El
año pasado apareció un trabajo del futurista Thomas Frey,
director ejecutivo del DaVinci Institute, uno de los visionarios preferidos por
Google y autor de Communicating
with the Future (Da
Vinci Institute). Frey afirma en su trabajo que: “Para el año 2030, más de 2.000 millones de trabajos habrán desaparecido”.
Y dentro de la larga lista de trabajos nuevos que pronostica
para el futuro, hay toda una clase de oficios que llamaron mi atención
principalmente porque en Venezuela los vamos a necesitar ya, para poder
construir nuestro futuro inmediato.
Dentro
de ese grupo hay uno que Frey describe como los Desmanteladores. Se trata de profesionales que desmontan instituciones,
industrias, negocios, áreas completas de actividad que la sociedad ya no
necesita, pero lo hacen de una manera tal, que no se siente el impacto de su
desaparición, ni en los índices de empleo, ni en el ambiente económico, ni
siquiera en lo referente al paisaje urbano.
No sólo se trata de abrir nuevos caminos, sino de cerrar los
antiguos, es decir, ser capaz de hacer decrecer las viejas industrias sin
causar estragos en la sociedad.
Cuando digo que vamos a necesitar a los desmantaleadores ya,
creo que el país se enfrenta a un proceso de reconstrucción de novedosas
características, no somos un país abrumado por los resultados de una
post-guerra, afortunadamente disponemos de la mayor parte de nuestra infraestructura
intacta, en mal estado por falta de mantenimiento, pero todavía está allí;
No solo contamos con vías de comunicación, sistemas de riego,
infraestructuras importantes sino también con industrias, entre ellas
instalaciones petroleras, muchas de ellas obsoletas, plantas termoeléctricas,
universidades, puertos y aeropuertos, silos, depósitos, factorías de diversa
índole, bases militares, etc., todavía funcionales pero haciendo la actividad
incómoda, poco productiva y segura, inadecuada a los nuevos tiempos con lo que
quiero decir, que son instalaciones que ya pasaron su fecha de expiración y
deben ser cambiadas.
Por casi dos décadas el país ha estado congelado en el tiempo,
no se han hecho las inversiones necesarias para estar al día en tecnología y
servicios, por lo que nuestro país experimenta un serio retraso en su
infraestructura que a su vez le pone un importante freno a su desarrollo, y
tratar de avanzar con esa pila de ruina jurásica a nuestras espaldas, va a ser
mas difícil y costoso que salir de ella y reemplazarla por infraestructura
nueva y funcional.
Yo soy de los que piensa que lo que no sirve hay que salir de
ello, no acumularlo, pues nos crearía nuevos y más graves problemas.
De modo que lo que vislumbro para Venezuela, son unos cuantos
años de desarrollo intensivo de nueva infraestructura lo que necesariamente
conlleva a un esfuerzo gigantesco de planificación no centralizada, concentrado
en seis o siete eco regiones que tengan una cierta uniformidad topológica.
Esas unidades o eco regiones deben conformar un todo productivo
que nos permita como país disponer de una cadena de parques industriales y agro
productivos, enlazados por un sistema de transporte y comunicaciones que a su
vez conecten nuestras principales ciudades y nos conviertan en un nodo
productivo y de transmisión del comercio regional, y encajado en el sistema
mundial productivo, conectados en red.
Esa es la manera como están surgiendo los nuevos polos de
desarrollo mundial, en Asia, Europa y Norteamérica. Sería muy tonto de nuestra
parte no ser parte de esa tendencia hacia el futuro de la productividad y del
comercio internacional y para ello debemos acoplarnos a los estándares, normas
y funcionalidad que ese tipo de comercio exige.
Frey da ciertas pistas sobre este asunto en su investigación y
es por ello que me llamó la atención hacia esta nueva profesión, la de los
desmanteladores y les diré por qué.
Hasta hace muy poco los desmanteladores tenían una muy mala
fama. Se trataba de de expertos en finanzas corporativas que llegaban a un
lugar, hacían un estudio financiero de las instalaciones veían aquello que era
rescatable para venderlo o anexarlo a otras industrias que pudieran
necesitarlo, el resto, simplemente lo trataban como chatarra, el asunto era que
no tenían ninguna consideración por la economía local, su impacto sobre los
trabajadores o el vacío que se creaba en el sector al eliminar una industria,
todo se centraba en una operación financiera donde se perdiera lo mínimo.
Pero con la guerra de Irak y la invasión a Kuwait la
reconstrucción de las economías de países afectados por eventos catastróficos
como una guerra, se convirtió en un gran negocio y el rol de los
desmanteladores tomó un nuevo giro. Como partes de un gran esfuerzo por hacer
una economía de nuevo productiva, ya había que tomar en cuenta los efectos en
la sociedad de la perdida de una industria u actividad, en el caso de la
reconstrucción de un país, de la puesta al día de su infraestructura
productiva.
Esta nueva visión implicaba, entre otras muchas consideraciones,
no dejar a la masa trabajadora desempleada pues se crearía un problema aguas
abajo, por lo que se optó en someterla a un proceso de reeducación, entrenarla
para que participara en la construcción y puesta al día de las nuevas
instalaciones, lo que implicaba reentrenar a cierto personal en nuevas tecnologías
para la cual no todos son aptos, y los que quedaban fuera del juego, asignarles
otras actividades que estuvieran a su nivel y capacidad.
Igual que sus antecesores tenían que lidiar con la chatarra, los
espacios contaminados, las ruinas que quedaban, con los nuevos servicios que
iban a ser requeridos y en este sentido pienso en varias de la industrias
básicas del sur de nuestro país que debe ser sometidas a este proceso bien por
el estado, o por empresas privadas.
Los procesos de desmantelamiento son actividades de una alta
ocupación laboral, en el caso de la sustitución de secciones completas de una
refinería petrolera se necesita que los diseños, materiales y construcción de
algunos elementos estén listos con antelación, no es extraño que sea con años
de anticipación.
Algunas de estas industrias tendrían simplemente que desaparecer
pues serían inviables en los actuales momentos, y los desmanteladores tendrían
que tener opciones realistas a la mano para no dejar un vacío que pudiera
afectar de manera negativa a la economía local o a la cadena de suministros del
país, de allí la importancia de trabajar dentro de un sistema de planificación
globalizado, pensando siempre en el destino final de los productos o servicios
que se van a elaborar, que las más de las veces, van a ser parte de unos
componentes que se van a ensamblar en otros países.
En su artículo Frey escribe sobre otro tipo de desmanteladores,
los encargados de hacer desparecer los sistemas que hacen operar secciones
claves del estado o de empresas privadas que prestan dichos servicios y aunque
no los menciona a todos, enumera los que en su opinión son los más importantes,
incluyen desmanteladores del sistema penitenciario, de universidades, de
aduanas (puertos y aeropuertos), hospitales y sistemas de salud, sistemas de
seguridad, de recaudación de impuestos.
Bajo la premisa de que todo lo nuevo necesita que lo viejo
desaparezca sin crear zozobra en la sociedad, Frey apunta a expertos que puedan
hacer de parteros de nuevos sistemas aprovechando al máximo algunos componentes
del anterior como personal, misión, procedimientos, entorno, público, etc.,
proporcionando nuevas instalaciones y herramientas que hagan el trabajo mucho
más eficiente, rápido y seguro, muchas veces simultáneamente con su desmontaje,
cuando las operaciones no pueden darse el lujo de detenerse.
Venezuela ya debería estar preparándose para contar con su
propio equipo de desmanteladores, un recurso humano que no se hace de la noche
a la mañana. - saulgodoy@gmail.com
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