La
tesis que sostiene F. Sánchez Dragó en su extraordinario libro, Gárgoris y Habidis, (1985) que la
organización de asesinos profesionales fundada por Hasán-ibn Sabbah, el
legendario Viejo de la Montaña, allá por los finales del siglo XI y dirigida
por el místico desde su fortaleza de Alamud, era parte de una organización y de un plan mayor
para dominar el mundo de occitana, y que le rendía a los Templarios y aún a los
Cátaros, algunos servicios para eliminar contrincantes, no es del todo
descabellada.
El asesinato por acuchillamiento del güelfo
Conrado de Monferrat puso en entredicho el esfuerzo del Papa por la conquista
del Levante, de igual manera reporta Sánchez Dragó de una cartelización de los
intereses de Saladino y Ricardo Corazón de León, con la complicidad del rey
Raimundo V, protector tolosano de los Cátaros, para repartirse los lugares
santos, utilizaron de estos servicios para hacer llegar su mensaje tan lejos
como a la corte de Luis IX de Francia, quien tuvo que recibir a tres asesinos de
aquel sindicato que cobraban tributos y que pasaron por París luego de visitar
al emperador de Alemania, al rey de Hungría y al Sultán de Babilonia, a todos
los “bajaron de la mula” con altas contribuciones para seguir con el privilegio
de continuar respirando.
Los
asesinos del Hashish eran unos consumados artistas del sigilo y el escapismo
que podían aparecer en los lugares más vigilados y dejar bajo la almohada de la
víctima, mientras éste dormía, una hogaza de pan caliente sin que este se
percatara de la maniobra, como mensaje de lo que podría ocurrirle si no accedía
a sus peticiones bien por dinero o por decisiones políticas, los que se
resistían, invariablemente perdían la cabeza despertando sólo, cuando ya era
muy tarde.
Se
trataba de un grupo muy a lo Ninja,
dispuestos a morir por la causa y de una eficacia probada en los palacios más
inexpugnables, lo particular de estos asesinos es que sus víctimas, todas, eran
jefes de gobierno, gente de sangre azul.
El
investigador y orientalista Bernard Lewis en su obra, El Descubrimiento de Europa por parte de los Musulmanes, (1982), cuando
se pregunta que otros lenguajes aprendieron los musulmanes, cita al cronista
germano de las cruzadas Arnold de Lübeck, citando a su vez a un enviado germano
a los dominios de Siria y Palestina en 1175 e informando acerca de los
misteriosos Assassins, quienes eran
entrenados desde muy jóvenes en las artes negras de los asesinatos y entre otras
cosas decía: “Eran educados en varias
lenguas, como el latín, el griego, el romano, el sarraceno y otras muchas”.
Efectivamente,
esta cofradía se diluía fácilmente en las cortes, bien como empleados,
invitados u oficiales cercanos al poder, se mimetizaban con su entorno para no levantar
sospechas, eran “sembrados” con suficiente tiempo para habituarlos a las
rutinas, pasajes, movimientos y eventos y cuando llegara el momento, poder
actuar sin levantar sospechas ni ser capturados.
Cuando
el Viejo de la Montaña decidió darle curso a su maquinaria de muerte y
extorción a distancia, no estaba al tanto que había dado inicio al fenómeno del
terrorismo, por lo menos en una de sus fases que era la de los asesinatos
selectivos de funcionarios de gobierno, y la historia negra empieza con el
Visir del Sultán Turco, Nizan Al-Mulk, que según la historia narrada por Von
Hammer había sido amigo de Ibn Sabbah y
parte de la leyenda que rodea la vida del poeta Omar Khayyam.
En
1094, Hassan mandó a asesinar al visir Al-Afdal en El Cairo, muerte esta que
fue bienvenida por el Califa quien estaba harto de su dominante subalterno, y
le ofrece a Hassan un pacto de convivencia que en principio acepta pero muy
pronto la desconfianza y las intrigas descomponen.
Las
operaciones de asesinato o sicariato se expandieron a Siria donde mataron al
emir de Homs, Janah Al-Daulah, mientras rezaba en la mezquita, eso fue en 1103,
en 1106 en la ciudad de Afamiya se produjo el primer encuentro entre cruzados y
los asesinos ismaelitas, estos últimos había asesinado al regente y se habían
apoderado de la ciudad, pero Tancredo, uno de los generales francos retomó el
sitio, hizo presos a los asesinos y sorpresivamente, permitió que Hassan pagara
el rescate por sus hombres y los liberó.
En
mayo de 1194 muere de avanzada edad Hassan y su legado pasa a uno de sus
generales designado por él, ya para esa época se presume la existencia de un
pacto entre el rey Ricardo Corazón de León y Hassan quien fue el primer
beneficiado de la muerte que referimos de Conrado de Monferrat, ya que
apresuradamente, éste casa a la viuda de Monferrat con uno de sus protegidos y
se convierte en rey de Jerusalén, fue a partir de este momento que el nombre de
los asesinos se hace de uso común entre los documentos de la Tercera Cruzada.
Colin
Wilson, en su apretada historia de Los
Asesinos, (1976), nos narra el siguiente episodio ocurrido en plena corte
de Saladino, Sultán de Egipto, éste había enviado a Hassan un mensaje
amenazándolo con tomar Alamud a la fuerza si seguían sus asesinatos, el Viejo
de la Montaña envió a su vez un mensajero con una respuesta que debía
entregarse en privado, Saladino ordenó registrar minuciosamente al mensajero y
antes de retirar a la asamblea ordenó que dos de sus guardias personales se
quedaran con él protegiéndolo.
“Entonces el mensajero se volvió
hacia los guardias y les preguntó- ¿Si os ordenara en nombre de mi señor que
matarais al Sultán, lo haríais?- Los soldados afirmaron con la cabeza al tiempo
que desenvainaron las espadas. Después
de exponer el punto crucial de la entrevista, el mensajero saludó
respetuosamente al Sultán y abandonó salón el llevándose consigo a los dos
servidores que habían demostrado su lealtad al Viejo de la Montaña.”
Saladino
jamás volvió a importunar a Hassan con sus exigencias y lo dejó operar en paz.
El
efecto de la actividad de Hassan sobre las cortes de su época era la
desconfianza más absoluta sobre los círculos allegados al poder, se perdió la
confianza en la convivencia.
Y fue
justamente en ese caldo de cultivo donde nacieron las sectas secretas que
impactarían a Europa para el resto de su historia y que todavía sobreviven en
las más altas esferas del poder.
Sánchez
Dragó expone su tesis que la leyenda de los caballeros de la mesa redonda, la
historia de Lancelot, del Santo Grial, la aparición de los caballeros
templarios, los Cátaros y hasta los mismos masones y rosacruces tienen su
génesis en este revolcón de culturas que significó las Guerras Santas, santas
para ambos contendores, moros y cristianos, enfrentados en arrebatos
momentáneos de cólera pero unidos en la búsqueda espiritual de la verdad
divina.
Gnósticos
y sufíes, brujos y alquimistas, magos y asesinos se confundían en corrientes
subterráneas que muchas veces se tocaban y confluían, nos dice Sanchez Dragó: “Ningún historiador decente se atreve ya a
maltratar la hipótesis, en realidad muy antigua, de que los templarios y los
hashishin abrevaban en un hontanar común… Todavía menos cabe discutir la
evidencia de que las ordenes de caballería se calcaron sobre la falsilla de los
ribat musulmanes (de dónde rábida) o monasterios fortificados en los que una
gavilla de hombres de honor se las arreglaba para practicar simultáneamente la
mística y el ejercicio de las armas.”
Y el
gran cultor del conocimiento ocultista Julius Evola remata diciendo: “Los cruzados terminaron por enfrentarse a
su propio facsímil, es decir, a presuntos enemigos que en realidad encarnaban
la misma ética, las mismas costumbres caballerescas y los mismos ideales. Ambos
ejércitos, además, estaban recorridos y animados por idénticas arterias
iniciáticas. Vivo espejo del Temple eran en ese sentido los ismaelitas, que
también se consideraban defensores de los Santos Lugares (en el doble
significado exotérico y esotérico de la expresión) y se organizaban en dos
jerarquías paralelas, secreta la una y oficial la otra.” - saulgodoy@gmail.com
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