Tengo
dos cosas en común con la profesora británica Susan Schneider, el amor por la
filosofía y la ciencia ficción, una combinación que se hace cada vez más común
entre filósofos profesionales, quizás por aquello de que es la única literatura
que permite especular sin barreras sobre el futuro de la raza y la civilización
humana.
En su
profundo ensayo Allien Minds (2015)
no dice, que según expertos del programa SETI, que buscan señales de vida
inteligente en el espacio exterior por medio de las más poderosas radio antenas
del planeta, el chance de que los humanos hagamos contacto con alguna forma de
vida inteligente en los próximos cincuenta años es de un 5%, lo cual es un
margen muy alto y que se irá incrementando con la nueva tecnología (al menos
que ya lo hayamos hecho y lo desconocemos, lo cual es muy probable).
Ella
hace una diferencia que es muy importante tener en cuenta entre las dos
tendencias más importantes que están trabajando sobre el futuro del hombre, la
postbiológica y la transhumanista, la primera asume que la inteligencia será
artificial al 100%, la segunda no asume esto como necesario, continuaremos
siendo humanos pero alterados artificialmente.
La
inteligencia postbiológica será una superinteligencia que lo más probable no
esté consciente de sí misma, lo cual nos crea un problema incluso de comunicaciones
ya que uno de los puntos referenciales de nuestra inteligencia biológica es la
experiencia de estar conscientes (los expertos dicen que esto no será un
problema ya que una superinteligencia estaría en la capacidad de fabricar
conciencia al instante si quisiera comunicarse con nosotros).
Nos
dice Schnieder que un grupo de connotados científicos opina que la tendencia
natural en el desenvolvimiento tecnológico es pasar de una inteligencia
biológica a una artificial, ya estamos en la primera fase, introduciendo
implantes neurales en nuestro organismo con fines medicinales, nos da el
ejemplo de avanzadas técnicas utilizadas por una división de, Departamento de
Defensa Norteamericano, Proyectos Avanzados de Investigación para la Defensa,
DARPA, quienes con el programa ElectRx
ya están utilizando implantes que hacen de interfases en el sistema neural de
las personas para regular condiciones derivadas de el estrés postraumático,
artritis, depresión, la enfermedad de Parkinson y la enfermedad de Crohn.
Estas
tecnologías están a un paso de en vez de monitorear y regular estados anómalos
en nuestro organismo, lo que hagan es potenciar sus funciones y respuestas,
mejorando significativamente nuestras capacidades naturales.
Susan
Schneider va un paso más adelante al explicarnos:
Supongamos que estamos en el 2025 y
siendo unos tecnófilos, adquirimos unos potenciadores cerebrales que ya venden
en el mercado. Primero, añadimos una
conexión móvil de internet a nuestra retina, luego mejoramos nuestra memoria
añadiendo circuitos neurales. Ahora somos oficialmente cyborg. Y si nos vamos
al 2040, por medio de terapias de nanotecnología y potenciadores somos capaces
de extender nuestra vida, y a medida que progresamos en el tiempo, continuamos
acumulando mejoras en nuestro cuerpo. Para el 2060 luego de algunas
modificaciones profundas nos convertimos en posthumanos…en este punto, nuestra
inteligencia no sólo es superior en términos de velocidad de procesamiento
mental; podremos hacer una cantidad de conexiones que eran imposibles
anteriormente. Los humanos que no quisieron potenciarse o “naturales” nos
parecen unos incapacitados intelectuales- tenemos tan poco en común con ellos-
pero como buen transhumanista, les respetamos y asistimos en su derecho de no
potenciarse. Con el tiempo y nuevos y mejores circuitos neurales ya no tenemos
ninguna diferencia con la inteligencia artificial llamada superinteligente. La
única diferencia real entre nosotros y una criatura de diseño estándar es uno
de origen- nosotros fuimos originalmente “naturales”, pero ahora, luego de una
reingeniería tecnológica, somos ahora parte de esa categoría conocida como
forma de vida con inteligencia artificial.
La pregunta es muy sencilla ¿Quién no quisiera ser
más inteligente, hermoso, fuerte, rápido y vivir más? Y la industria lo sabe y
está preparada para ofrecer lo mejor a un precio razonable.
Y dentro de la argumentación a favor de estos
cambios Susan arroja uno que es incontrovertible, para el proceso de
pensamiento el silicón es mucho mejor que el carbono, según varias
investigaciones las neuronas llegan a un tope de velocidad de 200 Hz, lo que
está a siete órdenes de magnitud por debajo de los microprocesadores actuales,
el cerebro compensa este hándicap con un paralelismo masivo, procesamiento en serie
y diferente centros de distribución de información actuando al mismo tiempo y
de manera coordinada, aún así, 10 billones de neuronas no es suficiente para
ciertos procesos y no hay manera de que esto prospere dada nuestra capacidad
craneana, que sólo utilizamos el 10% de nuestra capacidad cerebral, si
pudiéramos superar esa barrera, ese 100% es siempre un límite que no nos
permitiría abarcar ciertos horizontes de actividad (la propuesta del director
de cine francés Luc Bensson, en su film Lucy, se explaya más en la especulación
metafísica).
Las computadoras, en cambio, no tienen estos límites
de capacidad, siempre pueden crecer y ocupar edificios completos o reducir su
miniaturización y concentrar mucho más poder de procesamiento en espacios más
pequeños que el que ocupa una neurona.
Por ahora, nuestro cerebro es más inteligente que el
de una computadora, la misma DARPA tiene un programa llamado Synapse, en el cual están desarrollando
una computadora que trabaje como si fuera un cerebro humano y la Universidad de
Oxford ya tiene desarrollado un manual para descargar una mente humana en una
computadora, pareciera ser solo cuestión de tiempo antes de que el cerebro
humano se vea superado, y con creces.
Nick Bostrom de quien ya nos hemos referido en
varios artículos dice al respecto: “Crear
una superinteligencia puede que sea la última gran invención humana, a partir
de ella ya se puede encargar de todos los desarrollos científicos y
tecnológicos que hagan falta”.
La gente de SETI, que son unos optimistas a ultranza,
concluyeron que una civilización alienígena sería mucho más antigua que
nosotros “Todas las líneas de evidencia
convergen en la conclusión que la máxima edad de una civilización alienígena
sería de billones (millardos) de años, específicamente estarían entre los 1.7 y
los 8 billones (millardos) de años”
Lo cuan presupone que sería mucho más inteligentes que nosotros,
probablemente, superinteligentes.
Visto bajo estos estándares, la civilización humana
está en su infancia.
Para aquellos interesados en el tema y que puedan
leer en inglés, el artículo de Susan Schneider se encuentra en internet y es
mucho más rico, denso y complejo que estas notas introductorias, una buena
lectura para ponernos al día en estos temas tan ajenos a lo que vivimos los venezolanos
en este viaje en el tiempo (para atrás) en que nos tienen embarcados los
chavistas, se los recomiendo. - saulgodoy@gmail.com
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