Conseguir una definición de cobardía en los diccionarios y enciclopedias es difícil, excepto aquella descripción negativa que recurre a la ausencia de valor o coraje, siendo el concepto de valor lo que es digno de algo, que se refiere principalmente a lo que es bueno, placentero, que enriquece una cosa o experiencia, y es asociado a la verdad.
Cobardía
es la falta de ánimo al momento de actuar.
Etimológicamente
cobardía viene del bajo latín codardus
que pasó al francés derivando en couard que
significa cola, por aquello que el cobarde al huir da la espalda a la situación
que teme, o los animales con temor que meten la cola entre las piernas.
Coraje
deviene de ponerle corazón a una situación, de valentía, que es todo lo
contrario a la cobardía cuyos sinónimos son: miedo, temor, timidez, recelo,
pavor, flaqueza, pusilanimidad, irresolución, apocamiento, se aplica a las
personas que le hacen daño a otros sin dar la cara.
La
cobardía está asociada al miedo y como toda conducta animal esta o es innata o
es aprendida ¿Es la cobardía un comportamiento innato que ayuda a la
sobrevivencia al huir de situaciones peligrosas? ¿Se vence el miedo con la
práctica del coraje?
Muchas
de estas preguntas se responden con el valor que el individuo le asigne a la
situación a la que se le teme, si vale la pena enfrentarla, el premio de un
supuesto triunfo puede ser un mayor incentivo a la huída, otras depende de la
dignidad de la persona, de los valores internos en las que ha sido educado el
sujeto, la dignidad puede ser incluso mucho más valiosa que la vida y es cuando
se dan los actos de heroísmo y sacrificio.
Es
común en personas de poder, mandar a otros a enfrentar las situaciones
peligrosas o comprometidas, retrayéndose ellos a la retaguardia, lejos del verdadero
peligro y mostrándose corajudos en la seguridad de su posición de jefe.
Es
por esta situación, de rodearse de anillos de seguridad, que un líder verá muy
poca acción al momento de enfrentar una situación difícil o peligrosa, se le
protege porque es el que dirige y ordena, y perderlo, sería equivalente a una
derrota, pero vivir la realidad dentro de estos anillos de seguridad, lejos de
las situaciones críticas, enviando a otros a enfrentar los problemas y
conflictos, puede suceder que la cobardía eche raíces en el alma del líder,
acostumbrarse a que otros hagan el trabajo sucio, a que otros arriesguen sus
vidas ante el peligro, va ablandando la voluntad y el coraje del líder, si es
que lo tuvo en alguna ocasión.
Es
por ello que el liderazgo implica estar al frente de los acontecimientos,
correr los riesgos que sus tropas corren para no perder la perspectiva,
enfrentar al enemigo cuerpo a cuerpo para dar ejemplo y sostener la dignidad y
el valor de la causa que se está decidiendo.
Esconderse
detrás de discursos y arengas es muy fácil, puede convertirse en una notoria
señal de que la cobardía se ha adueñado del líder, la gestualidad del jefe, los
gritos, las amenazas de los puños, los desplantes e insultos son muestras de
una pose cuando no hay presencia efectiva en los frentes que se intentan
contener y dominar.
El
abandono de la calle o de la línea de batalla, el pelear frente a una cámara de
televisión o unos micrófonos es evidencia que se ha perdido el coraje, un
supuesto líder que se la pase amenzanado es en realidad un cobarde.
Tratar
con un cobarde es un asunto delicado ya que se enfrenta a una reprecentación,
una puesta en escena de alguien quien se sabe débil y derrotado pero aparenta
fuerza y resolución, no es extraño que el cobarde “huya hacia adelante”, ordene
más represión y violencia en el último momento, es peligroso pues es
impredecible, la desesperación es mala concejera.
Uno
de los escenarios más comunes en situaciones de cobardía son los ataques de
pánico y pueden ser espontáneos o situacionales, son de poca duración pero
pueden afectar de manera definitiva de decisiones importantes, de vida y
muerte, estos picos de ansiedad son comunes en situaciones de suicidio y
masacres.
Preso
de la depresión y la histeria de que nada le sale bien, de que lo que recibe
son derrotas tras derrotas, burlas y descalificaciones, un cobarde puede
convertirse en asunto de peligro para quienes quieran sobrevivirlo, el caso más
famoso de la historia y quizás el más estudiado, haya sido el de Adolfo Hitler,
durante la caída de Berlín.
Un
cobarde atrapado lo primero que hace es desvirtuar la realidad de una derrota
inminente, todas las noticias malas, las críticas, las perdidas y errores
estratégicos son convertidas en triunfos y avances de la causa, depositan la
culpa de malas decisiones sobre otros, apartan de sí toda responsabilidad, se
inventan escenarios fantasiosos y se refugian en el pasado glorioso.
Un
cobarde atrapado se aísla, va delegando poder, no como un plan, sino forzado
por las circunstancias, le da pavor presentarse entre un público desconocido,
por saber que no ha cumplido sus ofrecimientos, que no estuvo a la altura del
cargo, quienes confiaron en su palabra y protestan su incumplimiento los toma
como unos malagradecidos, es muy difícil que acepte su fracaso.
El
cobarde trata hasta el último momento en parecer valiente, quiere dejar la
impronta de que sacrificó toda su fuerza y pensamiento en hacer posible un
proyecto que nunca tuvo el coraje de revisar, criticar, modificar aún sabiendo
que estaba equivocado.
Nada
peor puede sucederle a unas fuerzas armadas que tener entre sus líderes a
cobardes, que se esconden detrás de los uniformes, banderas, autoridad, que no
les importa usar sus armas para reprimir a su propio pueblo cuando clama por
alimentos y medicinas, que se dan gusto explotando sus miserias y comerciando
con sus carencias, que hacen de la carrera militar un negocio, todo esto y más
ha ocurrido con el chavismo, quienes privatizaron a nuestras FFAA para que les
sirvieran de capataces, explotando al país como si fuera de su propiedad.
Todas
estas características y tendencias definen al chavismo como fuerza política y
como patología, un movimiento que nace de traiciones, de golpes de estado, de
violación de juramentos, de personalidades fracasadas, de insuficiencias
morales solo conducen a su propia destrucción.
El
legado de Chávez es el legado de un cobarde que actuaba a mampuesto y sobre
seguro, jamás arriesgó nada, siempre dejó a sus compañeros en la estacada, se
montaba sobre sus derrotas para hacerse él el único portador de la verdad; su
prédica revolucionaria siempre involucraba a la masa, a la comuna y a la tropa,
entidades colectivas donde se diluían las voluntades, cuando algo salía bien,
era gracias a su conducción, cuando salían mal era porque no le hicieron caso, Chávez
tenía por costumbre solo rendir honores y reconocimientos a quienes morían,
porque ya no le hacían sombra.
Ningún
hombre valiente se regodea en el culto a su personalidad, y evita la publicidad
de sus éxitos, el cobarde se revuelca en la adoración pública, se engrandece
más allá de lo humano para confundirse con los dioses, dice de sí mentiras,
exagera su leyenda, se presenta como héroe de causas inexistentes, aparece como
lo que no es.
Maduro
es peor, es el cobarde oportunista, el truculento estafador que roba
identidades, el trabajo de otros, la nacionalidad de otro, se hace pasar como
hijo de otro, como candidato del otro. Se dice obrero y tiene a los obreros
pasando hambre, cerrándole las empresas para dejarlos sin trabajo,
castigándolos con sueldos de miseria.
Los
chavistas son tan cobardes que recurren a tribunales vendidos, para que emita
sentencias prohibiéndole a la gente, que pronuncie el nombre del responsable de
la crisis alimentaria en el país, un general desvergonzado que se oculta tras
la toga de los jueces, violando la mayor parte de las garantías
constitucionales sobre libertad de expresión, sobre el control social que
debemos ejercer sobre las gestiones de los funcionarios, este acto de
ocultamiento ilegal hace difícil seguir sus actuaciones diabólicas de utilizar
la comida como arma política, en contra del pueblo libre y soberano de
Venezuela.
El
chavismo es la encarnación política de una de las peores taras de nuestra
personalidad colectiva, de ese acomodo cobarde e indigno que caracteriza a
ciertos venezolanos, del oportunista, de quien no sabe qué hacer con su
libertad y que por unas monedas está dispuesto a venderse al mejor postor.
El
PSUV, ese partido político y sus líderes pasarán a la historia como un club de
miserables, y debe contar con todo el repudio de quienes hemos sido testigos de
su indolencia y maldad en su labor de destrucción del país. – saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario