Hay un problema fundamental en la manera de ser venezolano que de alguna manera distorsiona la manera como nos percibimos y que indudablemente, tiene ascendencia en cómo nos ve el mundo, y tiene que ver con ser un país productor de petróleo, actividad ésta que nos ha marcado desde hace casi un siglo.
La
impresión que tengo es que al principio, cuando incursionábamos como economía
petrolera había mucho orgullo y un sentimiento positivo se afianzaba en la
población al pertenecer a un exclusivo club de naciones ricas en energía, una
energía que el mundo necesitaba para su progreso y que consumía ávidamente, lo
que nos cambió la vida pues era una actividad que dejaba mucho dinero.
Los
comienzos de nuestra industria petrolera era uno de grandes empresas
transnacionales, de enormes inversiones en estudios, infraestructura y una
migración de musiues (extranjeros) de
todas partes del mundo que le daban al país ese aire que cosas importantes
sucedían, mientras veíamos como se levantaban los taladros petroleros por toda
la geografía nacional, se abrían carreteras en medio de la selva, se construían
gigantescos complejos de refinación, puertos, aeropuertos, se levantaban campos
petroleros de la nada y prosperaban las poblaciones aledañas.
La
modernización del país fue pronta y hasta violenta pero gracias a la visión de
algunos gobiernos, de la empresas extranjeras se hizo con un cierto orden y el
país, en menos de tres décadas se nos había transformado de un mundo rural a
uno cosmopolita, pertenecíamos a lo más avanzado del desarrollo, había progreso,
estabilidad económica; en dos generaciones la vida nos cambió por completo,
Venezuela se urbanizó rápidamente, no siempre de la mejor manera pero sí había
una planificación, una mentalidad para el mantenimiento de las cosas y la
educación proporcionaba nuevas oportunidades en diversas áreas de actividades
productivas, todo gracias al petróleo, negocio éste, reservado por su
complejidad y competitividad, para los mejores talentos del país, a todo nivel
se instauró un sistema de meritocracia, sólo los mejores accedían a los puestos
claves.
Veíamos
a gente de todo el mundo visitándonos, algunos quedándose, había un movimiento
vital, los venezolanos le tomaron el gusto a los viajes al extranjero y a
medida que la democracia se afianzaba nos convertimos en un destino importante
en las rutas internacionales, todavía me recuerdo de una película, creo que fue
una de las primeras de James Bond, el agente 007, que en una escena le
preguntaban a alguien como quería su dinero, si en dólares, libras, francos o
bolívares, teníamos algo muy importante, una moneda fuerte, una economía sana y
un negocio petrolero que parecía no tener fin.
Afortunadamente
teníamos a hombres y mujeres que les importaba el país, que se preocupaban y
ocupaban de mantenerlo como una tacita de plata, con buenas obras públicas, con
excelentes servicios, había una mentalidad de que estas tierras eran nuestra
casa y había que tenerla no solo presentable, sino conservarlo de la mejor
manera para las futuras generaciones.
En
medio de este intenso movimiento industrial tuvimos la suerte de contar con un
Ministerio del Ambiente, el primero de su tipo en toda Latinoamérica, y que
entre otras funciones, se dedicaba a vigilar que la actividad petrolera se
hiciera bajo ciertos parámetros de seguridad y de protección hacia el ambiente.
En
otros artículos he explicado que la explotación petrolera es un negocio “sucio”
en el sentido que la actividad de extracción, transporte, refinación y consumo
de los diversos productos hidrocarburos generan una alta contaminación
ambiental, que si se descuida su manejo podría provocar no solo accidentes
graves, sino de gran impacto, muchas veces de difícil recuperación, esto,
debido a que se generan una gran cantidad de residuos volátiles, de
subproductos tóxicos que hacen imposible la vida en su entorno, sin olvidar que
se producen condiciones de peligros explosivos y de alta inflamabilidad.
Pero
la industria en general tenía muy al tanto estos inconvenientes y había
desarrollado unos protocolos de seguridad y medidas de protección y reducción
del impacto ambiental que hacían del negocio petrolero una actividad riesgosa,
pero que si se desarrollaba dentro de unas normas, las instalaciones y los
trabajos podían hacerse soportables y el costo ambiental de la actividad el
país los asumía como riesgos necesarios, y lo más importante, que en buena parte
de los territorios afectados por la industria había el compromiso de
devolverlos lo más cerca posible a como fueron entregados originalmente, de
alguna manera recuperables.
Fue
así como el Ministerio del Ambiente y la industria petrolera, fueron
conformando un marco de seguridad para la actividad que fuera viable para
nuestro entorno, se exigían estudios de impacto ambiental, manejo especializado
de desechos tóxicos, monitoreo constante de gases y emanaciones peligrosas,
plantas de tratamientos para aguas servidas, manejo de fosas para residuos
contaminantes, medidas estrictas de seguridad industrial entre ellas, contar
con equipos para limpieza de derrames y otras contingencia… es decir, existían
las tecnologías capaces de aminorar los riesgos y hacer de la actividad
petrolera si bien, no muy limpia, por lo menos aceptable en términos de los
beneficios que se aportaban al país, fue por ello que no se escatimaban costos
para proteger el ambiente y aún así, ocurrían los desastres.
Pero
entonces sucedieron dos cosas que transformaron el contexto en los cuales se
desenvolvía la industria petrolera en nuestro país y en el mundo, la primera
fue la transformación de los movimientos ambientalistas en su versión fascista,
de militancia extrema hacia la conservación de lo “natural”, es decir, la nueva
cosmovisión “verde”, influenciada enormemente por la metafísica heiderggiana y
la cultura nazi alemana que fue adoptada por el moribundo comunismo, luego del
derrumbe del socialismo real en la Unión Soviética y la Europa del este, e
infiltrada políticamente en los populares Partidos Verdes que poco a poco han
tomado el poder en algunas democracias del primer mundo en occidente.
Lo
peligroso de estos movimientos ambientalistas es que anteponen el interés del
mundo “natural” a la existencia del mismo hombre, y aquí recurro a los
argumentos del filósofo Alex Epstein: “Nos
han enseñado que el Planeta Tierra, la naturaleza, es algo superior a los seres
humanos y que estamos para servirle restringiéndonos en impactarla o
transformarla, o alterándola de cualquier forma, es la visión de la naturaleza
como la frágil madre… es como si éste Jardín del Eden nos da cuanto necesitamos
para subsistir, pero depende de un delicado balance por lo que es necesario
tratarla suavemente y sin producir impactos”.
Lo
que es una soberana idiotez, una visión de fantasía entre la relación
hombre-ambiente, la verdad es que la naturaleza es indiferente a la suerte del
hombre, el planeta es violento y con muchos peligros para la vida, el hombre
tiene que ingeniárselas para sobrevivir, La Tierra tiene un potencial inmenso
pero hay que trabajarlo ya que en su estado natural es muy pobre en recursos.
Todo
lo que el hombre necesita para sobrevivir tiene que trabajarlo, transformarlo
de los materiales que están a su alrededor y hacerlo útiles.
Pero
la verdad es que nosotros humanos sí somos parte de la naturaleza, somos su
“mejor parte”, impactar el mundo natural, transformarlo y alterarlo es una
cruzada moral, lo han leído bien, está justificado moralmente siempre y cuando
mejore nuestra calidad de vida, haga llevadero nuestro tránsito por La Tierra,
podamos satisfacer nuestra necesidades siempre en aumento, liberándonos de las
necesidades naturales.
Como
bien dice Epstein: “Esto significa que un
recién nacido, que alguna vez pudo haber muerto por causas naturales, pueda
sobrevivir gracias a una incubadora, una invención humana que requiere de un
confiable suministro de energía. Pero no
son sola las incubadoras, alrededor de nosotros hay máquinas y tecnologías que
nos permiten hacer cosas maravillosas y hasta retadoras a la muerte, máquinas y
tecnologías que nos permiten liberarnos de las cadenas de la naturaleza, y en
este sentido, el desarrollo energético es parte crucial de este
desarrollo”.
Esto
no implica, por supuesto, que podemos hacer lo que nos dé la gana con nuestro
entorno natural, sería muy tonto y hasta suicida no entender racionalmente que
necesitamos de un entorno sano y preservarlo de la mejor manera, en este
equilibrio de necesidades y recursos, de avances y preservación, es que trata
el éxito o no de una civilización.
Pero
ya que estamos hablando del asunto ambiental como responsabilidad moral del
hombre, que es un tema actual de discusión mundial, sobre todo, dada las
circunstancias que rodean el espinoso asunto del calentamiento global, he de
reiterar mi posición sobre el asunto que ha caído muy mal dentro de los
círculos verdes en Venezuela.
La
polémica del calentamiento global que por los momentos la está ganando la
posición de la izquierda mundial liderada por el presidente Obama de los EEUU,
el Papa Francisco, factores de la ONU, entre ellos el Panel Intergubernamental
sobre el Cambio Climático (IPCC, siglas en inglés), una poderosa industria de
tecnologías para las energías alternativas, una buena parte de las estrella de
Hollywood y de la industria del entretenimiento (Di Carpio, Norton, Clooney, Bono de U-2 y
una legión de estrellas llenas de buena voluntad pero de muy corta visión),
millonarios y líderes políticos que esperan aumentar sus influencias en el
mundo.
Las energía alternas son todavía muy costosas e ineficientes |
Todas
estas personas, corporaciones, intereses y partidos políticos apuntan sus
esfuerzos en debilitar a la enorme y poderosa industria petrolera (y de gas y
carbón) mundial, que es la base sobre la que el sistema capitalista actual se
sustenta, para instaurar, no solo un gobierno mundial, sino que sea el
pensamiento socialista (comunista), el que impere como forma de organización y
de relacionarse en un mundo superpoblado como el nuestro.
Venezuela,
que conforma parte importante de ese engranaje energético mundial de los
combustibles fósiles, es víctima de esta enorme conspiración para tratar de sacarnos
del negocio energético, que están obligando al mundo a que cambie hacia las
energías alternativas, según su propaganda “energía limpias”, bajo la
pretensión de reducir la huella con que impactamos el ambiente.
Para
poder justificar el abandono del uso de combustibles fósiles se han valido de
la comunidad científica, quienes, por medio de registros, modelos, cálculos,
enteramente manipulados para converger en la falsa tesis que el actual cambio
climático es producto de la intervención humana producto de un equivocado
estilo de vida, maneras de producción y sistemas económicos que impactan con
sus desechos atmosféricos el clima.
Nos
quieren dar a entender que el clima, supuestamente benigno en su estado
natural, lo hemos convertido en una fuerza destructiva, que las tormentas,
derretimiento de los polos, tornados, sequías, incendios, inundaciones,
heladas, elevación de los niveles de los mares, que padecemos hoy en día, es
porque hemos desequilibrado un delicado balance y que los culpables son esas
cantidades de fábricas, autos, aviones, trenes, plantas de energía
termoeléctricas que emiten gases invernaderos, sobre todo el CO2 en la
atmósfera.
No
quieren entender o se hacen los locos, que fueron justamente las tecnologías
desarrolladas gracias a un combustible barato, lo que nos permitió vencer las
amenazas constantes y reales de un clima despiadado que atentaba en contra de
nuestra sobrevivencia, fue justamente, impactando nuestro ambiente, humanizando
nuestro entorno que se hizo posible que la raza humana floreciera, escribe de
nuevo Epstein: “Tomamos un clima
peligroso y lo convertimos en algo seguro. La civilización de alta-energía, no
el clima, es lo que nos permitió manejarnos en entornos inhóspitos…era
minimizando el impacto de la naturaleza, desarrollando la huella del hombre en
el ambiente y no arrodillándonos fanáticamente ante la madre naturaleza, lo que
nos permitió sobrevivir… el desarrollo es la transformación de ambientes no
humanos en ambientes amigables y vivibles con la utilización de máquinas de
alta energía. Desarrollo que implicó sistemas de purificación de aguas, de
irrigación, elaborar fertilizantes sintéticos y pesticidas, haciendo mejoras en
los cultivos, represas, malecones, calentadores y aires acondicionados, mejores
materiales para la construcción de casas, técnicas para secar pantanos,
centrales productoras de electricidad, programas de vacunación, desarrollos
farmacéuticos y un largo etcétera”.
Si
hubiéramos tenido ambientalistas preparados y de pensamiento propio no fuéramos
parte de esta comparsa mundial de adoradores de la Pacha-mama, de iconoclastas
de la tecnología y de enemigos del petróleo, y es aquí donde debo explicar la
segunda razón por la que los venezolanos hemos empezado a mirar mal nuestra
industria petrolera y hasta despotricar de ella, y esta razón fue el
advenimiento de los chavistas al poder.
Una
de las principales características del chavismo es su desaseo y su descuido por
su entorno, los chavistas en general son personas cochinas, que no se cepillan
adecuadamente la boca, que se bañan muy poco, que les gusta vivir en la
insalubridad, no tienen educación sobre higiene personal y menos aún sobre cómo
vivir en comunidad, de allí su dificultad en convivir en lugares civilizados.
Cuando
el chavismo se hizo cargo de la industria petrolera lo hizo con una mentalidad
de garimpeiro, de minero explotador, de modo que cuando tuvieron en sus manos
una de las primeras industria petroleras del mundo, en su organización, manejo
y filosofía, lo primero que hicieron fue despedir a lo mejor de su recurso
humano y llenar las vacantes con el tipo de gente que les era afín.
Tardaron
17 años en arruinar a PDVSA y convertirla en una industria chatarra, han tenido
el dudoso honor de convertirse en el ente público que más daño le ha hecho a
nuestro ambiente, y allí está el Estado Monagas como ejemplo, y hablo de este
estado porque lo conocí, viví en Maturín, su ciudad capital por un año, en una
época en que se estaba convirtiendo en una de las principales y más bonitas ciudades
de Venezuela, centro de la actividad petrolera de la región, era un emporio y
como tal gozaba de excelente vialidad, buena planificación, estupenda
infraestructura, buenos hoteles, pujantes centros comerciales, era
especialmente bella, rodeada de una naturaleza variada, de mucha agua...
Verla
hoy dan ganas de llorar, derruida, envenenada, llena de necesidad y miseria
rodeada de instalaciones petroleras que explotan, se incendian y derraman el
crudo por los cuatro costados, el chavismo ha hecho de la actividad petrolera
algo por lo que hay que avergonzarse, con razón ha prendido la idea de la
actividad petrolera es algo deleznable y a lo que hay que renunciar.
El
chavismo trabaja de manera disociada de la realidad, hasta esquizoide me
atrevería decir, no contentos con matar y comerse la gallina de los huevos de
oro, en la última reunión de la ONU sobre cambio climático celebrada en París,
el gobierno se comprometió de manera formal, en reducir para el año 2020 sus
emisiones de CO2 en un 30%, que solo lo logaría poniendo fuera de servicio a la
mayor parte de las centrales termoeléctricas productoras de electricidad, cosa
que sorprendentemente pudiere lograr, pero no como un trabajo de reconversión y
planificación energética, sino por su incapacidad manifiesta de ofrecerle la
energía que necesita el país, no tanto para su desarrollo, sino para su mera
sobrevivencia.
Tuve
el privilegio de vivir y relacionarme
con una industria petrolera nacional de primera línea, como era aquella PDVSA
de la democracia, y estoy viendo lo que está quedando de la destrucción
chavista; vi y colaboré en hacer de la nuestra industria un emprendimiento
eficiente y equilibrado con el ambiente, se puede lograr y lo volveremos hacer.
Soy
ambientalista a carta cabal, creo en el hombre y en la tecnología como
herramienta para el desarrollo, no me gustan los fanatismos y menos aún la
ignorancia, creo que Venezuela es y seguirá siendo un país minero, estoy seguro
que diversificará su economía y habrán nuevos negocios y oportunidades, pero
fundamentalmente seguiremos siendo en los años por venir un país petrolero, lo
cual debemos asumirlo con orgullo, sin que esto descalifique nuestra vocación
ambientalista, al contrario, le da mayor significado a nuestra labor ecológica.
En
estos momentos y circunstancias es bastante confuso pensar con claridad sobre
nuestra condición y futuro, pero si algo les puedo asegurar a las nuevas
generaciones es que el negocio petrolero es un emprendimiento importante,
estratégicamente necesario y que de ninguna manera está reñido con los fines
ambientalistas, el chavismo desparecerá en nuestros anales históricos como un
mal sueño, pero el petróleo seguirá siendo una fuente confiable de energía
barata y eficiente en el futuro a mediano plazo.
Toda
esta farsa del calentamiento global causado por la actividad humana caerá por
su propio peso, Obama y el Papa Francisco en algún momento tendrán que admitir
su error y Venezuela seguirá siendo un orgulloso factor de prosperidad para los
pueblos del mundo. - saulgodoy@gmail.com
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