como
político e intelectual, fue muy interesante porque la película tejió una
historia personal, la de la vida familiar y de juventud del director Carlos
Oteiza, con la que tuvimos oportunidad de recordar aquel país que una vez fue y
ya no es, sobre todo, sus memorias sobre el Colegio, que removieron una
cantidad de recuerdos que tenía adentro; utilizando el recurso de la animación
de manera magistral y recogiendo imágenes de viejos álbumes de fotografías,
hizo un montaje que nos transportó en el tiempo a aquellos tempranos años
sesenta del pasado siglo.
Debo hacer una consideración en este punto, creo que
Carlos fue muy valiente y honesto al exponer su vida familiar como lo hizo, los
pasajes más difíciles y delicados de las realidades y conflictos de su familia los
manejó con maestría, y enriqueció con ellos el discurso de su obra sobre
Rómulo; aunque fueron tiempos casi idílicos, hubo muchos problemas y conflictos
que convivían paralelamente para todos en Venezuela, desde el presidente de la
República, hasta ese muchachito de clase media que asistía al colegio San
Ignacio… fue algo muy proustiano, por decir lo mínimo.
Estoy de acuerdo con su punto de vista, al presentarnos a
Rómulo como uno de los principales forjadores de la democracia en nuestro país;
a pesar de sus propios errores y de la presencia perversa de Fidel Castro, pudo
Rómulo comprender el momento histórico que vivía y maniobrar con buen rumbo en
aguas turbulentas, la lucha armada de la izquierda y los ataques que sufrió de
esa extrema derecha militarista que casi lo matan, no fueron pasajes fáciles
para este guatireño ilustre, y vemos en la película el proceso de aprendizaje y
crecimiento personal de un verdadero estadista.
Durante la proyección de la película vimos y escuchamos
diversas opiniones de expertos politólogos, historiadores, actores principales
de aquellos eventos que nos explicaban antecedentes y resultados de los
principales momentos de aquella historia de nuestra democracia; una de las
preguntas que quería hacerle a Carlos y que no tuve la oportunidad, era cómo
construyó el guion de su película, si fue a medida que descubría los “reels” de película o las fotos, o
previamente, me imagino que fue una combinación de ambas, o puede ser, también,
que tuvo primero los pedazos completos de las películas en la moviola y fue
entonces cuando construyó su historia; fuera de la manera que fuera, el proceso
es complejo.
La participación del panel fue bien interesante, cada uno
abordó un aspecto diferente de la historia, y movieron al público a una
expectativa de participación que no pudo darse; razón tenía Ugalde cuando
anticipó que, por asunto de tiempo, iba a ser imposible escuchar nuestras
preguntas que, estoy seguro, eran un montón, las pocas que hubo fueron
atinadas, había un brindis luego del acto, de modo que se aprovecharía ese
momento para interactuar; lamentablemente, Federico y yo teníamos compromisos y
nos fue imposible hacer esos contactos informales.
Pero quiero ahora referirme a algo que, tanto la película
como los comentarios que hubo dejaron en claro, y ésta es mi impresión muy
personal, la democracia en Venezuela fue impulsada y modelada por la izquierda,
una izquierda democrática, humanista, ilustrada, que contrastaba con esa otra
izquierda armada, violenta, revolucionaria, marxista, que quería era otra Cuba
en Venezuela.
El choque entre esas dos maneras de ver el mundo, ambas
socialistas, fue la que nos legó la democracia en la cual hemos vivido en el
pasado reciente, con ciertas ventajas en cuanto a oportunidades y libertades,
pero recientemente con un autoritarismo y un fundamentalismo claro e innegable;
el pensamiento liberal clásico, la llamada derecha, nunca tuvo oportunidad, el
socialismo ha copado nuestro horizonte político de manera absoluta,
imbricándose en nuestra cultura política de manera tal, que muy pocos
venezolanos tienen el conocimiento o la perspectiva de que existe otra
ideología que no sea la del estado benefactor, rector de una economía centralizada,
interventor y vigilante de nuestras vidas privadas, con una serie de propuestas
colectivistas donde el valor principal es la igualdad.
Todo ese conocimiento que se desarrolló con las reformas
luteranas y calvinistas que influyeron en ilustración en Escocia, especialmente
con los trabajos de Adam Smith, Hobbes y
Locke, que predicaban el derecho de propiedad que tenían las personas, primero
sobre sí mismas y, luego, sobre lo que podían producir; esas ideas, que tuvieron
una enorme influencia con los movimientos independentistas norteamericanos, que
luego desarrollaron sus postulados económicos en la llamada Escuela de Viena
con Ludwig von Mises y, posteriormente, de Friedrich A. Hayek; esas nociones que
construyeron no solo un lenguaje, sino un mundo totalmente diferente al del
socialismo… pasaban muy lejos de la realidad cultural hispanoamericana.
Toda la explicación que escuché esa noche era el
socialismo haciendo una interpretación del socialismo venezolano, la lucha
entre el socialismo ilustrado y el socialismo revolucionario, y tengo la
impresión de que todos caímos en cuenta que la discusión estaba agotada, la
democracia venezolana instrumentada por el socialismo estaba muerta, el cadáver
se enfriaba y no teníamos como revivirlo.
Rómulo fue el último de los grandes pensadores y líderes
socialistas del continente, de esos socialistas buenos que tuvieron su
oportunidad y supieron aprovecharla; a él debemos honor y gloria, pero hasta
allí, las recetas de Acción Democrática, así como las de todos los partidos
socialistas que conforman nuestro zoológico electoral, ya no tienen nada que
aportar, excepto los mismos dogmas ya agotados.
Fue lamentable que no tuviera oportunidad de intervenir y
poder relacionarme con los expositores, eso hubiera permitido incluir en el
debate otro punto de vista, y quizás propiciar una reflexión más abierta hacia
otras formas, que sí existen, de asumir nuestra realidad.
Felicito a Carlos Oteiza por su obra y a ASIA por la
oportunidad de reunirnos y apreciar esta vívida interpretación de nuestra
historia contemporánea. - saulgodoy@gmail.com
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