La conquista de América afianzó en España su propia y turbulenta historia de espionaje, aquella gesta implicaba un descomunal esfuerzo por obtener y resguardar información de tierras y civilizaciones ignotas, pesaba mucho lo lejos que estaban las colonias de su Rey, los viajes por mar tardaban meses y cuando las órdenes y las noticias llegaban de un lado al otro, lo más probable es que las situaciones hubieran cambiado, algunas veces de manera drástica.
Esto explica el poder que tenía representantes del
Rey, virreyes, gobernadores, jueces, Capitanes Generales, representantes del
fisco en las tierras Americanas, los trámites, operaciones y campañas no podían
esperar por las órdenes.
La conquista de América fue una empresa
militar-religiosa, y aunque con los cronistas de indias hubo ejemplos notables
de buena literatura, la mayoría de la correspondencia eran informes de
inteligencia sobre lo que las expediciones encontraban a su paso y los sucesos
que afectaban el éxito de las empresas.
Las primeras crónicas eran algo fantásticas e
influenciadas por las novelas de caballería, tan populares en España; pero con
los años se fueron haciendo más frías y al grano, la inteligencia se fue
profesionalizando a medida que se mejoraban los mapas y se trazaban las rutas,
las notas cambiaban de carácter al mismo tiempo que las poblaciones se fueron
asentando y los gobiernos funcionaban.
Una buena parte de esta inteligencia eran inventarios,
como diría E. Anderson Imbert en su Historia
de la Literatura Hispanoamericana, pero llegaron hombres excepcionales como
Hernán Cortés quien, según Imbert, “Fue
el primer soldado que descubrió la grandeza de una civilización indígena. Era
soldado y su fin, la conquista; pero mientras iba dominando por la persuasión,
la intriga, la habilidad política, la mentira y la brutalidad, supo apreciar el
valor de la organización social de los aztecas.”
Bernal Díaz del Castillo escribió: “Bien tengo entendido que los curiosos
lectores se hartarán de ver cada día tantos combates, y no se puede menos
hacer, porque noventa y tres días que estuvimos sobre esta tan fuerte y gran
ciudad, cada día y de noche teníamos guerras y combates; por esta causa les
hemos de recitar muchas veces cómo y cuándo y de qué manera pasaban...”
Crónicas sobre el enemigo, su resistencia, sus
fuerzas armadas, sus costumbres, sus tácticas, su manera de vida, sus
creencias, sus sistemas de ciudades, sus maneras de guerrear, crónicas de
hazañas que desde el mismo Cristóbal Colón eran escritas para el Rey y los
españoles que quedaron atrás y esperaban ansiosos las noticias del nuevo mundo,
que justificaran el enorme gasto que aquel esfuerzo implicaba.
Y se usó el espionaje; los españoles ganaban
información de los indios enemigos utilizando la intriga, las envidias y
desamores entre los indígenas, sus divergencias y conflictos internos, las promesas
de poder y dominio sobre sus enemigos, las amenazas, la desinformación...
Porque la verdad era que cuando los conquistadores
llegaron al nuevo continente, en muchos de los reinos e imperios que se
encontraron, había fuertes enfrentamientos internos, luchas por el poder,
guerras entre facciones y familias, hasta rebeliones contra el orden establecido
y conflictos religiosos entre castas de sacerdotes locales.
Fray Jerónimo de Mendieta, en representación del
clero, escribía a sus superiores de los indios americanos: “No se contentaba el demonio, enemigo antiguo, con el servicio que
éstos le hacían en la adoración de cuasi todas las criaturas visibles,
haciéndole de ella ídolos, así de bulto como pintados, sino que de más de esto
los tenían ciegos en mil maneras de hechicerías, execramentos y supersticiones”
Para justificar la empresa de dominio y explotación
que habría de iniciarse en contra de las culturas indígenas. Ida Rodríguez
Pranpollini en su obra Los Amadises de
América nos explica la visión de los
misioneros: “...el verdadero agravio,
consistía en toda una religión y cultos fundados en el demonio, poseedor
indiscutido de las almas indígenas”.
El mismo Juan de Castellanos en sus bellas Elegías de Varones Ilustres de India,
retrató la aventura en esta campaña por un nuevo mundo, donde no solamente era
factores de la Iglesia y de Dios, sino que en cumplimiento del deber, podía acceder
a riquezas jamás soñadas; en un pugnante y elegante verso retrata la ilusión y
el peligro de aquella apuesta:
“Veréis muchos varones ir en
una
prosperidad que
no temió caída,
y en éstos esta
misma ser ninguna,
de su primero
ser desvanecida,
usando de sus
mañas la fortuna
en los inciertos
cambios desta vida;
otros venir a
tanta desventura
que el suelo les
negaba sepultura.”
Cuando hay tantas riquezas y honores de por medio,
una empresa de este tipo se hace peligrosa no tanto por los peligros que deben
enfrentar en la lucha por la conquista, sino también, por las intrigas,
traiciones, crímenes que todo aquel oro y riquezas producían en sus almas.
La tropa se rebelaba contra el jefe, se acusaban los
amigos entre sí, la desconfianza hacía que se urdieran planes y se levantaran
reportes incriminatorios, acusaciones y la inteligencia empezó a ser usada entre
ellos, para desbancar al oficial superior, por codicia y por venganza, las
cartas iban y venían informando mentiras y tejiendo trampas.
Era el ambiente perfecto para el espionaje y el
contraespionaje, no sólo entre españoles sino también entre aquellos nuevos personajes
que van surgiendo y reclamando sus derechos.
Guillermo Diaz-Plaja en su libro Hispanoamerica en su Literatura nos
recuenta: “A los pocos años del
Descubrimiento, la conquista se convierte en instalación. Las expediciones
militares van jalonando los inmensos territorios de concentraciones humanas,
que constituyen un nuevo tipo de español: el español indianizado, el indiano.”
Debemos mencionar también a las viejas y nuevas
potencias europeas, que no se iban a quedar tranquilas ante tales descubrimientos
de riquezas; los otros reinos también querían su parte del botín y no le
hicieron la vida fácil a España.
Holanda, Inglaterra y Francia no sólo establecieron
bases de operaciones en el nuevo mundo para monitorear los movimientos del
imperio español, asaltar sus cargas y envíos a Europa, sino que le disputaron
territorio, y los conflictos entre reyes europeos fueron trasladados a
sangrientas guerras en América.
Los intereses comerciales, militares y políticos
chocaron de frente con la intención por parte de España, de declarar coto
cerrado sus posesiones, a medida que consolidaban sus colonias en América,
tuvieron que redoblar esfuerzos en custodiar y defender esos embarques, la
inteligencia y por ende, el espionaje, se hicieron vitales para asegurar rutas
comerciales y convoyes militares.
Una buena parte del dinero que se obtenía en la
conquista era para financiar las guerras europeas y para sostener grandes
contingentes de tropas en el Nuevo Mundo.
Los puertos de América empezaron a ser asaltados por
piratas, que por su cuenta o al servicio de otras potencias, incursionaban con
agresividad en las principales ciudades arrasando con todo a su paso, muchas
veces tomando prisioneros y pidiendo rescate.
Las otras potencias extranjeras alimentaron
cualquier descontento entre las poblaciones autóctonas y colonias para crear
problemas y desestabilizar la zona. Fue así como se catalizaron los movimientos
independentistas de los cuales hablaremos en una próxima entrega. – saulgodoy@gmail.com
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