“Los seres humanos viven
sintonizados en un círculo de proximidad, el de la fascinación del ser humano
por el ser humano”.
Peter Sloterdijk
En el
siglo XVI, algunos espíritus ilustrados creía que el universo y las cosas que
eran contendidas en él, incluyendo a los seres humanos, mantenían una constante
comunicación, discreta pero constante entre ellas, lo que producía efectos y
vinculaciones en permanente interacción, lo que creaba múltiples influjos, los
europeos llamaban a esta condición magología,
y el hecho de que esta comunicación se mantenía en bajos niveles
perceptivos, con lo que muy pocas personas se percataban de ellas, de hecho,
pasaban inadvertidas para la mayoría y sólo era captada por personas que tenían
ciertas sensibilidades y conocimientos, entre ellas, magos, curanderos,
médiums, hipnotistas, agentes que podían conectarse a ese flujo comunicativo y
en algunas circunstancias, usarlas para alterar o modificar algunas
condiciones.
De
acuerdo al filósofo alemán Peter Sloterdijk, el doctor Sigmund Freud, el padre
del psicoanálisis, estaba al tanto de esta realidad alterna, la investigaba y
le daba alguna utilidad en sus tratamientos, pero nunca la publicitó para
proteger la seriedad de la ciencia que estaba fundando, tratándose de una
especulación para su tiempo, cuya única expresión clínica era el mesmerismo que
algunos colegas utilizaban en sus prácticas con resultados notables, prefirió
no involucrarla en sus publicaciones y lecciones académicas.
Me
acabo de leer un delicioso ensayo del profesor Dr. Adolfo Vásquez Rocca con un
título desconcertante para los no iniciados, Sloterdijk, Heidegger y Jean -Luc Nancy: Esferas, arqueología de lo
íntimo, morfología del espacio compartido e historia de la fascinación de la
proximidad. (Revista Nómadas, 2011).
Vásquez
Rocca toma tres de mis filósofos favoritos y los conjuga de manera magistral en
una interpretación muy personal de la obra de Sloterdijk, Esferas (2003), un estudio que viene en tres (3) tomos y que
recomiendo sin ninguna duda a quienes les gusta ahondar en las aguas profundas
de la metafísica del ser. Sloterdijk parte de la filosofía elaborada por
Heidegger en su obra Ser y Tiempo (1967)
y la continúa sumergiéndose en la psicología profunda con el expreso propósito
de contradecir a la tesis del sabio Leibniz de que el ser humano le corresponde
una actuación como si fuera una mónada, independiente, autónoma, encerradas en
sí mismas, sin posibilidad de comunicación, cuando en realidad hay un constante
contagio afectivo entre los seres que existen.
De
las tesis de Sloterdijk que más me llamaron la atención fue su idea de que el
hombre, tal y como lo conocemos hoy en día, es una creación y nace en la época
de los grandes imperios, antes, en los tiempos de las hordas, de las tribus y
de los colectivos el hombre no existía, resume magistralmente Vásquez Rocca:
Sloterdijk intenta así situarnos en
aquel tiempo original cuando el hombre salió de entre la niebla, antes de las
primeras civilizaciones. Para Sloterdijk la obsesión por las culturas
superiores es la mentira esencial y el error capital no sólo de la historia y
de las humanidades, sino también de la ciencia política y de la psicología.
Ella destruye, al menos como consecuencia última, la unidad de la evolución
humana y la conciencia de la cadena de innumerables generaciones que han
elaborado nuestros “potenciales” genéticos y culturales. El hombre no es –como
pretende el interés ideológico de las altas culturas– un burgués animal de Estado, que necesita,
para la plenitud de su esencia, capitales, bibliotecas, catedrales y embajadas,
sino más bien un ser que se constituye a partir de su participación en un
núcleo íntimo, en un ámbito de mutualidad.
Y es en este punto cuando interviene el tercer
filósofo, Jean -Luc Nancy, de quien ya hemos mencionado en varios artículos, en
su obra Ser Singular Plural, (2006),
según Jean-Luc la existencia es coexistencia, ser en el mundo es necesariamente
una comunidad, de personas, de objetos, de animales, de naturaleza, de
universo… cuando una persona habla de uno, en sentido singular, como la
personificación de una personalidad consciente e individual, lo que en realidad
está diciendo con ese “uno” es “nosotros”, el mundo entero, el cúmulo de
interrelaciones que sucede a cada instante y que componen nuestro yo, no son
sólo mis interpretaciones de los estímulos recogidos por mis sentidos sino son
la imagen, energía, información, que el mundo nos devuelve de nosotros mismos
cargados de ellos, hasta las cosas inermes y menos significativas en nuestro
universo simbólico, nos aporta algo en la construcción de nuestro ser en el
mundo.
La única manera de encontrarnos a nosotros mismos es
en la soledad, es en ese momento cuando estamos fuera del mundo y la
experiencia que resulta es la consciencia de sí, recogida en sí, de resto,
estamos en el mundo donde el momento más íntimo con nosotros mismos es cuando
estamos con alguien más en la intimidad, que es justamente de donde nace el
amor, y es cuando más sentido tiene el mandato en la epístola de Santiago,
cuando dice: “Amarás a tu prójimo como a
ti mismo”
De allí el basamento de las comunicaciones humanas,
no somos simplemente unos receptores y unos emisores de mensajes, no somos sólo
el mensaje, o lo que podamos interpretar del mensaje, nos aclara Vásquez Rocca
que nuestras comunicaciones no son sólo las formales sino que hay otras formas:
Que haya a menudo pacientes que parezcan
leer los pensamientos de sus terapeutas, y que haya, al contrario, terapeutas
que en sus propias sensaciones y asociaciones entresaquen, por decirlo así,
material propio del que está enfrente para aducirlo o restituirlo en la
conversación con el paciente: eso pertenece desde la época fundacional de la
psicología más reciente a las observaciones de base de la nueva praxis de
proximidad. Como a William James y Pierre Janet, también a Sigmund Freud le
impresionó la rebelde realidad de los efectos telepáticos; no dudaba de que en
ellos se reactivan funciones paleo-pscicológicas.
El que nos hayamos rodeados de diversos medios de
comunicación, aparatos, tecnologías, que tratan de sustituir las comunicaciones
humanas, de llenarnos de información comercial, de ideologías, publicidad y arquetipos
interesados, un cúmulo de información abrumadora que muchas veces no tienen
ningún sentido, no exime que sigan existiendo y actuando sobre nosotros otro
tipo de comunicaciones que a pesar del ruido, siguen conformando nuestro ser en
el mundo.
El que podamos estar “pegados” a Netflix o a
nuestros celulares chateando la mayor parte de nuestra vigilia hacen de
nosotros unos seres diferentes, como bien lo expresa el profesor Vásquez Rocca:
“Mientras los llamados medios roban
masivamente a los seres humanos sus propiedades mediales, estos desarrollan los
signos característicos del “último hombre” en el peor sentido de la expresión.
Vivimos dentro de nosotros mismos la larga agonía del ángel. Los últimos
hombres son ángeles vacíos, antimensajeros, hombres incapaces de articular
palabra”
Estos son apenas algunos argumentos sacados con
pinzas de este importante ensayo que recomiendo para su lectura al igual que
los autores y los libros sobre los que se apoya, no son fáciles, pero nos
brindan una visión novedosa de nuestra naturaleza y circunstancias. - saulgodoy@gmail.com
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