¿Puede
la sociedad ser dirigida? Marcarle pautas, planificarla y llevarlas hacia
objetivos diseñados como pretenden algunos políticos y científicos sociales, en
pocas palabras ¿Puede la sociedad como un todo ser intervenida de manera que
responda a ciertas directrices? o se trata de un organismo con vida propia,
autónoma, reacia a cualquier imposición de sus líderes y conductores, imposible
de manipular dado sus múltiples y muchas veces contradictorios elementos, es
una discusión tan vieja como la misma civilización.
Tanto
Sócrates como Platón creían que la sociedad podía ser organizada por medio de
la razón con el fin de evitar confrontaciones, guerras, injusticias, ellos
creían que educando a los ciudadanos en el Bien, era posible minimizar los
vicios y las desgracias propios de los egoísmos humanos, para ello, Platón
construyó su estado ideal donde los que gobernaban eran filósofos y la sociedad
estaba rigurosamente estratificada en comerciantes, artesanos, agricultores,
guardianes y jefes, esto aseguraba un orden.
A
medida que se adelantaba el conocimiento de las ciencias naturales, que se
comprendía mejor como trabajaba el mundo, se descubrían sus leyes, muchos
pensadores creyeron que lo mismo debería suceder con la sociedad humana, no
éramos indiferentes a un orden universal, y como seres vivos estábamos sujetos
a los condicionamientos físicos de la existencia, pero no era tan sencillo, los
individuos eran impredecibles en sus comportamientos, las masas parecían actuar
de manera errática, sin dirección aparente y sujetas a ideas, sentimientos y
necesidades del momento.
Los
estados variaban notablemente en sus alianzas e intereses, los políticos
cambiaban de opinión con cada golpe de viento, los gremios, organizaciones e
instituciones tenían que ajustarse a las condiciones que las afectaban, en gran
medida incontrolables, como condiciones climáticas, existencia de productos en
los mercados, si había paz o guerra, o la ausencia o no de epidemias.
Mientras
la física, la biología, la química entre otras ciencias, descubrían los
mecanismos que regían sus funcionamientos y explicaban sus principios, la
sociedad se hacía cada vez más errática, incomprensible, menos controlable y
por lo tanto era imposible predecirla en su comportamiento, las turbas
callejeras alzaban en sus hombros a unos dirigentes tenidos como sabios, para
al poco tiempo llevarlos a la picota para cortarles la cabeza, un país podía
gozar de prosperidad y éxito económico y a la vuelta de unos años convertirse
en un yermo o en botín de pueblos bárbaros, en un momento dado los generales de
diferentes ejércitos firmaban pactos de cooperación y defensa, para a la vuelta
de ciertos eventos, enfrentarse a muerte en los campos de batalla.
Fue
Augusto Comte, el padre de la Sociología, un positivista a ultranza quien
escribió allá por el año de 1830 su Curso
de Filosofía Positiva con el que pretendía liberar el conocimiento sobre la
sociedad de sus ataduras religiosas y metafísicas, convertirla en ciencia, es
decir, someter al estudio objetivo las leyes fundamentales que atañen a los
fenómenos sociales.
Dice Teodore Adorno, cabeza de la Escuela de
Fráncfort sobre lo que intentaba Comte: “Este
vínculo dialéctico del pensamiento con la realidad social se manifiesta, entre
otros aspectos,
en la sustitución
de las categorías estáticas del ser, como criterios ideales de la sociedad, por
categorías del devenir, aun en el período en el cual la sociedad jerárquica y cerrada
del feudalismo
comenzaba a
disolverse. No es ya la ontología, sino la filosofía de la historia la que
ofrece en adelante el fundamento de las construcciones teóricas de la sociedad
ideal.”
La clave de la sociología a partir de Comte era
situarse dentro de la filosofía de la historia, del devenir, del progreso, la
dirección de una sociedad viene dada por su determinación histórica, esto
obliga a respetar ciertas reglas como lo eran la observación pura de los
fenómenos sociales, la utilización del método comparativo, no juzgar los
eventos sino detallarlos tratando de construir una teoría y una praxis, para
ello era necesario mantener una distancia con los hechos a observar, no
inmiscuirse en la cotidianidad, en el movimiento político que acompañan los eventos,
tratar de descomponer sus elementos fundamentales.
Comte decía algo muy importante, la sociedad debe
desarrollarse siempre antes que se puedan formular las reglas generales, en
otras palabras, para la sociología es importante estudiar a posteriori los
hechos sociales, con lo que mal podría un estudioso del comportamiento social
tratar de intervenir, provocar o simplemente predecir un hecho social desde una
posición adelantada, por lo que para Comte, no era posible a la política
afectar de manera significativa las leyes naturales del desarrollo humano, al
contrario, la política era un resultado de estas fuerzas sociales, muchas de
ellas subterráneas.
Para Marx, que no era precisamente un sociólogo,
pero que clarificó el papel de las clases sociales y el rol de la economía en
el desarrollo de las sociedades, lo veía todo desde la perspectiva de la
acción, teniendo a la historia como escenario y condicionante del devenir
social, creyó descubrir ciertas leyes que hacían necesario la intervención del
proletariado para llevar a cabo un destino manifiesto que era el comunismo, fue
de los primeros en propiciar las intervenciones sociales por medio de las
revoluciones obreras.
Pero viene la modernidad y nuevos sociólogos hacen
su aparición, Max Weber, Emile Durkheim, Vilfredo Pareto todavía en el
horizonte de la sociología clásica, hasta desembocar en Talcott Parsons y su
famoso y monumental trabajo, La
estructura de la acción social (1937), que fue su gran contribución a la
Teoría General, ya tomando en cuenta el desarrollo capitalista en su etapa de
madurez.
Parsons fue el último de los grandes empíricos de
las ciencias sociales, antes de que se produjeran las conmociones de los años
sesenta y principios de los setenta, la Guerra de Vietnam, los revolución del
68 en Francia, los movimientos de derechos civiles, los activismos feministas y
gay, las reacciones anticolonialistas del Tercer Mundo, la caída del muro de
Berlín, eventos y grupos que marcaron la necesidad de un cambio urgente en las
sociedades de occidente ante la conformidad de las que venían de décadas
anteriores.
Esta necesidad de acelerar y darles dirección a
diversas aperturas, desmontajes institucionales, creación de nuevos espacios
políticos, reformas legales y participación de minorías que antes no tenían
figuración, perfilaron el tipo de intervenciones que empezaron a sucederse y a
variar la estructura social, incluso dentro de sus más reacias vigas de soporte
como lo eran el poder político y el económico.
El desarrollo de las tecnologías de informática y de
las comunicaciones, le dio un tremendo impulso a algunos de estos planes de
progreso acelerado, y la aparición de las corrientes del pensamiento
postmodernistas, terminaron de desactivar cualquier resistencia a los cambios
que se avenían y que se hacían globales.
El mundo presenta problemas urgentes donde esperar a
ver qué sucede es un lujo, las instituciones, sobre todo aquellas
organizaciones para el desarrollo, para la paz, para la resolución de
conflictos y el manejo de crisis, no se sientan con los brazos cruzados y
esperan a que las sociedades solucionen ellas mismas sus problemas, intervienen
por necesidades de seguridad, por la interdependencia quie existen entre las
naciones; muchas veces ser actor o víctima de las circunstancias impiden
actuar, buscar soluciones depende más de la acción de terceros y es cuando se
producen las intervenciones que no pocas veces pueden hasta cambiar las
relaciones y el tejido social de un pueblo.
Para la sociología, que afortunadamente pudo
culminar su fase de maduración teórica,
de método, de observación y depuración de sus instrumentos de medición y
análisis, la globalización, los estados de mercado, los problemas de identidad,
significados y conflictos de civilizaciones no son hechos fortuitos y menos aún
sorpresivos, afortunadamente para el mundo, fue una de las pocas disciplinas
que asimilaron estos cambios y pudieron explicarlos, dejaron de ser fenómenos y
se convirtieron en tendencias comprensibles.
El problema en algunas de las intervenciones que se
están dando en la sociedad es que algunas vienen del campo político, pero de
una política atrasada y dogmática y ejecutada por actores que ni tienen
credenciales suficientes, ni el conocimiento necesario para efectuarlas, resultando
en lamentables experimentos sociales con su secuela de traumas y sufrimientos.
En anteriores artículos sobre este mismo tema, he
señalado que Chávez en medio de su gran ignorancia y asistido por una visión
del mundo primitiva y cuartelaría, se atrevió a intervenir a la sociedad
venezolana desmontando sus instituciones y tratando de crear unas nuevas.
Si a Chávez le hubiera dado usted un reloj para que
lo desarmara y lo volviera armar, lo más probable era que se declarara incapaz
de hacerlo por lo complicado del mecanismo, pero se atrevió, sin que le
temblara el pulso, intervenir al todavía más complejo mundo de las relaciones
humanas y formas de organización de la sociedad venezolana, trató de violentar
incluso, las tradiciones históricas de algunas regiones para implantar su fatuo
socialismo arcaico.
El chavismo, al intervenir de la manera como lo hizo
los tejidos más sensibles de nuestra nación como fue su economía y su régimen de
libertades, a fuerza de recetas que venían de otros países, sin importarle las
consecuencias, lo que provocó fue una interrupción del progreso general que llevaba
la sociedad hasta ese momento, fomentó el odio de clases y destruyó la
capacidad productiva del país, con la intención de sustituirla por el plan
socialista revolucionario, que a pesar de la evidencias de que eran fórmulas
fracasadas históricamente, las llevó adelante a todo evento, para terminar con
un país arruinado, dividido y víctima de la violencia, nos separó y luego que
no supo como volver a unir.
Todavía queda pendiente la evaluación y valoración
de estas intervenciones sociales que prácticamente nos ha traído a nuevas
playas en cuanto a las sociedades en que vivimos, en un mundo de nueve
millardos de personas, constreñido por un acelerado consumo de recursos
naturales, con graves problemas ecológicos y de sustentabilidad, con acuciantes
problemas de desigualdad, con una irrupción de ideologías y religiones
enfrentadas, quizás, y sólo quizás, estas intervenciones en las sociedades de
nuestro mundo, sean el remedio necesario si son llevadas a cabo con
inteligencia y respeto por el cuerpo social.
- saulgodoy@gmail.com
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