Cuando
leo, que lo hago todos los días y en múltiples momentos, suelo anotar en una
libreta las ideas que llaman mi atención y sobre las que profundizaré, o
aquellas que pudiera usar para un artículo, o una conferencia; allí referencio
la obra y el autor, para futuras búsquedas; pero la libreta a veces no está
conmigo, leo, no registro el pasaje que me interesó y luego no tengo manera de
volver a él, excepto por lo que memoricé.
Pues
bien, no hace mucho leí de alguien, en algún lado, que gracias a los avances de
la Inteligencia Artificial, muchos científicos, en especial los programadores y
expertos lógicos, que han tenido que recurrir a la lingüística para poner en
comunicación a las máquinas con el usuario normal, se dieron cuenta (y estoy
seguro que esta opinión fue de un filosofo de la ciencia, cuyo nombre se me
escapa), que el ser humano, para estructurar la realidad que confronta o crea
en su día a día con el mundo, utiliza formas que han sido estudiadas,
formuladas y desarrolladas por la Teoría Crítica Literaria; el asunto me
interesó, pero no anoté la fuente.
Esta
idea no es nueva, sobre todo es un tema muy caro para la filosofía llamada
postmodernista, que tiene al lenguaje como un permanente objeto de sus
elucubraciones; lo que me parece extraordinario del asunto es que, en algo tan
vital como la construcción de la realidad por parte del ser humano, los
científicos hayan desembocado en una de las materias quizás más grises y hasta
secundarias de todos los estudios de las humanidades como lo es la Teoría
Crítica Literaria.
Los
científicos cognitivos, sobre todo los que trabajan en laboratorios de
neurofisiología, los que estudian el funcionamiento de nuestro cerebro, los
psicólogos cognitivos, que tratan de develar la naturaleza de nuestra mente,
los matemáticos, lógicos, programadores, lingüistas, los ingenieros de
computación, diseñadores de circuitos, chips, bancos de memoria, unidades de
procesamiento centrales, en línea, los expertos en la teoría del caos, que
estudian justamente cómo funcionan los procesos de toma de decisiones en
situaciones aleatorias, los filósofos del lenguaje, que se esmeran por reducir
la incertidumbre del significado de las palabras… ellos y muchos otros que
están en la línea del frente, batallando por descubrir de qué está hecha
nuestra realidad, por la vía de la construcción de la realidad virtual, han
descubierto, justamente en el campo literario, una buena parte del arsenal que
necesitaban para su trabajo. Como dice el adagio, uno nunca sabe de dónde salta
la liebre.
Jean-
François Lyotard, un filósofo marxista francés, ha desarrollado desde hace ya
varias décadas un campo de estudio que él denomina el de las “narrativas”, que
algo tiene que ver con contar una historia, pero que principalmente trata del
conocimiento, de una manera particular de ver el mundo.
Lyotard,
ya para 1979, cuando publica su obra, La
Condición Postmoderna, decía lo que les acabo de explicar:
El conocimiento científico es un tipo de
discurso. Y es justo decir que por los últimos cuarenta años las ciencias y
tecnologías de punta han tenido que ver con el lenguaje: fonología y teoría
lingüística, problemas de comunicación y cibernética, teoría modernas del
álgebra e informática, el lenguaje de las computadoras, problemas de traducción
e investigación de áreas de compatibilidad de los lenguajes de computadores,
problemas de de almacenamiento de información y bancos de data, telemática y el
perfeccionamiento de terminales inteligentes, paradoxología.
Estas narrativas están presentes en todas las
disciplinas del conocimiento humano, uno las descubre en la misma naturaleza,
en las ciencias, aún en las matemáticas, en la historia, la sociología está
llena de ellas; al igual que la antropología, la filosofía es una gran
narrativa, en la política y en la religión nos encontramos con esas meta-narrativas
que derivan, todas, de algún texto sagrado, doctrinal o constitucional.
Estas narrativas constan de un lenguaje particular,
de un orden o estructura, de una sintaxis, de una lógica que hace que las
partes se integren, fluyan como una relación de hechos y causas que hace que
los microrelatos se enlacen con los grandes relatos; se ha descubierto que el
hombre, desde que se despierta hasta que se acuesta, tiene una visión del mundo
que se ajusta a la forma de una constante narrativa de lo que le sucede en cada
instante, lo que nos acaece adquiere inmediatamente la estructura de un cuento,
con un lenguaje, una dinámica de la acción, la descriptiva, los diálogos, su
desarrollo, los clímax y desenlaces… cuando alguien nos pregunta, le echamos el
cuento; cuando recordamos, traemos a la memoria la narrativa de lo que nos
sucedió.
Ya Sigmund Freud había descubierto la importancia de
estas narrativas para la vida interior del ser humano; se hacía necesario tener
cierto orden en estos relatos para poder tener una vida mental sana, las
palabras y sus combinaciones jugaban un rol estelar en las formas de
comportamiento de las personas, las funciones del lenguaje eran de vital
importancia en el equilibrio de las mentes; en sus obras, la Interpretación de los Sueños, la Psicopatología
de la Vida Cotidiana, El Chiste y su Relación con el Inconsciente, daba por
sentado lo importante de la coherencia del discurso interno, que en el mayor
numero de circunstancias, coincide con el discurso hacia el mundo; de hecho, la
metodología del diván y el dejar que el paciente elabore libremente sobre
hechos de su vida, constituyen la técnica basal del psicoanálisis.
Lacan, posteriormente, y sobre estos aportes de Freud,
elaboró unas aproximaciones sobre algunas contradicciones que se daban en los
discursos de las personas y las disonancias entre significado y significante,
que pudieran apuntar hacia patologías ocultas en los pacientes; decía Lacan: “Una palabra no revela tan simplemente su
sentido. Más bien conduce a otras palabras en una cadena lingüística, así como
un sentido conduce a otro”.
Las palabras, según Lacan, generan significados que
trascienden la comprensión de quienes las usan, al punto de que puede suceder
que lo que uno quiere decir y lo que dicen las palabras no coincide, de allí
que en la vida diaria se sucedan tantos malos entendidos y situaciones
conflictivas.
De igual manera, el discurso diario de una persona
puede ser intervenido por asuntos de carácter moral o de principios, que
afectan la coherencia de la narrativa produciendo distorsiones y hasta
interferencias, afectando el comportamiento y la salud del individuo.
Paul Dolan, profesor de Psicología del
Comportamiento en The London School of Economics and Political Science, y
entrevistado por la revista Edge
(2016), nos relata la siguiente historia:
Fui a cenar con una amiga y pasó toda la
velada quejándose de su trabajo, de su jefe, de sus colegas, de lo difícil que
es llegar a su oficina. Cada detalle de su rutina diaria la hacía miserable.
Entonces, al final de la cena, dijo – Amo mi trabajo. Eso es muy común. Ella trabaja para una organización donde
siempre soñó en ingresar, sus padres estaban orgullosos, sus amigos la envidiaban. ¿Cómo no podía estar feliz cuando pensaba que
era el empleo de su vida? Aunque sus
experiencias, el día a día y cada momento en el trabajo, estaban contando una
historia muy diferente.
El
experto en Inteligencia Artificial, Ben Goertzel, en su valiosa obra, Lógica Caótica (1994), propone la existencia
de cuatro sistemas que nos permiten conocer y manejar nuestra realidad; estos
sistemas son: 1- Un sistema lingüístico, compuesto a su vez de un sistema
sintáctico y uno semántico. 2- Un
sistema de creencias, dividido entre el sistema lingüístico y un sistema auto generador
de “explicaciones” (principalmente por
medio de una extraordinaria capacidad de reconocimiento de patrones). 3- La mente, que trabaja sobre dos autopistas
interconectadas, por un lado, un control de memoria asociativa, y por el otro,
un sistema de control central para los movimientos musculares del cuerpo,
compuesto de múltiples niveles para subrutinas de trabajo con capacidad de
retroalimentación inmediata (con este sistema entramos en contacto con el
mundo). 4- Un nivel de realidad que lo
componen la mente individual, operando en “tiempo real”, y un poderoso sistema
de creencias construido colectivamente, que no es otra cosa que la cultura que
nos rodea y de la que somos parte.
Para
hacer todo este trabajo de construcción, tanto de la realidad como del yo de
cada persona, contamos con 100 billones de neuronas por cada cerebro humano y
una serie de procesos bioquímicos, trabajando sin descanso y en un acto de
coordinación que desafía la imaginación.
Luego
de leer estos trabajos no puedo más que estar de acuerdo con quien apuntó que
no hay nada tan extraño y misterioso como la realidad, que, como bien dejó asentado
nuestro siempre admirado Calderón de la Barca, está hecha, principalmente, de
sueños. - saulgodoy@gmail.com
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