A un caro amigo (él sabe quién es)
Los
que estudiamos las ideologías debemos estar alerta a los rápidos cambios que se
están efectuando en el seno de las mismas, al contrario de los modelos
antiguos, las ideologías son sistemas de creencias que como dice el profesor
Michael Freeden “son constelaciones
efímeras cuyas cambiantes morfologías exigen revisiones periódicas”, hay
que estar muy pendientes de la continua fragmentación de las actuales
ideologías, y si la ideología que estudiamos existe en realidad en ese momento,
tal como la hemos planteado.
Venimos
de un largo camino cuando en el siglo XIX Marx concentró su atención en este
fenómeno político y lo conceptuó (aunque la idea rondaba durante la Revolución
Francesa), le dio una estructura y describió su funcionamiento, esta primera
aproximación marxista sedimentó las nociones primigenias de la ideología que
permanecieron por mucho tiempo intactas, atar la ideología a los sistemas de
producción y a la acción del estado en perpetuar ese modelo productivo como
comportamiento social, fue una idea brillante y cautivadora, pero que en la
práctica resultaba imposible de sostener como única interpretación.
De
hecho, los traumáticos cambios que se dieron en la ideología marxista en la entre
guerra, la aparición de nuevas corrientes y propuestas, las complejas
discusiones que se dieron en la Segunda Internacional sobre la naturaleza del
socialismo, la misma Revolución Rusa y su manera de llevar a la acción la
ideología marxista, los difíciles escenarios que se presentaron en el
movimiento obrero alemán, la influencia del movimiento laborista inglés, los
diversos experimentos que se dieron durante la Guerra Civil española, eran
claros indicativos que el asunto de la ideología no era un animal fácil de
domesticar y mucho menos de darle dirección.
Uno
de los problemas fundamentales de la ideología es que son muchos los canales
que la surten, no es solo la acción del estado, de los partidos políticos, de
las doctrinas, sino también descargan sus aguas la religión, la industria del
entretenimiento y de las comunicaciones, la tecnología, la moda y los estilos
de vida, por supuesto, la economía y las
formas de producción, pero también contribuyen aspectos tan etéreos como los de
un estado de ánimo general, de una visión del mundo colectiva, de eso que
algunos antropólogos llaman el ethos
de una determinada población, de la puja de ideologías alternativas
provenientes de minorías e intereses sectorizados por hacerse un lugar bajo el
sol, de la misma determinación geográfica de las naciones (el famoso nomos de Carl Schmitt), y la lista se
extiende.
El mismo Freeden propone (ideological boundaries and ideological systems, Journal of Political Ideologies, 2003)
que se haga una nueva calificación de las ideologías en base a algunas
características distintivas del comportamiento humano como serían orgullo,
miedo, complacencia, sociabilidad, vulnerabilidad, insubordinación, auto
desprecio.
Toda
esta discusión no escapa a un hecho incontrovertido, la ideología vista como
espejo de la realidad, como explicación del mundo real en el que vivimos y que
nos afecta, porque la ideología funciona en el plano simbólico del ser humano,
son ideas, explicaciones, argumentos, descripciones que necesitan de la palabra
y del discurso para hacerlas creíbles.
El
filósofo eslovaco Slavoj Žižek utilizando las herramientas del psicoanálisis y
las interpretaciones lacanianas a las que nos tiene acostumbrados, en su
compilación de artículos Ideología, un
mapa de la cuestión (1994), nos
resume de manera genial el procedimiento ideológico en estos ejemplos de la
vida cotidiana: “…entre los
procedimientos generalmente reconocidos como “ideológicos”,
se cuenta, sin duda, el hecho de transformar en eterna una condición
históricamente limitada, la identificación de alguna Necesidad superior en un
suceso contingente (desde la fundamentación del dominio masculino en la
“naturaleza de las cosas” hasta la interpretación del sida como un castigo para
la vida pecaminosa del hombre moderno; o, en un nivel mas intimo, cuando
encontramos nuestro “verdadero amor", parece que esto fuera lo que
habíamos estado esperando durante toda la vida, como si, de algún modo
misterioso, toda nuestra vida anterior hubiera conducido a este encuentro...):
la contingencia sin sentido de lo real, entonces, se “internaliza", se
simboliza, se le provee un Significado.”
De
allí se desprende la capacidad de engaño y manipulación que una ideología
pudiera tener para falsificar la realidad, y la verdad sea dicha, a veces, ni siquiera
depende la intención de los operadores ideológicos, sino de una errada lectura
de la realidad a todo nivel y que pasa automáticamente al proceso de
ideologización por mero automatismo.
Toda
esta larga introducción viene dada para explicar someramente como la ideología
chavista-madurista y aún la ideología de la oposición democrática están fuera
de la realidad, la del gobierno por un desesperado intento de imponer la copia de
un gobierno castrocomunista en Venezuela, un modelo que viene con una oposición
pacifista y legalista a la que le caen a palos y como Cristo ponen la otra
mejilla, se trata de una oposición pobre en recursos intelectuales y aferrada a
principios desfasados, totalmente fuera de la realidad, que insiste en el
caduco esquema de estado-nación liberal que ya es hoy inaplicable para un país
tan diverso y problemático como Venezuela.
La
última sentencia del Tribunal Supremo de Justicia prácticamente maniatando y
amordazando a la Asamblea Nacional, imponiéndose como poder de facto a espaldas
de la Constitución Nacional, tirando por la ventana toda racionalidad jurídica
para apropiarse de sus funciones parlamentarias fundamentales, que incluyen la
representación de la voluntad popular ante los otros poderes y el mundo,
prohibiéndoles sus actuaciones normativas y tratando de mantenerlos en un limbo
legal de silencio y sumisión, es un claro ejemplo de cuando la ideología trata
de cambiar la realidad con una extravagante visión de una gente borracha de
poder.
Ambas
visiones pecan de primitivas e irrealizables, la del gobierno, inventándose un
mundo que no existe, y la de la oposición reconociendo en tales pretensiones
una falsa institucionalidad, ambas le dieron la espalda a las tradiciones
republicanas que han funcionado y siguen
funcionando en nuestro país, tradiciones que viven en el ámbito municipal, las
empresas familiares, los emprendimientos individuales, los mercados, las
corporaciones regionales, las universidades, las escuelas locales, las
medicaturas rurales, entre muchas otras, y de nuevas instituciones que han
surgido como ONG’s y que funcionan en terrenos de los derechos humanos,
alimentación, participación ciudadana, defensa de la libertad de expresión, etc.
El
venezolano no es buen material para el colectivismo, su naturaleza es altamente
individual y uno de sus rasgos es la generosidad, que el comunismo confundió
con un equivocado gusto por lo comunal (que no es lo mismo que comunitario), el
venezolano se une en sociedades cuando se plantea un negocio o una tarea
específica de la que obtendrá beneficios, la verdadera “justicia social” en la
que cree, es la que le proporciona un entorno seguro, aseado y tranquilo para
sus actividades, solo en esos términos le ve sentido a una acción social, no se
da mala vida con cuestiones morales o metafísicas.
El
principal error de la ideología chavista-madurista fue su pretensión de cambiar
el modelo productivo y de consumo del país, eliminando de manera violenta el
del mercado, e imponiendo el comunal que jamás funcionó ni funcionará, tal
proceder lo que hizo fue arruinar al país, y para no admitir culpas ni yerros,
simplemente inventan trasladar la culpa al pueblo, al imperio, a una guerra
económica.
Esa
corrupción exacerbada que vemos en el gobierno es la expresión más tosca e
inacabada de ese espíritu de acumulación que todos tenemos, aplicando la regla
de la máxima ganancia con el menor esfuerzo, que en términos del chavismo, se
traduce como la explotación del otro, una vuelta a la esclavitud; la ideología
chavista ha sido un laboratorio crudo, basto e inhumano de toda la
experimentación simbólica posible (incluyendo las diversas desfiguraciones
fisiológicas de la imagen del Libertador Simón Bolívar), en términos de
explotación y opresión, con un solo fin, el expolio y la extracción de riquezas
materiales.
En
cuanto a la idea del Estado como institución, a muy pocos venezolanos les
“caído la locha”, se han percatado, de que no podemos continuar manteniendo una
forma organizativa de nuestra sociedad en términos del estado-nacional, un
modelo que no nos va, al contrario nos hace tremendo daño pues alentamos las
soluciones personalistas, centralistas y autoritarias que ya deberíamos dejar
en el pasado, tanto el chavismo como la oposición han sostenido una enervante
posición de negación y aceptación sobre el tema de la globalización, que es un
proceso social y político que está diluyendo inexorablemente las fronteras de
lo local y lo lejano, pero un primitivo nacionalismo nos impide avanzar en los
cambios que necesita el país.
Yo
estoy absolutamente seguro que el modelo federativo de regiones autonómicas y
con un gobierno parlamentarista sería el modelo a seguir, está probado
históricamente, con experiencias en otros países que haría de cada región de
nuestro país un verdadero emporio socio-económico y con fuerza política
suficiente para que más nunca nos vuelva a pasar la trágica experiencia de
tener un gobierno chavista-madurista.
Pero
esta atomización del poder político atenta en contra del modelo partidista
nacional, centralizado, autoritario, disciplinado y de pensamiento único que
distinguen a nuestros partidos políticos actuales, donde son las personalidades
y no las ideas las que mueven las organizaciones, donde predomina la voluntad
de unos pocos por sobre la opinión de los muchos, donde la obediencia es
recompensada por encima de la eficiencia.
Tenemos
que darle al país, a los venezolanos todos la oportunidad de que desplieguen
sus potencialidades, de que resuelvan sus problemas locales, regionales y como
nación integrada a un orden internacional, las soluciones vendrán de
individuos, de grupos organizados activos en las regiones, de las diferentes
etnias que nos caracterizan conformadas como comunidades corporativas, de
nuestros gremios profesionales y técnicos, de nuestros círculos académicos,
artísticos y de oficios, de las diversas subculturas y minorías que luchan por
su propia voz e identidad, de eso que llaman la sociedad civil dispuesta al
trabajo y la innovación.
Ya no
se trata de esperar que un líder nos resuelva la vida, que un partido político
nos diga lo que tenemos que hacer, o que instituciones tradicionales como el
clero y los militares nos manejen, ya pasaron los tiempos a la espera de esos
hombres providenciales que como profetas venían a indicarnos el camino.
Estoy
convencido que la próxima gran revolución de nuestro país será ideológica, de
nuevas propuestas de pensamiento y lecturas de la realidad, que serán los
catalizadores para cambiar nuestras circunstancias para mejor, para ello
debemos salir del estamento político que hoy nos gobierna y pretende
gobernarnos, me da lástima con esas nuevas generaciones de políticos, que
aunque jóvenes, piensan como viejos, están absolutamente ideologizados con
presupuestos inservibles del siglo XIX, por un pensamiento socialista chatarra
de las búsquedas del siglo XX, merecemos como país algo mejor, y ese creer que
merecemos algo mejor, es ideología, de la buena. -
saulgodoy@gmail.com
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