Cuando me aproximo a la historia de la Alemania nazi siempre quedo impresionado por la manera en cómo Hitler y sus adláteres entendieron y manejaron la cultura como tarea de Estado.
El tema del
gobierno, cualquiera que este sea, haciendo cultura, me interesa, en especial
cuando encuentro ese ánimo de influir, dirigir, canalizar, conservar,
desarrollar la cultura hacia metas específicas.
La historia
nos brinda una magnífica oportunidad de observar estos hechos a cierta
distancia y poder aprender de ellos, de sus aciertos y errores.
El periodista e historiador William L. Shirer |
Se trata de
un tema espinoso; por un lado los nazi crearon una sofisticada maquinaria
cultural con la que canalizaron ideas, mentiras, sueños y muerte, por el otro,
quienes dirigieron el aparato cultural del Estado fueron los padres de la
propaganda moderna, pioneros en el uso de los medios masivos de comunicación,
manipuladores expertos de los mensajes y el contenido de las artes.
Crearon una
política cultural inédita en la historia usando un programa de desinformación y
un implante de valores nunca antes practicados sobre una población.
Con ello se
logró el desplazamiento de una visión de ver el mundo (weltanschuung) por una imposición cultural con aires
milenarios y exageradamente personal.
El
nacionalsocialismo alemán tiene nombre y apellido: Adolfo Hitler.
La cultura
nazi parte de la idea de un nuevo Reich, de un imperio, la connotación política
es evidente. Ningún sistema cultural estatal es inocente de intención, todo
sistema se nutre de los hombres que controlan el poder de una nación, las ideas
de estos hombres mueven la cultura institucional, de allí que consignas como
“Suelo y sangre”, la promoción de los ideales nacionalistas, todo desembocaba
en la necesidad de un líder.
Es común que
se hable de propaganda y no de cultura cuando se trata del nacionalsocialismo
alemán, pero los hechos demuestran que fue algo más profundo que simple
propaganda lo que afectó al alma germánica.
Si entendemos la cultura como proceso, la Alemania Nazi fue un producto
depurado y letal.
Debemos
destacar dos puntos importantes en nuestro breve ensayo; las ideas del nazismo
fueron diagramadas con mucha claridad, los objetivos eran inequívocos, en
segundo término, el éxito que alcanzaron no se discute, el esquema cultural que
plantearon funcionó mientras no fueron derrotados.
William L.
Shirer fue un periodista norteamericano que vivió y estudió el triunfo de Hitler y el nazismo, en
su extraordinaria obra El auge y la
caída del Tercer Reich, uno de
los libros más premiados del siglo XX nos recuenta: “...en el tardío verano de 1934 que fui a vivir a Alemania, hubo mucho
que impresionaba, desconcertaba y preocupaba a un observador extranjero acerca
de la nueva Alemania. La mayor parte de
los alemanes no parecían darle importancia a que sus libertades personales
habían sido despojadas, que mucha de su cultura había sido destruida y
remplazada con un barbarismo sin sentido, o que sus vidas y trabajos estuvieran
regimentadas a un grado nunca antes experimentado, aún por gente acostumbrada a
una gran dosis de regimentación... La
Purga de Sangre del 30 de junio de 1934, fue un aviso de lo rudo que podían ser
los nuevos líderes. Sin embargo el
terror nazi de los primeros años afectó
la vida de relativamente pocos alemanes y a un observador recién llegado
le era de alguna manera sorpresivo, ver que la gente de este país no parecía
sentir que era manejada y sometida por una inescrupulosa y brutal
dictadura. En lo contrario, ellos la
apoyaban con genuino entusiasmo...”
No hay
propaganda capaz de hacer esto, se trataba más bien de un cambio profundo de
valores que dominó incluso los más elementales instintos de sobrevivencia y
humanidad.
Willian
L.Shirer presenció la quema de libros, por parte de estudiantes de la
Universidad de Berlín en la plaza de Unter
den Linden, vio arder sinagogas e iglesias cristianas mientras los
incendiarios gritaban “Una nación, un
Reich, una fe”, fue perseguido y atacado por sus reportajes sobre la
cuestión judía mientras cubría las Olimpíadas en Berlín, conoció de cerca la
cara más horrible de aquella cultura.
Esa cultura
emanaba de unas personalidades específicas, una de las que más brilló e
influenció los cambios culturales de Alemania fue el Doctor Goebels ministro de
propaganda del Reich.
Recordemos
que luego de la primera guerra mundial, Alemania fue puesta bajo un régimen
“especial” de tutela y vigilancia por las naciones europeas, el tratado de
Versalles prohibía expresamente que se rearmara y amenazara de nuevo la paz
mundial.
Fue un
régimen humillante y duro para el país que tuvo que recuperarse de la derrota y
pagar los daños y compensaciones a sus enemigos, pero atención en un detalle;
la derrota para Alemania no significó la destrucción del Deutchland.
Alemania
había peleado la guerra fuera de sus fronteras de modo que su capacidad
productiva no fue gravemente afectada, aunque si tuvo que pagar por los
destrozos que había ocasionado. Sesionaron su soberanía y sobrevino una terrible crisis económica.
El orgullo
nacional y su capacidad de disciplina logró superar esas crisis, el pueblo se
entregó al culto del mito, un mito manipulado con maestría por los nazi.
Algunos
estudiosos del fenómeno del nazismo se retraen al siglo XIX en Alemania donde
por complejas razones históricas, prevaleció en pensamiento abiertamente
antidemocrático.
El Estado
prusiano implantó un sistema político administrativo en base al respeto
absoluto a la autoridad y las jerarquías, al orgullo de ser alemán, culto al
ejército, espíritu de sacrificio, no era difícil desembocar en la imagen del
alemán conquistador.
Pensadores
como Friedrich List y Friedrich Ludwig Jahn establecieron las bases del
edificio ideológico que predicaba un antisemitismo militante y hacían un
llamado a lo germano como única y sagrada opción de vida.
Un siglo
después, los discursos de Hitler estaban preñados de estos ecos que enardecían
a las masas arias.
Con Bismarck
en el poder se fomentó entre la juventud la pertenencia a grupos nacionalistas
como la Asociación de Estudiantes Alemanes, quienes navegaron a gusto en estas
corrientes que tenían como enemigos al liberalismo, al naciente movimiento
obrero y a las ideas republicanas.
El
imperialismo alemán supo cultivar a sus más jóvenes generaciones en un ambiente
segregacionista y marcado por un fuerte chauvinismo hacia todo lo que era
alemán: las artes, la ciencia, las humanidades, los deportes... si no era
alemán no valía la pena.
Joseph
Goebels se educó en el culto de esa reacción nacionalista, realizó su
preparación académica en literatura germánica obteniendo un doctorado en la
especialidad de la universidad de Heidelberg.
Fue uno de
los pocos oficiales con título profesional del entorno de Hitler, llegó a ser
Ministro de Propaganda y uno de los hombres que más influyó en el Fuehrer.
“... sin embargo, el activista político medio carecía
de una educación profesional. De los 50
Reichleisters y Gauleters, la élite del liderazgo, sólo diez completaron la
universidad... la mayoría no había pasado de la secundaria. Casi todos desplegaban una increíble pesadez
mental. La media educativa no
correspondía a un país que se había caracterizado por poseer un nivel
intelectual alto...” nos indica Albert Speer, el Ministro de
Armamento en su libro, Inside of the
third Reich.
Goebels era
una de las excepciones; altamente inteligente, preparado, ambicioso y un cultor
de la imagen de Hitler.
Este
tenebroso personaje entendió y manipuló los hilos de la cultura alemana de
manera eficaz para sus propósitos, su ejemplo aunque terrorífico, vale la pena
estudiar.
En ese mismo
año de 1933 la Cámara de Cultura del Reich estaba bajo la jurisdicción del
Ministerio de Propaganda, la misma Cámara que bajo la dirección del Dr. Goebles
dictó la ley que establecía: “En orden
con seguir la política cultural de Alemania, es necesario recoger a todos los
creadores artísticos en todas las esferas y unificarlos en una organización
bajo el liderazgo del Reich. El Reich
debe, no solo determinar las líneas de progreso, mental e espiritual, pero
también debe dirigir y organizar las profesiones.”
Y las Bellas
Artes fueron subyugadas; la música, el teatro, la literatura, la prensa, la
radio y las películas fueron controlados de manera absoluta.
Ningún medio
de comunicación o expresión artística se salvó del estricto control del partido,
no había manera de decir no a las exigencias del Ministerio, los disidentes,
así como los judíos fueron incomunicados, despedidos de sus trabajos,
imposibilitados de ganarse un sustento y algunos encerrados en campos de
concentración y asesinados.
Los libros se
quemaban, las obras de arte se recogieron de los museos, las obras de teatro
eran censuradas, los conciertos vigilados para que no fueran de autores ni
intérpretes de razas inferiores, las películas eran financiadas solo si
complacían a Herr Doctor,
la radio se usó para desinformar.
La
arquitectura sirvió a un amo cruel e inhumano, la escala de las obras del Reich
eran descomunales, el diseño encontró por primera vez una intención política,
todos los símbolos, los trajes, la decoración, la tecnología fueron utilizadas
en una propuesta de dominio mundial, dominio por las fuerzas oscuras.
El oprobiosos ministro de propaganda del Reich Dr. Goebbles |
El Estado
financió una cultura de epopeya, de gran misión, de héroes y destinos basados
en una política de opresión: la cultura del fascismo.
La educación
académica sufrió un fuerte impacto, un país que venía de tener las mejores
escuelas de occidente, de la noche a la mañana las universidades estaban
intervenidas, se reestructuró el sistema de enseñanza escolar para la
indoctrinación, el profesor Bernhard Rust, un viejo amigo de Hitler, rector de
escuela de provincia y desempleado por mucho tiempo, fue nombrado Ministro de
Ciencia, Educación y Cultura Popular y sus palabras en 1933 fueron las de“liquidar a las escuelas como instituciones
de acrobacias intelectuales”.
Hitler no
quería alumnos, deseaba reclutas para su ejército y trabajadores para las
fábricas, la educación cambió a un régimen marcial de entrenamiento político y
de servicio social. Los maestros que no
se ceñían a los nuevos programas eran expulsados, el énfasis de la enseñanza
era en las doctrinas raciales de Hitler.
Empezó a
enseñarse la Física Alemana, la Química Alemana, las Matemáticas Alemanas...
las ciencias exactas tuvieron un grave retroceso. Muchas mentes brillantes tuvieron que escapar,
pero solo fue una minoría, aquellos enclaves intelectuales que eran las
universidades, que se suponían ofrecerían resistencia al embate de la barbarie
se vendieron a la idea del gran imperio nazi, el nacionalismo atacó los
claustros educativos y venció a las mentes como una peste mortal.
Los jueces de la muerte jurando su lealtad al Fuhrer |
Dominados los
movimientos religiosos, acallada la crítica, el partido supervisando los
nombramientos de profesores y controlando las organizaciones de estudiantes,
escrutando cada “item” publicado en
el país, enviando a los niños a estudiar en escuelas de las Juventudes
Hitlerianas.
Nos informa
Shirer:“Los padres encontrados culpables
de mantener a sus hijos fuera de las organizaciones juveniles nazi eran sujetos
de severas sanciones incluyendo prisión “.
El país estaba
unido, el pensamiento era para Alemania y por Alemania.
Los museos,
galerías y exposiciones de artes plásticas fueron intervenidos de inmediato, se
favoreció al arte “Kitsch”, el arte barato y en serie, había una posición
oficial que apartaba todo arte que iba en contra del ideal nacional.
Las pinturas
de temas rurales, de gente trabajando, los temas de mitología e historia gloriosa alemana se exaltaron.
El control de
la prensa y la manipulación de la información fueron tan efectivos que Europa
completa estuvo en jaque ante la avalancha de informaciones falsas, de buenas
intenciones y deseos de paz y convivencia que los medios informativos
publicaban. La verdad sea dicha, los nazis le daban al mundo la información que
querían leer, ver y escuchar, mientras sus divisiones blindadas se preparaban
para el asalto final.
El periodismo
nazi se caracterizó por crear la noticia, preparaban el escenario, creaban la
crisis y la reportaban a su favor, haciéndose ver como víctimas unas veces y
como justicieros en otras.
Los "escuálidos"del régimen Nazi |
El asesinato,
el sabotaje, incendios y ataques en contra de sus nacionales era
meticulosamente preparado para confeccionar la excusa para la represalia.
En
laboratorios de guerra sucia fueron maestros.
En cuanto a
la literatura, Lionel Richard, el agudo crítico francés, en su obra Nazismo y Cultura nos explica: “No había nada original en las concepciones
expuestas por Die Neue Literatur, nada que pudiera presentar algún carácter
novedoso: es esencialmente el “retorno al pasado” el que forma la base de esa
“revolución” literaria. ¿Cual pasado? El que va a lo más profundo de la lengua
alemana. Desde hacía decenas de años, Adolf Bartels vociferaba contra la
corrupción de la lengua alemana por palabras extranjeras. A partir de 1933,
pudo predicar abiertamente con el apoyo de sus adeptos, en favor de una lengua
purificada: había que limpiarla del “intelectualismo degradante” (en la base
del cual se encontraba el elemento judío y marxista) y volver a la ¨lengua
primitiva de los campesinos”.
Hitler al lado de la directora de cine Leni Riefenstahl |
Bajo estas
condiciones fueron muchos los artistas e intelectuales alemanes que prefirieron
el exilio, pero otros se quedaron, unos se fueron a los bosques y guardaron
silencio, otros trabajaron con el régimen deslumbrados por las glorias de su
raza y sus dirigentes.
George Steiner,
en 1967, cuando las heridas de la guerra ya eran cicatrices, dijo de la
experiencia nazi: “Nosotros que lo
heredamos, no podemos considerar de manera inocente la literatura, el lenguaje,
la educación pues no ignoramos que una persona puede leer a Goethe, o a Rilke
de noche, tocar Bach o a Schubert, y al día siguiente continuar sin equivocarse
su horrible trabajo en un campo de concentración”. -
saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario