Desde la dominación romana en territorios de Judea nos llega la historia de espionaje más famosa de todos los tiempos, la de Judas contra Cristo. Lo que hasta ahora conocíamos como un simple acto de traición fue un elaborado esquema de un espía entre los doce apóstoles, el círculo más íntimo y allegado a Jesús de Nazaret; uno de esos apóstoles era un hombre que vendió información a su cliente, en este caso a Caifás, el sumo sacerdote de los saduceos.
Esto es lo que nos cuenta una versión de la
historia, pero resulta que hay otra versión, mucho más fantástica, donde Judas
es apenas parte de los designios de un plan de dominación mundial, y donde el
acto de traición es sólo un nodo necesario de un drama geopolítico y religioso
que se concretaría con la muerte de Jesús.
Por un lado tenemos que los evangelios sinópticos
poco dicen de este personaje, sólo aparece para traicionar a Jesús. Pero en
1975 se descubre en Egipto un manuscrito gnóstico titulado El Evangelio de San Judas, escrito en copto; luego de unas
peripecias y cambio de dueño el mismo es publicado con bombos y platillos por
la National Geographic Society en el
2007, y allí se relata una historia muy distinta.
Según este evangelio, Jesús reconoce en Judas el
importante papel que la voluntad divina le ha reservado: debe entregarlo a la
justicia humana para ser liberado de su carne y transformarse en espíritu, en
Cristo, que es su verdadero destino, y sólo con la acción de Judas eso se hacía
posible.
Si atendemos a los últimos estudios que se han hecho
de los rollos del Mar Muerto, Jesús pertenecía a una de las sectas judías en
pugna en aquel momento, era un líder de los esenios, se trataba de un grupo
asceta, que no reconocía al Templo de Jerusalén como sede espiritual de los
judíos, predicaba y practicaba una inusual manera de vida, donde la acción
comunitaria era importante y patrocinaba la independencia del yugo romano como una
meta.
Como grupo disidente, se trataba de un movimiento
clandestino, sus acciones eran encubiertas y tanto romanos como judíos en el
poder los buscaban; los más radicales de ese grupo eran conocidos como zelotas.
Entre los apóstoles, Simón y Judas estaban identificados como zelotas. Judas
podría ser el sicario entre esos hombres que acompañaban a Jesús (“sicario” era
el nombre de un pequeño puñal que usaban los zelotas para ejecutar objetivos
seleccionados; aparentemente, está implícito en el nombre, “Iscariote”… otros
alegan que se trata de un patronímico de la población de Queriot en Judea).
De Quincey decía que Judas tuvo que entregar a Jesús
a las autoridades, como parte de un plan para obligarlo a revelar su divinidad,
de esta manera provocaría una inmensa rebelión contra Roma y que estallaría la
guerra de independencia en los territorios ocupados.
De los evangelios, el que más profundiza sobre
porqué un hombre que estuvo con Jesús, presenció sus milagros, escuchó su
palabra y convivió con él, lo traiciona de aquella manera, es el de San Juan y
apenas menciona que fue el diablo quien se alojó en el corazón de Judas
Iscariote cuando decidió entregarlo.
En 1955 sale publicado el libro de Juan Bosch, Judas Iscariote, el Calumniado, que prosigue
la tradición de hacer de Judas un misterio embarazoso para la Iglesia; memorias
como la de Ferdinando Petruccelli della Gattina
(1867), novelas
como la de Nikos Kazantzakis, cuentos como el de Jorge Luis Borges, Tres Versiones de Judas (1944), se apuntan
en no criminalizar la figura de Judas, al contrario, proponen verlo como
víctima de una conjura, sobre todo Bosch, quien lo sitúa en el medio de un
complot político dentro del grupo de los padres de la Iglesia, sobre todo de
Pedro, quien temía que Judas, el tesorero, el único de los apóstoles que no era
de Galilea, se hiciera con el control de la incipiente organización.
Pero la conclusión evidente es que el selecto grupo
de seguidores de Cristo fue penetrado, el gobierno le había sembrado un espía,
quería saber los movimientos de la secta, los planes del líder… y cuando la
situación se hizo apremiante, decidió procurar su captura. Éste ha sido el tema
de varias novelas de reciente factura, aunque debemos recordar que las otras
versiones de Judas tienen una larga historia.
El tal Judas debió ser un hombre hábil para llevar
su engaño por tanto tiempo, y las treinta monedas que le ofrecieron pudieron
ser apenas el adelanto de su paga. San Juan nos dice en la Profecía de Caifás: “Entonces
los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron un concejo y dijeron: ¿Qué
haremos? Porque este hombre hace muchos
milagros. Si le dejamos continuar, todo el mundo va a creer en él, y los
romanos vendrán y destruirán nuestro lugar y también nuestro pueblo.”
-más adelante agrega- “...habían
impartido órdenes para que quienquiera que supiese dónde estaba, lo manifestase
a fin de apoderarse de él.”
Todo el
episodio siguiente es confuso, en algún momento antes de las pascuas, durante
una cena, Jesús les dice a sus apóstoles que uno de ellos lo va a entregar,
todos quieren saber quién es y él les dice: “Es
aquel a quien le daré el bocado que voy a mojar. Y mojando un bocado, lo tomó y
se lo dio a Judas Iscariote... le dijo, pues: Lo que haces, hazlo más pronto.
Mas ninguno de los que estaban en la mesa entendió a qué propósito le dijo
esto. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaron que Jesús le decía: Compra lo
que hace falta para la fiesta, o que diese algo a los pobres. Enseguida que tomó
el bocado, salió, era de noche.”
Esta ambigua
escena indica, por un lado, que Jesús conocía del espía, pero no se lo dijo a
nadie, sólo al involucrado. También nos señala que el resto de los apóstoles no
se dieron cuenta del drama e interpretaron otra cosa totalmente distinta, lo
que quiere decir que nadie sospechaba del comportamiento de Judas, que debió
ser correcto y probablemente mantenía buenas relaciones con el grupo de
apóstoles. Jesús hizo un buen trabajo de
contraespionaje y lo puso al descubierto, pero no aludió a la identidad del
traidor; por razones estratégicas necesitaba que Judas terminara su trabajo
sucio, que conduciría a su arresto, a un proceso judicial y, finalmente, a su
muerte.
Cuando luego
estaba en el huerto nos dice San Juan: “Y
Judas el que lo entregaba, conocía bien este lugar, porque Jesús y los
discípulos se habían reunido allí frecuentemente”.
Tomado de
sorpresa, Judas tenía que actuar, de aquí en adelante seguimos a San Mateo: “... llegó acompañado de un tropel numeroso
con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del
pueblo. El traidor les había dado esta señal: Aquel a quien yo daré un beso,
ése es, sujetadle.”
Esto es muy
interesante pues, de nuevo, con esta acción, Judas no quiere hacerse notar;
ante los otros apóstoles no se trataba de una traición, sino de un encuentro
fortuito con las autoridades. El engaño se había consumado.
Judas vendió
información al Sanedrín que mandó agentes para aprender a Jesús. Judas señaló a
quién capturar y jamás fue descubierto; pero algo sucedió con el espía, San
Marcos nos revela luego: “Entonces viendo
Judas, el que lo entregó, que había sido condenado, fue acosado por el
remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y
a los ancianos, diciendo: Pequé, entregando sangre inocente. Pero ellos le
dijeron: A nosotros, ¿qué nos importa? Tú verás. Entonces arrojó las monedas en
el templo, se retiró y fue a ahorcarse.”
Si esto fue
lo que sucedió, se trataba un comportamiento poco profesional de parte de
Judas, el espía; su pecado no había sido entregar sangre inocente, porque Judas
sabía que Jesús era el jefe de la secta que tanto malestar había causado a
judíos y romanos, no había dudas al respecto, la ley lo buscaba y él apenas
cumplía una misión.
Sobre la
muerte de Judas, todavía se discute si sobrevivió a su intento de suicidio,
algunas versiones indican que la cuerda con la que se ahorcaba se reventó, Hechos de los Apóstoles… otra apunta a que alguien la cortó, el hombre
cayó al piso y se malogró de tal manera que quedó convertido en un monstruo, según
un tal Papías, discípulo de Juan… otras versiones dicen que, con el dinero que Judas
devolvió al Templo, los sacerdotes compraron un campo al que pusieron por
nombre “Campo de Sangre”, que usaron para dar sepultura a los extranjeros.
El
ahorcamiento pone de relieve el desprecio de la sociedad y el castigo que se le
daba a los espías, y esta escena trae a colación un aspecto psicológico importante
para nuestro conocimiento sobre la naturaleza y los mecanismos internos de la
mente de los espías: el remordimiento, o la falta de él.
Un buen
operario de campo debe estar absolutamente convencido de que hace lo correcto;
ésa es una de las razones por las que los cuerpos de seguridad, que manejan
agentes encubiertos, juegan con la carta del patriotismo, anteponiéndolo como
valor moral a cualquier otra contravención de principios cuando se desarrolla
una misión, se trate de la traición a amigos, o a grupos a los que pertenece y
con los que comparte buscando la información, o de actos violentos que se deba
provocar para el éxito de la operación.
El
remordimiento es el más grave de los peligros en un espía; no puede tenerlo, el
espía debe sentir que actúa por una buena causa, así esa causa favorezca su
propio bolsillo y bienestar. Pero el remordimiento y el miedo son el abono perfecto
para el contraespionaje: sin espías arrepentidos no habría espacio ni momento
para ese juego oscuro y de traiciones que hace de la literatura de espionaje un
terreno tan fértil y complejo.
Regresando al
caso del pobre Judas Iscariote, más que un espía, se trató de un peón utilizado
por fuerzas superiores, con un rol importantísimo: sin su traición no se
consumaría la muerte de Jesús y su posterior resurrección, clave en la estrategia
de la nueva iglesia.
En varias
ocasiones, fue el mismo Jesús el que animó a Judas para que culminara su
trabajo: “Ve y haz lo que tienes que
hacer”, como si se tratara de una
orden post-hipnótica, y fue como si Judas hubiera estado en un trance para luego
despertar y darse cuenta de las consecuencias de sus actos. Sus manejadores
tenían una gran ventaja: sabían lo que estaba sucediendo, lo que iba a pasar.
Si eso fue así, entonces Judas adquiere otra dimensión en la conspiración, fue
la víctima propiciatoria de un plan de gran aliento.
En mi humilde
opinión, la tesis que me parece la más audaz es la de Jorge Luis Borges, quien
nos dice que Dios no reencarnó en Jesús, sino en Judas, ése fue y sigue siendo
su gran secreto, era la única manera de ser verdaderamente humano, pecando de
la manera más deleznable de todas, traicionando a su maestro y amigo… de esa
manera expiaba el pecado por todos los hombres muriendo no sólo físicamente,
sino moralmente.
Judas jugó su
papel, tal como estaba establecido; lo hizo a la perfección y su destino fue el
desprecio de la historia, al punto que es parte del folklore de varios pueblos
recrear la muerte de Judas, como parte de las festividades de la Semana Santa
en varios lugares del mundo; la quema de Judas en Venezuela, mi país, es una especie
de venganza colectiva contra el traidor. Igualmente, el nombre de Judas ha
estado ligado a la campaña de odio contra el pueblo judío, al que se le endosa
la mancha del impío, cuando éste en realidad fue una parte, un engranaje insustituible
en esa enmarañada trama. – saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario