“La interrelación entre la actividad agraria y el
desarrollo social implica la incorporación del campesino al proceso productivo
a través del establecimiento de condiciones adecuadas e igualitarias para la producción
de alimentos. Para ello se procuró en la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario
que los campesinos cultiven las tierras de manera coordinada y no aislada, es
así como se estimuló la entrega de diversos instrumentos agrarios a través del
INTI, y además la estructuración del fundo colectivo como medio de desarrollo
armonizado con miras a un mayor aprovechamiento del potencial agroecológico de
las tierras”. (Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, 2010).
Conocí el Instituto Agrario Nacional (IAN) mientras
trabajé para el Fondo de Crédito Agropecuario cuando su presidente era el Dr.
Víctor Giménez Landinez, uno de los propulsores de la Reforma Agraria en
democracia; la naturaleza de mi trabajo me hacía parte de esa dinámica de
asignación de tierras productivas en agricultura tanto para campesinos,
pequeños y medianos productores, como para la agroindustria.
El IAN, era una parte fundamental de un sistema
productivo agrario nacional, que llevaba otros importantes componentes como el
financiamiento, la asistencia técnica, el aspecto jurídico, el de servicios e
infraestructura donde figuraban los tendidos eléctricos, el recurso agua,
carreteras y vías de penetración, centros de acopio, mercados…
Eso fue a principios de los años ochenta, y desde mi
posición, tuve la oportunidad de ver y actuar dentro de un complejo aparato de
producción agropecuario para todo el país, que estaba en manos de unos
eficientes profesionales y técnicos de muy alta cualificación, preparados en
las mejores escuelas nacionales e internacionales, que hablaban el mismo
lenguaje que los funcionarios del Banco Mundial, del Banco Interamericano de
Desarrollo, de la FAO y otros organismos multilaterales que apostaron al
desarrollo productivo de alimentos en Venezuela, una apuesta que dio sus frutos
en altísimos rendimientos de los principales rubros, como carne, arroz, maíz,
plátanos, sorgo, papas, frutales, caña de azúcar, incluso dimos los primeros
pasos en la silvacultura con los extensos bosques maderables de Uverito en el
oriente, y con las primeras granjas productoras de truchas y camarones.
Afortunadamente contábamos con un cuerpo de leyes
agropecuarias, de tenencia de la tierra, ambientales y de planificación del
territorio, que se conjugaban armoniacamente para producir los resultados esperados,
e incluso, teníamos una filial de petróleos de Venezuela, Pequiven, que tenía a
la agricultura como una de sus prioridades, y aportaba en fertilizantes y
químicos para la actividad a gran escala.
Gracias a estos esfuerzos políticos, científicos, financieros
y productivos, Venezuela fue por primera vez en su historia un exportador de
alimentos hacia el mundo, teníamos una variedad de productos de primer orden, en
esa época despegaban los aviones cargados de plátanos de Maracaibo hacia el
norte, salieron los primeros barcos graneleros con arroz y maíz hacia los
mercados internacionales, hasta el Fondo Nacional del Café se convirtió en una
figura reconocida en Europa y Norteamérica, y teníamos los mercados internos
abastecidos, los productos de consumo masivo no faltaban en nuestros
supermercados, y de las más diversas regiones llegaban productos del campo,
frescos y a buen precio, todos los venezolanos comían sus tres comidas y el
consumo de las proteínas estaba garantizado y al alcance de todos, nuestro
“pabellón criollo” era el plato nacional que todos podíamos disfrutar.
De las cosas que me di cuenta durante estos años de
prosperidad y cambios en el país, era que la figura del campesino, tal y como
la conocimos a principios de siglo, estaba llegando a su fin, así como el
conductor de coches a caballo o los trapecistas del circo, ese individuo que
subsistía de manera precaria y artesanal de sus labores en el campo, estaba a
punto de desaparecer, la vida del conuco y del pequeño productor, presionados por
los costos del modo de vida, por la poca eficiencia de sus métodos productivos
y por la escaza renta que generaban, hizo necesario que se abrieran una
cantidad de escuelas técnicas y agropecuarias, que se les brindara atención a
sus viviendas y se hicieran campañas de salubridad para rescatar sus hábitats
plagados de enfermedades endémicas, se hicieron censos, se abrieron
oportunidades en el desarrollo de cooperativas, pequeñas empresas y se les
capacitó para el trabajo en la agroindustria.
Cuando se inició la última década del siglo XX, Venezuela
contaba con una próspera actividad agroindustrial, por supuesto, con sus
problemas, que iban muy a la par al juego económico nacional y su actividad
petrolera, que era afectada por las crisis financieras y por las políticas de
promoción de la producción nacional.
Y llegó la
Revolución.
El cambio de siglo coincidió con la entrada del
Socialismo Bolivariano del siglo XXI en el juego político nacional, por ello es
tan fácil e ilustrativo ver cómo, con la llegada al poder de Hugo Chávez, la
situación agraria en el país dio un vuelco impresionante hacia lo peor, hacia
la quiebra del sector, una ruina provocada y diseñada con toda la intención de
hacer al pueblo de Venezuela, una sociedad pobre, hambreada y dependiente del
Estado benefactor.
Solo hay que ver los grandes indicadores de la producción
agrícola del país, para constatar que el desmontaje del aparato productivo
nacional, fue planificado y ejecutado con saña.
El IAN que conocí, donde convivían expertos en suelos,
técnicos geólogos, agrimensores, cartógrafos, evaluadores y expertos en agua, entre
otras muchas especialidades, que estaba al servicio de un sistema de producción
agroalimentaria, fue desmantelado y en su lugar crearon el actual INTI, el
temido Instituto Nacional de Tierras, una organización represiva y de terror
que los revolucionarios utilizan para hacer “justicia social”, o sea robar,
expropiar, desertificar, cambiar el ordenamiento territorial de manera
extrajudicial, entregar nuestro territorio a grupos irregulares extranjeros,
extorsionar y hacer negocios con el miedo.
Había un fuerte contenido del marxismo agrario
desarrollado por el comunismo chino, vietnamita y cubano, que fue inyectado
directamente en la visión y postulados de la doctrina agrarista, que penetró
profundamente en los encargados de manejar el asunto de las tierras productivas
y de la producción agrícola del país.
Signado por un resentimiento social y con un contenido de
violencia que nunca ocultaron, los revolucionarios chavistas sabía que tenían
en el órgano encargado de la redistribución de las tierras un instrumento de
castigo para con sus enemigos ideológicos, la clase propietaria y productiva
del campo, y en ese enfrentamiento hubo mucho daño colateral que alcanzó y victimizó
a mucha gente inocente.
Desde esta tribuna alerto a la Corte Penal Internacional para
que inicie averiguaciones en contra del INTI, por haber desplazado a una parte
importante de nuestros auténticos productores agropecuarios de sus lugares de
trabajo y hogares, son culpables de haber intervenido en territorios reservados
para nuestras etnias indígenas y causado desasosiego entre sus tribus, lo que se observa en territorios de los
estados andinos y llaneros, es que sus actuaciones son de amenaza a empresarios
del campo, los designan como enemigos de la revolución, y grupos del hampa
común y del crimen organizado endógenos de estas regiones, los amenazan con
secuestrarlos o ser víctimas de sicarios o de grupos subversivos aliados del
chavismo.
El INTI interviene áreas naturales protegidas sin ningún
respeto por las leyes ambientales, para ellos, primero se encuentra la
actividad agroecológica, como la llaman, que el resguardo y la protección de
cuencas hidrográficas, reservas o monumentos naturales, los parques nacionales
son sus cotos de caza en las que otorgan sus temidas “Cartas Agrarias”, sus
acciones por lo general van acompañadas de fuerzas policiales y militares, indeleble
es la imagen de uno de los presidentes del INTI acompañando a Hugo Chávez en
una de sus expropiaciones, con una pistola al cinto.
Sus abogados se encuentran ocupados en centenares de
casos en los tribunales agrarios donde por lo general los dueños de fundos y
desarrollos, pierden la propiedad sobre sus predios.
El INTI se ha convertido en el laboratorio de descrédito
de los verdaderos productores agropecuarios del país, de su sede sale la
propaganda de guerra en contra de las grandes empresas agroindustriales, atacan
a sus dueños y ponen a los empresarios del campo como bandidos y explotadores,
su meta pareciera ser destruir la propiedad privada, y es claro que en tiempos
de elecciones es una fuente de dadivas en la forma de parcelas y créditos
agrícolas para su masa electoral, no es de extrañar que los grandes gremios
privados del país como Fedecámaras, Consecomercio, Fedeagro, Fedenaga,
Corpoindustria, se hayan convertido en el enemigo a derrotar.
Es importante recalcar que dentro de la propaganda
socialista, el INTI se cubre con las banderas de la producción de alimentos, la
seguridad agroalimentaria, y del rescate de tierras para los campesinos, pero
con su política de expropiaciones, lo que hicieron con el famoso Hato El Frío
en Apure, uno de los ejemplos más exitosos de conservación e investigación
ecológica de toda Latinoamérica, que terminó en un ecocidio sin sentido, o el
caso del productor Franklin Brito, que fue un homicidio en cámara lenta, o la
de las tierras del señor Azpurua, de donde salieron las modalidades de negociación
conocidas como el método “Cház”, que no es otra cosa que la negociación
obligada con un cuchillo en la garganta, y que terminaron todas en una campaña
de destrucción de unidades de producción en manos de unos mal llamados
“campesinos”, que resultaron ser una plaga devastadora, las expropiaciones a
los hermanos Sulbarán en Zulia y Merida (Sur del Lago de Maracaibo), que fue
una orgía de reparticiones de los llamados “Comités de Tierra” y que todo
terminó en un inmenso hueco negro de pobreza para la región.
Pero aparte de ser usado como una policía política, el
INTI ha sido el ente ejecutor de una buena parte de la hambruna que hoy existe
en Venezuela, sus funcionarios y sus actuaciones tienen mucho que ver, en que
nuestra infancia sea víctima de la desnutrición más cruel, y que mucho de
nuestros ancianos mueran por falta de una adecuada alimentación, son parte
activa de la destrucción del país y tienen que responder con su cuota de
responsabilidad.
El INTI es la
policía política de la revolución en el campo venezolano.
Muchos de sus integrantes son fanáticos revolucionarios
que todavía creen en una clase campesina y su revolución, tal y como en los
tiempos de Ezequiel Zamora, tristemente recordado en aquellas monstruosidades
que llamaron los Fundos Zamoranos, hoy todos quebrados y ejemplos de una
ideología arcaica e inhumana, utilizan la llamada “Ley en contra del odio” para
aplicársela a los opositores que se atrevan a denunciarlos.
El esquema de poder del INTI es el mismo del de la revolución
cubana, un organismos ejecutor de las políticas de expropiación y de control
social, quitándole posibilidades productivas a quienes si pueden para dársela a
unos incapaces, lo hemos visto en lo que está sucediendo en el Estado Miranda,
recientemente en Guatire, donde el líder revolucionario más radical, el Sr. Diosdado
Cabello, la ha utilizado para desbancar la autoridad del alcalde en funciones
(que resulta es de la oposición), en una invasión orquestada por el PSUV de
terrenos urbanos, violando de esta manera todas las leyes y robándole la
soberanía a la primera autoridad local, judicializando a los responsables de
mantener el orden jurídico en la entidad con lo cual claramente, le adjudican
al INTI una jurisdicción por encima de cualquier ordenamiento legal y la hace
una institución altamente peligrosa para el orden y paz en el país.
Protegida por un Tribunal Supremo de Justicia, con
especiales atribuciones dadas por la ley de Tierras y de Desarrollo Agrario,
con la que iniciaron la llamada “Guerra al Latifundio”, una guerra cuyo único
resultado apreciable fue convertir al INTI en el mayor terrateniente del país,
que complacía la querencia revolucionaria de convertir al estado en el único
dueño de las tierras productivas en Venezuela… ¿Para qué?... sigue siendo un
misterio.
El INTI arrastra tras de sí a una enorme cantidad de
instituciones como la fiscalía y la defensoría del pueblo, a la Guardia
Nacional, al muy disminuido Ministerio de Ecosocialismo y toda una panoplia de
misiones socialistas… pero es sin duda el PSUV, el partido político
revolucionario a quien sirve, y porque es un organismo esencialmente político y
al servicio del Socialismo del Siglo XXI, es que se le ha dotado de una serie
de conceptos y metas hasta convertirlo en lo que es hoy, uno de los órganos
represivos más importantes del régimen de Nicolás Maduro.
Han tratado de darle una pátina científica y de carácter
tecnológico, como por ejemplo la confección de su propio software de
información geográfica al que llamaron Fenix-Omacon,
que no es otra cosa que una versión pirateada de varios software comerciales
que hay en el mercado para no pagar las patentes comerciales, se inventaron un
frankenstein que sirve de muy poco, por lo menos no está actualizado con los
principales polígonos de las áreas naturales protegidas (ABRAES), y la
información que vacían de los predios tampoco es confiable, aunque crean que
han desarrollado un producto fuera de serie y envidia del mundo.
Han tratado infructuosamente de tener a la idílica figura
de la mujer campesina como símbolo de liberación del pueblo, pero la realidad
es terca y hoy por hoy, la mujer campesina es quizás la figura más explotada y
empobrecida de todo el país
Estos funcionarios, cuyo
trabajo es hacerle imposible a los venezolanos que puedan trabajar en
paz la actividad agrícola, pareciera tienen otras prioridades, en la prensa
nacional e internacional se denuncia que ofrecen a su clientela de chavistas
fundamentalistas, y colectivos agrarios, importantes territorios alrededor de
las principales capitales del país, invasores profesionales, guerrilleros,
narcotraficantes y expertos en abigeato, parece gozan de propiedades con
costosas infraestructuras para su disfrute, en áreas de tolerancia a todo lo
largo con la frontera Colombiana.
Varios de sus productos, como ya hemos mencionado, la famosa
Carta Agraria, que es una asignación provisional de títulos individuales y
colectivos sobre la tierra, eventualmente otorgan una Carta de Adjudicación que les da derechos de
usufructo mas no de propiedad, las tierras no pueden ser vendidas, pertenecen
finalmente al Estado.
Volvemos a lo expresado anteriormente, la evidencia
incontrovertible es que el INTI ha sido uno de los principales responsables en
destruir nuestra base de producción agrícola, le está haciendo un daño
inconmensurable a nuestras áreas naturales protegidas, le ha propinado un golpe
bajo a las comunidades indígenas con sus demarcaciones arbitrarias, ha
contribuido a la expansión de la minería ilegal, actúa como agente provocador
en los predios urbanos para quebrantar el orden municipal y estadal, es motor
fundamental de la hambruna que sufre el país, y todo esto, lo ha hecho aún
antes de que a Venezuela le impusieran sanciones internacionales, o que supuestamente
nos declararan la ficticia guerra económica.
No puedo terminar este breve escrito sin mencionar que
toda actividad agrícola, por más agroecológica que esta sea, necesita sustraer
del medio ambiente sus recursos elementales para su sustentabilidad, entre ellos
agua, tierra y biota; todo el aparato ideológico chavista está sustentado en
que solo ellos han tenido y tienen el secreto de una producción agrícola que no
daña al ambiente, que no disminuye sus recursos, que no tienen impacto alguno
en el sistema ecológico, lo cual es totalmente falso.
Anteponer la supuesta producción agroecológica a la
protección del medio ambiente, sobre todo en las ABRAES, es de hecho una
mentira que alienta la destrucción de los espacios protegidos, principalmente
la de las cuencas hidrográficas.
El INTI es una de las instituciones con mayor número de víctimas y crímenes en contra de los derechos humanos de los venezolanos, el INTI tiene que desaparecer para que se pueda reactivar la producción agropecuaria, y podamos volver a contar con una seguridad alimentaria que no dependa de una economía de puertos, pues quebrando al sector privado productivo en el campo, les dan la oportunidad a los jefes del chavismo (remember, Alex Saab), a comercializar con alimentos importados y tener el control biopolítico sobre la población. - saulgodoy@gmail.com
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