domingo, 27 de enero de 2019

Los dueños de los medios y la censura


Una de las razones por la cual salí de la parrilla de los columnistas de opinión del el diario El Universal, fue al momento de sentirme incómodo con la operación de venta del periódico de la manera tan oscura como se hizo, desde el instante que no me gustó la forma en que eran manejados mis artículos enviados, simplemente me eyecté del grupo, aún a sabiendas que encontrar una audiencia tan amplia como la que ese medio tenía iba a ser imposible, fue una cosa por otra, mi libertad por una enorme y prestigiosa tribuna.
Todo comunicador social, debería tener unos principios básicos al momento de ejercer la profesión y entre ellos debería estar el de no claudicar en el derecho que cada periodista tiene a expresar libremente su pensamiento, eso es fundamental para garantizar ese otro derecho que tiene la sociedad democrática de estar debidamente informada, por supuesto hay limitaciones propias del trabajo, estar dentro de un estilo, atenerse a los hechos, cumplir con las tareas asignadas, limitarse al tema, etc., pero nunca perder ese “punto de vista” que hacen a un periodista un ser humano libre y no un instrumento ciego de las mesas de redacción.
El primer enemigo de un periodista es el miedo, el segundo es la censura, y cuando la censura viene de los cuadros directivos de los medios de comunicación, cuando la autocensura se implanta en el negocio de las comunicaciones, y estoy hablando de los medios privados, de los que están en la actividad porque están haciendo un negocio lucrativo que les permita no solo sostener sus operaciones, sino competir con otros medios, ser cada vez mejores, invertir en nuevas tecnologías y talentos, y por supuesto obtener ganancias.
Pero el negocio de las comunicaciones en los países desarrollados y democráticos no es cualquier negocio, tiene sus especiales diferencias con otros tipos de emprendimientos, y la que más destaca es que se trata de un poder efectivo en el mundo de la información, el entretenimiento y de la educación de la sociedad donde actúan, son, entre otras cosas formadores de la opinión pública, marcadores de las tendencias en la moda y la cultura en general, las personalidades que los identifican como presentadores de programas de entretenimiento, actores, anclas de programas noticiosos, comentaristas, invitados, influyen de manera importante en el gusto y el comportamiento de la audiencia, son considerados de importancia estratégica para los fines de la seguridad de las naciones, bastiones de la democracia y sus valores, alertas tempranas de amenazas y peligros.
En los medios radio eléctricos y en el internet existe el uso de un espectro radio eléctrico, de bandas que tienen una capacidad de carga, unos límites físicos que necesitan de una distribución equitativa de un recurso limitado ante una demanda ilimitada, por la que hay regulaciones y asignaciones de frecuencias por las que hay que competir, y donde los entes gubernamentales juegan un papel como reguladores de dichos espacios.
Pero la importancia de los medios en aspectos de seguridad del estado y la permanencia de los sistemas de gobierno es más obvio en los países comunistas y totalitarios donde el estado mantiene un control y una supervigilancia sobre los medios de comunicación, donde existe una censura previa, en el acto y posteriormente, donde para operar un medio de comunicación requiere de permisos y autorizaciones especiales, financiamiento y acceso a las divisas, incluso acceso a insumos vitales como el papel para los periódicos, donde existe la hegemonía comunicacional y el dueño de los medios es el estado (lo que permiten son licencias para los operadores y el contenido es dictado por el gobierno), los medios de comunicación y la profesión de comunicador social son instrumentos políticos del estado para el control social y la propaganda.
En Venezuela tenemos un extraño condumio de libertades y controles que afectan profundamente la libertad de expresión y de información garantizada por la constitución, pero que de hecho es una parcela que el estado quiere tener bajo su dominio, pero esto no es nuevo, es una situación que hemos heredado de las democracias socialistas que le tenían pavor a la prensa libre, por los que los conflictos entre los medios libres y el gobierno eran usuales, como comunes eran los cierre forzados  de emisoras y periódicos y persecuciones a periodistas.
Igualmente eran comunes las alianzas entre medios y gobiernos de turno, los políticos se beneficiaban de la exposición de sus personas y mensajes, y los medios de los avisos y contratos que dan las diferentes dependencias del estado y que reportaban jugosas ganancias en publicidad, lo contrario también sucede, un medio muy crítico al gobierno puede perder sus cuentas del estado y para algunos medios, sobre todo en el interior del país, puede ser muy perjudicial.
Pero algo que debemos tener en consideración como un fenómeno muy propio de regímenes bananeros y pleno de abusos de autoridad son las cadenas, un privilegio desmedido de los presidentes que cuando querían comunicarle algo al país que consideraban importante, confiscaban nuestra libertad de estar informados y escoger la programación que queríamos escuchar o ver y obligaba a todos los medios radioeléctricos a otorgarle espacios para sus mensajes de manera obligatoria.
Abusos han habido en cantidad, siendo los más peligrosos cuando los intereses de los medios y
el partido de gobierno se alineaban y producían una hegemonía en los mensajes y la cobertura política se hacía tendenciosa hacia ciertos partidos y candidatos, al punto, que podía decirse que los grandes medios elegían a los presidentes o a cualquier candidato a un puesto de elección popular.
La historia del mundo está lleno de ejemplos del abuso del poder de los dueños de medios que por medio de la fuerza de la opinión obligaban a un gobierno a cambiar ciertas políticas públicas que no les convenía, o que se aprobaran ciertas medidas que eran de su provecho, hasta guerras fueron provocadas para satisfacer las ambiciones de ciertos editores, lo cierto es que el poder de los medios es real, no es figurado.
Pero así como pueden hacer bien también pueden hacer mucho daño, desestabilizar gobiernos, destruir personalidades, dañar reputaciones de productos o de organizaciones, afectar el mercado, sacar de la competencia a otros medios y paremos de contar, no en vano le dice el cuarto poder.
Lo primero que tenemos que decir es que los dueños de medios asumen una enorme responsabilidad no solo frente a su audiencia y patrocinadores cuando incursionan en este “negocio” de la información, sino frente a la colectividad en pleno, y lo hemos vivido recientemente con la aparición del diputado Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, quien se convierte por mandato constitucional en Presidente de la República encargado, y sus apariciones públicas y actos de masa fueron absolutamente ignoradas por los medios de comunicación privados, poniendo en peligro la legitimación de este momento, al hacer un “black out” y otorgarle espacio al usurpador del poder, con todo el ánimo de complacer al gobierno ilegítimo y conscientes de que estaban desestabilizando la lucha de la sociedad por un retorno a la democracia.
La excusa que esgrimen es la serie de sanciones y supervisiones de los organismos reguladores como CONATEL, las amenaza de cierre y confiscación de la señal, el retiro de las concesiones, multas y expropiación por parte del régimen militarista.
Haber transmitido aquellas imágines, mencionar el nombre del diputado, o dar la noticia hubiera significado sanciones, el problema es que sí hubieron algunos pocos medios, entre ellos Radio Caracas Radio, El Pitazo y otros, que sí transmitieron los actos, reportaron el evento y el país se enteró gracias a una minoría que no tuvo miedo y no se autocensuró, y para colmo no tuvieron sanciones.
La mayor parte de los medios de comunicación privados que se dicen independientes no transmitieron los actos multitudinarios e históricos que se estaban produciendo en la calle, le dieron la espalda a una noticia de relevancia nacional y mundial en pleno desarrollo, en su lugar presentaron actos del gobierno y otros contenidos que nada tenían que ver con lo que sucedía.
Esto ha sido una conducta reiterada, bajo la presión del régimen los dueños de medios no quisieron arriesgar su “negocio” y decidieron violarle el derecho a la información a todos los venezolanos, parcializándose con los enemigos de la democracia, no una, sino repetidamente, nunca le presentaron resistencia a estos violadores de los derechos humanos, y de los más importantes, el derecho a la libre expresión y el derecho a estar informado.
Esto nos lleva a una pregunta medular, ¿Pueden estos dueños de medio de comunicación seguir disfrutando de su privilegio de controlar unos espacios de opinión cuando no hacen nada por proteger los derechos de su público, de la sociedad de la que viven en términos comerciales, coadyuvando al detrimento de sus derechos y calidad de vida? La repuesta es indudable, NO!
Hay una alternativa a la respuesta, “lo hicimos por miedo a la retaliación, amenazados porque podrían sacarnos del negocio, lo hicimos para proteger nuestras inversiones y los empleos de tanta gente”, o lo hicieron como colaboracionistas, de acuerdo al plan de hegemonía comunicacional del gobierno, asistiendo a los violadores de derechos humanos para cometer sus delitos en contra de los venezolanos y debilitando la democracia.
La democracia y la sociedad venezolana no puede cargar con empresarios que no defienden su medio de vida, no solo se convierten estos en parásitos, sino que pueden destruir la fibra ciudadana al entregar sus responsabilidades a funcionarios de turno y dejan que sea la política la que decida que es y que no lo que pueden informar o mostrar, porque si hay empresarios comprometidos que luchan a riesgo de todo cuando se trata de defender sus negocios, a sus clientes y sus consumidores.
De las lecciones que nos deja el chavismo es que hay una serie de negocios que son estratégicos, que implican un interés nacional y que deben se encontrarse en buenas manos, capaces, leales al país, sin conexiones criminales, sin pasados oscuros, que provengan de inversiones sanas y legítimas, que sus operaciones y directivos sean lo más transparente posibles, auditables y responsables con las obligaciones que van con su actividad, debemos confiarle nuestros medios de comunicación a verdaderos defensores de la libertad de expresión, no a cobardes explotadores del consumismo, y siendo la información tan vital para la vida de cualquier nación, mal podríamos dejarla en manos de débiles morales y simples pulperos.
Debemos hacer lo más pronto posible una revisión de las concesiones y licencias que se otorgan para manejar señales abiertas, por cable y por satélites, diarios, sitios de internet, radio y otros que llegan u operan en nuestro país, ya sabemos lo fácil que es para los enemigos de la sociedad abierta participar y atentar desde estos medios en contra de nuestra libertad y cultura, como se hacen pasar por empresarios libres e independientes cuando en realidad tienen una misión: destruir las instituciones democráticas y manipular nuestras mentes para sus intereses bastardos.  -   saulgodoy@gmail.com





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