Una
de las razones por la cual salí de la parrilla de los columnistas de opinión
del el diario El Universal, fue al momento de sentirme incómodo con la
operación de venta del periódico de la manera tan oscura como se hizo, desde el
instante que no me gustó la forma en que eran manejados mis artículos enviados,
simplemente me eyecté del grupo, aún a sabiendas que encontrar una audiencia
tan amplia como la que ese medio tenía iba a ser imposible, fue una cosa por
otra, mi libertad por una enorme y prestigiosa tribuna.
Todo
comunicador social, debería tener unos principios básicos al momento de ejercer
la profesión y entre ellos debería estar el de no claudicar en el derecho que
cada periodista tiene a expresar libremente su pensamiento, eso es fundamental
para garantizar ese otro derecho que tiene la sociedad democrática de estar
debidamente informada, por supuesto hay limitaciones propias del trabajo, estar
dentro de un estilo, atenerse a los hechos, cumplir con las tareas asignadas,
limitarse al tema, etc., pero nunca perder ese “punto de vista” que hacen a un
periodista un ser humano libre y no un instrumento ciego de las mesas de
redacción.
El
primer enemigo de un periodista es el miedo, el segundo es la censura, y cuando
la censura viene de los cuadros directivos de los medios de comunicación,
cuando la autocensura se implanta en el negocio de las comunicaciones, y estoy
hablando de los medios privados, de los que están en la actividad porque están
haciendo un negocio lucrativo que les permita no solo sostener sus operaciones,
sino competir con otros medios, ser cada vez mejores, invertir en nuevas
tecnologías y talentos, y por supuesto obtener ganancias.
Pero
el negocio de las comunicaciones en los países desarrollados y democráticos no
es cualquier negocio, tiene sus especiales diferencias con otros tipos de
emprendimientos, y la que más destaca es que se trata de un poder efectivo en
el mundo de la información, el entretenimiento y de la educación de la sociedad
donde actúan, son, entre otras cosas formadores de la opinión pública,
marcadores de las tendencias en la moda y la cultura en general, las
personalidades que los identifican como presentadores de programas de
entretenimiento, actores, anclas de programas noticiosos, comentaristas,
invitados, influyen de manera importante en el gusto y el comportamiento de la
audiencia, son considerados de importancia estratégica para los fines de la
seguridad de las naciones, bastiones de la democracia y sus valores, alertas
tempranas de amenazas y peligros.
En
los medios radio eléctricos y en el internet existe el uso de un espectro radio
eléctrico, de bandas que tienen una capacidad de carga, unos límites físicos
que necesitan de una distribución equitativa de un recurso limitado ante una
demanda ilimitada, por la que hay regulaciones y asignaciones de frecuencias
por las que hay que competir, y donde los entes gubernamentales juegan un papel
como reguladores de dichos espacios.
Pero
la importancia de los medios en aspectos de seguridad del estado y la
permanencia de los sistemas de gobierno es más obvio en los países comunistas y
totalitarios donde el estado mantiene un control y una supervigilancia sobre
los medios de comunicación, donde existe una censura previa, en el acto y
posteriormente, donde para operar un medio de comunicación requiere de permisos
y autorizaciones especiales, financiamiento y acceso a las divisas, incluso
acceso a insumos vitales como el papel para los periódicos, donde existe la
hegemonía comunicacional y el dueño de los medios es el estado (lo que permiten
son licencias para los operadores y el contenido es dictado por el gobierno),
los medios de comunicación y la profesión de comunicador social son instrumentos
políticos del estado para el control social y la propaganda.
En
Venezuela tenemos un extraño condumio de libertades y controles que afectan
profundamente la libertad de expresión y de información garantizada por la
constitución, pero que de hecho es una parcela que el estado quiere tener bajo
su dominio, pero esto no es nuevo, es una situación que hemos heredado de las
democracias socialistas que le tenían pavor a la prensa libre, por los que los
conflictos entre los medios libres y el gobierno eran usuales, como comunes
eran los cierre forzados de emisoras y
periódicos y persecuciones a periodistas.
Igualmente
eran comunes las alianzas entre medios y gobiernos de turno, los políticos se
beneficiaban de la exposición de sus personas y mensajes, y los medios de los
avisos y contratos que dan las diferentes dependencias del estado y que
reportaban jugosas ganancias en publicidad, lo contrario también sucede, un
medio muy crítico al gobierno puede perder sus cuentas del estado y para
algunos medios, sobre todo en el interior del país, puede ser muy perjudicial.
Pero
algo que debemos tener en consideración como un fenómeno muy propio de
regímenes bananeros y pleno de abusos de autoridad son las cadenas, un
privilegio desmedido de los presidentes que cuando querían comunicarle algo al
país que consideraban importante, confiscaban nuestra libertad de estar
informados y escoger la programación que queríamos escuchar o ver y obligaba a
todos los medios radioeléctricos a otorgarle espacios para sus mensajes de
manera obligatoria.
Abusos
han habido en cantidad, siendo los más peligrosos cuando los intereses de los
medios y
el partido
de gobierno se alineaban y producían una hegemonía en los mensajes y la
cobertura política se hacía tendenciosa hacia ciertos partidos y candidatos, al
punto, que podía decirse que los grandes medios elegían a los presidentes o a
cualquier candidato a un puesto de elección popular.
La
historia del mundo está lleno de ejemplos del abuso del poder de los dueños de
medios que por medio de la fuerza de la opinión obligaban a un gobierno a
cambiar ciertas políticas públicas que no les convenía, o que se aprobaran
ciertas medidas que eran de su provecho, hasta guerras fueron provocadas para
satisfacer las ambiciones de ciertos editores, lo cierto es que el poder de los
medios es real, no es figurado.
Pero
así como pueden hacer bien también pueden hacer mucho daño, desestabilizar
gobiernos, destruir personalidades, dañar reputaciones de productos o de
organizaciones, afectar el mercado, sacar de la competencia a otros medios y
paremos de contar, no en vano le dice el cuarto poder.
Lo
primero que tenemos que decir es que los dueños de medios asumen una enorme
responsabilidad no solo frente a su audiencia y patrocinadores cuando
incursionan en este “negocio” de la información, sino frente a la colectividad
en pleno, y lo hemos vivido recientemente con la aparición del diputado Juan
Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, quien se convierte por mandato
constitucional en Presidente de la República encargado, y sus apariciones
públicas y actos de masa fueron absolutamente ignoradas por los medios de
comunicación privados, poniendo en peligro la legitimación de este momento, al
hacer un “black out” y otorgarle
espacio al usurpador del poder, con todo el ánimo de complacer al gobierno
ilegítimo y conscientes de que estaban desestabilizando la lucha de la sociedad
por un retorno a la democracia.
La
excusa que esgrimen es la serie de sanciones y supervisiones de los organismos
reguladores como CONATEL, las amenaza de cierre y confiscación de la señal, el
retiro de las concesiones, multas y expropiación por parte del régimen
militarista.
Haber
transmitido aquellas imágines, mencionar el nombre del diputado, o dar la
noticia hubiera significado sanciones, el problema es que sí hubieron algunos
pocos medios, entre ellos Radio Caracas Radio, El Pitazo y otros, que sí
transmitieron los actos, reportaron el evento y el país se enteró gracias a una
minoría que no tuvo miedo y no se autocensuró, y para colmo no tuvieron
sanciones.
La
mayor parte de los medios de comunicación privados que se dicen independientes
no transmitieron los actos multitudinarios e históricos que se estaban
produciendo en la calle, le dieron la espalda a una noticia de relevancia
nacional y mundial en pleno desarrollo, en su lugar presentaron actos del
gobierno y otros contenidos que nada tenían que ver con lo que sucedía.
Esto
ha sido una conducta reiterada, bajo la presión del régimen los dueños de
medios no quisieron arriesgar su “negocio” y decidieron violarle el derecho a
la información a todos los venezolanos, parcializándose con los enemigos de la
democracia, no una, sino repetidamente, nunca le presentaron resistencia a
estos violadores de los derechos humanos, y de los más importantes, el derecho
a la libre expresión y el derecho a estar informado.
Esto
nos lleva a una pregunta medular, ¿Pueden estos dueños de medio de comunicación
seguir disfrutando de su privilegio de controlar unos espacios de opinión
cuando no hacen nada por proteger los derechos de su público, de la sociedad de
la que viven en términos comerciales, coadyuvando al detrimento de sus derechos
y calidad de vida? La repuesta es indudable, NO!
Hay
una alternativa a la respuesta, “lo
hicimos por miedo a la retaliación, amenazados porque podrían sacarnos del
negocio, lo hicimos para proteger nuestras inversiones y los empleos de tanta
gente”, o lo hicieron como colaboracionistas, de acuerdo al plan de
hegemonía comunicacional del gobierno, asistiendo a los violadores de derechos
humanos para cometer sus delitos en contra de los venezolanos y debilitando la
democracia.
La
democracia y la sociedad venezolana no puede cargar con empresarios que no
defienden su medio de vida, no solo se convierten estos en parásitos, sino que
pueden destruir la fibra ciudadana al entregar sus responsabilidades a
funcionarios de turno y dejan que sea la política la que decida que es y que no
lo que pueden informar o mostrar, porque si hay empresarios comprometidos que
luchan a riesgo de todo cuando se trata de defender sus negocios, a sus
clientes y sus consumidores.
De
las lecciones que nos deja el chavismo es que hay una serie de negocios que son
estratégicos, que implican un interés nacional y que deben se encontrarse en
buenas manos, capaces, leales al país, sin conexiones criminales, sin pasados
oscuros, que provengan de inversiones sanas y legítimas, que sus operaciones y
directivos sean lo más transparente posibles, auditables y responsables con las
obligaciones que van con su actividad, debemos confiarle nuestros medios de comunicación
a verdaderos defensores de la libertad de expresión, no a cobardes explotadores
del consumismo, y siendo la información tan vital para la vida de cualquier
nación, mal podríamos dejarla en manos de débiles morales y simples pulperos.
Debemos
hacer lo más pronto posible una revisión de las concesiones y licencias que se
otorgan para manejar señales abiertas, por cable y por satélites, diarios,
sitios de internet, radio y otros que llegan u operan en nuestro país, ya
sabemos lo fácil que es para los enemigos de la sociedad abierta participar y
atentar desde estos medios en contra de nuestra libertad y cultura, como se
hacen pasar por empresarios libres e independientes cuando en realidad tienen una
misión: destruir las instituciones democráticas y manipular nuestras mentes
para sus intereses bastardos. - saulgodoy@gmail.com

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