Estoy
convencido que una de las diferencias insalvable del chavismo ante la
realización de un sistema democrático efectivo, tiene que ver con su
conceptualización del poder. Poder para un chavista no es ni remotamente
parecido al significado de poder para un demócrata republicano y liberal, y
estoy hablando de todos los chavistas, sean estos maduristas, revisionistas,
fundamentalistas o post chavistas.
Al
conceptualizar el poder, inevitablemente caracterizamos igualmente a la
soberanía, a la legitimidad y finalmente a la democracia, dependiendo de donde
y en qué condiciones ubiquemos el poder, podremos hablar del tipo de política,
de su calidad y de sus partícipes.
La
jugada que Nicolás Maduro y el chavismo radical están planteando con la
propuesta de la constituyente comunal, habla muy claro del tipo de poder que
esta facción tiene en mente, deja en evidencia su posición ante el sistema
democrático, la separación de los poderes y del papel que tiene la sociedad
civil dentro de sus planes de un nuevo estado, cuya forma deja de ser
republicana y se extravía por caminos de la irracionalidad, muy parecido a al
modelo autoritario y represivo que existe en la Cuba actual, y esto lo hacen
ciertos “políticos” supuestamente socialistas, sólo para complacer unas
urgencias de seguridad personal, unos patrimonios de dudosa procedencia y unas
expectativas de dominio absurdas.
Esto
es así, fundamentalmente porque el chavismo nace de una logia militar, de una
doctrina arcana de un árbol de tres raíces, donde el componente militar
prevalece sobre todos los demás, el asunto se trata de palear con referencias a
lo cívico-militar, tratan de minimizar el militarismo intrínseco a esta
ideología con la figura de un pueblo en armas, intentan distraer a los
ciudadanos con el elemento miliciano como principal en el quehacer
revolucionario, pero ninguna de estas figuras lo logra, ninguna de estas
aproximaciones disminuye la visión militarista del poder.
Y es
tan fundamental esta noción del poder, porque es la que define, aguas abajo, a
la política, el profesor Giuseppe Duso (1999) recalca en uno de sus estudios
sobre el poder lo siguiente:
La
acción de gobierno, que para una larga tradición de pensamiento se
considera natural y necesaria en cualquier forma de comunidad, desde la
domestica a la civil, a causa de la diferencia de sus miembros, y debido a que
existe un problema objetivo del bien común que no depende de la voluntad de los
individuos, se entiende conforme a la óptica moderna del poder, es decir, como
una forma de dominio, de sujeción de las voluntades de los gobernados ante la
voluntad de los gobernantes.
La
política tiene como tema central el asunto del orden que necesariamente implica
al poder y para cualquier observador es obvio, que el concepto de orden y poder
tienen un significado muy diferente en el ambiente militar que en la esfera
civil.
Y
como ámbitos diferentes, con sus propios objetivos, formas e instancias, el poder entre lo militar y lo
civil es justamente una de las diferencias irreconciliables entre ambos mundos,
justamente porque los identifica, es parte basal de su naturaleza, un militar
que acepte manejarse dentro del concepto de poder civil deja de ser militar,
igual sucede con el civil, por ellos es que la institución militar, aunque
complementa la idea de la nación, como superestructura de la sociedad, siempre
se encuentra separada, aún en los casos en las sociedades donde todo ciudadano
es considerado un efectivo militar.
En
el caso de Israel, por ejemplo, donde toda la población civil es reserva
militar, los “modos”, las oportunidades y momentos están perfectamente
definidos para que de un momento a otro, en caso de un llamamiento a las armas
a fines de entrenamiento, alerta o conflicto, la población deja de funcionar
bajo el régimen civil, y pasa a operar bajo el orden militar, y al terminar el
episodio, se regresa a la operatividad civil, porque el estado de Israel
funciona en modalidad civil, como cualquier otros estado-nación.
No
pueden funcionar ambos órdenes simultáneamente, pues no están hechos para los
mismos fines, y cuando conviven, es siempre uno supeditado al otro, en tiempos
de paz el orden y el poder son mayoritariamente civiles, en tiempos de guerra,
cambia.
El
profesor Duso sigue elaborando su tesis sobre el poder civil:
Con
base en esto surge el poder, una relación formal de mandato-obediencia,
que solo puede instaurarse sobre el fundamento lógico de esos derechos de
igualdad y libertad que se convierten a su vez en su finalidad. El poder de la
sociedad o de todo el cuerpo político entonces solo puede existir en tanto que
es legítimo, en tanto que se basa en la voluntad de todos los individuos. En ese
momento, cuando desaparece un mundo objetivo en el cual orientarse y cuando se
absolutiza el papel de la voluntad, se plantea el problema —moderno— de la legitimidad.
Nace así la historia de la soberanía moderna que no está ligada al
significado de la majestas tal como se podía encontrar en los anteriores
tratados sobre política, ni tampoco a las diversas potestates que se
insertan dentro de un orden jerárquico. Ahora el poder es único y pertenece a
todo el cuerpo político, implica sumisión dado que es racional y está
legitimado por la expresión de la voluntad de todos que asume la forma del
contrato social en las doctrinas iusnaturalistas. La pertenencia del poder a la
totalidad del cuerpo político excluye que pueda ser ejercido por una persona a
causa de sus cualidades o prerrogativas; todos los hombres son iguales, y por
eso aquel o aquellos que ejerzan el poder solo podrán hacerlo en la medida en
que todos los autoricen, es decir, solo como representantes del sujeto
colectivo.
Duso
es muy claro al advertir que las acciones del gobernante investido de poder
implica la separación de la acción pública y política con respecto a la
conducta privada de los sujetos, es decir, quien ejerce el poder no puede
hacerlo como si estuviera actuando en su vida privada, por lo que sus gustos,
temores, favoritismos, sentimientos, ideología y debilidades no deberían
afectar el desempeño de su función como representante de esa gran mayoría de
ciudadanos, incluso a quienes no lo llevaron al poder.
Para
proceder con nuestra breve exposición, debemos estar claros que hay una
diferencia sustancial entre el poder político y el poder militar, y si le
concedemos algo de razón a Michael Foucault, todo poder es injusto desde el
momento en que no nos pertenece.
En
el pasado, el poder tanto civil como militar se concentraban en una sola
persona, como era el caso del podestá
en la Italia medioeval, funcionario elegido por las comunas en las ciudades
lombardas y autorizado por el Rey, el cual convocaba concilios, dirigía el
ejército comunal y administraba la justicia civil y criminal.
La
mayor parte de las administraciones coloniales de los imperios, se mantenían en
orden gracias al poder de un militar que también tenía funciones civiles,
durante la Primera y Segunda Guerra mundiales los territorios ocupados tenían
jurisdicciones militares que cubrían ambos ámbitos, igual ocurría durante las
dictaduras militares.
Contrario
a lo que creía Clausewitz de que la guerra es la prolongación de la política,
el teórico canadiense Kalevi Holsti considera que la guerra se ha tornado un
fin en sí mismo, y se atreve a afirmar la existencia de: “Bandas delincuenciales interconectadas en
redes a escala global, sin otro objetivo que el de obtener ganancias, riqueza,
poder y liberando su decisión de matar y cometer genocidio, apoyados en
supuestas razones de etnia, clase o religión, básicamente contraculturales.
Para ello deben destruir las Instituciones del Estado.”
El
poder militar, a diferencia del civil, se sustenta en la fuerza de las armas y
está organizado jerárquicamente en función a una cadena de mandos a quienes
corresponde la ejecución de las órdenes superiores, órdenes que tiene la
característica que no se discuten, se obedecen.
El poder militar cuenta con una organización basada en la disciplina y
la obediencia, en la mayoría de los casos son organizaciones apolíticas y no
deliberantes, su función primordial es dominar sobre un territorio, defenderlo
y destruir al enemigo, en la modernidad sus funciones se limitan a la de seguridad
y defensa de las naciones y por tener el monopolio de las armas y la violencia,
no se involucran en la política, su actividad fundamental, es estar preparados
para la guerra y hacerla, si fuere necesario.
Venezuela
está pasando por la terrible situación que sus fuerzas armadas han sido tomadas
por estas organizaciones para delinquir y explotar al país, se dicen ser poder
político, pero en realidad son una fuerza opresora que están destruyendo las
instituciones y montando un nuevo estado criminal para amurallarse en su
interior, y controlar la población con la violencia y las armas.
En
las repúblicas constitucionales y liberales como la nuestra, el componente
militar está supeditado a la autoridad civil y una de sus obligaciones
principales está en obedecer y defender la constitución nacional y aunque la
institución militar se encuentra inserta dentro del sistema democrático, a su
interior la democracia no existe ni se practica por ir en contra de los
principios de disciplina y obediencia.
Bajo
este aspecto, todos los intentos históricos por realizar la idea de una unión
cívico militar estable y perdurable en el tiempo han fracasado, sólo ha
funcionado durante muy corto tiempo y para fines específicos pero no como una
manera de convivencia en una nación, es por ello que el ideal chavista de
llevar al componente militar a la política y de militarizar a la sociedad civil,
han resultado en situaciones harto difíciles para el orden y la estabilidad del
país.
Este
punto en específico nunca ha sido suficientemente discutido en ninguno de los
dos ámbitos, aparte de los usuales lugares comunes, memes, slogans políticos y
buenas intenciones, es imposible razonar una sociedad libre manejada por el
poder militar, el resultado sería obvio, la destrucción del ámbito civil y el
debilitamiento del militar, habría que crear instituciones híbridas de rasgos
muy contradictorios que solo traerían confusión en la población y abuso por
parte de los militares, las instancias administrativas, de justicia y de
seguridad comunitaria serían imposible de manejar en un gobierno cívico-militar.
Si
a ver vamos, todos los regímenes actuales que se tienen por cívico-militares,
desde Corea del Norte, pasando por Cuba y siguiendo con Siria y Venezuela, son
todos gobiernos militares donde la población civil está domeñada por el poder
de las armas.
El
chavismo que se dice democrático, nunca podrá aspirar a convivir dentro de la
sociedad civil ni competir por el poder político hasta que no resuelva de una
vez por todo este delicado asunto.
La
experiencia venezolana con el gobierno revolucionario socialista del Siglo XXI
lo que ha dejado claro es que el modelo cívico militar es inviable, y que en el
mejor de los casos lo que se nota, es una pronunciada deriva hacia un modelo
autoritario militarista que ha roto con el orden institucional en el país que
ha producido un estado de indefensión y de inseguridad en el grueso de la
población, y la propuesta de Maduro para su constituyente comunal, sólo indica
un oportunismo ciego y egoísta que en nada favorecerá los intereses de la
nación venezolana.
Estoy
seguro que los venezolanos y el mundo no van a permitir la creación de un
estado forajido y que vendrá la reconstrucción del país y la vuelta al cauce
democrático, para ese momento deberíamos estar muy claros, todos, de cuál debe
ser el papel de los militares en este nuevo orden de cosas. -
saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario