En
varios de mis escritos he planteado la necesidad de cambiar de modelo
organizativo de nuestro país, lo que implica un nuevo contrato social, una
novedosa manera de estructurar nuestras instituciones y un nuevo estilo de vida
que nos dé verdaderamente, la oportunidad de salir del atraso y la oscuridad en
que nos ha asumido el chavismo y los otros movimientos democráticos primitivos
que conforman la oposición democrática, y que no han salido del esquema
tradicional de la nación-estado.
Una
de las razones de nuestro subdesarrollo es la manera como estamos estructurados
como país alrededor de un estado centralista, benefactor, dueño de los riquezas
del país, presidencialista, militarista, socialista, paternalista, estatista,
planificador y fundamentalmente hegeliano.
El
modelo de estado-nación, propio del siglo XIX, fue la culminación de un largo
proceso histórico en el cual la figura del estado mutó en varias formas, y aquí
estoy siguiendo las consideraciones del abogado constitucionalista
norteamericano Phillip Bobbitt, sobre un estado que ha evolucionado de
ciudades-estados y principados, pasando por estados eclesiásticos, de nobleza,
estados territoriales, gobiernos coloniales, estados imperiales, estados
industriales, cada uno con su propia constitución y leyes que lo justificaban y
lo sostenían, hasta desembocar en los estados-nación que mucha gente piensa es
la tapa del frasco, y que allí paró la evolución en los tipos de gobierno que
se pueden dar los países.
Para
el profesor Bobbitt el próximo paso apunta hacia los estados-mercados, que es
la evolución de los países en un ambiente de globalización y que trabajan en
base al consenso y no con la autoritas
de un gobierno central.
Los
estados mercados han absorbido en su estructura los elementos fundamentales de
un mundo trabajando en red, donde hay una serie de factores de carácter global
que han afectado de manera importante los valores de soberanía, autonomía,
independencia y no injerencia, que eran fundamentales en el modelo
estado-nación.
El jurista norteamericano Phillip Bobbitt |
Pero
lo que ha surgido en el campo económico, igualmente ha cambiado en los aspectos
de distribución y consumo energético, en materias de seguridad, salud,
alimentos, educación, migración, transporte, tecnología, cultura… toda la
actividad humana que antes los países podían concentrar dentro de sus
territorios, controlarlas y
canalizarlas, hoy, obligatoriamente, tienen que compartir, ajustarse a un orden
internacional, complementarse con socios de otros países, servir de nódulos a
sistemas extraterritoriales, ser parte de un vasto sistema mundial en constante
movimiento y ajustes, quien no pueda o no quiera integrarse en esta red de la
globalización, simplemente queda fuera del juego, aislado y sin posibilidad de
desarrollo.
Pero
el problema fundamental de vivir con un modelo de nación-estado en tiempos de
globalización, es que el estado se hace vulnerable a todas las amenazas que
existen en las redes globales, en el caso de mi país, Venezuela, fuimos
víctimas de las oscuras corrientes del comunismo internacional que asaltó la
nación en la forma de un Socialismo del Siglo XXI, una creación multinacional
de gobiernos de la extrema izquierda, que utilizando políticos locales,
llegaron al poder, y como el país no tenía maneras de defenderse, cayó bajo su
dominio y Venezuela ha sido oprimida desde entonces por un gobierno dictatorial.
Bobbitt
desarrolla su tesis diciendo que el estado-nación sustenta su autoridad en una
oferta que le hace a sus ciudadanos de desarrollar sus vidas y bienestar a
cambio del poder, pero una nación-estado no puede cumplir con esta oferta
debido a que muchas de las variables que entran en juego para cumplir el trato,
no dependen del estado-nación.
En
cambio el nuevo estado-mercado, le ofrece a los ciudadanos maximizar las
oportunidades individuales a cambio de poder, y la diferencia es fundamental,
un estado-mercado lo que busca es prevenir a toda costa la inestabilidad social
por medio de las herramientas del mercado, en vez de incentivos
redistributivos, no se ocupa de instaurar tal o cual visión de justicia social
o sistema de valores, sino de promover el multiculturalismo lo que significa,
que no es su objetivo dirigir la cultura y mucho menos promover etnicidades,
preferencias raciales o privilegiar a clases sociales.
Un
estado-nación es incapaz, por ejemplo, de preservar la cultura nacional inmerso
en un mundo globalizado, al menos que se aísle, lo que implicaría entre otras
cosas, cerrar sus fronteras a las corrientes migratorias del mundo, e impedir
que sus nacionales se empapen de otros estilos de vida, informaciones y
entretenimiento.
La Constitución
aprobada en Venezuela en 1999 no era la mejor del mundo, como quisieron
venderla sus promotores, lejos de adaptarnos a los cambios mundiales que
exigían libertades y aperturas económicas, lo que hicieron fue encerrarnos en
un esquema nacionalista primitivo que favorecía, no la democracia y el
progreso, sino el autoritarismo y la explotación irracional de nuestras
riquezas, principalmente del petróleo en manos del estado.
Incluso,
la mayor parte de los partidos socialistas que integran la oposición
democrática, embebida en conceptos igualmente nacionales y centralistas, creyó,
que se trataba del mejor marco posible para seguir desarrollando un sistema de
partidos políticos clientelares y que sobrevivirían gracias a la enorme
burocracia oficial que preveía dicha constitución, se trataba de organizaciones
políticas acostumbradas a medrar del presupuesto de la nación y a costa de las
contribuciones de los ciudadanos, era la decimonona concepción del estado
explotador, garimpeiro.
En
cambio el estado-mercado, necesariamente prospera cuando se integra al
ciudadano a los procesos productivos, de innovación, de trabajo, educativos, de
investigación y desarrollo que marcan pautas en los mercados mundiales, que
integra no solo a partidos políticos sino a ONG’s, minorías organizadas,
gremios profesionales y sobre todo a las empresas y sus órganos de
representación.
A
manera de ejemplo, el funcionario de un estado-nacional que se ocupa de
designar espacios de comercio en una avenida o espacio público a los ciudadanos
interesados en promover alguna actividad de comercio, lo que hace es explotar
el espacio como si fuera una mina, lo que le interesa es el retorno en dinero,
impuestos, cargas. En cambio, para un
funcionario del estado-mercado su principal interés radicaría en propiciar las
mejores condiciones de desarrollo y efectividad de los usuarios de estos
espacios, integrarlos en un sistema productivo y/o de consumo, ordenado, y con
posibilidad para hacerlos más eficientes, diversificados (o especializados, dependiendo
del sistema) pero en constante progreso, no solo a favor de su actividad, sino
del territorio y de la comunidad que allí hace vida.
El socialismo con su propensión de hacer del estado el único actor de valía en cualquier actividad de la nación, se reserva para sí la mayor parte y las mejores actividades, convirtiéndose en el principal enemigo del desarrollo social de la comunidad, en cambio, una mentalidad de mercado lo que busca es la diversificación, el outsourcing, el manejo por otros, en especial por la sociedad civil de parcelas antes reservadas exclusivamente por el estado, incluyendo la seguridad social, la seguridad policial, la justicia, el desarrollo de servicios públicos.
El ideal
de un estado-mercado es el de propiciar la competitividad de sus nacionales a
todo nivel, preparar al país para que aproveche todas las oportunidades
posibles que ofrece la globalización, atraer a los capitales y emprendedores
del mundo para que hagan negocios en el estado-mercado con una insuperable
oferta de servicios e instalaciones de primer orden, con leyes claras y que
aseguren los negocios, con un sistema financiero libre y transparente.
Venezuela
se encuentra en los últimos lugares de los índices de desarrollo, de
oportunidades para hacer negocios, de calidad de vida, de transparencia y otros
temas que son importantes en el mundo actual, esto debido principalmente al
sistema totalitario que tiene implantado en el país el comunismo militarista,
un sistema que niega las libertades básicas de la persona, que quiere controlar
todos los aspectos de la vida económica, que pretende ser dueño de las empresas
productivas y de los órganos institucionales del país.
A
mayor participación ciudadana en la toma de decisiones, mayor consenso se
requerirá en la puesta en marcha de políticas públicas, lo que reduciría los
márgenes de error en decisiones que en estado-nación son principalmente
unipersonales, o realizadas por grupos de interés, a espalda de la comunidad,
la participación de los ciudadanos y sus organizaciones es la vía fundamental
para garantizar la pluralidad del pensamiento y de la acción, solo abriéndole
los causes a la sociedad civil es posible contar con un mejor futuro.
Lo
que debe estar muy claro para todos lo que participarán en la reforma del
estado, es que uno de sus principales aspectos como lo es el económico, ya no
puede ser garantizado por el estado-nacional, y menos aún, sustrayéndose de las
corrientes de la globalización, el estado-mercado es la respuesta organizativa
a estas nuevas condiciones de globalización, y para ello, hay que dejar atrás
una serie de condicionamientos y falsas nociones que ya hoy son quimeras.
Una
verdadera reforma del estado venezolano tendría que pasar por liberar todos los
amarres de una economía planificada y centralista, olvidarnos de los partidos
políticos clientelares y de las pretensiones de hacer política de manera
personalista, tendríamos que revisar y reformar las parcelas de exclusividad
que tenía el estado como dueño o administrador de grandes sectores de la economía,
reducir el tamaño de la burocracia, simplificar
la división político-territorial del país en pocas eco-regiones, declararlas
autonómicas (con su propio parlamento regional) y bajo un régimen federativo en
cuanto las decisiones del estado-mercado.
En
próximas entregas iremos analizando las partes principales de estas reformas y
sus objetivos. - saulgodoy@gmail.com
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