Una
de las visiones apocalípticas del mundo del futuro, las vio en Ciudad de México
el sacerdote y filósofo Iván Illich (1926- 2002).
el filosofo y sacerdote Ivan Illich |
En una entrevista que hizo para la
prestigiosa publicación New Perspectives
Quaterly con motivo del fin de siglo en 1989, le preguntaron sobre la
maldición de la Némesis que se abatió sobre Ciudad de México, creando una de
las urbes con mayores problemas ambientales en el mundo, donde los niños ya
nacen con plomo en sus pulmones debido a la contaminación, él respondió: “La ciudad de México se encuentra más allá
de la catástrofe. Es una metáfora de
todo aquello que ha salido mal en el desarrollo. Esta antigua ciudad, fundada sobre un lago
ubicado en el aire prístino de un elevado valle montañoso, no contará con aire
limpio ni agua para el año 2000. Pero lo
que resulta maravilloso de la ciudad de México es el porqué la ciudad ha
sobrevivido.”
Iván
Illich sabe de lo que habla, en 1961 funda el Centro Intercultural de Documentación, el CIDOC, en Cuernavaca, un
centro de investigaciones que supuestamente estaba al servicio de todo ese
esfuerzo que realizó el Primer Mundo para ayudar con el desarrollo del Tercer
Mundo, incluyendo la iniciativa Kennedy conocida como Alianza para el Progreso, el famoso Cuerpo de Paz y todos esos misioneros y voluntarios que cruzaron la
frontera de Norteamérica para brindarle ayuda a los más necesitados.
El
CIDOC no sólo se convirtió en una escuela de idiomas para los recién llegados,
y que Illich aprovechó para instruirlos en la necesidad de que ellos no
impusieran sus valores sobre la gente que querían ayudar, al contrario, que se
integraran con sus comunidades y cultura, sino que aprovechó su posición de
apoyo y consultor técnico, para todos esos recursos enviados desde la sociedad
opulenta y rica, de todos esos grupos religiosos y universidades que enviaban a
los jóvenes a modernizar el mundo subdesarrollado, para hacer un detallado
estudio de la participación del Vaticano en lo que él consideraba una avanzada
hegemónica del llamado desarrollo industrial globalizado, que en su opinión
hacían más mal que bien.
Esta
actividad le trajo enfrentamientos con el capítulo del Opus Dei local, y hasta
la CIA levantó un informe pormenorizado sobre Ilich que envió al Vaticano,
desde donde fue llamado a comparecer y explicar su posición.
Para
finales de los años sesenta, y a pesar de haber sido ascendido a Monseñor, Ivan
Illich decide dos cosas, renunciar a su vida activa como sacerdote y cerrar el
CIDOC, que finalmente baja sus santamarías
en 1976.
Desde
el CIDOC había estudiado con detalle el problema de ciudad de México, vivió
largas temporadas en ella, la recorrió en sus barriadas más pobres, visitó a
comunidades que vivían en las ruinas subterráneas de la vieja ciudad, bajo
tierra, se percató del enorme problema del agua que venía en gran parte de los
campos aledaños a la megalópolis, de la enorme cantidad de agua que se bombea a
través de la montaña el 50% llega a menos del 3% de los hogares, y 50% de los
hogares reciben menos del 3% de agua, apenas suficiente para mantener las
funciones básicas de un ser vivo, para beber, cocinar, lavarse… se dio cuenta
del enorme problema sanitario que tenía la ciudad al no tener la capacidad de
diluir las heces descargadas por la población en agua, vio como la gente
hacinada, vivía en medio de montañas de basura y porquería, ahogada en gases
nocivos que expulsaban industrias y vehículos, y a pesar de todo, sobrevivía.
Prosigue
Illich con su entrevista: “Así pues, la
ciudad de México constituye también un símbolo de la estabilidad del equilibrio
entre vecinos más allá de la catástrofe. En un mundo así, yo percibo que están
surgiendo formas alarmantes pero efectivas de auto-gobierno que mantienen al
gobierno y a las instituciones del desarrollo fuera de los asuntos cotidianos
de la gente.”
Illich
explica como gracias a la Asamblea de Barrios se construyen tanques de agua
profundo en los barrios y como los llenan y gestionan su distribución, como
evitan los nudos en el congestionamiento de tránsito en sus calles y la quema
de basura para reducir la contaminación del aire, los alimentos los transportan
de noche a los mercados de cada barrio y luego en carretillas hasta los lugares
más apartados, incluso manejan los depósitos de heces humanas y controlan el
acceso de la policía quienes consideran una amenaza.
La
mayor parte de esta actividad surgió tras el terremoto de 1985, cuando el
gobierno abrumado por la magnitud del desastre fue incapaz de prestar auxilio a
las zonas populares.
“Algunos novelistas como Doris
Lessing en su obra The Fifth Child, crean una sensación de futuro naciente- continúa Illich en su
entrevista- de la clase de relaciones que
son posibles en las ruinas. En los
escritos de Lessing se esbozan los seres atemorizantes que poseen capacidad de
sobrevivencia. Resulta fascinante
descubrir esta experiencia compartida de los forasteros en la ciudad de México
posterior al terremoto y al apocalipsis ecológico. Hay algo del sabor de la pandilla, el
trapero, el habitante del basurero. La
dificultad que encontramos radica en encontrar un lenguaje para hablar de esta
alternativa, porque en contra de la sabiduría profesional, la gente con
necesidades básicas insatisfechas están sobreviviendo con nuevas formas de
jovialidad. Quizás podamos pensar en
ellos como la mayoría tecnofágica de finales del siglo XX, personas que se
alimentan de los desperdicios del desarrollo.”
Mientras
la gente más rica del mundo se muda a urbanizaciones exclusivas rodeadas de
muros, de cámaras de vigilancia, de fuerzas de seguridad privada, aislados y
protegidos del rudo mundo exterior, afuera crece indetenible un nuevo orden de
cosas para la mayoría de la humanidad.
Illich
los ha visto en los barrios pobres de Chicago, en las zonas abandonadas de New
York, en la “ciudad de los muertos” de El Cairo, donde la gente vive en
cementerios.
Ivan
Illich está considerado como uno de los padres fundadores de la moderna
ecología, su obra es amplia y densa, su pensamiento ha quedado plasmado en
obras tan importantes como Desescolarizando a la Sociedad (1971) y Némesis
Médica (1974) entre otros trabajos, su labor social y su crítica cultural en
Latinoamérica apenas comienza a ser estudiada y puesta en su justa perspectiva,
aparte de que fue una de las personalidades más interesantes del siglo XX.
Esta
visión distópica del desarrollo será discutida en el taller sobre Utopía que
organiza la Fundación John Boulton para finales de abril y principios de mayo,
si le interesa el tema contáctelos por el correo fundaboulton@gmail.com. -
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