viernes, 28 de diciembre de 2018

Las malas ideas y los peores hombres




“Donde el demonio de la organización invade y tiraniza al espíritu humano, se revelan signos de una falsa y anormal orientación de la sociedad. En algunos países, el estado moderno está convirtiéndose en una gigantesca máquina administrativa, que tiene bajo su control la gama entera de la vida política, económica, social e intelectual, desde el nacimiento hasta la muerte.”

Mensaje de Navidad, 1952, Pío XII.

Las malas ideas tienen la facilidad innata de adherirse a los malos hombres, es una cuestión de naturaleza, como dice el principio de la magia simpática, investigada por J.E. Frazer, las cosas que se parecen se atraen fatalmente.
Un hombre o una mujer sin cultura, sin formación familiar, carentes de principios en las relaciones sociales, que se deja llevar por sus más básicos instintos, por sus bajas pasiones y apetitos son sujetos propensos a que las malas ideas los dominen, ya que con ellas reafirman su ethos y su pathos.
Quien crea en la violencia como única manera de conseguir lo que desea, está condenado a justificarse con ideas que reafirmen la supremacía de la fuerza por sobre otra forma de relación con los demás, sus conversaciones, planes, amistades, trabajos, sus propias familias estarán afectadas por esta manera de ver el mundo y de sentirse con referencia a los otros.
Las malas ideas abundan, en libros, en conversaciones, en situaciones espontáneas, y son malas porque en principio no les importan las consecuencias cuando las realizan, no les importa el sufrimiento y el dolor que puedan ocasionar, son ideas que persiguen un fin sin importar el medio, son efectivas, fulminantes, definitivas, no tienen empatía por los otros, no hay el mínimo dejo de amor.
Pero las malas ideas se justifican a si mismas como necesarias, incluso se hacen pasar como buenas,  ya que logran sus propósitos sin importar el costo, y bajo el raciocinio de que son necesarias pues los beneficios son importantes, el beneficio y el beneficiario se confunden en uno solo, en los hombres malos que son los que llevan a cabo las malas ideas.
Se podría discutir este asunto de que no hay ideas malas ni buenas, como no hay hombres malos ni buenos, que lo que hay son los malos momentos, ocasiones donde la acción humana tiene su impacto, sus secuelas y sus resultados, que tomados en virtud del daño u el beneficio que generan pudieran ser categorizadas y hasta valoradas, en el sentido que hasta un premio o una pena pudieran producir en sus accionantes, una discusión abstracta que obvia la realidad: el mal existe.
¿Existe el mal en la realidad? Una pregunta que si se hace a un psicólogo clínico, a un médico forense, a un cura o a un detective de homicidios, podrá confirmarles que tanto las malas ideas como las malas personas existen, están entre nosotros y en cualquier momento sus acciones pueden afectar nuestras vidas de una manera negativa, hay incluso personas que se alegran por el mal ajeno, los alemanes le tienen una palabra, Shadenfreude, el placer que se siente por la desgracia ajena.
Si usted no es un igualitarista a ultranza, es decir, aquellos que creen a pie y juntillas que todos los hombres somos iguales, se sorprenderá cuando explore las diferencias tan profundas que nos separan, diferencias que empiezan en la conformación de nuestro ADN y que permite que podamos ser identificados sin duda alguna, entre todos los hombres y mujeres que han existido, existen o existirán, al menos que lo hayan clonado sobre esas características únicas e irrepetibles que nos hacen ser quienes somos, y entre tanta diversidad, siempre es posible que algo vaya por el camino equivocado.
Una de las ramas de la ciencia que está comprobando las diferencias biológicas individuales y como estas afectan nuestra manera de ser, es la neurobiología, específicamente en las diferencias como están constituidos nuestros cerebros, que a todas luces son las piezas fundamentales que tiene que ver con nuestro comportamiento y como percibimos al mundo y a nosotros mismos, la noticia que ya todos sabemos es que cada cerebro es un mundo, único e irrepetible, con variaciones tan complejas como de tejidos corticales, pasando por irrigación sanguínea y composición electroquímica de las diversas áreas, hasta sutiles y pequeñísimos cambios, a nanoescalas, de campos magnéticos y variaciones cuánticas en lo más profundo de las dentritas neuronales.
En su relación con otros hombres en sociedad, es decir en un plano macro, no pareciera haber mayores diferencias que aquellas que representan las económicas y sociales, de clase, como dirían los sociólogos de la vieja escuela, de resto pareciera haber una homogenización de las personas que es llevada a percepciones culturales impulsadas por los conceptos de los derechos del hombre como sujeto de obligaciones y objeto de garantías por parte del estado, o por abstracciones como el de la dignidad humana o de ciudadanía en su accionar político, o de género en cuanto a su comportamiento sexual, o de conocimiento, dependiendo de su experticia en algún área de trabajo.
Ya los griegos habían conocido de las diferencias en gustos entre los hombres, lo que era bello y deseable en unos, no lo era en otros, los escépticos elaboraron sobre el tema correspondiéndole al alejandrino Sextus Empiricus disertar sobre la existencia de lo bueno y lo malo en el mundo, por lo que citaba a su maestro Arquilocus cuando decía: “Los hombres se diferencian en cuanto aquello que contenta sus corazones”, observaron que hay hombres que persiguen la gloria, otros la riqueza y los tesoros, aún otros los placeres e incluso aquellos que se sentían felices en medio de las necesidades y el sufrimiento, cada quien con su tema.
De acuerdo a la breve reseña que hace el famoso politólogo peruano Walter Montenegro sobre Marx y Hegel, en su obra Introducción a las Doctrinas Políticas Económicas (1982), nos reseña algunas de sus motivaciones para el posterior desarrollo de la doctrina marxista:

Marx nació en Alemania, el año de 1818, hijo de un prestigioso abogado judío convertido al cristianismo. Preocupado desde temprano por los problemas económico-sociales de su tiempo, realizó su obra de pensador y agitador político en Alemania, Francia, Bélgica e Inglaterra. En éste último país vivió más de 30 años, y en el murió… Friedrich Engels, compañero, amigo y colaborador inseparable de Marx, nació también en Alemania, el año 1820, y desde su juventud observó (en torno a los prósperos negocios industriales de su padre) las miserables condiciones de vida de los trabajadores. Absorbido por las ideas revolucionarias que hacían explosión en aquella etapa del siglo XIX empezó a escribir panfletos contra el orden social e imperante. Se debió en gran parte a la ayuda moral y pecuniaria de Engels y a su contribución intelectual, el que Marx hubiera logrado realizar su tarea en medio de durísimas vicisitudes… el ceñudo ardor combativo y la minuciosidad académica de Marx, y la agilidad mental y el brillo imaginativo de Engels se integraron perfectamente para llevar el materia ideológico al planteamiento del programa político…

¿Qué contentaban el corazón de estos dos hombres? La revolución, ambos condenaban al sistema capitalista que dominaba en sus vidas como el origen de los peores males sociales de su época, y se abocaron a construir una crítica hacia esa visión del mundo, Marx vivía resentido del hecho de su pobreza personal y la falta de reconocimiento a su genio, Engels no había superado sus males edípicos en contra de su padre, el mundo en el que vivían se les antojaba injusto y tenían la ilusión compartida del poder político que les otorgaría un movimiento de masas, donde ellos estuvieran a la cabeza, una revolución que les permitiera crear el mundo a su imagen y semejanza.
Ambos se juntaron y trabajaron para producir una de las peores ideas de la humanidad que le daría alimento y trabajo a los hombres más malvados de la historia.
Esta crítica al capitalismo, que es el marxismo, se unió de manera natural a las antiguas prácticas del comunismo primitivo, que son aquellas que no reconocen la propiedad privada y promueven la vida comunitaria, que son maneras de vida tribales y de sectas primitivas que imponían el colectivismo como norma social.
Hay estudiosos de la obra de Marx que afirman que ambos intelectuales reconocían la inviabilidad del proyecto marxista, de acuerdo a este “socialismo científico” una lucha de clases sin fin iban a tener como resultado una sociedad sin clases y sin gobierno, es claramente un sin sentido, lo que Marx había diseñado y lanzado al mundo era una fórmula de propaganda, un programa, para mantener entretenida a las masas de obreros y trabajadores en una constante guerra por el poder, les había proporcionado una utopía en la que creer y un estado imposible de sostener,  siempre en conflicto consigo mismo; no en vano Marx negó en varias ocasiones que él fuera marxista.
Esta mala idea creada por unos resentidos, por unos políticos oportunistas, que vieron  la manera de encajar y liderar un movimiento internacional revolucionario, prendió en la mente y los corazones de mucha gente como consigna y propaganda, surgieron los sindicatos y luego los partidos políticos y cuando sus economistas y planificadores trataron de darle cuerpo y sentido a la letra pequeña de El Capital, fue cuando se dieron cuenta que aquello era imposible que funcionara en la realidad, y empezaron los experimentos y los cambios que finalmente llevarían al derrumbamiento de las economías socialistas, unas más temprano, otras más tarde, pero siempre con el mismo resultado el estrepitoso fracaso de un absurdo.
Pero el mal estaba hecho, el comunismo se hizo una fuerza relevante en el mundo, había cierta magia y atractivo en las imágenes que proyectaba, el revolucionario convencido de su destino, su moral indoblegable del socialista que igual que los cristianos, sólo creía en la solidaridad, en la caridad y el amor revolucionario, que era el verdadero amor hacia la raza humana, hacia los que menos tenían hacia los pobres, que nacía de la fuerza de los trabajadores malamente explotados por el capitalismo… sin necesidad de leer las casi 2.500 páginas de teoría y guarismos demostrativos de El Capital de Karl Marx, ésta pésima idea se había simplificado en panfletos con sus ideas fundamentales, que al final se resumían en destruir el viejo orden perverso y explotador, para construir encima de sus escombros el verdadero paraíso en la Tierra, “Dar a cada quien según sus necesidades”.*3213
La fórmula perfecta para idiotas y oportunistas que quieren pescar en río revuelto, quitarle al que tiene para darle al desposeído, hasta la Iglesia Católica cayó en la trampa y se convirtió en agente de promoción del comunismo internacional, pero uno de sus principales incentivos fue descubierto en la práctica de ésta sórdida filosofía, y eran los privilegios a los que tenían derecho aquellos que manejaban el poder absoluto, la vida de lujos y excesos que vivían los de la élite revolucionaria, los jefes, los comandantes supremos, aquellos que tenía la decisión sobre quien vive y quien muere.
Ahora imagine usted querido lector, lo que esta malísima idea pudiera tener en la joven mente de un soldado o de un chofer de autobús que nada tienen, que no quieren trabajar para ganarse la vida, que han tenido una vida llena de carencias, posiblemente de abusos y violencia familiar, que han adquirido una serie de malas costumbres como el mentir, hacer trampas, traicionar, utilizar la violencia como recurso para proveerse de cosas, y con un hambre insaciable por el poder y lo que ese poder puede hacer por ellos, y que además viven en un país de tontos que andan siempre a la espera de que alguien más les resuelva sus problemas, que les da asco la política, que lo único que quieren es poder viajar a Miami y traerse las maletas llenas de espejitos y abalorios de colores.
Esos individuos desviados, mal educados, indocumentados, resentidos y violentos viven en un país sin futuro, en manos de partidos políticos clientelares, con un liderazgo que no sale de los más costosos restaurantes bebiendo del mejor whisky y negociando a quien le toca gobernar, con un pueblo que no tiene la menor idea de lo que significa ciudadano ciudadanía, que todo lo aprende por la televisión y que de lo único que tienen alguna certeza es que a ellos también les toca su pedazo de la torta petrolera, que en algún momento algo de dinero les caerá del cielo porque ellos también son venezolanos.
En ese país que heredamos de los años cincuenta, siempre vigilado y deseado por la dictadura castrocomunista cubana, lleno de socialistas demócratas, educados en universidades socialistas, tutelados por una iglesia socialista, entretenidos y formados por una elite de intelectuales y artistas socialistas, con empresarios socialistas que se sentían culpables de su propio éxito y su relación de dependencia con el estado socialista, con una historia llena de superhéroes y de gestas colectivistas.
Sume usted estos factores, métalos en una coctelera de una muy pobre concepción del término democracia, bátalo, sírvalo y adivine: ¿Qué obtiene?   -    saulgodoy@gmail.com




No hay comentarios:

Publicar un comentario