😊
A
Harry Stein lo leí por primera vez en la revista Playboy en un artículo que me causó mucha gracia sobre Tiny Tim,
uno de los personajes más curiosos y extraños del espectáculo, humorista y cantante;
se trataba de un desgarbado y greñudo joven, que vestía estrafalariamente y
tocaba un ukelele, cantando con una fina y atiplada voz. Luego me reencontré
con Stein en su libro Ethics (and other
liabilities) Trying to live right in an amoral world (1982), con el que se
convirtió en uno de mis escritores judíos favoritos (que son legión); Stein es
hoy uno de los analistas políticos más respetados de los EEUU, es un
neoyorquino a carta cabal, sigue siendo un humorista consumado, como lo sigue
demostrando en su obra Como
accidentalmente me encontré formando parte de una vasta conspiración de la
extrema derecha, (2000) y, como podrán adivinar, es un socialista crecido y
educado dentro de la más rancia tradición del pensamiento izquierdista de
Norteamérica.
Harry
tiene una historia bien interesante, como figura pública y escritor que es; su
padre fue un exitoso libretista de Broadway, un hombre de teatro del que heredó
una fina pluma y un sentido del humor imbatible; pero fue su asociación con la
ética, la que transformó su carrera como escritor y le dio nuevos rumbos. La
historia que narra en su libro de Ética
va, más o menos, de esta manera:
En
los tempranos años ochenta del pasado siglo, Harry asistió a una reunión del
grupo editor de la famosa revista Esquire
de New York, que recientemente había cambiado de dueños, y en esa misma
tertulia renació la vieja idea de tener una página dedicada a los asuntos
éticos y morales, a manera de educación ciudadana, teniendo en cuenta el
deteriorado clima moral que se vivía en los EEUU para aquella época, sobre todo
el de los sempiternos escándalos políticos que sacudían con una periodicidad
más frecuente al país.
Al
nuevo editor le pareció una buena idea y el nombre de Stein fue sugerido para
hacerla, principalmente, porque era un humorista; todos estuvieron de acuerdo en
que una columna sobre temas éticos sería algo muy árido y poco leído si no
tenía su dosis de humor.
Stein
aceptó y lo demás es historia. La columna se convirtió en un éxito y catapultó
a Harry como figura nacional, con el infeliz remoquete de “Sr. Ético”, pero se
convirtió en una referencia mediática importante; más tarde, en su carrera como
periodista, escribió una columna para la revista de mayor tiraje en los EEUU, TV Guide, una columna sobre ética y
televisión, que terminó de darle ese barniz de consultor de “qué hacer en caso
de incendio moral”.
Sus
opiniones políticas sobre la derecha norteamericana, sobre los conservadores e,
incluso, sobre los mismos izquierdistas, a quienes criticaba sin piedad cuando
hacían algo que consideraba incorrecto, son para agarrar palco; estaban sus
duras opiniones sobre el racismo y la intolerancia, que eran mucho más agudas e
hirientes, en cuanto las veía con esa visión quirúrgica del humor.
Stein
se convirtió en una figura de relevancia social en los principales eventos de
la ciudad de New York, invitado, casi a diario, a importantes almuerzos y
cenas, eventos especiales, sobre todo con artistas y políticos de relevancia
nacional; la gente se acercaba a él con historias personales que luego
reprocesaba y las convertía en artículos; el material sobre la ética y la moral
ciudadana de los EEUU era infinito y Stein contaba con un variopinto reportorio
de la cotidianidad del país.
Su
libro de Etica es un banquete de
anécdotas de la vida diaria en la ciudad de la manzana, de recuerdos de su
infancia, son historias de triunfos y fracasos, de tentaciones, pecados y
virtudes, de gente mala y de santos inesperados, que aparecían en los lugares y
momentos más inesperados… se trata de uno de los estudios del comportamiento
humano más valioso que he leído en los últimos tiempos y siempre con una
sonrisa en los labios.
A lo
que quería ir, luego de leer la Ética
de Stein, pensé en nuestros humoristas en Venezuela, una cofradía de finos
críticos sociales y con ese particular e hiriente humor venezolano,
irreverente, inteligente y siempre tocando los puntos relevantes de nuestras
contradicciones y naturaleza; enemigos acérrimos del régimen de Maduro que
tiene una casi inexistente tolerancia hacia la mordacidad y el humor cínico con
el que nuestros humoristas (caricaturistas, comediantes del stand-up, cronistas, articulistas,
opinadores, twiteros, músicos del humor, etc.) retratan la retorcida realidad
que esos animalitos malhumorados, que viven el sótano más oscuro de la
izquierda revolucionaria, nos han impuesto.
Nuestros
humoristas se han convertido en los enemigos número uno de la dictadura, cosa
que da risa, porque Maduro, su corte de secuaces y los que los dejan ser y
hacer están empeñados en sentirse superiores a cualquier otra raza, cultura o
etnia del mundo; y da risa porque estos recontrahumanistas y superdemócratas,
disfrazados de militares o de gente, para despistar, no soportan que se les
haga ninguna broma o se les tome en chanza. La verdad es que los venezolanos
los vamos a extrañar, cuando sean borrados del mapa, en su propia y retorcida
manera; los chavistas son de lo más hilarante, precisamente, porque se toman en
muy en serio lo que hacen y creen estar comportándose normalmente con cada
palabra mal dicha, con cada gesto enloquecido que los caracteriza, con el cómo
se visten, como se divierten, con cada acto de circo que realizan, con cada
crimen que cometen, que es tan obvio que ellos lo hicieron, pero que lo niegan
con un fervor que da risa… es como tener a nuestro propio programa de los Simpsons, en cadena nacional, las 24
horas del día, los 365 días del año.
Viene
ahora un período de reconstrucción del país, en el que, más que nunca, vamos a
necesitar de esos humoristas éticos, que nos hagan caer en cuenta, como
sociedad, de nuestras propias incoherencias y errores, sobre todo de nuestra
ignorancia y falta de criterio para elegir y dar por sentado demasiadas cosas
importantes, que deberían ser mejor pensadas. Estoy seguro de que vamos a
contar con ellos, son pieza importante en nuestro proceso de reeducación para
un nuevo país.
En
cuanto a Stein, el artículo con el que debutó, su primer artículo en la revista
Esquire, fue sobre el “jalabolismo” (kissing ass) en la sociedad
norteamericana, una actividad que, al igual que en la venezolana, es el deporte
nacional. Stein en su artículo nos cuenta
sobre la investigación en la que se embarcó, en corporaciones, instituciones,
universidades, concluyendo que los méritos debían ser combinados con “jalarbolas”,
para avanzar en sus carreras, y que en algún momento deben hacerlo, bajo la
presunción de que, si no lo hacen, pasan por ser masoquistas; un amigo
consultado le dijo- Todo el mundo lo
practica, y quienes piensas que no, o son muy buenos en lo que hacen o es el
hijo del jefe.
Finalmente,
Stein se encontró con alguien que presumía de nunca haber “jaladobolas” para
ascender en la escalera corporativa y, cuando lo entrevistó, le reveló su
secreto - De ninguna manera, nunca lo he
hecho; yo sólo hago el mejor trabajo posible, espero a que mi jefe se dé cuenta
y aguardo a que alguien por encima de mí caiga enfermo, con una enfermedad
inhabilitante o mortal… así es como he llegado a donde estoy, esperando que la
gente se enferme… - saulgodoy@gmail.com
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