Cuando escucho y veo programas de opinión los expertos y analistas de nuestra situación política siempre se van por lo obvio, la amenaza de Venezuela para los países vecinos y lejanos, consiste en la emigración forzada de sus nacionales en número preocupante, la crisis humanitaria que pudiera desatarse y la necesidad de invertir en ayuda de todo tipo para sostener a su población en sus carencias básicas, el problema de los atrasos de pago de la deuda internacional, incluso de un “default” que siempre trae problemas a bancos, inversionistas y sectores productivos, la suspensión de sus compromisos internacionales sobre todo en el envío de petróleo que es un bien estratégico para muchos países involucrados en este drama.
Pero
no mencionan lo fundamental y es el pésimo tratamiento que la comunidad
Latinoaméricana le ha dado al asunto, al punto de salírseles de las manos,
porque el problema es político y muy delicado, tal como se encuentra el país,
en manos del crimen organizado y de factores fundamentalista de la izquierda,
con las FFAA involucradas hasta el tuétano sosteniendo un gobierno fallido, con
el historial intervencionista del chavismo en todo el continente, un
intervencionismo corrosivo y maligno, al punto de poner a las más sólidas
democracias del área en entredicho, con problemas graves de corrupción y
juicios contra sus principales políticos.
Es
claro que ningún país puede explicar su origen, historia, ideas, desarrollo, cultura
sin tomar en cuenta las comunidades dentro de las que viven y obran, en
palabras del historiador Británico Arnold J. Toynbee: “Ninguna Nación o Estado Nacional puede presentar, aisladamente, una
historia que se explique por si misma… la unidad inteligible no es ni un Estado
Nacional ni (en el otro extremo de la escala) la humanidad como un todo, sino
cierta comunidad humana que hemos llamado una sociedad.”
Y
nuestra sociedad corresponde a un continente Americano que desde hace siglos
busca lograr términos de convivencia, eso no significa que no nos influenciemos
unos a otros, que nuestros actos y modos de vida no repercutan en la comunidad,
significa que mientras no nos pongamos de acuerdo sobre ciertos arreglos
mínimos que permita relacionarnos en paz, con respeto y con un mínimo de
colaboración, las fiestas que da el vecino no dejará dormir al del al lado, que
el éxito económico de uno no afectará de manera negativa al de arriba, o que el
mal gobierno del vecino de abajo no perturbará la tranquilidad de los demás.
Estamos
condenados a estar en continua relación, influenciándonos, dependiendo,
visitando, en conflicto o comerciando con el otro, nuestras poblaciones van y
vienen, nuestras fronteras son porosas, el intercambio es intenso, el peso de
algunas decisiones enormes en la comunidad, una comunidad tan diversa, en
lenguajes y sistemas de vida como son los que hoy existen entre Norteamérica,
Centroamérica, El Caribe, América del Sur.
El
caso Venezuela es patético, para decir lo menos, debido principalmente en que
se hace patente la imposibilidad de tomar medidas correctivas que apuntan a lo
más importante, la seguridad de la estabilidad política del continente, y esto
es así, no porque no existan los mecanismos y las instituciones apropiadas, las
tenemos, pero son inoperantes, no funcionan para lo que es vital para la
comunidad, están dominadas por otros tipos de intereses, principalmente
políticos entre ellos, el dominio colonialista de ciertas ideologías y sus
centros de poder sobre algunos gobiernos del área, pero también el temor de la
actuación de algunos miembros de aparecer como intervencionista y colonialista,
lo que nos ubica en una paradoja que no ha sido resuelta, no tenemos vocación
para la convivencia, lo cual es grave.
Este
miedo a actuar, a poner correctivos en escenarios potencialmente peligrosos
para la convivencia social y la estabilidad política, debido a que no tenemos
claro ni la amenaza ni el ámbito de acción que pudieran tener algunas
situaciones, tomemos por ejemplo la institución militar.
Las
Fuerzas Armadas de muchos de nuestros países están en proceso de maduración y
adaptación a las exigencias democráticas y de seguridad del continente, muchas
de ellas vienen de aventuras golpistas, de participar en guerras civiles, en
conflictos con la insurgencia, en choques armados por problemas fronterizos, en
la lucha contra problemas tan delicados como el narcotráfico, el contrabando y
el tráfico humano que afectan de manera directa la integridad de cada Nación
Estado.
Cuando
un país de la comunidad le da beligerancia política a sus Fuerzas Armadas,
cuando la hace un factor de decisión político en los asuntos de estado y la
utiliza como fuerza de ocupación en su propio territorio y en contra de la
población, aún en contra de la letra constitucional, está introduciendo un
elemento perturbador en la formula de estabilidad institucional, no vale aquí
el argumento de la libre determinación e independencia soberana del Estado
Nación, ya que está modificando la naturaleza de esa forma política y poniendo
a unos políticos armados, a conducir asuntos importantes de esa nación.
Todos
los países de América tienen sus fuerzas armadas, todos saben del riesgo de
entregarle las armas de la República a esa institución y de darles el monopolio
de la violencia, si hay algo que está suficientemente reglamentado es la
función de las FFAA en la vida de las naciones, precisamente por lo que pudiera
pasar si esta institución decide actuar con independencia y con su propia
agenda.
No
solo es un muy mal ejemplo sino que representa una amenaza importante para la
paz de las naciones pues el episodio, al ser permitido o por lo menos dejarlo
ser, puede interpretarse como una forma de actuación válida y con posibilidad
de ser repetida, rompiendo de esta manera el equilibrio entre la sociedad civil
y el estamento militar.
Si
Venezuela lo hizo y nadie protestó o reclamó la situación irregular, si no hay
ningún tipo de castigo o se permite la impunidad cuando se cometen estas
violaciones en contra de los pueblos, puede replicarse como política de algunos
partidos y líderes regionales, y al tener a los militares haciendo política ya
sabemos lo que sucede en términos de la carrera armamentista, resolución de
conflictos, negociación de pactos, intercambios comerciales, el asunto no se
restringe a un problema de mentalidad y método, también coliden fueros,
autoridades e intereses.
Todos
los políticos de las naciones americanas se saben protegidos por derechos
básicos de expresión del pensamiento, reconocidas sus investiduras, sus actuaciones
internacionales como veedores, como partes de organismo multilaterales, es
absolutamente inaceptable que un país miembro de la comunidad empiece, por
posiciones ideológicas a insultar y perseguir representantes, a prohibir sus
actuaciones ordenadas por pactos y convenios internacionales.
Muchos
de los presidentes de países que hoy ejercen el poder, saben que mañana estarán
en la oposición y quisieran, si se presentare el nefasto hecho, que un grupo
extremista se convirtiera en gobierno en sus propios países, contar con la
protección internacional y no terminar sus días como un preso político por el
solo hecho de pensar diferente; las personas, sobre todo los políticos, olvidan
que sus mandatos son por tiempo limitado y que la diosa fortuna pudiera
repartir unas malas cartas.
Mientras
la comunidad de naciones de América permita que gobiernos como el de Nicolás
Maduro actúen con impunidad y violando los preceptos fundamentales de
convivencia internacional, nadie está a salvo en esta casa llamada América, ni
siquiera los EEUU. - saulgodoy@gmail.com
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