“Todo lo que tiene un supremo valor en las artes, deben mostrar corazón y también cerebro”- estas fueron palabras del compositor Arnold Schoenberg (1874-1951) quien estuvo asociado a la música más como un matemático, pero que siempre estuvo muy claro que de las artes, la música, era la más cercana a las emociones humanas- “Es sólo esta fuerza creativa del inconsciente la que tiene este poder persuasivo. No hay errores de juicio aquí, porque no hay cálculo. Tiene su impacto; el círculo receptivo será limitado, sólo en aquellos con mentes semejantes”
En 1949 el reconocido compositor norteamericano John
Cage dictó una conferencia titulada “Charla
Sobre la Nada” a la que acudieron una importante representación de artistas
plásticos entre los que estaban Jasper Johns and Robert Rauschenberg, que
pertenecían a la tendencia neo-dadaista, el mundo estaba a punto de dar un giro
de polaridad en cuanto a la producción artística.
Europa estaba destruida por la guerra y los EEUU
emergía victorioso del conflicto, según el historiador del arte Gavin Butt, el
centro artístico del mundo se trasladaba de París a New York y la progresista
urbe estaba más que lista para recibir a los creadores del orbe y mostrarle lo
que estaban haciendo sus artistas nativos.
John Cage era una importante pieza en el paisaje
cultural norteamericano, ya reconocido por sus trabajos de exploración sonora,
utilizaba en sus grabaciones y conciertos instrumentos no tradicionales y sus
pianos eran afinados de maneras distintas para obtener efectos y composiciones
nunca antes logradas.
En la plástica, Europa se encontraba en la última
etapa del cubismo, todavía quedaban retazos del surrealismo en su vertiente del
automatismo que se hicieron populares sobre todo en experimentos literarios, en
la URSS se imponía el realismo social, por medio de un aparato estatal para el
que todo era formalismo y apego a la visión estalinista del arte.
Al otro lado del “charco”, en Norteamérica, se
estaba consolidando el expresionismo abstracto y se estaban dando los primeros
experimentos en el “action painting”, aunque
el grueso de sus artistas estaban en la búsqueda iniciada por Duchamp que
utilizaba piezas hechas, industriales, del arte gráfico, banderas, fotografías, textos y las incorporaban a sus
trabajos en complejos pastiches de arte al instante.
En su conferencia Cage tomaba una posición
diametralmente opuesta a unas declaraciones que hizo el pintor Willem de
Kooning a la crítica neoyorquina donde decía que su meta y deseo era llegar a
ser un gran artista, para Cage estas aspiraciones contradecían los verdaderos
valores del arte, ya que Cage se consideraba un artista sin nada que decir,
sintetizó su idea del silencio como expresión estética en la famosa frase “Yo no tengo nada que decir, y lo estoy
diciendo”.
En 1952 Cage estrena su obra 4’33 que revolucionaría el mundo del arte moderno, reunió una
orquesta completa, el día del estreno ocupó su sitio como conductor, hizo como
si fuera a empezar y por cuatro minutos treinta y tres segundos la orquesta no
produjo sonido alguno, lo único que se escuchaba eran las toses de las
personas, los comentarios en susurros del sorprendido público, los invitados
revolviéndose nerviosos en sus asientos, alguna que otra risa sofocada, algún
aplauso furtivo, solo se escuchaba el sonido ambiente del auditorio lleno de
gente.
Esta ausencia deliberada del autor y los ejecutantes
de la obra, dejaban al desnudo el silencio que en realidad no era tal, por
primera vez la gente cayó en cuenta del sonido que rodea al mundo, del ruido.
Ese mismo año aparece la pintura de Rauschenberg “Pintura Blanca” que no era otra cosa
que un lienzo pintado en blanco sin ninguna marca expresiva, sin ninguna forma
en su trama, era simplemente una superficie donde se daban cita las luces y las
sombras del público dentro de la galería, Cage comentó que era como “un aeropuerto para luces, sombras y
partículas”, no era del todo blanco, había tonalidades y trazos de colores
provenientes del medio ambiente.
Tampoco es descartable la enorme influencia que tuvo
el movimiento existencialista europeo, sobre todo de Sartre quien con su
nihilismo militante impregnaba a la nada de sentido negativo y que con la obra
de Merleau-Ponty, Fenomenología de la
Percepción, impactó la manera de ver la realidad de estos artistas,
encadenada a un discurso, presos en la jaula del lenguaje.
Quedaba expuesto que una vez que alguien compone “silencio”
o pinta “nada”, cuando el artista le niega a la obra su subjetividad y el acto
expresivo, el arte se convierte en algo nuevo, se llena de valores que estaban
allí pero eran ignorados.
Este episodio tuvo otras lecturas, en el caso
específico de Cage, que era un homosexual de closet, principalmente por el
ambiente represivo que trajo la Guerra Fría y el Macartismo de la época, por el
machismo militante involucrado dentro de los pintores expresionistas como Jackson
Pollock, de grandes lienzos, enorme energía y con la actitud patriarcal de las
principales figuras artísticas de la época, ponían a los gay y lesbianas en un
mundo propio y aparte, a muchos de ellos les prestaba aquella actitud zen
budista de negarse a sí mismos, preferían no exponer sus personas al escrutinio
público por temor justamente de sentirse rechazados.
Fue aquel aplanamiento de superficies, colores y
expresiones en el nuevo arte fundamental para comunicar sus angustias y fuerzas
vitales, justamente en la nada y el silencio se veían reflejados, vemos figuras
como la pintora Agnes Martin ocultando su lesbianismo detrás de lienzos
unicolores donde apenas se disciernen unas leves filigranas que hay que buscar
expresamente para encontrarlas.
Lo que impresiona de estos contenidos desarrollados
por la crítica y la historia del arte, entre ellos la versión Queer de los mismos es que detrás de
estas propuestas había pensamiento, cantidades enormes de subjetividad y
propuestas que para el grueso del público pasan inadvertidas, al mismo tiempo
se trataba de movimientos artísticos que le estaban cambiando el significado al
arte, el objeto artístico ya no era importante, la pintura, la escultura o la
partitura, que para varias generaciones eran solamente manifestaciones
materiales del arte dejaron de ser importantes, era la propuesta y la
convicción del artista lo que marcaba la diferencia.
El Arte Contemporáneo fue la oportunidad y el
momento para que aparecieran en la palestra pública tres actores principales de
estos nuevos movimientos, que fueron: el crítico de arte, los curadores de las
exposiciones y el historiador de arte, su papel fue el de explicarle al mundo
de que se trataba toda aquella aparente locura.
Ya para finales de los cincuenta la expresión homoerótica
de los artistas norteamericanos habían encontrado su cauce, una de las grandes
obras de la época fue “Blanco con formas
de yeso”, que era la figura humana hecha con un molde de yeso y tenía
pintado una diana para el tiro al blanco como expresión de la cacería injusta y
bárbara que tenía la sociedad reprimida en contra de los homosexuales, luego
con el arte Pop se dieron múltiples expresiones que pusieron de relieve la
existencia de estas minorías que luchaban por el respeto a sus derechos civiles
de existencia, y entre ellos estaba el arte negro y el feminismo que surgían
indetenibles.
Mucha gente se siente desconcertada ante la
presencia del llamado Arte Contemporáneo, educados y acostumbrados al arte
académico tradicional, a los grandes cánones del arte universal, las propuestas
del arte moderno simplemente los dejan al descampado, no lo entienden, pero
quien se disponga a investigarlo, quien intente apreciarlo, se dará cuenta muy
pronto de la riqueza de sus propuestas.
El siglo XX fue un caldo de cultivo de grandes
artistas que desafiaron las convenciones, fueron producto de una época de
grandes cambios sociales y políticos y su arte no escapó a estas
circunstancias, John Cage fue uno de sus más arriesgados pioneros. -
saulgodoy@gmail.com
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