“Donde el demonio de la
organización invade y tiraniza al espíritu humano, se revelan signos de una
falsa y anormal orientación de la sociedad. En algunos países, el estado
moderno está convirtiéndose en una gigantesca máquina administrativa, que tiene
bajo su control la gama entera de la vida política, económica, social e
intelectual, desde el nacimiento hasta la muerte.”
Mensaje
de Navidad, 1952, Pío XII.
Las
malas ideas tienen la facilidad innata de adherirse a los malos hombres, es una
cuestión de naturaleza, como dice el principio de la magia simpática,
investigada por J.E. Frazer, las cosas que se parecen se atraen fatalmente.
Un
hombre o una mujer sin cultura, sin formación familiar, carentes de principios
en las relaciones sociales, que se deja llevar por sus más básicos instintos,
por sus bajas pasiones y apetitos son sujetos propensos a que las malas ideas
los dominen, ya que con ellas reafirman su ethos
y su pathos.
Quien
crea en la violencia como única manera de conseguir lo que desea, está
condenado a justificarse con ideas que reafirmen la supremacía de la fuerza por
sobre otra forma de relación con los demás, sus conversaciones, planes,
amistades, trabajos, sus propias familias estarán afectadas por esta manera de
ver el mundo y de sentirse con referencia a los otros.
Las
malas ideas abundan, en libros, en conversaciones, en situaciones espontáneas,
y son malas porque en principio no les importan las consecuencias cuando las realizan,
no les importa el sufrimiento y el dolor que puedan ocasionar, son ideas que
persiguen un fin sin importar el medio, son efectivas, fulminantes,
definitivas, no tienen empatía por los otros, no hay el mínimo dejo de amor.
Pero
las malas ideas se justifican a si mismas como necesarias, incluso se hacen
pasar como buenas, ya que logran sus
propósitos sin importar el costo, y bajo el raciocinio de que son necesarias
pues los beneficios son importantes, el beneficio y el beneficiario se
confunden en uno solo, en los hombres malos que son los que llevan a cabo las
malas ideas.
Se
podría discutir este asunto de que no hay ideas malas ni buenas, como no hay
hombres malos ni buenos, que lo que hay son los malos momentos, ocasiones donde
la acción humana tiene su impacto, sus secuelas y sus resultados, que tomados
en virtud del daño u el beneficio que generan pudieran ser categorizadas y
hasta valoradas, en el sentido que hasta un premio o una pena pudieran producir
en sus accionantes, una discusión abstracta que obvia la realidad: el mal
existe.
¿Existe
el mal en la realidad? Una pregunta que si se hace a un psicólogo clínico, a un
médico forense, a un cura o a un detective de homicidios, podrá confirmarles
que tanto las malas ideas como las malas personas existen, están entre nosotros
y en cualquier momento sus acciones pueden afectar nuestras vidas de una manera
negativa, hay incluso personas que se alegran por el mal ajeno, los alemanes le
tienen una palabra, Shadenfreude, el
placer que se siente por la desgracia ajena.
Si
usted no es un igualitarista a ultranza, es decir, aquellos que creen a pie y
juntillas que todos los hombres somos iguales, se sorprenderá cuando explore
las diferencias tan profundas que nos separan, diferencias que empiezan en la
conformación de nuestro ADN y que permite que podamos ser identificados sin
duda alguna, entre todos los hombres y mujeres que han existido, existen o
existirán, al menos que lo hayan clonado sobre esas características únicas e
irrepetibles que nos hacen ser quienes somos, y entre tanta diversidad, siempre
es posible que algo vaya por el camino equivocado.
Una
de las ramas de la ciencia que está comprobando las diferencias biológicas
individuales y como estas afectan nuestra manera de ser, es la neurobiología,
específicamente en las diferencias como están constituidos nuestros cerebros,
que a todas luces son las piezas fundamentales que tiene que ver con nuestro
comportamiento y como percibimos al mundo y a nosotros mismos, la noticia que
ya todos sabemos es que cada cerebro es un mundo, único e irrepetible, con
variaciones tan complejas como de tejidos corticales, pasando por irrigación
sanguínea y composición electroquímica de las diversas áreas, hasta sutiles y
pequeñísimos cambios, a nanoescalas, de campos magnéticos y variaciones
cuánticas en lo más profundo de las dentritas neuronales.
En su
relación con otros hombres en sociedad, es decir en un plano macro, no
pareciera haber mayores diferencias que aquellas que representan las económicas
y sociales, de clase, como dirían los sociólogos de la vieja escuela, de resto
pareciera haber una homogenización de las personas que es llevada a
percepciones culturales impulsadas por los conceptos de los derechos del hombre
como sujeto de obligaciones y objeto de garantías por parte del estado, o por
abstracciones como el de la dignidad humana o de ciudadanía en su accionar
político, o de género en cuanto a su comportamiento sexual, o de conocimiento,
dependiendo de su experticia en algún área de trabajo.
Ya
los griegos habían conocido de las diferencias en gustos entre los hombres, lo
que era bello y deseable en unos, no lo era en otros, los escépticos elaboraron
sobre el tema correspondiéndole al alejandrino Sextus Empiricus disertar sobre
la existencia de lo bueno y lo malo en el mundo, por lo que citaba a su maestro
Arquilocus cuando decía: “Los hombres se
diferencian en cuanto aquello que contenta sus corazones”, observaron que
hay hombres que persiguen la gloria, otros la riqueza y los tesoros, aún otros
los placeres e incluso aquellos que se sentían felices en medio de las
necesidades y el sufrimiento, cada quien con su tema.
De
acuerdo a la breve reseña que hace el famoso politólogo peruano Walter
Montenegro sobre Marx y Hegel, en su obra Introducción
a las Doctrinas Políticas Económicas (1982), nos reseña algunas de sus
motivaciones para el posterior desarrollo de la doctrina marxista:
Marx nació en Alemania, el año de 1818,
hijo de un prestigioso abogado judío convertido al cristianismo. Preocupado
desde temprano por los problemas económico-sociales de su tiempo, realizó su
obra de pensador y agitador político en Alemania, Francia, Bélgica e
Inglaterra. En éste último país vivió más de 30 años, y en el murió… Friedrich
Engels, compañero, amigo y colaborador inseparable de Marx, nació también en
Alemania, el año 1820, y desde su juventud observó (en torno a los prósperos
negocios industriales de su padre) las miserables condiciones de vida de los
trabajadores. Absorbido por las ideas revolucionarias que hacían explosión en
aquella etapa del siglo XIX empezó a escribir panfletos contra el orden social
e imperante. Se debió en gran parte a la ayuda moral y pecuniaria de Engels y a
su contribución intelectual, el que Marx hubiera logrado realizar su tarea en
medio de durísimas vicisitudes… el ceñudo ardor combativo y la minuciosidad
académica de Marx, y la agilidad mental y el brillo imaginativo de Engels se
integraron perfectamente para llevar el materia ideológico al planteamiento del
programa político…
¿Qué contentaban el corazón de
estos dos hombres? La revolución, ambos condenaban al sistema capitalista que
dominaba en sus vidas como el origen de los peores males sociales de su época,
y se abocaron a construir una crítica hacia esa visión del mundo, Marx vivía
resentido del hecho de su pobreza personal y la falta de reconocimiento a su
genio, Engels no había superado sus males edípicos en contra de su padre, el
mundo en el que vivían se les antojaba injusto y tenían la ilusión compartida
del poder político que les otorgaría un movimiento de masas, donde ellos
estuvieran a la cabeza, una revolución que les permitiera crear el mundo a su
imagen y semejanza.
Ambos se juntaron y trabajaron
para producir una de las peores ideas de la humanidad que le daría alimento y
trabajo a los hombres más malvados de la historia.
Esta crítica al capitalismo, que
es el marxismo, se unió de manera natural a las antiguas prácticas del
comunismo primitivo, que son aquellas que no reconocen la propiedad privada y
promueven la vida comunitaria, que son maneras de vida tribales y de sectas
primitivas que imponían el colectivismo como norma social.
Hay estudiosos de la obra de Marx
que afirman que ambos intelectuales reconocían la inviabilidad del proyecto
marxista, de acuerdo a este “socialismo científico” una lucha de clases sin fin
iban a tener como resultado una sociedad sin clases y sin gobierno, es
claramente un sin sentido, lo que Marx había diseñado y lanzado al mundo era
una fórmula de propaganda, un programa, para mantener entretenida a las masas
de obreros y trabajadores en una constante guerra por el poder, les había
proporcionado una utopía en la que creer y un estado imposible de sostener, siempre en conflicto consigo mismo; no en
vano Marx negó en varias ocasiones que él fuera marxista.
Esta mala idea creada por unos
resentidos, por unos políticos oportunistas, que vieron la manera de encajar y liderar un movimiento
internacional revolucionario, prendió en la mente y los corazones de mucha
gente como consigna y propaganda, surgieron los sindicatos y luego los partidos
políticos y cuando sus economistas y planificadores trataron de darle cuerpo y
sentido a la letra pequeña de El Capital,
fue cuando se dieron cuenta que aquello era imposible que funcionara en la
realidad, y empezaron los experimentos y los cambios que finalmente llevarían
al derrumbamiento de las economías socialistas, unas más temprano, otras más
tarde, pero siempre con el mismo resultado el estrepitoso fracaso de un
absurdo.
Pero el mal estaba hecho, el
comunismo se hizo una fuerza relevante en el mundo, había cierta magia y
atractivo en las imágenes que proyectaba, el revolucionario convencido de su
destino, su moral indoblegable del socialista que igual que los cristianos,
sólo creía en la solidaridad, en la caridad y el amor revolucionario, que era
el verdadero amor hacia la raza humana, hacia los que menos tenían hacia los
pobres, que nacía de la fuerza de los trabajadores malamente explotados por el
capitalismo… sin necesidad de leer las casi 2.500 páginas de teoría y guarismos
demostrativos de El Capital de Karl
Marx, ésta pésima idea se había simplificado en panfletos con sus ideas
fundamentales, que al final se resumían en destruir el viejo orden perverso y
explotador, para construir encima de sus escombros el verdadero paraíso en la
Tierra, “Dar a cada quien según sus necesidades”.*3213
La fórmula perfecta para idiotas
y oportunistas que quieren pescar en río revuelto, quitarle al que tiene para
darle al desposeído, hasta la Iglesia Católica cayó en la trampa y se convirtió
en agente de promoción del comunismo internacional, pero uno de sus principales
incentivos fue descubierto en la práctica de ésta sórdida filosofía, y eran los
privilegios a los que tenían derecho aquellos que manejaban el poder absoluto,
la vida de lujos y excesos que vivían los de la élite revolucionaria, los
jefes, los comandantes supremos, aquellos que tenía la decisión sobre quien
vive y quien muere.
Ahora imagine usted querido
lector, lo que esta malísima idea pudiera tener en la joven mente de un soldado
o de un chofer de autobús que nada tienen, que no quieren trabajar para ganarse
la vida, que han tenido una vida llena de carencias, posiblemente de abusos y
violencia familiar, que han adquirido una serie de malas costumbres como el
mentir, hacer trampas, traicionar, utilizar la violencia como recurso para
proveerse de cosas, y con un hambre insaciable por el poder y lo que ese poder
puede hacer por ellos, y que además viven en un país de tontos que andan
siempre a la espera de que alguien más les resuelva sus problemas, que les da
asco la política, que lo único que quieren es poder viajar a Miami y traerse
las maletas llenas de espejitos y abalorios de colores.
Esos individuos desviados, mal
educados, indocumentados, resentidos y violentos viven en un país sin futuro,
en manos de partidos políticos clientelares, con un liderazgo que no sale de
los más costosos restaurantes bebiendo del mejor whisky y negociando a quien le
toca gobernar, con un pueblo que no tiene la menor idea de lo que significa
ciudadano ciudadanía, que todo lo aprende por la televisión y que de lo único
que tienen alguna certeza es que a ellos también les toca su pedazo de la torta
petrolera, que en algún momento algo de dinero les caerá del cielo porque ellos
también son venezolanos.
En ese país que heredamos de los
años cincuenta, siempre vigilado y deseado por la dictadura castrocomunista
cubana, lleno de socialistas demócratas, educados en universidades socialistas,
tutelados por una iglesia socialista, entretenidos y formados por una elite de
intelectuales y artistas socialistas, con empresarios socialistas que se
sentían culpables de su propio éxito y su relación de dependencia con el estado
socialista, con una historia llena de superhéroes y de gestas colectivistas.
Sume usted estos factores,
métalos en una coctelera de una muy pobre concepción del término democracia,
bátalo, sírvalo y adivine: ¿Qué obtiene?
- saulgodoy@gmail.com

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