Parto de la siguiente premisa, nuestros actuales políticos en la oposición venezolana no supieron, no saben, están aprendiendo, o se hacen los locos, sobre cómo trabajar desde la democracia enfrentados a tendencias políticas totalitarias, que buscan la destrucción de la democracia, mimetizándose como organizaciones y sujetos democráticos.
La
función, de todo político en democracia, debe ser, en primera instancia,
preservar el sistema democrático sin el cual le es imposible actuar, por lo
tanto, es su deber identificar, denunciar, tratar de anular por todos los
medios posibles estas tendencias u organizaciones con propósitos totalitarios,
y si las ocultan, una vez que afloran a la superficie o se tenga la sospecha de
sus intenciones, esto, para evitar que se hagan sujetos del juego democrático.
Es
sin duda difícil, mas no imposible, identificar un elemento disruptor del
sistema que se disfraza de democrático y pretende vivir del sistema de libertades
que otorga la democracia.
Para
un político demócrata, que sabe los peligros que corre una sociedad abierta
ante el apetito de poder de las ideologías totalitarias, es parte de su
mecanismo de defensa y sobrevivencia el detectar estos grupos fascistas y militaristas
que adoptan la pose y el discurso democrático para finalmente revelar su
verdadera catadura, que no es otra sino llegar a posiciones de poder y acabar
con el sistema democrático.
Una
vez que el totalitarismo se hace de posiciones neurálgicas dentro del sistema,
por la falta de previsión de los políticos democráticos (o porque cayeron en el
engaño, o por debilidad del sistema, o peor, porque creen que en democracia
todo el mundo puede jugar el juego democrático sin importar sus intenciones) la
estrategia lógica a seguir, sería la de oponerse de manera firme a sus
designios, no participando ni colaborando con sus fines, denunciado sus
propósitos, pidiendo sanciones internacionales y ayuda para frenar su avance,
pero jamás, negociar con el totalitarismo.
Hay
en nuestra cultura una errónea creencia sobre el papel de negociador del
político demócrata, se supone que el político debería negociar hasta con el
demonio mismo, si esto contribuye al logro de sus metas (que el político
siempre las vende como benignas y a favor de su electorado), y no se pone
límites en cuanto a que, y con quien negociar; esta fórmula, harto primitiva y
egoísta ha resultado en la historia, una fórmula para el desastre.
Nuestros
políticos de oposición que son los peores políticos con que el país ha contado
en su historia contemporánea, los peores preparados, los más cobardes, los más
personalistas (egoístas) y los que asumen la política como un negocio personal
o para beneficio de una organización (con la honrosa excepción de Antonio
Ledezma, María Corina Machado, Leopoldo López , todos nuestros presos políticos
que han demostrado que tienen principios y que no son negociables, las nuevas
figuras en el paisaje Mitzi de Ledezma, Patricia de Ceballos y Lilian Tintori
convertidas en guerreras de la democracia por la violencia del régimen).
Cuando
escucho a estos políticos en entrevistas en los medios de comunicación no salgo
de mi asombro en la poca estructura de su pensamiento que se traduce en un
discurso pobre, confuso y sin profundidad alguna, la mayor parte de ellos
marcados por un pragmatismo de verdulero, sin ninguna noción de ideología, sin
una visión coherente de nuestra sociedad, de su estructura, de su
funcionamiento.
Pero
no son solo los discursos, vayamos a la realidad del país y constatemos la
praxis de esta generación política, nos encontramos con mucho trabajo que ellos
denominan “social” que es simplemente una labor de mercadeo electoral realizada
en estratos de población C,D y E, con una amplia organización partidista de base,
con algunas destacadas gestiones administrativas (burocráticas) en medio de un
país que se cae a pedazos, y lo más evidente, con la ausencia absoluta de una
política o visión del país.
Nuestros
llamados políticos profesionales en la oposición venezolana, no tienen la menor
idea de lo que significa tener una política nacional que no necesite de un
estado fuerte y controlador de la sociedad, saben gobernar sobre la sociedad, mas no saben cómo se gobierna con la sociedad organizada.
Lo
que han hecho hasta el momento, y malamente, es reaccionar a las acciones y
omisiones de un grupo de mafiosos que se ha apoderado del gobierno, que tampoco
son políticos y que actúan como banda de malhechores, y que un acto de
sobrevivencia, los que deberían ser nuestros políticos democráticos, actúan más
bien como segundones en esta mala película de gánsteres que nos ha tocado
vivir.
Pero
política, ni siquiera con “p” minúscula existe.
Gracias
a la propensión nacional socialista del chavismo y su gusto por las tesis del
jurista nazi Carl Schmitt, la política se ve irremediablemente ligada a la
figura del Estado, lo que circunscribe la política a los partidos políticos, y
en esta concepción, a las fuerzas antagónicas que giran en torno a los
conceptos de amigo-enemigo.
La
cultura política venezolana, incluyendo la de oposición, se desenvuelven en
esta medida corta del utilitarismo a ultranza, no tiene otra perspectiva ni ratio, obvian las minorías, los
movimientos emergentes, las subculturas, los regionalismos autonómicos, las
posibilidades rizomáticas del poder, los desplazados y comunidades étnicas, los
movimientos de género, las nuevas estructuras federativas, entre otras
manifestaciones políticas de nuevo cuño.
Por
esto, es que el discurso de la unidad, se ve a leguas, es un truco elaborado
por algunas organizaciones políticas cuyo fin es confundir el número de sus
militantes con el propósito de aumentarlo de manera artificial, para tener algo
que ofrecerle al Capo y poder negociar sus pequeños intereses, esas mínimas
parcelas de poder burocrático y presupuestos, esos contratos con el gobierno y
algunas de las prerrogativas de las que gozan (entre ellas no ir a la cárcel, o
poder salir del país), pero política, como manera de resolver el acertijo de
nuestra realidad histórica, de eso, nada.
Tanto
Primero Justicia como lo que queda de Acción Democrática, el partido Un Nuevo
Tiempo están retornando peligrosamente a una posición hegemónica y polarizante,
acaparando para ellas el poder de decisión y representación de una mayoría que
no les pertenece, imponiendo sin consulta la vieja fórmula del poder de las
maquinarias, haciendo que sus intereses electorales se privilegien sobre todos
los demás en la agenda del país, y esto ha creado un malestar en la oposición.
El
manejo poco transparente de la MUD, la lista secreta que tienen de candidatos
elegidos a dedo de sus organizaciones políticas, su prácticamente nula
oposición para que el CNE vuelva hacer fraude en las elecciones parlamentarias
parecieran indicar, que los vicios del pasado subsisten, que lo que quieren es
atrapar al elector venezolano en una decisión diabólica, “entubarlos” en una
estrategia antidemocrática.
Y la
verdad, es que si vemos de donde vienen nuestros actuales políticos ya se
resuelven muchas interrogantes, decía Ortega y Gasset: “Comencemos por reconocer nuestra terrible limitación: tras una
generación inepta no puede venir una generación potente, tras una generación de
distraídos, sólo es probable una generación de vanidosos. Considerad, hermano Sancho- decía con unción
Don Quijote- que nadie vale más que otro mientras no haga más que otro” (Discursos Políticos,1909)
Para
Aristóteles en su tratado La Política,
era fundamental aclarar en primera instancia cual es la vida más deseable tanto
para el individuo como para la comunidad, para luego preocuparse cual era el
régimen mejor, preguntas básicas que deben tener respuestas en una política que
se distinga por la virtud y la prudencia y que trate de alejar de sí, las
perturbaciones propias de la vida en sociedad, los desordenes, las protestas y
las revoluciones.
Las
ideologías en estos trópicos no son el motor de la acción política, lo que
hacen es servir de excusa a los intereses personalistas de nuestros políticos,
a la toma del poder, teniendo entre sus elementos constitutivos y asimilados
“la vida más deseable” como ingrediente dado, es decir, las ideologías presumen
conocer la respuesta a esta pregunta sin preocuparse siquiera en saber, si esa
vida es en realidad, la más deseable para un pueblo o sociedad.
Pero si
usted le pregunta a uno de nuestros políticos de oposición, cual es su
ideología, lo más probable es que le salga con un pastiche de ideas inconexas,
tomando de una un argumento, y de otra un pedazo para terminar diciendo, que
las ideologías están todas superadas, pensar en ellas es arcaico, que lo que
importa, es lo que funciona.
He
escuchado a asesores políticos, gente estudiada, que con desfachatez única, le
niegan a la historia su función formadora no solo de la realidad que vivimos,
sino como vivero de la experiencia, “no
queremos dirigir el país hacia el progreso mirando por el retrovisor”-
dicen con orgullo, la consideran un lastre para sus propuestas “innovadoras”
que no son sino componentes de las ideologías que existen, cortadas a cuchillo
y vueltas a remendar, en un monstruo desarticulado que no tienen ni pies ni
cabeza.
Lo
peor de esta docta ignorancia, es que ni se les pasa por la cabeza que la
aplicación de las ideologías a la realidad tiene sus consecuencias, si usted
permite la libertad de expresión o impone un control de precios, o el
establecimiento de un sueldo mínimo, todas estas políticas tienen repercusiones
en el cuerpo de la organización social, que van a requerir de otras medidas y
ajustes para reparar y controlar los efectos, que en cascada, provocan medidas
como estas.
Pretenden
nuestros políticos ser tan originales, que negando el socialismo, o el
comunismo, o las teorías políticas liberales, con los principios y valores que
cada ideología trae consigo, creen, van a sacarse debajo de la manga soluciones
originales y todo esto lo hacen en nombre de la “eficiencia”, sin tener la
menor idea que la eficiencia, es parte de una ideología que corresponde al
mundo de la técnica y la tecnología, que tiene sus propias reglas, principios y
valores.
Nos
dice Leo Strauss, el gran filósofo de la política moderna: “Se da por supuesto que ese hombre de la calle posee un conocimiento
político más reducido que aquellos otros hombres despiertos que gozan de una
larga y variada experiencia política. En lo más alto de la pirámide
encontramos al gran político, que posee
conocimientos políticos, comprensión política y habilidad política en el más alto grado”.
Strauss
diferencia la opinión política del conocimiento político, este último mucho más
depurado de errores, suposiciones, creencias, prejuicios, predicciones, etc., y
por ello, porque tiene método, porque es verificable, porque está sujeto a
normas, porque el fenómeno político puede modelarse, ser medido y ser
estudiado, es la razón de que existan unas ciencias políticas.
Pero
como todo en la vida, un grado profesional no hace al político, el olfato y el
instinto político viene en dos presentaciones, el que se aprende con la
experiencia y el que se tiene de manera natural, si en una misma persona confluyen
el conocimiento y la disposición, la sociedad debe darse por afortunada de
contar con esa rara avis.
Pero
hagamos algunas precisiones, los gobiernos son organizaciones encargadas de
dirigir, vigilar y mantener los servicios y actividades que un estado necesita
para atender las necesidades de sus ciudadanos y las de su propia preservación,
la política son las decisiones que se toman para hacer de ese gobierno, un
gobierno descentralizado o benefactor, competitivo o inspirado en objetivos,
interventor u orientado al mercado, grande o pequeño, de izquierda o de derecha.
La
política se orienta por una ideología, es decir, por principios y valores que
prevalecen sobre otros para lograr unos fines concretos, la política orienta la
actividad del gobierno, organiza y le da objetivos a la burocracia para que
consiga resultados.
La
política en democracia, implica que sus responsables, los políticos, concierten
, discutan, presenten ideas, planes y propuestas conjuntamente con los grupos
de interés, la sociedad organizada, los ciudadanos, los otros partidos y
gobiernos locales para alcanzar esa vida más deseable que el pueblo, la nación
toda quiere y espera.
Con esto, lo que quiero destacar, es que la
ideología le da un mapa de ruta a la política y la política le marca la pauta
de acción al gobierno, y el político lidera a la gente en la construcción de
esos objetivos.
La
mayoría de nuestros políticos han sido educados y entrenados en alguna escuela
de gobierno y políticas públicas, que los convierte en burócratas informados,
no en políticos, el estudio de la política es algo mucho más específico y
arduo, y tiene que ver más, con una actitud y un instinto que con una escuela; en
algunos países del mundo el cultivo de la política está altamente desarrollado,
esto, sin desmeritar los estudios académicos que son harto importantes, y su
falta se hace tan obvia como en el caso de la mayor parte de nuestros
políticos, que no rebuznan porque no tienen la laringe para ello.
La
tradición venezolana es conformarnos con lo que tenemos, no podemos pedirle
peras al olmo- dicen algunos, pero sucede que en nuestro país tenemos mucha
gente capaz y preparada que por varias circunstancias no se prestan a
incursionar en la política, pero están allí mirando desde la barrera como
nuestros políticos yerran una y otra vez ante un formidable enemigo.
Creo
que estamos muy cerca del momento de la verdad en nuestro país y viene una
caída muy dura de la cual, no sé si podamos sobrevivirla completos, creo que el
momento es decisivo y clama porque los mejores ciudadanos den el paso al frente
y asuman el reto, so pena que nuestro “políticos” de la oposición nos sigan
hundiendo hasta la inopia.
Y a
los políticos actuales les recuerdo, que las críticas son hechas para ser
tenidas en cuenta o para refutarlas con argumentos, no para acusar al crítico
de anti político. – saulgodoy@gmail.com
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