En realidad no se a quien quiere emular este señor, quien pareciera tener conocimientos ocultos de la naturaleza humana y el corazón tan negro como para usarlos en contra de sus propios compatriotas, se jacta de psiquiatra y lo hace de una manera harto narcisista con un programa de televisión llamado El Diván donde le da rienda suelta a sus más bajas pasiones (políticas digo, las otras las deja para su intimidad), pero además es Alcalde del Municipio Libertador, territorio liberado de la democracia y la dignidad humana, donde impera el crimen y hacen vida los colectivos violentos que utiliza el gobierno para acallar a los opositores del chavismo.
Ex
rector principal del CNE, le encanta un micrófono, se la pasa escuchándose a sí
mismo para darle sustento al mundo de horror en el cual vive, un mundo lleno de
fantasmas, de venganzas por realizar, de enormes deudas karmáticas que viene
arrastrando de la infancia, su rostro refleja es angustia y locura, su espíritu
revuelto y a la defensiva se sabe inscrito fatalmente en el equipo de los
perdedores, pudo haber cultivado el afecto pero prefirió el odio y el temor.
Se
siente superior a sus congéneres, más brillante, mucho más inteligente que la
media del venezolano, sus gestos son el de una persona sobrada, con poder, en
control de la situación, siempre un paso adelante que sus enemigos, que son
legión.
No
tiene paz en su espíritu, sus noches deben ser atormentadas, llenas de
pesadillas y gente abandonada por él en el camino de la vida, todo por esa
inquietud que lo atormenta de querer ser alguien quien no es, un hombre
admirado, un médico del alma, un amigo fiel y confiable, pero para llegar a
donde ha llegado tuvo que hacer cosas muy duras, innombrables.
¿Y quién
es Jorge Rodríguez? La eminencia gris del régimen, un comunista por
conveniencia, un intelectual malogrado, dañado, un dandi sin estilo, sin porte,
sin charme, asusta más que convence, aleja más que acerca, incomoda más que
agrada, pero es un retórico eficaz, sabe tocar las teclas de la debilidad
humana y cuando quiere, sabe calmar las preocupaciones, lisonjear e ilusionar.
Tiene
cultura, no la que él hubiera querido pero suficiente como para saber cuándo
hablar y cuando callar, pero tiene un problema que lo ha metido en innumerables
complicaciones y situaciones incómodas, es impaciente y fácil para la ira,
sobre todo cuando las cosas no suceden como él hubiera querido, por ello su
gran desconfianza en sus ayudantes y gente cercana, nunca está satisfecho con
el trabajo que le hacen, siempre existe el temor que algo no esté a punto y
tenga que salir el a dar la cara por los errores de otros.
Es un
adicto al control sobre los demás y su entorno, no sabe delegar, se cree capaz
de ser una persona multitasking, pero
en los múltiples roles que desempeña siempre se le quema alguna olla aunque
nunca falta alguien a quien echarle la culpa, y es justamente lo que le sucede
en su rol de Alcalde del centro de Caracas, sus otras actividades, que
considera mucho más importantes y vitales que el papel de conserje de la
ciudad, lo absorben de tal manera que ha descuidado justamente lo que es más
visible a su labor.
Todo
el mundo sabe que Caracas está llena de basura, que huele mal, que se inunda
con una lluvia, que no dispone de servicios, que está mal planificada, que el
hampa, el desorden, el tráfico la paralizan todos los días pero su atención
está concentrada en los asuntos importantes, en mantener su dedo en el hueco de
la grieta de la pared de la represa, y que si lo quita, sobreviene el desastre.
Porque
de acuerdo a su visión, el es el hombre que se ha echado la revolución sobre
los hombros, el único que sabe que hacer para salvarla de la debacle, el que
puede detener la avalancha de firmas que se les viene encima a su jefe Nicolás
Maduro, y aunque a muchos les dejó con un mal sabor en la boca cuando fue
derrotado en las elecciones del pasado diciembre para la Asamblea Nacional, ha
logrado convencer a sus partidarios que
él es el hombre clave para manejar el CNE en nombre del partido, conoce los
mecanismos, la gente, las normas y puede manipularlas a voluntad.
Y
sabe que el enemigo a derrotar es un colectivo, el más grande del país, se
trata del pueblo venezolano en ejercicio de su soberanía y él sabe de manejar a
esos monstruos, el conoce como desactivar sus ímpetus, aplastar sus esperanzas,
meterle miedo y obligarlo a volver a su jaula cuando acabe el espectáculo,
porque él es el verdadero dueño de la carpa del circo, todos estarán viendo su
performance que tiene que ser perfecto, como él solo sabe hacerlo.
No
hay nadie en el país que sepa de la psicología colectiva como Jorge Rodríguez,
no es como relacionarse con un amante sin disciplina, persiguiéndolo por las
calles de la ciudad a alta velocidad, atropellando a gente y chocando,
manteniendo el escándalo bajo control, es mucho más complicado, es un trabajo
para un maestro de los medios de comunicación, de la propaganda de guerra, de
crear una falsa conciencia, de construir argucias legales y aplanar firma tras
firma, dejar que transcurran los días, distraer, escandalizar, movilizar.
El
sabe cómo manejar a los cobardes de la Asamblea Nacional, a todas esas ONG’s de
gente histérica, a los observadores que le pongan, no hay caja de firmas
seguras en su mansión de los trucos, en sus manos pueden ser cambiadas,
adulteradas o simplemente desaparecerlas, y la primera regla del juego es
desmoralizarlos.
Lo
mejor de todo es que no hay nadie en el país que pueda descifrar su juego,
porque el mismo es un misterio para el mismo, ¿Y dónde queda el CNE? ¿No es
acaso en el territorio que él controla? ¿No es acaso su caja negra para ganar
elecciones? ¿No son acaso sus mujercitas las que están allí para complacerlo?
Jorge
Rodríguez está excitado ante la nueva oportunidad de hacer la maldad, ya nos
restriega el libro de las reglas en la cara, su Constitución y todo el poder
que tiene para interpretarla, torcerla, utilizarla para lograr lo que le
prometió a su jefe, el becerro: “A ti no
te saca nadie de Miraflores, nos quedamos hasta el 2019, te lo juro”.
Y en
nombre de una comisión ad hoc, aparece el mago en escena. -
saulgodoy@gmail.com
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