miércoles, 5 de diciembre de 2018

Blumenberg y la metáfora



Como todos ustedes saben tengo tiempo investigando ese fantástico y complejo mundo de la metáfora, empecé mi aproximación como parte de los tropos correspondientes a la retórica y a la poética según los cánones de Aristóteles, esto fue cuando me dio por perfeccionar mis dotes argumentativas y profundizar en mis estudios en lógica jurídica, a la que considero una de las herramientas más poderosas y refinadas de la retórica.
En el ya clásico estudio del profesor George Lakoff, La teoría Contemporánea de la Metáfora (1992) empieza señalando que la metáfora es un asunto del pensamiento más que del lenguaje, nos clarifica: “La palabra metáfora fue definida como una expresión lingüística propia de las novelas o la poesía, donde una o más palabras son usadas fuera de su significado convencional para expresar un concepto similar”. Y pone como ejemplo la famosa frase del escritor Stevens Wallace “La muerte es la madre de la belleza…”
Lakoff complica el concepto cuando lo lleva a términos semánticos, cuando recurre a todo un sistema de dominios de conocimientos, y a la metáfora, como unos señaladores de ruta entre estos mapas de conocimientos, en sus estudios e investigaciones sobre la metáfora, Lakoff y su equipo han descubierto que nuestro mundo se encuentra tramado de metáforas, aún en el lenguaje ordinario de las personas el uso de la metáfora es predominante, y nos da un pequeño ejemplo en la siguiente expresión que pudiera ser usada por cualquier pareja de amantes: “Nuestra relación a entrado en una calle ciega”, para indicar por un lado, que nuestro amor lo consideramos como un viaje, con la implicación que nuestra relación ya no funciona, que no podemos continuar en esa ruta, que debemos retroceder o abandonar nuestra relación del todo.
Para nadie es una sorpresa que nuestras emociones pueden ser ilustradas, comunicadas y entendidas de mejor manera utilizando metáforas, de hecho cada vez son menos los sentidos literales que aplicamos en nuestra cotidianidad, a mayor complejidad descriptiva y a grados superiores de abstracción, las metáforas parecieran ser perfectas para llevar los significados difíciles de explicar, e incluso, son perfectas para comunicar los incomunicable, como sería el caso de experiencias místicas o de percepción no ordinarias, traumas y situaciones límites, como en el tratamiento de pacientes con perturbaciones mentales.
Cuando hice contacto con la filosofía de Martin Heidegger tomé un curso gratuito por internet de la Universidad de California en Los Angeles, donde el profesor hacía especial referencia a la metáfora en el contexto del lenguaje, Heidegger rompe con la tradición hasta el momento sostenida desde Descartes, que es por medio del conocimiento teórico que el hombre le da significación al mundo, resulta todo lo contrario, es haciendo, actuando, construyendo, que el hombre le da significación a las cosas que están en el mundo, no es en la mera contemplación que surgen los significados, es en la acción.
Esta avasallante hipótesis va a tener sus consecuencias para varios filósofos importantes contemporáneos con Heidegger, este daño colateral tendrá como bajas a Husserl, a Dilthey, a Cassirer y al propio Hans Blumenberg (1920-1996), pero Blumenberg resultaría duro de matar, y su extensa y variada obra irá rescatando para la filosofía la importancia de sus colegas y de sus contribuciones en la fenomenología, especialmente el concepto de “el mundo de la vida” desarrollado por Edmund Husserl, pero dejemos que sea el profesor Cirilo Flóres Miguel de la Universidad de Salamanca, en su ensayo Hans Blumenberg: los márgenes de la Hermenéutica (2003) quien nos explique:

Para apreciar la peculiaridad de la posición de este autor podemos partir de su antropología, que está muy bien expuesta en su libro: Las realidades en que vivimos, publicado en alemán en 1981. En él destaca la concepción del hombre como un animal deficiente, o pobre, o enfermo, como diría Nietzsche. Ese animal deficiente que es el hombre, se transforma en homo faber como consecuencia de su debilidad; y la técnica pasa a ser el constitutivo fundamental de este hombre, que no se relaciona con la naturaleza directamente, sino indirectamente; pasando a ser, como dice Cassirer, un animal simbólico, creador de la historia, que es precisamente el terreno que Blumenberg analiza y explica con su filosofía de la metáfora. Para llevar a cabo su explicación de la historia se sirve del concepto fenomenológico de «mundo de la vida», como el espacio de lo «obvio» que ha ido siendo creado por el hombre; y que es el «nicho cultural» en el que se desenvuelve la existencia humana. El hombre ha creado la cultura como la capa protectora, que hace posible que ese «animal pobre» que él es pueda llevar una existencia más o menos gratificadora. En ese espacio de la cultura creado por el hombre concede un papel relevante al lenguaje como conjunto de «formas simbólicas» que diría Cassirer, y que él califica como metáforas. Lo propio del animal humano es el relacionarse con las cosas indirectamente, de ahí que en él funcione como un mecanismo fundamental la «traslación», que vendría a ser la «esencia de la metáfora».

Esto es importante para entender a cabalidad la fuerza disruptiva de la idea de Daseing que desarrolló Heidegger en su obra Ser y Tiempo, y la idea de metáfora de Blumenberg, éste toma prestado de Dilthey la idea de significado, para el hombre primitivo la naturaleza era un todo indistinto, muy pocas cosas tenían sentido, era la naturaleza bruta en todo su esplendor, pero habían cosas en el entorno que resaltaban y que el hombre le atribuía cierta preñez; lo que estaba preñado de significancia se oponía a lo indiferente.
De esta manera el mundo se fue poblando de vida y significancia en contra de las probabilidades de un determinismo sin sentido, gracias a esta cualidad de la preñez, que es una muy bella metáfora, como si fuera un vientre materno, dador de sentido, en un mundo indistinto, otorgándole al entorno difusión y sobre todo, resistencia al tiempo, de esta manera Husserl nos dice “el mundo de la vida” fue evolucionando para cada uno de nosotros, para poder combatir con éxito ese instinto de la muerte que siempre nos acompaña.
Este descubrimiento de significados en el mundo es producto, para estos filósofos de la primera escuela de fenomenólogos, de la contemplación pasiva del mundo, y es, de acuerdo a sus estudios, una fuente de placer para el hombre y una derrota para esa miserable e indiferente uniformidad del espacio-tiempo continuo; Dilthey, Cassirer, Husserl y Bumenberg apuntaban a que eran precisamente los poetas quienes tenían el privilegio de constituir esa avanzada de espíritus sensibles que le daban sentido y belleza al mundo.
Contrario a Heidegger, el filósofo campesino de la Selva Negra, que le otorgaba este honor a un carpintero y a su martillo, descubriéndole utilidad y propósito a cada cosa a medida que iba construyendo y reparando su mundo, era la actividad, nos recuerda Heidegger, no la contemplación,  la que nos pone en relación con las cosas relevantes, las que le da ese sentido, quizás no trascendental y pletórico de significado, pero si al menos de la utilidad inmediata, de hacer los objetos funcionales y útiles para mis propósitos.
El Daseing es ese cuchillo que iba separando en perfectas rebanadas el mundo con sentido pragmático, estar involucrado se hace más importante que contemplarlo, poner las manos a la obra es mucho más vital que soñar el mundo, las cosas son vistas como herramientas, como equipamiento, listas y a la mano, para la construcción de nuestra casa.
El mundo se convierte en una esfera de apropiaciones, en donde las cosas tienen una utilidad y un propósito, la misma naturaleza ya no tiene sentido si no tiene un uso potencial, el bosque se convierte en madera, la montaña en una cantera de piedras, el río en fuerza por sus corrientes de agua, el viento en impulsor de velas y molinos.
Gracias a la obra de Hans Blumenberg, el pensamiento de Heidegger ha sido contenido en ciertos aspectos y temas, Blumenberg se hace cada día más importante en los asuntos concernientes al mito, al peliagudo tema de la secularización y la modernidad, en torno a la metáfora, que ha sido su bandera en la primera etapa de su obra, sus opiniones sobre la filosofía de la ciencia y de la historia son importantes para entender donde estamos, es una lectura que requiere de paciencia debido a su erudición y profundidad, pero es sumamente gratificante una vez que se le toma el gusto, afortunadamente hay muy buenas traducciones en castellano, léanlo.  -   saulgodoy@gmail.com

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