No sé si la omisión es intencional, pero el gobierno parece olvidar que en la cultura impositiva va involucrado un elemento político importante: el de la representación.
Una de las
motivaciones más importantes de nuestra independencia como nación, fue
precisamente la cuestión impositiva, pagábamos impuestos a la corona pero no
teníamos ni voz ni voto en el gobierno.
En el antiguo
concepto de democracia que nos viene de los griegos, el gobierno por el pueblo
y para el pueblo tiene un importante ingrediente participativo, todos los
ciudadanos están en la obligación y en el derecho de participar en hacer e
imponer las leyes, con un deber adicional, sancionar a aquellos ciudadanos que
no participan en el deber de participar, que incluye, que todos los ciudadanos
deben colaborar para mantener el gobierno del estado.
El Estado nos exige
que paguemos los impuestos, pero gobiernan los que no pagan o pagan menos, los
revolucionarios en nombre de los pobres.
Si es cierto que
ahora son los pobres quienes están en el poder, tendrían que explicarnos,
porque ellos, que pagan muy poco o no pagan impuestos pues son los
beneficiarios de los programas sociales y los que aprovechan los subsidios, son
los que pechan y administran estos impuestos.
Si la respuesta es
porque cuenta con la fuerza, entonces estaríamos en presencia de un sistema
opresivo, explotador, la injusticia sería evidente.
Pero si se trata de
un sistema democrático, participativo e igualitario deberíamos, los que pagamos
impuestos y financiamos el gasto social, contar con una representación
importante en el gobierno que decida como, cuando y en que se gastan los
recursos recaudados. Pero no es así.
El SENIAT trata de
convencernos que la contraprestación al pago de nuestros impuestos son los
servicios públicos que disfrutamos y la satisfacción de ver que la deuda
social, que el gobierno nos obliga a financiar, convertida en misiones y otros
programas sociales, en subsidios y dádivas a los que menos tienen, en programas
de vivienda para los pobres y hasta en ayudas a los descamisados de Argentina,
estas actividades, que son financiadas con nuestro dinero, se ven de pronto
publicitadas como logros del líder de la revolución, del socialismo y nunca nos
mencionan a los contribuyentes.
Muchas de estas obras
locales, a nivel de gobernaciones y municipios, tienen rostros de funcionarios
públicos electos que, sin pedirnos permiso, estampan en las vallas y anuncios,
cajitas felices socialistas y otras formas de promoción política sus figuras
para promocionarse aprovechando nuestro dinero, lo cual es ilegal y grosero.
Pero es en este punto
cuando la lógica se hace aún más turbia, nuestro dinero financia a los
necesitados, a los que no tienen ni para comer, pero el crédito se lo llevan
los revolucionarios, las ambulancias que nosotros compramos llevan el nombre de
los alcaldes comunistas pintados en sus puertas, las ayudas que dispensa el
Presidente de la República
por televisión y que son nuestro dinero, lo hace a nombre propio, todo ese
costoso aparato comunicacional del gobierno que transmite ideología comunista y
propaganda del partido de gobierno también lo pagamos nosotros que no estamos
de acuerdo con tal uso.
Ellos nos argumentan
que los pobres, que han existido por centurias de explotación salvaje, por un
colonialismo irredento, por fin, con nosotros, los que pagamos impuestos en la
revolución, van a ver satisfechas sus demandas y necesidades.
Eso, sin que nosotros,
humildes contribuyentes, tengamos la oportunidad de estar representados en el
gobierno, que somos despreciados como traidores a la patria, que no nos brindan
la información necesaria para saber cómo se gastan esos dineros públicos, que ni
siquiera podemos disfrutar de agua potable, de electricidad, seguridad, salud,
abastecimiento de alimentos.
Ni siquiera nos es
permitido expresar nuestra opinión sobre asuntos tan importantes como si
deseamos compartir nuestro petróleo con Cuba o financiar la revolución
latinoamericana con nuestro dinero.
El contrato social
que sostenemos la mayoría de los venezolanos con el Estado es pésimo, si no
pagamos impuestos nos multan, nos cierran el negocio y hasta preso podemos ir,
pero debemos contentarnos con ver a un grupo de ignaros haciendo barbaridades
con nuestros dinero, tomando decisiones absurdas que nos afectan a todos sin
derecho a pataleo, sin poder criticar ni protestar, sin ver las cuentas.
El que paga impuestos
en Venezuela lo hace obligado por el cañón de un arma, no hay manera de exigir
el buen uso de nuestras contribuciones, de hecho no tenemos opinión en el
asunto, al contribuyente no se le rinde cuentas.
El sistema impositivo
pareciera haberse transformado más en un arma política para castigar la
oposición, en una extorsión o en una vacuna que en una responsabilidad compartida
por mantener gastos comunes, por sostener una burocracia que debería estar a
nuestro servicio y atender las necesidades de los contribuyentes en primer
lugar.
En cambio vemos a un
Estado botarate, a un Presidente derrochador, a unos revolucionarios políticos
usando nuestro dinero para sus fines políticos, para armar fiestas y
conciertos, nos obligan a financiarles no solo su tren de vida de ricos y
famosos, sino que también sus costosas campañas de propaganda que tratan de
convencernos de que lo están haciendo de maravillas.
En la ecuación del
SENIAT, la representación brilla por su ausencia, los que pagamos no estamos
representados, y mientras tanto, el Presidente reclama poderes extraordinarios
para manejar a su antojo nuestras vidas… ¿Y entonces? - saulgodoy@gmail.com
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