Probablemente
porque fue la ostra donde Nicolás Maduro se cultivó como inactivo chofer de
autobús, fingido líder sindical, vehemente reposero profesional y peor ser
humano, es que tenemos hoy esa perla negra, en uno de los colectivos más
cobardes, criminales y que más daño le ha hecho al país.
Con solamente
detener todo el sistema de transporte subterráneo de Caracas, por una orden
emitida desde la presidencia, cada vez que la oposición libre y democrática del
país va a manifestar su protesta contra este inepto gobierno socialista y
militarista, paraliza la vida cotidiana de millones de personas, a un costo
astronómico en pérdidas patrimoniales para la economía venezolana; no contento
con esto, paralizan de igual manera todo el Sistema Integral de Transporte de
Superficie (SITSSA), de modo que estos mafiosos dejan a la capital del país y
sus principales urbes paralizadas, por lo menos tres días de cada semana, todas
las semanas.
Para aquellos
que me están leyendo y no son venezolanos, imaginen que el sistema de trenes
subterráneos de su ciudad (si los tiene) estuviera en manos de unos terroristas
¿Qué pasaría? Sólo basta ver hacia Caracas para darse cuenta de lo peligroso de
esta situación, y del enorme caos que pudieran desatar sobre el país.
El
resultado: pérdidas millonarias para la nación, incomodidades para el
ciudadano, personas afectadas en el cumplimiento de sus horarios de trabajo y
otros compromisos… estudiantes y profesores llegando tarde, si llegan, a las
escuelas y universidades, empresas y comercios interrumpiendo sus ciclos
productivos, por falta de personal, en medio de una de las peores crisis
económicas de nuestra historia, pacientes y médicos imposibilitados de acudir a
sus citas y tratamientos… todo por una decisión de orden político,
anticonstitucional, ilícita y abusiva, porque estos chavistas que manejan el
sistema del Metro se creen sus dueños y piensan que pueden hacer con él lo que
les venga en gana; estos hombres y mujeres que, supuestamente, trabajan en esta
institución, la utilizan como instrumento de opresión, como un arma en contra
del pueblo.
Negarle
el principal medio de transporte masivo y rápido a una ciudad como Caracas,
para evitar las concentraciones políticas de la oposición, quitarles la
posibilidad de que puedan volver a sus hogares, una vez cumplida su actividad
constitucional y libre de la protesta, convierte al Metro de Caracas y a sus
subsidiarias en un engranaje más de ese mecanismo del terror que tiene montado
el gobierno de Nicolás Maduro, para hacerle daño a los opositores a su mandato,
para emboscarlos cuando deban regresar a pié y cansados, para herirles,
robarlos y darles muerte.
Pero
si se trata de un acto político a favor del gobierno, cuando los poquísimos
seguidores del régimen tienen sus propias marchas y concentraciones, el
servicio de Metro nunca les falla y los autobuses del SITSSA están a la orden
de estos zombis rojos rojitos.
El
contraste es obvio y patente; el oportunismo y la ventaja son tan innegables y
enfermizos que separan, de manera burda, a esa minoría parásita de la gran
mayoría nacional, que pagó y financió esas instalaciones, equipos e
infraestructura, una mayoría que con sus impuestos paga esas nóminas de funcionarios
al servicio de Maduro; es una de las marcas más visibles de la enorme
injusticia social, la discriminación y la perversidad que el chavismo aplica al
país nacional.
El
colectivo El Metro de Caracas, al servicio exclusivo del dictador, es uno de
los más grandes violadores de derechos humanos; no hay día que pase sin que
cometa tropelías contra nuestra constitución y rompa normas básicas de
convivencia social, empezando porque no respeta al usuario, se burla
constantemente de sus clientes, no cumple con los horarios, deja que las
unidades se deterioren, que las estaciones sucumban ante el enorme flujo de
personas que necesitan el servicio, un servicio que, debido a la corrupción
interna, no han logrado aumentar ni mejorar. Sus empleados actúan como una
tribu que se impone sobre el público con sus privilegios.
Es lamentable
ver los grandes estacionamientos llenos de vagones y autobuses del sistema
metro fuera de servicio, siendo canibalizados para conseguir repuestos para las
unidades que, a duras penas, funcionan y prestan servicio.
El
Metro de Caracas y sus filiales se han convertido en el hoyo negro de los
negociados más infames de nuestra historia, en colusión con la empresa de
construcción brasileña Oderbrecht, en una de las transacciones más turbias y
oscuras de la historia en América latina, cuando billones de dólares se
malgastaron en obras fantasmas, en proyectos que se cobraron y no se
ejecutaron, en sobreprecios escandalosos, durante los gobiernos de Chávez y
Maduro, con la notable diferencia de que, mientras en Brasil la justicia sí funciona,
investigando estos hechos y castigando a los culpables, en Venezuela hay un
oprobioso silencio y todo se quiere esconder bajo la alfombra.
El
resultado final ha sido que el país cuenta con una escasa red de transporte
público subterráneo, sumamente costoso y altamente ineficiente.
El
Metro de Caracas es una ruina, han permitido que sus instalaciones decaigan a
un grado tal que se hace muy costoso recuperarlas; no hay cultura del
mantenimiento ni de la planificación, menos aún del aseo y del buen gusto. Las
estaciones se han convertido en antros llenos de rateros y bandas de ladrones,
la inseguridad es patente, cuando cae una lluvia los andenes se inundan con
aguas negras, las escaleras mecánicas no funcionan, la iluminación es escasa,
la suciedad, los mendigos y los animales callejeros pululan sin ningún control,
los autobuses de superficie nunca se ajustan a los horarios, se encuentran en
pésimo estado de funcionamiento, haciendo de algunas rutas un verdadero peligro
para los usuarios.
Gran
cantidad de apagones afectan el sistema, dejando a muchas personas en oscuros
túneles; ha habido problemas con los protocolos de seguridad y puertas
abriéndose con el tren en marcha; También se han incrementado los suicidios,
con gente arrojándose a las vías para terminar con sus sufrimientos, y ha
habido penosos accidentes. Todo indica que se trata de rutas peligrosas, donde
cualquier cosa puede suceder.
Hace
pocas semanas, el gobierno del infame Nicolás anunció, con bombos y platillos,
que le había asignado - eso sí, de manera ilegal, porque se hizo sin someterlo
a la normativa legal vigente - un presupuesto millonario al Metro,
supuestamente para corregir todas estas deficiencias, pero todos sabemos que,
sin una estricta contraloría institucional y social, sin un apropiado
rendimiento de cuentas, sin una administración ajustada a derecho, esto va a
convertirse en otro banquete de pordioseros y perderemos el alma en el proceso…
se trata de otro desfalco anunciado.
El
sindicato de obreros y trabajadores, que actualmente rige los destinos de la
institución, es una verdadera vergüenza, controlado por hampones y violentos,
los que han asumido el control de la organización, sin que mediara ningún
proceso limpio y democrático en su designación; internamente, las cosas se
dirimen entre bandas armadas, violencia y amenazas.
Nos
hemos enterado últimamente de que el Metro posee en sus instalaciones en el
sub-suelo, verdaderas cámaras de torturas, donde encierran a los enemigos del
directorio, al público levantisco y a los indigentes, y le caen a palos y
patadas entre una gavilla de sádicos, en algo que eufemísticamente ellos llaman
“charlas de reeducación de usuarios”. No es de extrañar que en lo profundo de
esas instalaciones se encuentren fosas comunes, cementerios clandestinos donde
entierran a sus víctimas.
Lo
ocurrido hace pocos días, cuando colectivos armados pro-gobierno escoltaron
varios autobuses del Metro a las zonas conflictivas, identificadas con la
oposición política venezolana, en medio del resguardo de la Guardia Nacional, y
allí les prendieron fuego, con toda la intención de crear “un falso positivo”,
para acusar a la oposición de violenta y destruir la propiedad pública; pero el
hecho fue rápidamente desmontado, gracias a la evidencia recabada por el
público y puesta a rodar en las redes sociales… era el mismo gobierno
destruyendo las unidades para culpar a los que protestaban, pero no contento
con estos desmanes, ahora El Metro de Caracas se ha dado a la infausta tarea de
secuestrar periodistas por el simple hecho de estar cubriendo eventos políticos
de la oposición, sus fuerzas de choque los acorralan y los desaparecen, dentro
de las instalaciones bajo la amenaza de entregarlos a los torturadores del
SEBIN, el organismo de inteligencia de la dictadura.
De
ese terrible Metro de Caracas es que viene Nicolás Maduro, que dejó en esta
importante institución su semilla malsana y ésta ha prosperado, y se ha
convertido en un monstruo que hay que intervenir y poner bajo escrutinio. El
Metro de Caracas es un claro ejemplo de lo que el chavismo hace con las
instituciones, las penetra, las politiza, las manipula, las transforma y las
degrada, es una de las razones por las que debemos evitar la constituyente
comunal-militar que Maduro le quiere imponer al país y que el CNE se la está
sirviendo en bandeja de plata.
Es
por ello que me gustaría ver a la AN nombrando una Comisión Especial para
investigar a esta empresa y ponerle coto a sus desmanes. Es muy peligroso que
el Metro siga en manos de esa mafia que lo controla y, más ahora, que le van a
inyectar un presupuesto tan grande, con el que pueden hacer mucho, pero mucho
mal. -
saulgodoy@gmail.com
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