domingo, 17 de marzo de 2019

Humoristas al rescate de la buena vida

😊


A Harry Stein lo leí por primera vez en la revista Playboy en un artículo que me causó mucha gracia sobre Tiny Tim, uno de los personajes más curiosos y extraños del espectáculo, humorista y cantante; se trataba de un desgarbado y greñudo joven, que vestía estrafalariamente y tocaba un ukelele, cantando con una fina y atiplada voz. Luego me reencontré con Stein en su libro Ethics (and other liabilities) Trying to live right in an amoral world (1982), con el que se convirtió en uno de mis escritores judíos favoritos (que son legión); Stein es hoy uno de los analistas políticos más respetados de los EEUU, es un neoyorquino a carta cabal, sigue siendo un humorista consumado, como lo sigue demostrando en su obra Como accidentalmente me encontré formando parte de una vasta conspiración de la extrema derecha, (2000) y, como podrán adivinar, es un socialista crecido y educado dentro de la más rancia tradición del pensamiento izquierdista de Norteamérica.
Harry tiene una historia bien interesante, como figura pública y escritor que es; su padre fue un exitoso libretista de Broadway, un hombre de teatro del que heredó una fina pluma y un sentido del humor imbatible; pero fue su asociación con la ética, la que transformó su carrera como escritor y le dio nuevos rumbos. La historia que narra en su libro de Ética va, más o menos, de esta manera:
En los tempranos años ochenta del pasado siglo, Harry asistió a una reunión del grupo editor de la famosa revista Esquire de New York, que recientemente había cambiado de dueños, y en esa misma tertulia renació la vieja idea de tener una página dedicada a los asuntos éticos y morales, a manera de educación ciudadana, teniendo en cuenta el deteriorado clima moral que se vivía en los EEUU para aquella época, sobre todo el de los sempiternos escándalos políticos que sacudían con una periodicidad más frecuente al país.
Al nuevo editor le pareció una buena idea y el nombre de Stein fue sugerido para hacerla, principalmente, porque era un humorista; todos estuvieron de acuerdo en que una columna sobre temas éticos sería algo muy árido y poco leído si no tenía su dosis de humor.
Stein aceptó y lo demás es historia. La columna se convirtió en un éxito y catapultó a Harry como figura nacional, con el infeliz remoquete de “Sr. Ético”, pero se convirtió en una referencia mediática importante; más tarde, en su carrera como periodista, escribió una columna para la revista de mayor tiraje en los EEUU, TV Guide, una columna sobre ética y televisión, que terminó de darle ese barniz de consultor de “qué hacer en caso de incendio moral”.
Sus opiniones políticas sobre la derecha norteamericana, sobre los conservadores e, incluso, sobre los mismos izquierdistas, a quienes criticaba sin piedad cuando hacían algo que consideraba incorrecto, son para agarrar palco; estaban sus duras opiniones sobre el racismo y la intolerancia, que eran mucho más agudas e hirientes, en cuanto las veía con esa visión quirúrgica del humor.
Stein se convirtió en una figura de relevancia social en los principales eventos de la ciudad de New York, invitado, casi a diario, a importantes almuerzos y cenas, eventos especiales, sobre todo con artistas y políticos de relevancia nacional; la gente se acercaba a él con historias personales que luego reprocesaba y las convertía en artículos; el material sobre la ética y la moral ciudadana de los EEUU era infinito y Stein contaba con un variopinto reportorio de la cotidianidad del país.
Su libro de Etica es un banquete de anécdotas de la vida diaria en la ciudad de la manzana, de recuerdos de su infancia, son historias de triunfos y fracasos, de tentaciones, pecados y virtudes, de gente mala y de santos inesperados, que aparecían en los lugares y momentos más inesperados… se trata de uno de los estudios del comportamiento humano más valioso que he leído en los últimos tiempos y siempre con una sonrisa en los labios.
A lo que quería ir, luego de leer la Ética de Stein, pensé en nuestros humoristas en Venezuela, una cofradía de finos críticos sociales y con ese particular e hiriente humor venezolano, irreverente, inteligente y siempre tocando los puntos relevantes de nuestras contradicciones y naturaleza; enemigos acérrimos del régimen de Maduro que tiene una casi inexistente tolerancia hacia la mordacidad y el humor cínico con el que nuestros humoristas (caricaturistas, comediantes del stand-up, cronistas, articulistas, opinadores, twiteros, músicos del humor, etc.) retratan la retorcida realidad que esos animalitos malhumorados, que viven el sótano más oscuro de la izquierda revolucionaria, nos han impuesto.
Nuestros humoristas se han convertido en los enemigos número uno de la dictadura, cosa que da risa, porque Maduro, su corte de secuaces y los que los dejan ser y hacer están empeñados en sentirse superiores a cualquier otra raza, cultura o etnia del mundo; y da risa porque estos recontrahumanistas y superdemócratas, disfrazados de militares o de gente, para despistar, no soportan que se les haga ninguna broma o se les tome en chanza. La verdad es que los venezolanos los vamos a extrañar, cuando sean borrados del mapa, en su propia y retorcida manera; los chavistas son de lo más hilarante, precisamente, porque se toman en muy en serio lo que hacen y creen estar comportándose normalmente con cada palabra mal dicha, con cada gesto enloquecido que los caracteriza, con el cómo se visten, como se divierten, con cada acto de circo que realizan, con cada crimen que cometen, que es tan obvio que ellos lo hicieron, pero que lo niegan con un fervor que da risa… es como tener a nuestro propio programa de los Simpsons, en cadena nacional, las 24 horas del día, los 365 días del año.
Viene ahora un período de reconstrucción del país, en el que, más que nunca, vamos a necesitar de esos humoristas éticos, que nos hagan caer en cuenta, como sociedad, de nuestras propias incoherencias y errores, sobre todo de nuestra ignorancia y falta de criterio para elegir y dar por sentado demasiadas cosas importantes, que deberían ser mejor pensadas. Estoy seguro de que vamos a contar con ellos, son pieza importante en nuestro proceso de reeducación para un nuevo país.
En cuanto a Stein, el artículo con el que debutó, su primer artículo en la revista Esquire, fue sobre el “jalabolismo” (kissing ass) en la sociedad norteamericana, una actividad que, al igual que en la venezolana, es el deporte nacional.  Stein en su artículo nos cuenta sobre la investigación en la que se embarcó, en corporaciones, instituciones, universidades, concluyendo que los méritos debían ser combinados con “jalarbolas”, para avanzar en sus carreras, y que en algún momento deben hacerlo, bajo la presunción de que, si no lo hacen, pasan por ser masoquistas; un amigo consultado le dijo- Todo el mundo lo practica, y quienes piensas que no, o son muy buenos en lo que hacen o es el hijo del jefe.
Finalmente, Stein se encontró con alguien que presumía de nunca haber “jaladobolas” para ascender en la escalera corporativa y, cuando lo entrevistó, le reveló su secreto - De ninguna manera, nunca lo he hecho; yo sólo hago el mejor trabajo posible, espero a que mi jefe se dé cuenta y aguardo a que alguien por encima de mí caiga enfermo, con una enfermedad inhabilitante o mortal… así es como he llegado a donde estoy, esperando que la gente se enferme…  -   saulgodoy@gmail.com




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