Ya
embotado de tanto vino, cigarrillos, risas y firmas de autógrafos, empezaba a
desesperar cuando anunciaron la presentación de Camarón, apareció en el tablao
un guitarrista greñudo, alto y flaco (Tomatito) y apareció este diminuto
personaje de pelo largo, chaquetilla corta de rejonero y fajado como todo buen
gitano, que sin preámbulos empezó a recitar con su recia voz unos versos con
acentuado staccato, eran del Libro del
Buen Amor del Arcipreste de Hita, al terminar, le dio la bienvenida al
famoso rockero británico e inmediatamente empezó su presentación.
El Camarón de la Isla en plena interpretación |
Dicen
quienes allí estuvieron, que fue a la tercera canción, que la actitud y
comportamiento de Jagger y su troupe cambió,
bajó los pies de la mesa, mandó a hacer silencio a sus mujeres y con las manos
bajo la barbilla clavó su mirada en lo que sucedía en el pequeño escenario.
Camarón
hizo su show como siempre, entregando el alma en cada canción y esa noche no
fue diferente, cuando llegó el final de aquel primer tiempo, Jagger se levantó
aplaudiendo como un poseído, silbando y gritando loas, y ante el asombro de
todos abrazó al sudoroso cantante y se lo llevó hacia los baños, allí en medio
de testigos, dicen que hasta fotos se hicieron, intercambiaron calzoncillos
como expresión de mutuo respeto.
No sé
si esto fue verdad, si ocurrió de esta manera, el asunto es que la música
española tiene expresiones sublimes que corresponden a lo más alto y refinado
de la música occidental, y que cuando alguien la escucha, no importa de qué
cultura provenga, algo se nueve en su alma,
esto tiene una explicación.
En
España confluyeron tres de las culturas principales del mundo, la cristiana, la
judía y la árabe y por medio de ésta última, la griega clásica gracias a las
traducciones y comentarios que hicieron los sabios de las cortes de los Califas
durante los siglos de conquista de todo ese legado que llegó a sus manos.
A
esto debemos añadirlas culturas celtíberas, visigodas, fenicias, africanas, romanas
que hicieron ese tejido tupido de expresiones de la España vernácula. Tal
confluencia, única en el mundo, tuvo sus consecuencias muy particularmente en
la música.
Nombres
como Isaac Albéniz, Manuel de Falla, Joaquín Rodrigo, Pablo Casals, Andrés
Segovia, Jordi Savall luminarias de la música universal, son compositores e
instrumentistas de altos quilates que supieron explotar la rica veta de la
música de su patria, investigaron y rescataron para el mundo un repertorio que
estremeció a los auditorios más exigentes, la música española marcó
definitivamente con su impronta no solo la cultura popular, sino que hizo nido
en las cumbres de la música culta.
Don Manuel de Falla |
Tomemos
por ejemplo las Cantigas de Santa María
que recopiló Alfonso X, es la muestra de la música visigótica trasmitida en
unos coros que no son de este mundo, o el impresionante ballet de Falla, Amor Brujo, o sus bellísimas impresiones
sinfónicas, Noches en los Jardines de
España, nos catapultan a una modernidad sin parangón en aquellos principios
del siglo XX, el genio musical español renace y se hace de sus propias cenizas
como un ave fénix.
La
música y erudita inglesa Ann Livermore, en su obra Historia de la Música Española nos dice:
“Las formas tradicionales de la
expresión musical española permanecen claras y escuetas, signo éste de una
constante participación de carácter comunitario, desde la danza tal y como se
cultivaban en tiempo de los romanos hasta los cantos que se han conservado, así
como los primeros himnos en formas de preces, creados en Sevilla en tiempos de
San Isidoro… los españoles han permanecido unánimemente fieles al precepto de
San Agustín, que recomienda que la gente practique el baile y el canto. Es
evidente que estas formas han sido cultivadas por el pueblo hispano y es
evidente también el sentido vital de la alegría, sentido que ha permanecido y
se ha conservado intacto.”
No he
conocido una persona que no se haya sentido conmovido por los cuadros de unas
sevillanas, por la salvaje lujuria de un tablao flamenco, o la fiesta de una
Jota Aragonesa, que no se le haya arrugado el alma con la dulzura de una gaita
gallega o unos zéjeles andaluces, la música española pareciera contener la
virtud de ser como una lleve maestra que abre las puertas de intensos
sentimientos en las personas.
Dicen
los historiadores y expertos musicólogos que por allá en los años de 1231,
Sevilla se había convertido en la principal industria de instrumentos musicales
de su tiempo, lutiers de todas partes
del mundo, maestros ebanistas, expertos en cuerdas de todo tipo, finos
curtidores de cuero, matemáticos pitagóricos, del sistema griego tradicional,
del árabe- pérsico, experimentaban con afinaciones y escalas, se publicaron
grandes tratados de teoría musical como el Gran
Libro sobre Música de Al Fārābi, el tratado de Zirāb, el Libro sobre Música de Al-Musoli de
Bagdag, el desaparecido libro de Avempace que se supone contenía tesoros de la
música mozárabe.
El
laúd se convirtió en el instrumento favorito de las cortes, el de cuatro y
cinco cuerdas, los había de diferentes tamaños y sus cajas presentaban diversas
formas, se usaba el arpa, el rabbab, especie de viola que se tocaba con arco,
había numerosos instrumentos de viento siendo los favoritos las flautas y
caramillos, habían trompetas y tubas,
habían órganos de fuelle, pero era en los instrumentos de percusión
donde la imaginación era rebasada por la variedad de panderetas y castañuelas
que existían, cada una con un sonido particular, la cantidad de tambores eran
impresionantes estaba el qasa, timbal
de poco fondo, el Tabl tawil, tambor
largo ordinario, el Kūba, timbal en
forma de vasija, la tradicional tabla y cantidad de cimbales.
El maestro Pablo Casals |
Y es
que existía en los tiempos de los Califas de la dinastía de los Fātimid, unas
composiciones llamadas Nubas, que
eran interpretadas solo para miembros de la corte y donde únicamente los
Califas, Primeros Ministros o Generales de importancia les eran permitidos tocar
los tambores y timbales en el curso de la pieza, muy de vez en cuando le daban
la oportunidad a un embajador extranjero a que tuviera un toque de los cueros
durante la interpretación, y eso era un verdadero honor.
Mientras
más estudio sobre la música en España, más me convenzo de su importancia en el
contexto de la música universal, nada digamos de lo fundamental que es para
nuestra música Latinoamericana de la que escribiremos en otro momento. -
saulgodoy@gmail.com
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