Lo verdaderamente importante no
es vivir, sino vivir bien.
Atribuido
a Sócrates en el Crito, de Platón
Hay
un sector de profesionales de la negociación que han aparecido en el mundo
académico, organismos multilaterales y
de las ONG’s que se ocupan de mantener el orden y la paz en el mundo, que se
han posicionado en el mercado de los conflictos internacionales como no sólo
mediadores y buscadores de soluciones a las diferencias políticas que originan
enfrentamientos armados y revoluciones, sino como verdaderos demiurgos de la
paz, en el sentido que sin el concurso de ellos, las diferencias de opinión
entre partes enfrentadas podrían escalar a una guerra, presumiblemente evitable
por medio del diálogo.
La
fórmula que venden es justamente que todo es negociable, principalmente son
fórmulas de compromisos entre las partes que juegan hasta los límites con la
justicia, el perdón, el honor, la tolerancia… hay una creencia bastante común
que dice, que todo en política es negociable, que los verdaderos políticos (de
raza, le dicen algunos) son los que se sientan con el más vil de los hombres en
la tierra y negocian con el sin vomitar.
Lo
que en realidad logran estos super-negociantes es la suspensión temporal de
hostilidades, suprimen por un tiempo ciertas corrientes de sentimientos, hechos
y significados, para darle la oportunidad a esa sociedad de conseguir un alto
al fuego, para permitir el desarrollo de procesos complejos de compensaciones y
sublimaciones, que permitan la continuidad
de la vida local o nacional en “normalidad”, para aliviar la crisis humanitaria
y las consecuencias económicas negativas producidas por el conflicto, esto, con
la esperanza de que la paz pueda ser duradera y la mayoría lo prefiera, al
retorno del conflicto.
Un
verdadero negociador debe saber con quién, cuando, donde y como sentarse a
dialogar, que hay cosas que no se negocian, que hay oportunidades donde no se
debe negociar, no es una obligación moral, es una herramienta del manejo de los
conflictos
Y la
verdad sea dicha, la mayor parte de los conflictos humanos se trata de fallas
graves de comunicaciones, de la imposibilidad de lograr acuerdos sobre asuntos
que son percibidos con diferentes ópticas y que no pueden ser comunicados con
claridad, y es sobre estos desacuerdos, sobre estas zonas oscuras de los
significados y del intercambio de ideas, de donde surgen las diferencias
irreconciliables (por lo menos hasta que se reconocen los malos entendidos).
Pero
hay otros conflictos, que son los menos pero los más difíciles de resolver que
tratan sobre asuntos de dominio, de poder desnudo, de hegemonía sobre la
sociedad y que no se resuelven en una mesa de negociación, algunos expertos en
negociación me lo han confesado, hay intereses que utilizan la negociación como
arma a favor de sus posiciones, el diálogo es sólo una pieza más del mecanismo
que han desarrollado para el avance de sus pretensiones, en estos casos el
negociador, sin proponérselo, de hace parte del juego del agresor.
Hay
una tendencia en política que se ha venido acentuando desde mediados del siglo
pasado donde el horizonte de la acción política hace de la biología una
síntesis con la economía, es decir, las decisiones de carácter político tienden
a incrementarse por el lado del “bio-poder” tal como lo definió Foucault, el
estado toma el control de los cuerpos humanos sin mas caracterización que una
masa biológica a la que hay que controlar, la población ya no es vista como un
conglomerado de ciudadanos con derechos y deberes que participan en la vida
política de una nación, sino como cuerpos a los que hay que alimentar, atender,
disciplinar y ordenar para ciertas actividades que propicia el estado de
acuerdo a un plan.
Dice
Foucault: “Lo que podemos llamar el nivel
de modernidad, se alcanza cuando la vida de la especie se hace parte de las
estrategias políticas. Por milenios, el
hombre fue considerado como lo hacía Aristóteles: un animal vivo con la
capacidad adicional de tener una existencia política; para el hombre moderno es
un animal, cuya política pone en entredicho su existencia como un ser vivo.”
Esto
quiere decir que la vida del ser humano se ha convertido en objeto de la
política, que nuestra esencia ya no es la de un ser humano libre sujeto de
derechos y deberes como rezan las constituciones, nos convertimos en el barro
con el que los políticos hacen sus creaciones, sus figuritas para que actúen en
la sociedad que ellos diseñan a placer.
La
realidad pública- como dice Hannah Arendt- ha sido degradada por los gustos y
opiniones de personajes siniestros y crueles, para quienes una limpieza ética,
un holocausto, un genocidio como los que ocurrieron en Yugoslavia y Ruanda, son
“necesidades” para hacer realidad proyectos mucho más grandiosos y utópicos,
que una vez concretados serán perfectos y de seguro, salvarán a la humanidad,
dicen ellos.
Agamben
lo recalca en cada uno de sus memorables libros sobre política, la nuda vida,
la vida en su esencia siempre ha sido el objeto de la política, desde tiempo
antiguos, disfrazado este interés por una patina de humanismo, de elevados
principios que ponían al hombre en un pedestal, pero que en el fondo era el
interés por controlar hasta el aire que se respira, para manejarlo como una
marioneta a favor de las distintas ideologías.
El
chavismo en Venezuela es un patético y primitivo ejemplo de lo anteriormente expresado,
es una fuerza política que tiene una imperiosas necesidad de dominio, de
control total sobre la sociedad y sus instituciones, es una forma política
elaborada en Cuba y producto de mezclar experiencias marxistas y militaristas,
tanto europeas como asiáticas (todas ellas fracasadas), con una sed implacable
de poder, riqueza, buena vida, privilegios, honores y pleitesía para sus
dirigentes, que se cubre de un proyecto socialista y de unos principios
humanistas para excusar el expolio y la matanza, pero en realidad es un
programa totalitario de opresión y estado policial, que no puede, ni sabe cómo
jugar en democracia.
El
chavismo es un movimiento político íntimamente asociado al negocio del
narcotráfico, y de acuerdo con las prácticas mundiales, no se negocia con
narcotraficantes, tampoco se negocia con secuestradores y el chavismo tiene
secuestrado al país entero a punta de pistola, menos aún hay que sentarse a
dialogar con el terrorismo, y el chavismo ha dado muestras de su vocación
terrorista y basta ver su comportamiento en contra del pueblo de Venezuela que
protesta y reclama sus derechos legítimos, entonces, ¿Por qué la insistencia en
sentarnos a negociar con Maduro? ¿Vamos a legitimar y a reconocer la
beligerancia del crimen organizado?
Creo
que la gran mayoría de los venezolanos hemos aprendido la lección, ningún
chavista es demócrata, así se vistan de la estatua de la libertad, su
conformación mental, su disposición moral, su ideología, les impide acceder a
la vida democrática, y no es especulación, los hemos visto durante estos 18
años, son totalmente incapaces de actuar con tolerancia, se creen tan
superiores moralmente que no hay manera para que actúen en un plano de igualdad
y puedan razonar con argumentos.
Cualquier
intento de negociación con estas formas de política es inútil, algo que sabe
muy bien Zapatero, el Vaticano y los demás interlocutores por la paz chavista,
el mismo presidente Barack Obama sabía que negociar con estas fuerzas era
imposible, su interés político era pasar sin mayores perturbaciones y al menor
costo posible la página latinoamericana en su gobierno, y prefirió entregarle
Venezuela a los Cubanos para salvar el proceso de paz en Colombia, no nos veía
como seres humanos, sino como cuerpos.
Como
cuerpos nos tienen que ver los negociadores que pretenden sentarnos en una mesa
con estos criminales comunistas, para ellos somos guarismos, una masa biológica
asignada a unos territorios, somos simples números en unas cuentas que sacan
los países que apoyan éste oprobio en la OEA, los que transaron nuestras vidas
y bienestar por unos barriles de petróleo, nos cambian como fichas en un juego
de intereses mundiales, somos refugiados, receptores de ayuda humanitaria,
víctimas fatales que crecen en una columna en rojo sin nombres ni rostros,
somos cifras en las alarmas sanitarias del continente, estadísticas que entran
en las cuentas epidemiológicas y que hay que cuidar no se desborden fuera de
control.
Todas
esas estadísticas rojas de torturados, de presos políticos, de desapariciones, secuestros,
asesinatos, de fosas comunes, de ataques militares contra poblaciones
indefensas, conforman un esquema planificado y reiterativo de inducir terror en
la población para doblegar sus protestas y reclamos, el gobierno de Maduro
tiene al país contra la pared y con un arma en la cabeza, con la sola exigencia
de obediencia sin resistencia, que es lo único que Maduro espera de una
negociación exitosa con su gobierno, no se trata de tranzar un perdón o de una
salvoconducto para que se vayan del país, ni siquiera se trata de elecciones
generales, es solo el poder brutal de hacer con nosotros lo que le venga en
gana.
Lo
que importa para los negociadores es lograr la paz sin importar el precio, el
objetivo es eliminar de la ecuación política el mayor número de resistencias
para que callen los fusiles, y ellos, los negociadores, correr a cobrar sus
premios internacionales por la paz
Las
negociaciones con un régimen como el de Nicolás Maduro tienen un solo
resultado, mantener al régimen en el poder, para ello se comportan como una
mafia, se la pasan ensayando con nosotros experimentos de inducción al terror,
a la violencia, a la sumisión del pueblo a sus gobernantes que actúan como amos
del país, lo malo es que les salimos respondones y creativos, y que en la calle,
estamos aprendiendo a defendernos.
Los
que abogan por negociaciones con el chavismo simplemente saben que van a tener
que ceder hasta nuestra dignidad de humanos, para ellos es más importante la
vida, aunque sea de rodillas, y si les dejamos que dialoguen por nosotros vamos
a terminar transando por una esclavitud “light”, que se reduce a recibir sus
bolsas de comida CLAP, que nos atengamos a sus misiones socialistas para cuidar
de nuestra salud, y que las consejos comunales manejen el resto de nuestras
vidas, incluso con quien vamos a aparearnos.
Los
negociadores “toderos” que no tienen límites en su capacidad de negociación,
que no reconocen contraparte que no se le pueda sacar algo para su beneficio,
aquellos dialogantes que creen poder entablar negociaciones hasta con el mismo
diablo como lo hiso Florentino y salir sin rasguños del encuentro, son como los
apostadores compulsivos, en algún momento la suerte los abandona, o tienen una
mala mano y pierden todo, lo malo es cuando las fichas somos todos nosotros, lo
terrible es que negocien a nuestras espaldas, en secreto y sin agenda conocida.
Y
cuando no hay negociación posible o sentarse a un dialogo improductivo y
tramposo no es lo aconsejable, siempre quedan otras maneras de hacer presión y
de buscarle salida al conflicto y entre ellas se encuentra la violencia, no es
la más civilizada ni la menos dolorosa, pero si es efectiva y no hay que
temerle, simplemente administrarla y utilizarla cuando sea necesario y más
cuando se trata de sobrevivir, viene ahora el régimen de Nicolás Maduro por
medio de su Constituyente comunal a ponernos las cadenas, el collar y el bozal,
dependen de nosotros que nos dejemos, mi opinión es que debemos defendernos
hasta morir, al final, o quedan ellos o quedamos nosotros, con la
particularidad de que somos muchos y ellos pocos, y además, son unos cobardes. Y
por último, algo que es muy claro, la libertad en Venezuela no es negociable. -
saulgodoy@gmail.com
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