viernes, 28 de junio de 2024

Colapso y desintegración.



El gran historiador británico Arnold Toynbee cuando escribió su ambiciosa y monumental Estudio de la Historia, publicada a mediados del pasado siglo , en su metodología, hace una curiosa diferenciación entre colapso y desintegración de una civilización, algo que pareciera innecesario y redundante, pareciera que una sigue obligatoriamente a la otra, pero Toynbee nos demuestra que no necesariamente tiene que ser así , y nos da el ejemplo , por él muy estudiado , de la civilización egipcia que inició su colapso luego de la construcción de las pirámides y de la invasión de los hiksos que sucedió en el siglo XVI a.C., pero no fue sino hasta el siglo V de la Era Cristiana, que finalmente se dio el proceso de desintegración y se borraron sus últimas huellas. Fueron 2000 años colapsando y desintegrándose, todo un record histórico.

Toynbee explica que este larguísimo proceso de colapso y desintegración se debió a que sobrevino una etapa de petrificación, la sociedad quedó atrapada en una forma de gobierno y una ideología que impedía los cambios necesarios, se pudiera comparar a una larga agonía de un cuerpo que se niega a morir , lo mismo sucedió en  China con el desmembramiento del imperio Tang en el siglo IX de la era cristiana,  fue un largo período que se conoció como los ”Tiempos de Angustia” , creo que hay algo de ese deseo obcecado de los chavistas-maduristas, por perpetuarse en el poder, con la falsa ilusión de que con ellos, el futuro será distinto y muy superior a la realidad que estamos viviendo.

Pero guardando las distancias, el chavismo-madurismo no es una civilización, tampoco es una cultura y me atrevería a afirmar que ni siquiera es una tribu, más bien se trata de una banda de antisociales unidos en el interés de esclavizar a sus congéneres y vivir del pillaje del país, una forma de vida, a lo máximo, estaríamos hablando de una subcultura del lumpen.

Como fenómeno social, el chavismo- madurismo no pasa de ser un proceso de involución acelerado que se ha incrustado como si fuera un virus en el cuerpo de la nación que se estaba levantando y desarrollando en democracia, este virus peligroso y agresivo no es otra cosa que una mala copia del socialismo en términos fascistas, medró del país por más de veinticinco años, destruyendo sus órganos internos y casi llevando a Venezuela a la desintegración.

Afortunadamente el pueblo resistió estos años de decadencia y tuvimos la suerte que apareció en el horizonte la figura de María Corina Machado y su afortunada asociación con el candidato de la oposición democrática Edmundo Gonzales Urrutia, era un evento azaroso, un “cisne negro”, que de pronto se concretó en nuestra realidad y que pudiera hacer posible que esa vertiginosa caída al abismo pudiera evitarse, detener el colapso y parar la desintegración que ya había empezado.

Hace unos días fui invitado a Caracas a una reunión de uno de los thinktank que de vez en cuando  requiere mi opinión, abandoné mi retiro en la montaña para volver a ver y escuchar a varios amigos que no veía desde hacía bastante tiempo, era una  reunión de abogados, historiadores, planificadores, filósofos y banqueros que analizaron la precaria situación de Nicolás Maduro y su intento de repetir por un tercer período como Presidente de la República. Una posibilidad que todos los presentes juzgaron como una posibilidad indeseable, que aceleraría justamente, la desintegración del país.

Pero por otro lado, algunos de los análisis que escuché esa noche hablaban de “un fin de ciclo”, que coincidía, de alguna manera, con los planteamientos de Toynbee, recordemos que de acuerdo a la dinámica evolutiva de los estados (esto es válido para los sistemas dinásticos, como el de los chinos), durante las fases tempranas del ciclo, reina la paz y la prosperidad, hay recursos y las principales necesidades son resueltas con lo que la población, tiende a incrementarse, eventualmente sin embargo, la dinastía se hace vieja y frágil, la corrupción y el desorden se incrementan y la dinastía decae.

Cuando los dirigentes pierden su foco en dirigir el país, cuando ya no les interesa gobernar sino retener el poder, la sociedad entra en una fase de anarquía y la población disminuye, uno de los indicadores que señalan la entrada en un período de decadencia es lo que sucede con la comida, decae la producción interna, se incrementan las compras al exterior, hasta que ya no hay dinero para comprarla, se hace notoria un repunte de la mortalidad infantil- este modelo, elaborado por el economista Cyrus Chu y el demógrafo Ronald Lee (1994) aparece detallado con sus gráficos y fórmulas matemáticas en el magnífico libro Dinámicas Históricas del profesor Peter Turchin (2003).

 

El modelo finaliza con un incremento en el hampa y el bandidaje, lo que resulta en una mortandad importante para los adultos, pero como a mayor número de bandidos y grupos de irregulares compitendo por un pedazo del pastel (guerrilla, pranes, colectivos, milicias, los llamados “Trenes”) la gente, para poder sobrevivir, se une o apoya a los grupos que controlan su área, de esta manera la posibilidad de sobrevivencia se incrementa al mismo tiempo que la población sigue disminuyendo (migración, enfermedades, infertilidad), llega un momento en que el poder de la corrupción y los crímenes superan la capacidad del gobierno para controlarlos, y sobreviene el colapso del estado.

 

Lo que a los chinos les tomó una o varias centurias, a los chavistas lo hicieron en apenas 25 años, por ello es que el período de colapso y desintegración es acelerado, Venezuela no es china y los chavistas no son asiáticos, y es una de las razones por la que el país no aguanta una tercera reelección de Maduro. Ya las señales están a la vista, principalmente en el seno de las Fuerzas Armadas donde se hacen los grandes negociados, y vemos a sus oficiales adueñándose de las principales fuentes productivas, negocios y actividades, vemos como se apropian de las industrias de café y cacao, se hacen socios de petroleras, administran hoteles, centros comerciales, posadas de lujo… cambian sus estilos de vida y se van olvidando de su función en la seguridad del estado.

 

Es una falta de responsabilidad y de amor por el país que los chavistas se encuentren haciendo campaña política para permanecer en el poder, no solo atenta contra la democracia (la alternabilidad en el gobierno) sino que significaría el colapso total de la nación, ellos no tienen un plan para evitar el desmoronamiento de las instituciones y la pérdida del estado de derecho, solo quieren hacer “negocios”, acumular riquezas y si es necesario asociarse con los grupos irregulares y violentos como ya hemos visto en algunas zonas importantes del país.

 

Por todo o anteriormente expresado es que Venezuela se encuentra en una terrible encrucijada, es cuestión de sobrevivencia que haya un cambio, y éste parece inevitable, según algunos observadores a la reunión en la que estuve presente, ya estamos viviendo ese cambio de ciclo, el asunto crucial para muchos de los asistentes era saber cuándo se terminaría este ciclo y empezaría el próximo, para algunos era incierto, temían que el chavismo-madurismo se aferraría al poder desesperadamente sin importarle las consecuencias, es decir, tratarían de hacer gobierno luego del 28 de julio pero para ello tendrían que romper con el pacto democrático que hasta este momento no había sido violado, tendrían que desconocer las elecciones.

 

Pero aun así, la suerte pareciera estar echada, no durarían mucho, el caos los arroparía y al final saldrían mucho más mallugados, pobres, enfermos, y los sobrevivientes, directo a los tribunales donde se ventilarían sus causas; retrasar el cambio es un tremendo error incluso para aquellos chavistas que han amasado su fortuna en el país y hoy disponen de industrias, comercios y negocios con los que pudieran darse un nuevo comienzo, retratarse junto a Maduro significaría poner esos capitales en una apuesta que saben perdida.

 

El final de este ciclo es una certeza, el 28 de Julio será determinante pero no como muchos creen, si hay resistencia por parte del chavismo entraremos en un vórtice de caos y los más afectados serán los chavistas, pero esta vez no tendrán refugio, estarán al descubierto. El país democrático ha salido fortalecido en esta campaña admirable liderada por María Corina Machado, hemos recobrado las fuerzas y la unidad, por primera vez en mucho tiempo el país se ha reconocido en las calles en tumultuosas concentraciones, una multitud nacional que los chavistas no van a querer tenerlos en su contra por hacer una trampa, hay enormes dosis de optimismo y renovadas energías para continuar la lucha en la oposición, cosa que no pasa entre las filas de Maduro, disminuidas, temerosas y mal preparadas, solo esperando lo peor.

 

Si maduro fuera inteligente, que no lo es, se sentaría a negociar con la oposición y disponer al país para su recuperación, pero demasiados demonios ingratos lo torturan, el miedo lo tiene atenazado y no puede pensar con claridad, en este preciso momento sus aliados internacionales que le piden fortaleza y coraje, lo tienen atrapado en un solo curso de acción, sus principales colaboradores no le permiten margen de maniobra, el chavismo se ha convertido en su mayor enemigo.

 

La dinámica de la historia está marchando indetenible, es el fin de la era chavista, queda por ver cómo será su salida, lo que sí está claro es que un retorno de Maduro al poder sería prolongar innecesariamente el colapso, vista la realidad del país, la mejor salida es pactar y salvar lo que se pueda.

 

 

 

 

  

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