Nuestra tradición política y cultural pivota en torno a la ideología del socialismo, el socialismo nace de la ideología comunista en un momento en que hay diferencias de criterios por parte de sus seguidores sobre si la revolución es un elemento necesario o no para llegar a los fines de un gobierno del proletariado.
El
socialismo conserva todas las características fundamentales del comunismo como
sistema colectivista, pero difiere en la manera de llegar al poder, los
socialistas creen en las elecciones libres y democráticas pero siguen pensando
que es por medio de las luchas de clases como los cambios sociales se producen,
creen en la estatización de los medios productivos, creen en un estado
benefactor que redistribuye la renta nacional en base a las necesidades de la
población, creen en un gobierno centralista y planificador.
Pero
cuando el socialismo salta el charco desde Europa a Latinoamérica, el socialismo
deja de ser muy científico para convertirse en algo más sentimental y romántico,
de un Estado que propicia el amor por los pobres, de cruzadas por la igualdad,
por las utopías comunitarias y tribales, por la revolución liberadora pacífica
pero armada, que tienen como centro de su gestión a un “Juan Bimba” que es una
idealización del pueblo pobre y por el cual se acometen políticas públicas de
corte populistas.
Esas
ideas prendieron en nuestro país fuertemente, influenciadas por el ejemplo
heroico y humanista de la Revolución Cubana y de otros movimientos de
liberación de las cadenas de la explotación imperial, durante casi 60 años Venezuela
no ha conocido sino variantes del socialismo, los gobiernos socialistas en el ejercicio
del poder, sin excepción, han controlado de manera férrea la economía y los
emprendimientos en el país, y nunca han permitido que se desarrollara una
economía de libre mercado.
Con
el socialismo llegó un temor reverencial al capitalismo y se miraba con
desconfianza que empresas extranjeras prosperaran, que empresarios nacionales
construyeran grandes industrias y comercios, que las personas fueran dueñas de
sus patrimonios, siempre, de alguna forma, el estado estaba controlando, permitiendo,
supervisando las actividades de los ciudadanos emprendedores, sólo con el aval
del gobierno era posible ser exitoso.
El
estado, por medio de los gobiernos de turno, siempre se reservaban los negocios
más productivos, bajo el principio que toda la tierra y lo que hubiera debajo o
encima pertenecía al estado, a los políticos socialistas había que tenerlos
como socios, amigos o pagarles lo que pidieran, la ideología socialista
revestida de nacionalismo era y es el verdadero motor de la economía, con esta
estructura de negocios se hizo posible que algunos venezolanos pudieran más o
menos independizarse del estado, y que al cabo de un tiempo, contáramos con una
pequeña clase empresarial.
Pero
lo usual era que hubieran cambios de gobierno, por lo tanto cambios de
intereses, de empresarios, de negocios, todo dictado desde la política
socialista de los partidos que llegaban por elecciones al poder, y con ello
hubo reacomodos y cataclismos, los nuevos gobiernos eran cada vez más agresivos
y si no gustaban de los empresarios del anterior gobierno, los quebraban, les
intervenían las empresas, les cambiaban las reglas del juego, fue así como al
país se le fue llevando poco a poco hacia la ruina y casi, a su desaparición
como nación.
Hemos
estado en manos de partidos socialdemócratas, demócratas cristianos, de los
socialistas, de los comunistas, de los militares rojitos, de radicales, de
progresistas y moderados, de reformistas y revolucionarios, de filósofos y
pragmáticos, de cristianos y brujos, pero todos, todos, eran socialistas… que
por sí mismos, o en coalición, han participado en la ruina colectiva de la
patria debido, que parten de la misma ideología, de su mismo asco al
capitalismo que los dejaría fuera del juego de los negocios.
Para
todos estos socialistas hasta el día de hoy comulgan en del mismo concepto de
un estado petrolero al servicio del bienestar público, o sea, un estado fuerte manejando
los dineros que pertenecen a la nación, para la realización de la justicia
social.
En
principio es imposible ser socialista con una actividad como la petrolera como
fuente principal de recursos para el presupuesto nacional, y es imposible
porque el negocio petrolero es lo más capitalista y salvaje que existe en el
mundo, y eso se pega, lo ha usado Chávez de la manera más imperialista posible,
como extorsión a otras naciones, como arma hegemónica para imponer sus ideas,
lo ha utilizado Maduro para imponerle a su familia un tren de vida que ningún
socialista hubiera creído posible.
Y
aquí viene la primera gran ficción, Venezuela es socialista porque “todo” lo
maneja el estado, como si la buena intensión de algunos pocos hombres y mujeres
en el gobierno, manejando el poder a puertas cerradas, con fondos “para el
desarrollo social” y otros artilugios demagógicos para evitar el control y el
rendimiento de cuentas, fuera suficiente para garantizar la “justa distribución
de la riqueza”.
La
segunda gran ficción, el socialismo es la “única” manera de hacer una justa
redistribución de la renta petrolera para beneficio de todos. Pero el que quiera ver los resultados de este
último lustro en cuanto al desarrollo del país se dará cuenta, si no se venda
los ojos con el fanatismo, que esa ha sido la gran mentira por la sencilla
razón que los socialistas, que son pésimos administradores y hacen del gobierno
una ejercicio de corrupción, son, invariablemente, los que han propiciado un
hiper-estado, en detrimento de la sociedad civil organizada.
La tercera
y última ficción, la justicia social no existe. Los conceptos de justicia
social de las encíclicas papales y la más científica de ellas, la desarrollada
por el profesor de derecho de Harvard y connotado hombre de izquierda, el
norteamericano John Rawls, no pasan de ser sino constructos sobre las ideas del
igualitarismo, donde invariablemente se justifica quitarle a los que tienen,
para darles a los que no, lo que jamás a resuelto las desigualdades, y que,
llevadas al extremo (como en el presente en Latinoamérica), hace imposible la
creación de riqueza y la prosperidad material de los pueblos, por la sencilla
razón que la ideología socialista se basa en la injusticia.
No es
fácil vivir la vida de acuerdo a los preceptos socialistas, de humildad,
desprendimiento, austeridad, no acumulación de riqueza, solidaridad, participación
de otros en el poder.
Pero
también en lo social, en lo macro, el socialismo tampoco es posible, las
necesidades superan siempre a los recursos disponibles, y la repartición no
soluciona la desigualdad, que es un hecho de la vida que ni el derecho ni la
conciencia revolucionaria han podido solucionar, por ello es que la pobreza
siempre existirá; distribuyes por igual a todos y a las pocas horas ya hay
gente que perdió lo que le correspondía y otros que han doblado y triplicado su
parte, empezando por los burócratas socialistas, que llegan sin fortuna al
poder y salen multimillonarios.
La
cultura socialista o es para los muy tontos, o para los muy “vivos”, no hay
término medio, no da soluciones sino que agrava los problemas, crea falsas
esperanzas, confunde a las personas de buena voluntad y las convierte en seres
violentos buscando culpables de su situación, que para los socialistas siempre
son los ricos, los capitalistas y los empresarios.
Hemos
pasado estas últimas décadas dándonos la cabeza en contra de la pared del socialismo
y lo que nos ha traído es mayor pobreza, menos oportunidades,
desabastecimiento, corrupción, barbarie… entonces, ¿Para qué seguir
insistiendo? ¿No es absurdo seguir perseverando en una fórmula que no ha dado
resultado en ningún lugar del mundo, en ninguna época?
Repartición del socialismo (rojo) en el mundo |
Esos “socialismo
nórdicos europeos” que han tenido algún éxito en sus gestiones, ha sido porque
han mantenido el libre mercado, es decir, no son socialistas sino en la manera
como redistribuyen la renta nacional, los dineros que el gobierno recoge vía
impuestos (que son elevados), los redistribuye para ayudar a los que menos
tienen, convirtiéndose en estados-benefactores que aunque siguen siendo
ineficientes, muy costosos e injustos, mantienen una seguridad social (que no
es justicia social) universal y de cierta calidad.
Es
por todos ello que una vez más le urjo al pueblo de Venezuela, que se olvide de
cualquiera de las versiones que existen del socialismo y tratemos algo
diferente, ser unos buenos capitalistas pudiera ser un buen comienzo. - saulgodoy@gmail.com
Mejor botón para la muestra son Cuba y ahora Venezuela, donde el reparto de la riqueza dependiente del Petróleo y correspondiente al pueblo, se ve en una cola para mendigar el alimento diario de la familia. mientras los altos jerarcas hacen mercado en las islas cercanas y llenan sus bolsillos con dolares del Estado.
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