Me encontré con el importante trabajo del economista de la Universidad de Colorado, Kenneth E. Boulding, La economía de la venidera nave espacial Tierra, publicado en 1966 y donde ya anticipaba el cambio de paradigma que debemos asumir para la sobrevivencia de la raza humana, a menos que ocurran singularidades que nos den espacio, recursos y energía muy pronto.
De
una economía abierta, sin límites, debemos pasar a una cerrada, con reservas
limitadas en todo; el profesor Boulding compara la economía abierta, con la
época de la conquista del oeste norteamericano, una economía de vaqueros, de
amplias praderas, poco pobladas, con abundantes recursos, esta visión se asoció
con un comportamiento descuidado, explotador, romántico y violento.
En
contraposición, a la economía cerrada la comparó con la vida de un astronauta
confinado a su nave espacial, donde todos sus recursos conforman un sistema de
sostenimiento de vida, donde el reciclaje, el ahorro y la eficiencia en el gasto
son fundamentales.
Una
cantidad creciente de ambientalistas piensan que a nuestro planeta Tierra hay
que asumirlo como si fuera nuestra única nave espacial, donde los recursos o
bien están limitados por la sobrexplotación, o comprometidos por la contaminación,
sometidos a un sistema ecológico cíclico donde la reproducción de materiales
implica un alto costo en energía y la necesidad nos impone el reciclamiento
constante de los que ya tenemos.
El
aspecto fundamental entre estos dos paradigmas es uno, el consumo; en el
sistema abierto se le estimula para que la economía crezca, en el cerrado se le
limita para conservar los inventarios de recursos, que son ahora los que
importan.
La
idea de una economía abierta está muy arraigada en la psique del hombre moderno,
la representación de la tierra como una esfera auto contenida es una visión muy
reciente y a muchos no les ha caído “la locha”, como decimos en mi país, y
prefieren pensar en el planeta como un plano sin límites, con sobreabundancia
de recursos.
La imposibilidad
lógica de un crecimiento sin límites es cuestionado por una serie de pensadores
principalmente por Ivan Illich que propone el antiprogresismo (o el
decrecimiento), también por Georgescu-Roegen que plantea aplicar la ley
entrópica a la economía, el postulado es sencillo, no es posible esperar un
crecimiento sostenible en un mundo finito.
En el
sistema abierto, el éxito económico se mide por la fuerza productiva, que
significa el uso intensivo de materias primas, muchas de las cuales no son reproductivas
o cuesta mucho reproducirlas, y parte importante del producto final, que sale
al otro extremo, se transforma como material de desecho y ocupa un espacio
precioso, contaminándolo.
Esto
no se puede hacer en un sistema cerrado; esos volúmenes de producción y consumo
están negados en una nave espacial; al contrario, se busca minimizarlos. El
secreto del éxito en una economía cerrada es la naturaleza, calidad, cantidad y
complejidad del total de las reservas de capital, incluyendo- dice Boulding-
las condiciones de los cuerpos humanos y mentes dentro del sistema.
En
una economía de una nave espacial, el éxito, o más bien, la sobrevivencia
depende del mantenimiento de esas reservas y de cualquier desarrollo
tecnológico que mejore ese mantenimiento y el gasto del capital, es decir,
eficiencia, hacer más con menos, darle a los productos una larga vida útil y
disponer de los deshechos con fines de reciclaje.
Estos
conceptos de la producción y el consumo como elementos negativos en la economía
suenan muy extraños para mucha gente, especialmente para los economistas
tradicionales. Jacques Derrida el gran gurú de la deconstrucción, nos habla que
una economía restringida se basa en un mínimo de diferenciación entre los
productos, en una economía abierta lo esencial es la heterogeneidad, la
abundancia de las diferencias.
Existe
discrepancia entre algunos expertos sobre si debemos contar el bienestar de las
personas como reservas o flujos en el sistema, si es más importante que la
gente coma, o que esté bien alimentada, que tengan buena ropa y equipos, bellos
y bien acondicionados hogares, o que todo a su alrededor tenga un valor de la
depreciación de los mismos, tan importante como el de utilidad.
En
esta extraña economía hay que agotar la utilidad de las cosas hasta que haya
que remplazarlas, no comer por placer sino para restaurar nuestro equilibrio
homeostático, usar una computadora hasta el final de su vida útil, reparando
sus componentes a medida que dejen de funcionar.
La existencia
de una gran variedad de experiencias y productos son demasiado costosos para
este sistema, por lo que habría que limitarlos, la vida sería más “aburrida”,
aunque se incrementaría las relaciones humanas, la convivencialidad que
postulaba Illich, sólo de esta manera se puede ser exitoso en una economía
cerrada.
Si
bien es cierto que todavía no hemos llegado al punto de vernos obligados a
vivir en una economía cerrada, para allá vamos, al menos que, como dije al
principio, se produzcan hallazgos que nos permitan seguir consumiendo y
contaminando sin límites.
Ya
estamos sintiendo algunas presiones de nuestro medio ambiente como el
suministro y consumo de agua potable, la disponibilidad de tierras aptas para
la agricultura, o la existencia de bosques que son tan importantes para la vida
y cada vez más difícil de conseguir.
De
nuestros principales reservorios de agua potable, que son escasos de por sí,
una gran parte de ellos están contaminados, lagos, ríos, acuíferos
subterráneos… algunos de ellos más allá de cualquier intento por recuperarlos,
los que sí podemos usar, deben ser sometidos a tratamiento de purificación y
desalinización, que son muy costosos, pues requieren de grandes gastos de
energía y tecnologías de punta.
La
ilusión que todavía algunas personas tienen de que el acceso al agua potable es
un asunto de derechos humanos es bien difícil de sostener cuando, cada día que
pasa, se pierden enormes volúmenes de agua, precisamente por contaminación, por
lo que se hace cada vez más costoso encontrar agua limpia para el consumo
humano.
El
documento del Concejo Nacional de Inteligencia de los EEUU, Tendencias Globales para el 2030,
advierte sobre el problema que ya tenemos en puertas sobre la escasez de agua,
siendo la energía y el agua las dos variables fundamentales para el progreso en
el planeta tierra.
El
difunto presidente Chávez aunque estaba muy consciente de este problema, nunca
tomó medidas por preservar las aguas de nuestro país, muy al contrario, durante
su gobierno, y ahora, en el de su sucesor, el ciudadano colombiano Nicolás
Maduro, extensos sistemas de ríos y acuíferos subterráneos fueron y están
siendo contaminados por la industria petrolera sin ningún miramiento, nuestro
sistema de costas y litorales están siendo usados como aliviadero para la
descarga de desechos de grandes ciudades y poblaciones, y nuestros bosques
productores de agua están siendo literalmente borrados del mapa por un
crecimiento urbano sin planificación y absolutamente irresponsable.
Nuestros
socialistas endógenos se basan en una absurda economía donde ellos controlan el
consumo de la población, pero como no tenemos producción, el control que hacen
es sobre lo que se importa, sobre lo que se compra en el extranjero con los
dólares del petróleo y con la economía de puerto que a duras penas han logrado
desarrollar, pero lo que verdaderamente es clave en una economía, que es la
producción, la han descuidado al punto, que los factores fundamentales de la
economía productiva como son algunos de los que he mencionado, agua, tierra,
energía, infraestructura, son criminalmente obviados y hasta descuidados, con
el solo fin de hacer “negocios” a costa de la necesidad del pueblo.
Y es
en este punto donde entran en conflicto las ideologías y sus principios morales.
Una
parte de los futurólogos aplicados al tema, predicen que mientras más cerca
estemos de una economía cerrada se hará más factible la necesidad de un
totalitarismo planetario de corte socialista como forma de gobierno, pero
difiero radicalmente de este escenario (y hablo de experiencia propia), el
capitalismo, aún en escasez, es el sistema que mejor funciona, el más racional,
el que se adapta más rápido a las nuevas condiciones de sobrevivencia, y el que
brinda las mejores soluciones en tiempos de crisis, aún bajo condiciones de
crecimiento limitados y restricciones en la producción, pero este será el tema
de otro artículo. – saulgodoy@gmail.com
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