Venezuela es un país de aguas,
de ríos. La civilización, el hombre
mismo, el planeta
tierra todo, dependen de este líquido maravilloso y poco
valorado: el agua.
Y los ríos, esa corriente de
agua que corre sobre la tierra modificando todo a su paso, escarbando su ruta
en la roca hasta llegar al mar, son una de las manifestaciones más portentosas
y sublimes de la vida.
Estamos acostumbrados a ver de
los ríos sólo su superficie, no pensamos de donde vienen y para donde van, en
los bosques y pantanos que encontramos en su recorrido, en las llanuras
inundables, en los montes altos y henchidos de nieblas y nubes, en las playas
arenosas, en las cascadas estruendosas, en las aguas subterráneas, en los
espectaculares deltas y en toda esa vida silvestre que crece a su alrededor,
los ríos son todo eso y mucho más, es el sedimento que arrastra, los minerales
disueltos, el detritus natural de plantas y animales muertos tan importantes
para la regeneración de la naturaleza, sus ciclos de crecidas y mermas, la
enorme variedad de vida y sistemas ecológicos que alberga en sus profundidades.
Los ríos empiezan en las
cumbres de las montañas, producto de las lluvias y de las nieves que se
derriten; primero son riachuelos que saltan entre rocas y descienden dando vida
a su entorno, se les unen en su viaje pequeñas corrientes tributarias, algunas
subterráneas que engrosan su volumen y los convierten en ríos.
Ese es más o menos la
descripción que hace Donald Worster del nacimiento de un río en su
extraordinario libro, Los ríos
amordazados, todo un alegato naturalista y ecologista en contra de los
grandes embalses y represas que al hombre moderno y desarrollista, le gusta
tanto construir.
Venezuela es un país de ríos,
aún muchos de nosotros no lo hemos descubierto.
Los conquistadores españoles lo sabían, fundaban sus ciudades en las riberas de los ríos, así como
anteriormente habían hecho los árabes, y mucho antes los chinos e hindúes en
sus magníficas civilizaciones, así como lo hizo el antiguo Egipto, hasta llegar
al abuelo de todos los ríos, el Éufrates, en Mesopotamia, donde empezó todo.
Nómbrame el río que tienes
cerca y te diré quién eres, casi que podríamos decir.
Y es que los ríos no sólo son
sagrados, dadores de vida y de muerte, son la esencia del comercio, de la
agricultura, de los estilos de vida, de la historia.
En Venezuela es muy difícil que
una ciudad o población importante no esté ligada a la historia de un río, somos
básicamente un país de aguas y entender este hecho es fundamental para entender
nuestro pasado, presente y futuro.
Pero trágicamente ese olvido,
ese momento en que los venezolanos le dimos la espalda a los ríos, en que en vez
de venerarlos y cuidarlos, nos propusimos a la ingrata labor de destruirlos y
ensuciarlos, en convertirlos en nuestras cloacas y explotarlos sin compasión,
ese momento, nos convirtió en salvajes y, desde entonces no hemos dejado de
degenerar como sociedad humana.
A mediados del siglo XX los
ingenieros venezolanos vieron en los ríos una fuente de energía desperdiciada,
energía hidroeléctrica, limpia, barata y abundante, bastaba con domar las
impetuosas corrientes de los grandes ríos construyendo grandes represas para
obtenerla.
Fue así como se dieron a la
tarea de modificar el paisaje sin importarles para nada interrumpir el curso
natural de los ríos, el reto para los ingenieros era levantar el dique
impresionante que crearía un lago artificial para lo cual inundaron valles y
sabanas, poblados y refugios de fauna, cambiaron la ecología de miles de hectáreas
sin medir consecuencias.
La devastación que se hizo para
construir el vaso de la represa del Guri quedará en la historia como uno de los
ecocidios más grandes que se hayan realizado, a pesar de los estudios de
impacto ambiental y de los esfuerzos por salvar el mayor número de especies en
lo que sería el embalse, lo que importaba era producir megavatios de energía
“limpia” para mover unas industrias básicas, que hoy, después de cincuenta años
están descuidadas, quebradas y acumulando pérdidas multimillonarias, y lo peor,
en un país que padece de cortes de luz como algo rutinario.
Nos enorgullecíamos de ser
exportadores de energía eléctrica para países vecinos, energía barata para
complejos industriales y el desarrollo más allá de nuestras fronteras. Pero
nadie ha calculado el verdadero costo de esa energía, la tarifa que cobrabamos
a nuestros ávidos vecinos, a nuestros propios ciudadanos, no incluye el costo
ambiental que ha representado para nuestro país el haber cambiado el curso de nuestros
ríos, a nadie le importa.
Ahora que nuestras cuencas
hidrográficas llegaron al límite de su capacidad productora de agua, que las
hemos entregado a la devastación de una agricultura y una minería salvaje y sin
sentido, entramos de lleno en una crisis de energía sin precedentes, quizás
ahora caigamos en cuenta de su importancia.
El sistema de ríos más
importante del país es el Caura-Orinoco, y es el que divide nuestro país en dos
partes claramente definidas, el norte y el sur, siendo el sur el más rico en
agua.
He visto con estupor las
imágenes de los daños que ha sufrido la cuenca del rio Caura por la acción de
la minería ilegal, las inmensas cicatrices que se han abierto en el medio de
nuestra selva devastando las márgenes del rio, con deforestaciones masivas que
han dejado enormes claros donde la tierra roja, a veces amarilla, donde queda
expuesta en medio de grandes charcos de agua contaminada y los restos de los
campamentos, con la basura y chatarra de motores, bombas y tolvas esparcidas,
el cinc de los ranchos que una vez albergaron las colonias de hombres y mujeres
que destruían nuestro país en busca del oro y el diamante.
Son más de 30.000 Has.,
afectadas en el corazón de la cuenca y que vienen perturbando no solo la
producción de agua de estos bosques amazónicos, sino también el aporte a las
represas que alimentan El Guri, y que tanto ha afectado la producción de ésta
central hidroeléctrica.
Pero mucho más preocupante son
las consecuencias de la contaminación mercurial (substancia de la que se abusa
en los procesos artesanales de la minería ilegal), que aguas abajo se está
incorporando a los diversos sistemas de vida, y que en definitiva llegará a la
población que consumirá el agua y a los productos de los ríos y de la selva, y
que hará estragos con la salud de los venezolanos por envenenamiento.
El mercurio es uno de los
metales más peligrosos para la vida humana en el planeta y querámoslo o no,
nuestro país es uno de los países que más lo consume en el mundo y de manera
desordenada, al punto que, las próximas generaciones van a pagar un precio muy
alto debido al descuido y las malas políticas de este gobierno chavista, que se
ha encargado de envenenar el país con esta sustancia presente, entre otros
artilugios, en los bombillos ahorradores de electricidad, que tanto se empeñan
en promover sin tener un programa para su desecho apropiado.
El problema de la cuenca del
Caura no termina en el procedimiento de orden público aplicado por las fuerzas
de seguridad del Estado, es un avance importante que se esté desalojando de la
cuenca a estos grupos criminales y mafias que destruyen nuestra patria sin
ningún miramiento, pero es apenas el principio, hay que acabar con la
corrupción y la falta de planificación e inversión que afectan la seguridad en
nuestro escudo guayanés.
Si dejamos que la naturaleza
actúe por cuenta propia, tomaría unos cien años para restituir el daño causado,
y efectivamente ese es el lapso natural para que se renueve la selva en
condiciones óptimas, pero el caso del Caura es mucho más complejo y los
venezolanos no tenemos ese tiempo para esperar que la naturaleza se reponga,
mientras miramos con los brazos cruzados.
Se hace necesario la urgente
intervención del hombre y la ciencia para poder recuperar el área afectada,
existe una especialidad en las ciencias ecológicas que se llama Restauración
Ecológica que trata del estudio científico para renovar áreas degradadas o
destruidas por causa de la intervención humana, es una de las más nuevas armas
de la ecología para la defensa del patrimonio natural de las naciones y del
planeta.
Descrita por primera vez en
1980 por John Aber y William Jordan se ha convertido, en menos de tres décadas
en una de las disciplinas más activas e importantes de los naturalistas en el
mundo.
Para estos momentos debería
haberse creado, bajo la égida del extinto Ministerio del Ambiente (o del
organismo socialista que lo suplanta y que nadie sabe si realmente existe) y el
patrocinio de la Presidencia de la República una fuerza de tarea, con lo mejor
de nuestras universidades, organizaciones ambientalistas, autoridades
sanitarias, investigadores, academias y
laboratorios del país, conjuntamente con el cuerpo de ingeniería del
ejército, para el envío de inmediato de geólogos, biólogos, químicos expertos
en calidad de agua y suelos y otros especialistas con el propósito de tomar
muestras en las zonas afectadas, para determinar los diversos grados de
contaminación, el tipo y grados de erosión causadas en el terreno, las
temperaturas, grados de incidencia solar, invasión de especies oportunistas de
bacterias, plantas, insectos, desviaciones del curso de agua.
Este es un programa que podría
iniciarse con la mitad del presupuesto de la partida secreta asignada a la
primera magistratura, créanme, no hay mejor causa para invertir ese dinero.
Deberíamos tener ya equipos de
limpieza para remoción de escombros, seguirle el rastro a la contaminación
mercurial aguas abajo para poder emitir las alertas a las poblaciones.
Ya deberíamos estar
planificando el envío de equipos para hacer los inventarios de especies
vegetales y animales de la región y tratar de determinar cuáles fueron las
pérdidas de biomasa y si es posible compensarlas, se deberían abrir las áreas
de afectación que siempre van más allá de los puntos focales de devastación y
que por ser áreas fragmentadas, afectan de manera importante las interacciones
ecológicas de los diversos sistemas, y que es una de las principales causas por
lo cual la selva no podrá recuperarse ella sola de manera natural, muy al
contrario, es posible que los daños ya causados generen mayor pérdida de la
biota.
Se trata de crear de manera
científica un cronograma de acciones, a corto, mediano y largo plazo que en una
primera etapa contengan el daño causado, que no es solo el que podemos ver a simple
vista, y las posibilidades reales de recuperación de los diversos niveles de la
cobertura vegetal y la ecología fluvial, posteriormente de la fauna y
finalmente de la ecoregión.
Si dejamos a la cuenca sin
intervención para restaurarla, lo más posible es que en muy corto tiempo,
cuando se agote el impulso por imponer orden en la cuenca, vuelvan los grupos
humanos y su actividad destructora, crezca la intervención irresponsable, y se
haga irreversible el daño a la cuenca.
Estoy hablando de una gran
inversión de recursos, de movilizar nuestra capacidad profesional y técnica, de
hacer real nuestra responsabilidad con las futuras generaciones, estoy hablando
de crear empleo, de hacer patria, de hacer gasto público donde verdaderamente
importa y poder sostener en el tiempo un trabajo de conservación importante.
Sería lamentable que no
aprovechemos esta oportunidad para manejar una crisis de manera inteligente y
productiva, podríamos aprender mucho de nuestras selvas y ríos, de sus
composiciones, dinámicas y relaciones, es una causa que le daría al gobierno un
gran prestigio internacional y al país una cruzada que uniría muchas
voluntades. No dejemos al Caura solo, ahora es cuando más nos necesita.
Como había mencionado con respecto al agua, el país se
divide en dos, al norte y al sur del Orinoco dado el volumen de agua que fluye
por el sistema Caura-Orinoco.
Al
norte, nuestras principales cuencas hidrográficas están muy comprometidas
principalmente por el abuso, la deforestación y la contaminación de sus afluentes
y reservorios, nuestros dos principales lagos de agua dulce, el Lago de
Maracaibo y el Lago de Valencia mantienen un alto grado de contaminación debido
a descargas petroleras, cloacales, químicas que las han convertido en grandes
depósitos de aguas tóxicas.
El
Lago de Valencia se estaba reduciendo drásticamente de tamaño hasta que
decidieron usarlo para descargas cloacales, y el Lago de Maracaibo está
enfermo, envenenado principalmente por una red de tuberías petroleras
submarinas que percola el aceite negro allí atrapado por décadas.
El
Lago de Maracaibo para colmo de males padece de la plaga de lenteja de agua (la
Lemna) que atenta, entre cosas con la oxigenación de sus aguas.
La
Cuenca del Río Tuy, que es la columna vertebral del sistema de vida del Estado
Miranda, está a punto de colapso, el rio Guaire, que atraviesa la ciudad de
Caracas es una buena muestra de la condición de la cuenca, las erradas
políticas del gobierno en materia ambiental y su empeño suicida de tratar de
promocionar áreas agrícolas en zonas con un particular y notable stress sobre
reservorios de agua, incluyendo aguas subterráneas, están agotando de manera
irreparable las principales fuentes de agua que pudieran abastecer la ciudad
capital.
Chávez
se empecinó en crear fuentes de producción agrícolas cerca de nuestras grandes
ciudades, sin tomar en consideración las condiciones de los suelos, el agua y
el cambio climático creando condiciones para el desastre que se anuncia.
Las
que mejor salen paradas en esta rápida visión son las cuencas orientales,
principalmente la del Unare y Turimiquire, pero igual, sufren de sobre
explotación, principalmente por programas agrícolas muy mal manejados desde el
punto de vista de la gerencia del agua.
Para
nadie es un secreto que las principales poblaciones del país y el grueso de la
población viven en la franja norte costera de Venezuela, justamente la que
menos agua tiene, perdón, la que más agua contaminada maneja y que la hace
inservible para el consumo humano, razón por la cual tienen que traer de muy
lejos, de otras regiones el agua, por lo que se hace sumamente costoso el
suministro, pero este hecho lo tapa la política populista con un subsidio
insensato.
Hace
unos cuarenta años atrás, cuando trabajaba en el área cartográfica y de
información básica para proyectos de ingeniería, conocí al Ingeniero Pedro
Arnal del INOS, quien ya estudiaba con preocupación las maneras de hacer
llegarle a Caracas el agua desde el Orinoco, una propuesta que tiene que verse
con carácter de urgencia y que ya debería tener un proyecto aprobado con su
presupuesto, pero como el gobierno no se ocupa de lo importante, sino de sus
sobrevivencia electoral, esa arruga la está corriendo hasta que tengamos la
emergencia encima.
Pero
lo que más agrava la situación del agua al norte del Orinoco es el aspecto
climático, hay una gran preocupación por las variaciones que está sufriendo la
llamada Zona de Convergencia Intertropical, por el comportamiento inestable de
la Célula Hedley que es la responsable de los patrones lluviosos y de sequía de
las pluviselvas, principalmente la del Amazonas.
Los
modelos predictivos que se han hecho para la mitad del presente siglo, presenta
ciclos de lluvias más cortos y más intensos que lo normal en época de invierno,
lo que se traduce en un incremento de desastres naturales como inundaciones y
deslaves, y en verano, calores insoportables y por más tiempo de lo usual, que
conforman un escenario de aumento de incendios forestales y desertificación de
los suelos, lo que pone a la región norte costera de nuestro país en un régimen
de grandes inundaciones y sequías estacionales de magnitudes severas, y ya
hemos visto lo que un verano extremo puede hacerle a los niveles de agua del
sistema Caura-Orinoco.
Puedo
afirmar sin temor a equivocarme, que la propaganda oficial del gobierno
socialista bolivariano, de que nuestro país no tendrá problemas con el
suministro de agua fresca es una mentira cruel, a estas alturas el 80% de
nuestras reservas de agua fresca están contaminadas y no son aptas para el
consumo humano, al menos que se apliquen costosos e inexistentes procesos de
purificación a las mismas.
El
área ambiental ha sido manejada con irresponsablemente con criterio explotador
y abusivo, la actividad petrolera le ha suministrado un daño profundo a nuestras
principales reservas de agua, la falta de inversión en el área sanitaria ha
congestionado el sistema de cloacas y desperdicios de nuestra principales urbes
y descargado sus excesos en reservorios de agua potable contaminándolas, la
agricultura mal manejada y peor entendida han arruinado nuestras cuencas
productoras de agua, la minería los desechos industriales envenenan nuestros
ríos, sin ánimos de alarmar pero si de estar conscientes de lo que pudiera ser
evitado, las alarmas están encendidas, Venezuela ha entrado en una crisis por
el agua potable.
Necesitamos
trabajar mucho y muy duro en la próxima década para tratar de sobrevivir en el
siglo XXI sin la preocupación de tener que morir de sed. – saulgodoy@gmail.com
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