En una reciente lectura que hice de unos de los libros de Fernando Sabater me recordó lo dicho por Baudelaire: somos conscientes de la matanza que nos rodea y del encanto de Bach.
Para
los venezolanos del momento, esta coexistencia del horror con lo bello y lo
sublime es pan de todos los días (aunque uno de los horrores es que no hay
pan), coexistimos en este absurdo país donde lo maravilloso nos toma de una
mano y el horror de la otra, mis artículos han sido un compendio de esta ronda
de luz y oscuridad, esa es nuestra realidad.
Los
venezolanos hemos descubierto nuestro lado más perverso, ese donde todo en esta
vida en canjeable como fichas de un casino, por dinero vil, dinero que no se ha
trabajado, lleno de sangre y dolor, y lo hemos hecho sin titubeos, sin
remordimientos.
Hay
venezolanos, de buenas familias y hay otros que vienen de la miseria de los
cerros, que han vendido lo más preciado por unas monedas, muchas monedas,
millones y millones de monedas atesoradas en un banco extranjero, justificadas
de mala manera, si acaso, rodeados de una serie intrincada de documentos y
empresas de maletín en eso que ahora llaman ingeniería financiera, con el solo
propósito de ocultar sus orígenes y complicar su seguimiento.
¿Qué
compraron esas monedas? Dignidad por un lado, para hacer esos negocios turbios
era necesario renunciar a ser humano, lo que significaba que triunfara el ánimo
de lucro, la avaricia, esa pasión rastrera por garantizar las necesidades
inmediatas por muchos años, en algunos casos, por varias generaciones, porque
ha sido tanto el dinero acumulado con el engaño y la trampa, que si se quisiera
gastarlo todo en una vida, no se pudiera.
A que
otra cosa renunciaron estos venezolanos, a su patria, un cliché, quizás, pero era
el nomos de sus antepasados, donde reposan sus restos mortales, era también el
templo de nuestras querencias como país, de nuestras familias y amistades, de
nuestra mejores memorias cuando éramos inocentes y creíamos en la patria, en el
país que nos vio crecer y convertirnos en estos raros animales que hoy somos,
con el alma podrida por la angustia y los remordimientos.
Hoy es
otro idioma el que ellos escuchan en su entorno, otras las costumbres y la
gente, tratan en lo posible de no notar las diferencias, de resaltar lo
positivo de vivir en un país del primer mundo, que importa si como extranjeros
o a lo sumo como nacionalizados, lo que importa son esas gigantescas cantidades
de dinero que se han robado en nuestro país y que tanta falta les hace, que es
la razón por la que cortan todo vínculo con Venezuela, no ven sus noticias, no
quieren conocer de sus desgracias y mucho menos ser reconocidos como uno de los
causantes de la tragedia nacional.
Algunos
piensan que todo pasará en algún momento, que el país tiene suficiente riquezas
para volver a empezar, que se olvidarán de ellos y quién sabe, hasta podrían,
más adelante, pensar en hacer algunas inversiones en Venezuela, abrir alguna
fundación caritativa y hacer trabajo social.
No piensan
ni los atormentan todos esos seres humanos que perdieron la vida por sus
acciones, todas las familias que pusieron en trace ante la ruina y el hambre,
todos esos empresarios que sí trabajaron, que sí arriesgaron, que sí se
sacrificaron por el país y tuvieron que cerrar sus negocios y perder sus
inversiones y ahorros.
Ellos
se dirán a sí mismos, pero si yo no tuve la culpa, lo mío fue un pellizco, fue
el país entero el que decidió el gobierno que tuvieron, fue su incapacidad de
lucha lo que los llevó a la ruina, parecieran no darse cuenta, que nunca en la
historia de nuestro país, tan poca gente robó tanto y arruinó a muchos.
Es
más, hoy quiero proponerle al país que una de las cosas que debemos hacer, una
vez que salgamos de este gobierno infame, es hacer un monumento a la corrupción
y que sería un gran espacio de terreno, un parque hermoso, para que la gente
vaya a pasear y a descansar, donde se coloquen de un lado unas pirámides
blancas contentivas de todos los nombres de las personas que murieron durante
estos últimos 17 años de gobierno chavista, no importa su causa, si fue por una
enfermedad, por mengua, por ser víctima del hampa, por tener un accidente de
tránsito, lo que fuera, ¿De cuantos millones estamos hablando? ¿De dos o tres
millones de personas? Y en frente, en unos obeliscos negros, los nombres de
todos aquellos corruptos que le robaron la vida a esos venezolanos ¿Cuántos
pudieran ser? ¿8.000 o 10.000 personas?, en esos obeliscos incluiríamos a todos
los altos funcionarios del gobierno, a todos los directores registrados en el
PSUV y en todos los partidos del Polo Patriótico, a los Bolichicos, a los
militares cooperadores con el gobierno cubano, a todos los empleados de
confianza, ministros, vice ministros, diputados, gobernadores, alcaldes,
directores de empresas del estado, alto mando militar, periodistas,
intelectuales y artistas en nómina del gobierno chavista.
Que
quede el registro infame de sus nombres para la posteridad, que les recuerde
que ese dinero tiene el horror y el sufrimiento de mucha gente que ellos
contribuyeron a liquidar y que ese crimen tiene un precio muy alto, el
desprecio de un país.
Lo
importante con éste monumento es no olvidar, para que nunca más se repita este
episodio de desgracia e inmoralidad que le permitió a las fuerzas del mal
hacerse con el país y destruirlo, que quede constancia para las futuras
generaciones que llevamos dentro, muy dentro a unos demonios irreconocibles que
pudieran volver a salir si la educación, la moral y el amor por el país no se
renuevan y se atienden con esmero.
Tiene
que existir una sanción moral para estos criminales, tiene que haber un repudio
masivo de este tipo de crímenes, los destructores de un país deben ser
recordados para que jamás se repita la ordalía de unos “vivos” montados sobre
los cuerpos sin vida de sus conciudadanos, que la vida loca que quieren vivir a
costa de la miseria de su país quede grabada en piedra para que nadie nunca
olvide, que se puede ser tan criminal como un
bandido con pistola y capucha, y hacer mucho más daño que un asesino en
serie, solamente doblegándose ante el oro y el poder mal avenido.
El
monumento que propongo es un recordatorio para el futuro de que la avaricia y
la sensualidad sin restricciones enferman y destruyen, de que la ignorancia es
el peor enemigo de un pueblo. - saulgodoy@gmail.com
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