Uno de los momentos de mayor esplendor en las cortes de Europa se vivió en Inglaterra, en el período conocido como La Regencia, en la figura de un hombre llamado George Bryan Brummel (1778-1840), fue conocido como "beau", el bello, en él se concentró en la figura y el genio de lo más avanzado de la moda en su tiempo, de hecho, algunos historiadores como Ian Kelly, lo personifican como la primera celebridad del mundo moderno, un famoso que lo era por ser famoso.
Brummel
nació en 1778 y desde muy joven resultó un hombre muy apuesto y de extraordinario
porte, alto y con una abundante cabellera rizada.
Provenía
de una familia de clase media acomodada, que le permitió estudiar en los
mejores colegios del Imperio; fue así como llegó a ser compañero y amigo del
Príncipe de Gales que sería luego el Rey Jorge IV.
Del
colegio Eaton pasó a la Universidad de Oxford y de allí ingresó al exclusivo
Décimo Regimiento de Húsares, que era el regimiento personal del Príncipe de Wales
y al cual accedía los apellidos más ilustres y los más ricos de Inglaterra.
Ya
para ese momento y con apenas dieciséis años, el joven Brummel destacaba por su
buen gusto al vestir, de hecho, fue el primero en dejar atrás la elegancia
recargada de brocados y tafetas, de calzadas y medias, para incorporar el uso
del pantalón largo pegado a las piernas, chaqueta ajustada a la cintura con
faldón, sombrero de copa, finas botas de montar y las elaboradas corbatas sobre
camisas de lino fino.
Todos
querían lucir como él pero el problema era que la ropa que usaba no se
conseguía en las tiendas sino que eran pensadas por el joven dandi, mandadas a
cortar a la perfección por los mejores sastres, utilizando las más finas telas
del mercado y combinadas en diseños originales de éste revolucionario esteta,
en conjunto, la ropa que vestía Brummel era de una simpleza de diseño que
desafiaba la moda suntuosa y exagerada del momento, de líneas austeras,
combinaciones de colores discretos pero hecha para destacar la figura varonil
del portador.
No
contento con esto, Brummel desarrolló todo un estilo, una manera de
comportarse, de moverse con estas nuevas ropas que, aprovechando su enorme
capacidad de relacionarse, su conversación fluida e inteligente, su sentido del
humor, su “charm” natural que venía adjunto a un excelente bailarín y un
estratega de juegos de salón, que lo convertían en un elemento clave en toda
reunión social.
He
leído comentarios de modistas y diseñadores que aseguran que fue Brummel el
responsable de conformar los principios del traje moderno para el hombre, el
llamado flux de tres piezas o “power
suits” y el padre de la corbata actual, por lo menos quien se atrevió a
buscar variedad en formas y colores en este ornamento alrededor del cuello.
Brummel
era un destacado jinete y jugador de criquet, tenía el cuerpo de un deportista
y la gracia de movimientos de un jaguar, parte del estilo que desarrolló era
pasar como indiferente de la atención que atraía, que indudablemente era total,
en cualquier reunión destacaba precisamente por esa diferencia de aspecto y
maneras, ni el mismo Principe de Wales, futuro Rey de Inglaterra escapó de la
atracción de Beau, quien era uno de
sus favoritos.
Pronto
se destacó como amena compañía. Su fácil
conversación y maneras impecables, unidas a su exhibicionismo y atrevimiento,
lograron convertirlo en el centro de atención en todos los eventos sociales.
Entre los años de 1811 a 1820 dictó la moda masculina no sólo en Inglaterra
sino en toda Europa.
El
Rey lo favoreció, viniendo de una familia sin apellidos distinguidos y de
fortuna limitada, Brummel entró al regimiento como simple corneta, el último
rango, pero muy pronto fue ascendido, sus compañeros lo buscaban para que les
diera consejos en sus vestuarios, el regimiento se distinguía por tener una
vida social de gran intensidad, no solo eran parte de los más importantes actos
oficiales y desfiles sino que eran invitados a fiestas importantes todo el tiempo.
Los
miembros del regimiento pagaban por sus gastos de vida, mantenían sus monturas,
viajes, comidas y sobre todo financiaban sus vestuarios, los Húsares tenía
uniformes distintos para cada ocasión, los unos más vistosos que los otros,
enfrentar estos gastos sólo era posible disponiendo de cuantiosas fortunas
familiares, estar al servicio del Rey era un asunto costoso, pero dada la
amistad que unía al Príncipe Regente con Brummel, buena parte de sus gastos
eran asumidos por la corona.
La
vida cortesana que llevaba Brummel era deslumbrante, todos vestían lo que él
vestía, sus ropas y maneras eran copiadas. Impuso el uso de las camisas
bordadas tanto de día como de noche y exaltó el pañuelo al cuello (la
precursora de la corbata) con formas diversas, llegando a complicar sus formas
de tal manera que, se cuenta, uno de sus valets
se pasaba toda la mañana trabajando para darle la apariencia correcta,
igualmente exigía que sus botas fueran lustradas con champaña.
Una
de las costumbres que impuso fue la del aseo diario del cuerpo, Brummel no
gustaba de perfumes y joyas en su indumentaria, se afeitaba diariamente, se
cuidaba la dentadura con esmero, se bañaba hasta dos veces al día para mantener
el aspecto fresco y sin malos olores, esta rutina de higiene personal prendió
entre sus admiradores y la copiaron.
La
ropa, se tratara de un uniforme, un traje de gala o una simple bata de casa la
llevaba con distinción; su escogencia de colores y accesorios era siempre
atrevida y de buen gusto; para las recepciones dejaba a los invitados
boquiabiertos con sus trajes nunca repetidos, era un excelente anfitrión al
punto, que los clubes privados y familias de alcurnia lo buscaban para que les
organizara las fiestas.
Cuando
mudaron la sede del regimiento de Londres a Manchester, Brummel renunció sin
pensarlo dos veces, no cambiaba Londres por nada en el mundo, con rango de
capitán y siendo uno de los más cercanos confidentes y amigo del Rey, a Brummel
se le abrieron las puertas de los más suntuosos palacios y mansiones.
Brummel,
de vida dispendiosa y poco productiva, pronto derrochó la fortuna que había
heredado de su familia, dos eran sus debilidades, el juego y el sexo, ambas muy
costosas en el nivel que se manejaba.
La
vida de un dandi en Londres se podía resumir de la siguiente manera, la mañana
era para la higiene personal, acicalarse e ir de compras, luego en la tarde
para montar caballo en Hyde Park donde se enteraba de lo que sucedía en la
sociedad y hacer unas rondas por los principales clubs privados de caballeros,
temprano en la noche ir al teatro o a fiestas privadas para luego terminar en
el Almack’s, especie de casino y club
de gran lujo donde se apostaba para terminar la noche en los más costosos
burdeles de la City. Fue esta vida loca la que terminó por arruinar a Brummel,
pescó una sífilis y su deuda de juego fue creciendo.
Pero
lo peor estaba por venir, su mala costumbre de hablar más de la cuenta y de
manera mordaz, lo mal pusieron con el Rey, quien le retiró sus favores, el
episodio de sucedió de la siguiente manera, se daba un baile de máscaras en el
club Watier’s conocido como el Club
de los Dandis, junto con Brummel, tres otros amigos eran los organizadores,
cuando el Rey hizo acto de presencia ni saludó ni le dirigió la palabra a Beau,
molesto por algún desplante de su amigo, el imprudente anfitrión se acercó a
sus socios quienes conversaban con su alteza y de manera despectiva le preguntó
a uno de ellos –Alvanly ¿Quién es tu
gordo amigo?
El
Rey le quitó sus favores y lo que usualmente significaba un desastre social,
Brummel lo sobrellevó gracias a su fama y contactos, pero el destino lo alcanzó
en 1816, cuando tuvo que abandonar su amada Inglaterra huyendo de sus
acreedores, existía para ese entonces la cárcel por deudas y dejaba tras de sí
acreencias por miles de libras.
Se
radicó en Francia, en Calais, donde sin pasaporte y sin amigos conoció la
pobreza, su situación se hizo desesperada y pidió ayuda a sus amigos en
Inglaterra quienes intercedieron ante el Rey y éste lo nombró Cónsul en Caen,
con el sueldo que recibía pudo capear el temporal pero ya lo aquejaba la
demencia precoz, producto de la sífilis avanzada.
Lo
interesante de este período es que su fama en Inglaterra crecía, se escribieron
artículos sobre su vida y la moda que había impuesto, por primera vez un hombre
del común imponía reglas en la alta sociedad inglesa
Volvió
a endeudarse con las apuestas y luego de dos años en el cargo y creyendo que
sería asignado a uno de mayor nivel, recomendó al servicio exterior de su país
que cerrara el consulado en Caen, medida que fue ejecutada, pero sin la
promoción esperada, quedó sin empleo y fue encarcelado por sus deudas.
Amigos
influyentes en Londres lograron que lo liberaran pero ya su estado físico era
lamentable, parecía un pordiosero, alucinaba y sufría de incontinencia, al poco
tiempo tuvo que ser internado en el asilo Le
Bon Sauveur en las afueras de Caen donde murió en la miseria.
Con
Brummel parece morir lo romántico en el buen vestir, toda una época de la moda
y el estilo desaparecen con él.
Una
vida como la de Brummel es motivo de muchas interrogantes e investigaciones, se
escribieron libros sobre su vida, poemas, obras de teatro y se hicieron
películas y series de televisión, dos películas destacan como clásicos, Beau Brummel, de 1924, con las
actuaciones de John Barrymore y Mary Astor, y luego en 1954 con el mismo
título, el film protagonizado por Steward Granger y Elizabeth Taylor.
En
1931 el compositor venezolano residenciado en París, Reynaldo Hahn, escribió
una opereta de tres actos sobre su vida, , el compositor Edward Elgar tiene un minuet en su honor, escritores de la
talla de Balzac, Virginia Wolf, Conan Doyle lo han tenido como referencia en
sus obras.
Una
estatua de Brummel fue develada en la calle Jermyn en Londres en el 2002, su
nombre está asociado a perfumes, colecciones de ropa, joyas, automóviles, hasta
hojillas de afeitar.
Quizás
con mucha razón el gran poeta inglés Lord Byron escribió: “Hay tres grandes hombres de nuestra época, mi persona, Napoleón
Bonaparte y Brummel, el más grande de todos es Brummel.”
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