El
chavismo tiene una especial necesidad de construir su historia particular de
héroes y mártires de su revolución, de hecho, esta necesidad les nace, por un
lado, por su gusto por la necrofilia, por la exaltación a la muerte y a los
muertos, se la pasan creando y recreando escenarios donde los chavistas que son
muertos los muestran como dando la vida por la causa del socialismo del siglo
XXI, así hayan terminados sus días en un accidente de tránsito, se hayan
suicidado, fallecido de causas naturales, por enfermedades, por sobre dosis de
alguna sustancia enervante, como víctimas del hampa común o fueron asesinados por sus amantes, en truculentos
actos pasionales.
Ya
los venezolanos estamos acostumbrados que cuando un chavista expira, el aparato
de propaganda del régimen lo primero que asume es que fue asesinado por la
ultraderecha endógena e inmediatamente salen a relucir los sospechosos
habituales nacionales e internacionales.
Pero
también lo hacen para compensar su imagen de crueles torturadores y asesinos
que ya no se pueden quitar dado el enorme prontuario del régimen en estas
especialidades, el estigma que tienen en el mundo como un régimen intolerante y
antidemocrático que se jacta de sus presos políticos, no lo pueden manipular
como ellos querían, en algún momento de su estrategia, la credibilidad se les
agotó señalando a sus enemigos políticos como golpistas y asesinos, y la
opinión internacional empezó a señalarlos como mentiroso y manipuladores.
Por
cada acusación que le hacían las ONG’s de defensa de los derechos humanos de
anular a sus opositores apresándolos, montándoles sendos expedientes,
procesándolos como criminales en sus tribunales de “justicia”, y enviándolos a
las cárceles para que fueran torturados, agredidos, enfermados, degradados y
vueltos locos al punto del suicidio (con el asesoramiento y la experiencia de
los cubanos), la maquinaria de victimización del chavismo escupía por el otro
lado una serie de víctimas, entre muertos, heridos, lisiados, desparecidos que según
la dirigencia de los rojos los golpistas de la oposición habían producido,
principalmente dirigentes campesinos, líderes sindicales, jefes comunales o
funcionarios menores del chavismo.
Cuando
se trataba de eventos de calle, de manifestaciones de protestas, marchas o
concentraciones políticas que eran atacadas por las huestes violentas chavistas,
siempre aparecían, a manera de compensar la pizarra del enfrentamiento, los
muertos del régimen, que en no pocas ocasiones, fueron hechas de tan mala
manera y sin importarles lo público del lugar, que se descubrió, eran los
mismos escuadrones de la muerte chavistas quienes agredían a mansalva a algún
chavista que le tocó el número de mártir de la revolución.
Venían
entonces las cadenas presidenciales honrando a los caídos, las capillas
ardientes donde desfilaba el pueblo acongojado por la desaparición del
compañero, los fiscales y funcionarios policiales prometiendo la venganza, las
plañideras pidiéndole justicia al mandatario, los niños con su madre siendo reconfortadas
por la promesa de seguridad social para la familia y los discursos de odio, uno
tras otros, nosotros los buenos, ellos los malos, nosotros los revolucionarios
llenos de amor pero armados, ellos tan cobardes y violentos como siempre,
fascistas asesinos con sus discursos llenos de intolerancia…
Vienen
entonces los expertos en operaciones psicológicas de guerra del gobierno, y
montan los clubes de víctimas chavistas, que murieron en los mismos sucesos
donde fueron eliminados algunos de los enemigos de la patria, les entregan
apartamentos, vehículos, becas, puestos en el gobierno, les pagan los viajes al
extranjero para que declaren ante los diferentes organismos de investigación y
den la versión rojita de los sucesos, donde ellos son los que llevaron la parte
más dura.
A
estos clubes de víctimas, asociados a la labor que cumplieron las Madres de la
Plaza de Mayo en Argentina y que se vendieron al kirshnerismo y al chavismo
como piezas de propaganda populista de la izquierda victimizada, se les
preparan sendos libretos, coberturas de prensa, apariciones en eventos
políticos, y a pesar de que algunas víctimas son legítimas y auténticas, sus
dolores y ausencias son capitalizados por los gobiernos manipuladores que
esperan obtener ganancias para su imagen e ideologías.
Como
una exhibición del horror estos clubes de víctimas manejados y financiados por
el gobierno viajan a todas partes del mundo en que sea necesario defender a la
revolución de acusaciones de pecados de lesa humanidad, pero principalmente es
la excusa perfecta, así lo cree el chavismo, para justificar tener en jaulas a
los supuestos monstruos de la oposición.
La
idea de combatir sus crímenes con otros crímenes de sus acusadores les funciona
mientras tengan en sus manos la hegemonía comunicacional, cuando sus milicias
violentas y grupos de choques atacan las manifestaciones pacíficas de la
oposición siempre apelan a la excusa de que se están defendiendo, de que fueron
provocados por la sola presencia de los escuálidos en los territorios liberados
por la revolución.
Con
el auxilio del aparato de inteligencia del gobierno, con los fiscales y jueces
que tienen comiendo de la mano, tienen la capacidad de poder construir en
tiempo record cualquier expediente judicial que necesiten, para comprometer y
enjuiciar a quien vean como una amenaza, cualquier ciudadano que proteste o
haga sentir su inconformidad con la situación política del país corre el riesgo
de parar a una celda de castigo, ser aislado y privado de comunicación y
contacto con el mundo y por medio de la vejación, la tortura y la manipulación
quebrarles la voluntad y obtener de ellos confesiones de crímenes que jamás
cometieron.
Es de
ésta manera como tratan a los presos políticos, pero se encuentran con huesos
duros de roer como el caso del líder de Volanta Popular, Leopoldo López, que
por medio de uno de los casos judiciales con más vicios y trampas en la
historia de nuestro país, utilizando toda la maldad y saña de unos torturadores
de oficio, han tratado de romperle el alma a éste joven venezolano, de destruir
su familia, de desanimar a sus seguidores pero con resultados terribles para el
régimen de Maduro y sus secuaces, han quedado expuestos ante el mundo como lo
que son, esbirros del régimen cubano, del peor y más sanguinario de los
dictadores latinoamericanos, Raúl Castro.
¡Asesino!
Le grita Maduro cada vez que se refiere a él, sin importarle las implicaciones
de tal acusación, que le ha sido imposible probar en los tribunales que le
obedecen, a pesar de los testimonios de uno de los clubs de víctimas que
utiliza para acusarlo, sin importar los expertos que han declarado que los
discursos de Leopoldo fueron la instigación para que se produjera la violencia
que acabó con la vida de los chavistas, que según, fueron sus víctimas.
Maduro
no parece darse cuenta que cada vez que grita asesino, la gente recuerda los
cientos de miles de venezolanos que han perdido la vida en esta revolución
sangrienta, en los miles de pacientes que a diario mueren por falta de
medicinas y atención médica, en los cientos de motorizados que conforman sus
círculos bolivarianos armados con armas de guerra y actuando con impunidad en
las calles del país, cegándoles la vida a gente inocente con disparos a
quemarropa.
Es la
marca de Caín de la izquierda Latinoamericana cuando llega al poder, las
dictaduras castrocomunistas huelen a muerto, están sustentadas en muertos y
solo tienen un final en la ruina de las naciones donde prosperan y se hacen
fuertes, esa es la principal razón por la que los demócratas de éste continente
debemos unirnos para derrotarlas y que nunca más permitir que sacrifiquen una
sola vida en su proyecto de horror.
- saulgodoy@gmail.com
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