Tengo
por costumbre, cuando leo filosofía y el tema es particularmente complicado
hacer varias lecturas de un mismo capítulo y tomar notas, primero para irme
familiarizando con el lenguaje y los conceptos, luego para entender los bloques
de ideas y por último para entrever la perspectiva, el gran fresco que el autor
se propuso, esto me ayuda a ir desentrañado el tema y poco a poco irlo
comprendiendo, lo bueno del método es que me quedan las notas y usualmente
puedo convertirlo en un artículo, ese es éste caso.
Soy
un admirador del filósofo austríaco Karl Popper a quien conocí y disfruté,
leyendo su obra Los Enemigos de la
Sociedad Abierta, posteriormente me entero que aquella obra de filosofía
política no era lo principal de su extensa producción, que su interés como
pensador radicaba en el espinoso asunto de la epistemología, es decir, de los
que estudian el problema del conocimiento y dentro de esta rama de la
filosofía, pertenecía a los empiristas, es decir, de aquellos que creen que la experiencia se
basa en una opinión justificada, sea esta un concepto o una creencia.
Desde
Parménides en la antigua Grecia los filósofos han desconfiado del conocimiento
humano, puesto de una manera irónica
decía: “La mayor parte de los mortales no
tienen nada en sus falibles intelectos que no haya pasado antes por sus
falibles sentidos.”
Con
lo que quería decir que lograr el conocimiento era un asunto muy difícil, hasta
imposible.
Pero
fue en el siglo XVIII cuando le clavarían el puntillazo mortal a la posibilidad
de poder acceder a un conocimiento confiable, y el nombre de ese matador era
David Hume, perteneciente a ese movimiento que se conoce como los empiristas británicos (Locke, Berckley y
Hume), un escocés quien con su obra, Investigación
Concerniente al Entendimiento Humano, dejó sin trabajo a los epistemólogos.
Para
entender a Hume debemos hacer un poco de historia, los racionalistas clásicos,
aquellos que utilizaban la razón como el único camino para acceder a la verdad
del mundo, entre los que se encontraban Descartes, Spinoza, Leibniz y
Malebranche, privilegiaban a la razón sobre las experiencias obtenidas por los
sentidos, de allí su deleite y afinidad con las matemáticas, para estos
racionalistas clásicos los sentidos son imperfectos, poco confiables y solo
pudieran ser usados como complementos de la razón.
Estos filósofos sirvieron la mesa para el problema
entre la experiencias de los sentidos y el mundo real, una cosa no era igual a
la otra, Hume lo que hizo fue utilizando el escepticismo como bisturí, terminó
por separar a ambos, en nuestra experiencia de la realidad, las percepciones no
tenían conexiones con el mundo externo, dejó escrito: “En lo
que respecta a las impresiones, las
cuales proceden de los sentidos,
su causa última es, en mi opinión, absolutamente inexplicable por medio de la
razón humana y tal vez sea siempre imposible decidir con certeza si surgen
inmediatamente del objeto o son producidos por el poder creativo de la mente, o
son derivados del autor de nuestro ser... Podemos obtener consecuencias a
partir de la coherencia de nuestras percepciones, ya sean verdaderas o falsas;
y ya sea que representen la naturaleza en sus términos o que resulten ser meras
ilusiones de los sentidos.”
No
fue sino hasta el siglo XX que muchos filósofos se propusieron derribar el muro
que Hume les había puesto delante, sobre todo aquellos que abogaban por el
conocimiento científico, y en específico por un grupo de mentes poderosas reunidas
en las universidades de Cambridge y Oxford en Inglaterra y conocidas como el
Movimiento Analítico, entre ellos estaban Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein,
A.J. Ayer, G. E. Moore y otros, de éste grupo es heredero Karl Popper.
Estos
filósofos trataron de resolver varios problemas que dejó planteado Hume y de
alguna manera adelantaron posibles soluciones, Moore desde el terreno del
sentido común, Russell desde la lógica simbólica, Wittgenstein desde la
filosofía del lenguaje, Ayer desde la filosofía analítica per se.
El
profesor Ayer nos dice en su obra El
Problema del Conocimiento (1956): “El
primer requisito para saber que uno sabe algo es que ese conocimiento sea
verdad, pero esto no es suficiente; ni siquiera se le añadimos una nueva
condición que es que uno debe estar completamente seguro de lo que uno sabe, ya
que es posible estar completamente seguro de algo que es verdad, pero todavía
desconocerlo…- y nos da el siguiente ejemplo- …una persona supersticiosa que ha pasado inadvertidamente debajo de una
escalera puede estar convencida que el resultado va a ser que sufrirá un
percance; y puede que esté en lo correcto. Lo que no es correcto es decir que
el sabía que esto iba a ser así. El llega a este conocimiento por un proceso de
razonamiento que no es confiable; de modo, que aunque su predicción se hace
cierta, no se trata de un caso de conocimiento.”
El
problema planteado en términos de la validación del conocimiento científico es
importante, este reposa sobre dos métodos esenciales el deductivo y el
inductivo, este último, el inductivo, es una inferencia ampliada, es decir a
partir de una instancia del problema hago una generalización, el método
inductivo es de mucha utilidad en las teorías de la probabilidad, de las
estadísticas y en las teorías de la computación.
Cuando
yo asumo que mañana saldrá el sol estoy aplicando el método inductivo, cuando
espero que todo pedazo de pan que me meta en la boca me alimente, estoy
haciendo una inducción, cuando espero que toda la nieve que caiga sea fría
recurro a una inducción.
Pero
hay un problema, y fue Hume el primero en hacerlo notar, y es que todas estas
asunciones tienen pies de barro, carecen de lógica y por tanto de certeza,
sobre todo, aquellas que hago de hechos observados y los transfiero a hechos no
observados.
Por
ejemplo, los aztecas era muy buenos prediciendo eclipses, como conocían las
órbitas de la tierra y la luna alrededor
del sol, tenían los registros de pasadas observaciones astronómicas y sabían de
la recurrencia del fenómeno, les era fácil calcular en el futuro cuando ocurriría
el próximo eclipse de sol, conocimiento que utilizaban para afianzar su poder
en la comunidad.
Hume
observó que todas estas inferencias sobre eventos en el pasado y que nosotros
esperamos ocurran de nuevo en el futuro de manera regular, se basa en aplicar
experiencias de lo observado a lo inobservado, y esto lo hacemos apoyados en la
uniformidad del comportamiento de la naturaleza, simplemente estamos infiriendo
que en base a la regularidad de un patrón en el pasado, esperamos como cierto
que vuelva a repetirse el evento esperado.
Sucede
mucho con las predicciones climáticas, basados fundamentalmente en los registros
climáticos anteriores, en la temperatura media anual, podemos predecir
aproximadamente la temperatura que tendremos mañana, obviamos los complejos
sistemas de elementos interactuando que integran el clima y nos contentamos en
asumir comportamientos esperados, es decir, sabiendo cómo fue la temperatura en
la misma época el pasado año, y el pasado, y el anterior a este, podemos
inferir como será mañana.
Hume
se dio cuenta que esa inferencia no tenía conexiones causales, la relación
causa-efecto la conocemos del pasado, incluso, del presente, pero al llevarlas
al futuro y sobre eventos que no han sido observados, perdemos todas las
conexiones, hacemos una apuesta (una predicción) y allí no hay ciencia.
Volvamos
a nuestro ejemplo sobre el clima, el hombre tiene una serie de registros
climáticos, principalmente de observaciones que se han hecho en el pasado que
indican que la temperatura del planeta es más o menos constante, con una
variación de unos pocos grados, estas observaciones registradas tienen unos
pocos siglos, el hombre tiene unos 10.000 años de historia en el planeta, en
términos geológicos esos es un pestañeo, tomando en cuenta que la edad de
nuestro planeta tierra ronda por los 4 billones de años.
De
acuerdo a unos científicos cuya especialidad es la paleontoclimátología, es
decir, que estudian en clima del planeta en eras geológicas, y gracias a
estudios que se hacen en depósitos de hielo, de tierra, gases y agua muy
antiguos, el clima de nuestro planeta presenta variaciones extremas, desde un
planeta casi en estado líquido debido a que todo estaba fundido por el calor,
pasando por diversos grados de enfriamiento incluyendo el congelamiento del
80%de su superficie, hasta llegar a las condiciones de estabilidad aparente en
que nos encontramos hoy.
Y
digo aparente estabilidad porque la regla ha sido la variación de temperaturas
en el planeta, todavía no sabemos con exactitud cómo se producen los cambios
climáticos, lo que sí sabemos es que hay una infinidad de factores que juegan
en la dinámica climática, entre los cuales, la cantidad de CO2 en la atmósfera,
es apenas uno de ellos.
Pues
bien, debido a un aumento en la temperatura del planeta de un grado centígrado,
se ha armado un revuelo enorme porque lo que se espera del clima, de acuerdo a
la experiencia pasada del hombre, es que la temperatura permanezca estable,
pero grupos interesados en cambiar el patrón económico de los países, han
señalado como la causa de esta variación el aumento del CO2 en la atmósfera
atribuible a al uso de combustibles fósiles por el hombre, lo que resulta en
cambios impredecibles en los ciclos lluvia-sequía, en un incremento en las
tormentas y en las inundaciones, fuegos forestales, derretimiento de los
casquetes polares, incremento en el nivel de las aguas y otras calamidades
planetarias, todo esto resultado de una inferencia inductiva sin base alguna o
por lo menos comprobable, de que éste incremento del CO2 en la atmósfera fuera
la causa del calentamiento global, obviando las variaciones recurrentes en los
tiempos geológicos que de manera natural y por otros motivos se producen.
Pues
de regreso a Popper, en su obra Conocimiento
Objetivo, un enfoque evolucionista, la cual recomiendo, este
pensador se embarca en la tarea de encontrarle el argumento a contrario al de
Hume, una puerta trasera que le permitiera recobrar la certeza cuando se
utiliza el método inductivo, ¿Lo logra? Les invito a leer sobre el tema, es
apasionante y nos concierne. -
saulgodoy@gmail.com
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