El
siguiente es el primero de mis artículos en los cuales voy a tratar de explicar
con argumentos históricos y racionales el porqué el concepto de Justicia Social
es un fraude , un juego de palabras sin sentido, que tanto el comunismo, como
el socialismo, como la Iglesia Católica utilizan para promocionar sus intereses
colectivistas acerca de implantar una ilusión de solidaridad, la sujeción del
individuo a una autoridad para que esta sea quien se convierta en el único
árbitro para la repartición distributiva de los bienes que produce la sociedad a
quienes menos tienen.
La
justicia social es un término absolutamente vacío que significa muchas cosas
para muchas personas, por lo que termina por significar nada, pero es muy
popular y quienes lo usan quieren destacar como personas preocupadas por la
igualdad y que todos reciban equitativamente “algo” de lo que un estado, que no
respeta la propiedad privada ni valora el esfuerzo del trabajo de los
individuos, le quita a quienes laboran con su esfuerzo personal, para dárselo a
los que no pueden o no quieren trabajar, creando con esta política pública a
toda una clase de parásito sociales y clientes políticos de los partidos que lo
impulsan.
En
nuestro país el término Justicia Social está en la boca y ha estado en la
mayoría de nuestros líderes políticos, lo cual es normal dentro de las personas
que creen en el socialismo, nuestro presidente interino el Sr. Guaidó, lo
utiliza de manera repetida, de hecho ha juramentado a la multitud en trabajar
en pos de la Justicia Social, pues cree que se trata de una condición
fundamental de la Venezuela que pretende construir para el futuro, lo cual es
una malísima noticia, por lo que trataremos por medio de estos artículos de
hacerle cambiar de parecer y que reconozca su error.
Friedrich
A. Hayek uno de los economistas y filósofo que por décadas estuvo estudiando el
problema de la Justicia Social y quien ha sostenido con los mejores argumentos
la inviabilidad de los postulados colectivistas de esta tesis comunista, ha
escrito diversos libros y artículos, dictado conferencias y debatido
públicamente sobre el tema, y hasta los momentos ni siquiera la Iglesia
Católica quien ha sido la que más ha cultivado el estudio de este término ha
podido contra argumentar con éxito en contra de las razones alegadas por el
Premio Nobel austríaco.
Pero
en nuestro país, por su regusto por el populismo, por la pereza mental
generalizada al no practicar el hábito de la lectura, ni la búsqueda
sistemática y científica del conocimiento, la bendita tesis de la justicia
social ha sido todo un éxito dado los réditos políticos que se obtienen de la
ignorancia popular y que prefieren mantener para seguir explotándola a su favor.
Haga
usted amigo lector un sencillo experimento, pregunte a sus allegados ¿Qué
entienden por justicia social? y les aseguro que todas las respuestas serán
diferentes y cada una apuntando para lados distintos, las personas más
informadas quizás apelen a las tesis del profesor de la Universidad de Harvard
John Rawls, o algunas de los desarrollaos en la panoplia de la que dispone la Iglesia
en sus doctrinas sociales y pastorales, sobre todo en el desarrollo de su
visión humanista de la sociedad, o el concepto que devino en el desarrollo de
los derechos humanos, lo que todas tienen en común es que se trata de una
insidiosa y corrosiva crítica al derecho de la propiedad privada.
Y es
que ya su mala intensión viene declarada en los dos términos generales que la
identifican JUSTICIA, una palabra bella, mágica, llena de sentimientos y buenos
deseos, y SOCIAL, nuestra razón de ser y de pertenencia, tan amplia como el
océano, juntas se confabulan para torpedear nuestra inteligencia y para que sea
mal usada por los más vivos, por aquellos que desean tener algún tipo de
control sobre las voluntades populares.
En
cuanto a la palabra social, el vocablo es utilizado prácticamente para ocultar
una gran ignorancia sobre lo que se está
hablando o describiendo, el político venezolano tiene la mala costumbre de
ocultar su incomprensión de la realidad detrás de una semántica recargada de
términos que suenan importantes pero están absolutamente vacíos, sociedad y
social son dos de ellos,
En
combinaciones de palabras como Estado Social de Derecho, o Economía Social de Mercado, el término social
se incluye para hacer creer que se trata de una materia muy importante que
corresponde a un colectivo innominado, totalmente amorfo, carente de estructura
y de diferencias entre sus partes, remite a la idea de un colectivo, que para
los comunistas, transmite esa vaga idea cuasi religiosa de unidad tribal, donde
las necesidades y los medios para satisfacerlas son comunes, la perfecta célula
colectivista a la que no se le puede negar su originalidad basal.
El término
Justicia ha tenido un interesante desarrollo en la historia de la humanidad,
igual su par, la palabra Social pero Hayek ha sido el que más hacia atrás se ha
ido, dice el pensador austríaco:
No debe olvidarse que, antes de que la
humanidad llegara al periodo abarcado por los últimos diez mil años, a lo largo
de los cuales se desarrolló la agricultura, la urbe y la sociedad extensa, el
ser humano vivió por lo menos durante un periodo cien veces más largo agrupado
en pequeñas hordas de cazadores constituidas por medio centenar de individuos
que, dentro de un territorio común y exclusivo, compartían los alimentos con
arreglo a un estricto orden jerárquico. Pues bien, fueron las exigencias de
este primitivo tipo de orden social las que determinaron muchos de los
sentimientos morales que aún hoy nos gobiernan y que, especialmente en el
aspecto social, no dudamos en refrendar a nivel colectivo. Se trataba de grupos
en los que, por lo menos en lo que a los machos se refiere, la persecución de
objetivos colectivos bajo la dirección del macho alfa era esencial a su
supervivencia. Como lo era en igual medida la distribución del producto de la
caza entre los miembros de la horda en función de la respectiva importancia
para la supervivencia del grupo. (New Estudies
in Philosophy, Politics, Economics and History of the Ideas, 1978)
La persistencia en el tiempo de estas costumbres se
instalaron en nuestra memoria profunda, de modo que aún hoy tengamos una
predisposición al reparto de los bienes del grupo por intermedio de un líder,
que lo veamos y hasta sintamos como algo normal, los venezolanos siempre
estuvimos bajo el dominio de caciques y jefes guerreros que luego de la
conquista se transformaron en Virreyes, Gobernadores, Capitanes Generales,
Obispos, Comendadores, Generales, Comandantes, Presidentes… de una manera
malintencionada el pueblo venezolano siempre estuvo bajo el influjo del
paternalismo benefactor, lo que se tradujo en que nuestro pueblo jamás maduró,
no sabía ser independiente, dueño de su propio futuro, siempre estamos a la
búsqueda del líder mesiánico que nos proteja y haga justicia (darnos comida,
trabajo, dinero, casas, becas, atención médica gratuita, uniformes, planes,
objetivos, etc.), quitándole recursos a los que más tienen para dárselos a los
menos favorecidos.
Los socialistas, en especial los que se
desprendieron del castro comunismo, entre ellos esa perniciosa derivación
conocida como teología de la liberación, tan popular en los años70 del pasado
siglo, envenenaron extensivamente nuestro continente dándole sentido al
resentimiento popular en contra de las injusticias sociales, encontrando en la
burguesía y en los empresarios, las víctimas ideales para asignarle las culpas
de nuestros errores y flojeras y reconociendo a un estado fuerte, centralista,
planificador, benefactor y unitario como el único ente capaz de satisfacer
nuestras necesidades más básicas, en eso convirtieron el oficio de gobernar, y
por eso es que Venezuela nunca ha salido de la ignorancia y el retraso.
Estamos saliendo del chavismo que ha sido el
paroxismo de la vagabundería en convertir a un pueblo honesto y trabajador, en
una masa de desvalidos que viven de la caridad pública a cambio de sus votos en
las elecciones, me temo que quienes ahora están preconizando de nuevo la
mentada justicia social sean no muy diferentes de un Nicolás Maduro y su
caterva de esclavistas, le pido a Dios con toda mis fuerzas, que nuestro
presidente interino, el ciudadano Guaidó, reflexione y que deje a un lado ese
retrogrado Plan País, el cual es más de lo mismo, una receta para que nada
cambie y todo siga igual. - saulgodoy@gmail.com
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