Como
algunos de ustedes habrán podido intuir a través de mis escritos en mi Blog El Tambor del Hortador, me gusta el
estudio de las guerras como hecho
histórico y social que dinamizan cambios en la configuración del mundo, no así
“la guerra” como concreción del acto, que por su alto contenido de violencia y
destrucción al por mayor termina con vidas y bienes en un momento, pero a pesar
de este aspecto negativo, me interesan estos episodios del comportamiento
humano tan recurrentes y definitivos en la vida de los pueblos.
No
pretendo convertirme en etólogo y dilucidar como ya lo ha hecho un Konrad
Lorenz o un Eibl- Eibesfeldt el comportamiento agresivo que nos viene de la
biología y la evolución, más bien mi interés radica en el aspecto cultural,
específicamente en la historia de los conflictos (política) y en esa rama de
estudios militares tan poco mencionada como lo es la historia ambiental de las
regiones, en especial de los teatros de operaciones, donde el medio ambiente y
la geografía interviene como elementos centrales en las estrategias y tácticas
de combate, muchas veces decidiendo los eventos.
Equiparo
a las guerras con los incendios forestales de recurrencia natural, son
necesarios porque son regenerativos de toda la vida en un ecosistema, los
incendios “limpian”, hace profilaxis, eliminando el detritus y enfermedades,
abren los espacios sobrepoblados, dan cuenta de la vegetación muerta y especies
parásitas, los restos calcinados sirven de abono a nuevas generaciones de
árboles, ayudan a que semillas de conchas duras germinen, un incendio afecta la
cadena alimenticia de la región obligando a los animales a emigrar a nuevos
parajes o a quedarse y sobrevivir con menos alimento hasta que la biota se
equilibra de nuevo y con mayor vigor, por supuesto, es inevitable que algunas
especies mueran y otras desaparezcan, aunque siempre hay las que toman su lugar
y empieza un nuevo ciclo de vida hasta que maduren las condiciones para otro
incendio forestal.
Concurro
con la opinión de algún historiador que escuché en una entrevista radial que
decía que Venezuela, desde su fundación, había estado siempre en guerra, desde
la conquista, pasando por el período colonial y la gesta independentista, las
guerras federales y aún en la modernidad, cuando la abundancia del petróleo
trajo cierta prosperidad y recursos al país, suficientes para contener ciertas
ambiciones personales y grupales, y que la historia oficial nos ha tratado de
vender como 60 años de democracia y paz, subyacentemente siempre tuvimos
nuestros conflictos armados, en contra de la subversión comunista, contra el
hampa, entre una veintena de golpes de estado, la lucha contra el crimen
organizado (narcotráfico), las pretensiones territoriales de algunos países
vecinos, la lucha contra las epidemias y la pobreza (otro tipo de guerra), y
ahora la guerra que nos impone Cuba.
Nadie
debería sorprenderse, hay una guerra no declarada del gobierno de Raúl Castro en contra de nuestro país, un
conflicto singular surgido de la Guerra Fría que protagonizaron Rusia y los
EEUU hasta bien avanzado el siglo pasado y que ha evolucionado por rutas no
convencionales, es una guerra que estamos perdiendo, principalmente porque la
mayoría de los venezolanos desconocemos o no queremos aceptar la existencia de
este conflicto bélico.
El
problema es que se trata de una guerra muy diferente a la que estamos
acostumbrados a ver en las películas y programas de televisión, que se sale del
esquema de dos ejércitos enfrentados en campos de batalla, utilizando armas
para la destrucción del contrincante, en nuestro caso el conflicto reviste otra
modalidad pero con el mismo resultado, nos están destruyendo el país y estamos
muriendo como moscas.
¿Por
qué el caso venezolano cambia radicalmente las reglas de la confrontación
bélica y lo hacen tan peligroso? Porque va directo al grano de toda guerra, los
autores clásicos lo sabían, la guerra empieza en la mente de los hombres;
siembre usted en la conciencia de los hombres el conflicto, la desilusión, la
relatividad de la verdad, el nihilismo, la frustración, el resentimiento, una
historia llena de desagravios e injusticias, de opresiones que deben ser liberadas,
de justicia social que debe ser alcanzada y obtendrá usted los precursores de
una guerra.
Infiltre
luego, con paciencia pero sin tregua una ideología que tenga como elemento
básico una utopía irrealizable pero bonita, argumentos igualitarios y de
construcción de una sociedad perfecta donde todos podamos ser felices,
aproveche usted las debilidades estructurales y de principios de las
democracias, su tolerancia hacia todo tipo de ideas, dele protagonismo a los
pobres, la clase social más numerosa en toda sociedad, aliménteles sus ansias
populistas, hágales creer que pueden no solo vivir mejor, sino gobernar y
dirigir los destinos del país.
Busque
entre sus instituciones aquellas que tengan más hambre de poder pero también
los medios posibles para lograr alcanzarlos, corrómpalos o destruya sus
principios éticos, de modo que no puedan distinguir el bien del mal, deles
tareas específicas, organícelos en células secretas, que sientan que pertenecen
a algo mucho más grande, sustituya sus principios por otros más afectos a
causas internacionales, que sientan que no están solos en el mundo, prefiera a
los militares, a los gremios o sindicatos, a los mismos partidos políticos, a
las iglesias.
Cámbieles
el lenguaje, destruya el significado usual de las palabras, reestructurando la
descripción del mundo, cambiará su mundo, confúndalos, corrómpalos,
desoriéntelos, pero denle sueños, impacten su mundo emocional, masajeen sus
sentimientos, hágalos sentir víctimas pero en camino de su liberación total, es
fundamental que piensen que son buenos cristianos, que les importa el prójimo,
que son básicamente hombres y mujeres altruistas, que pueden y deben
empoderarse del gobierno, hágase dueño de los medios de comunicación, son
vitales para transmitir el nuevo evangelio.
Y a
pesar de todo este contenido ideológico y de manipulación de masas, sigue
siendo una guerra porque como si fuera casi una acción a control remoto, usted
va a poder infligirle a esa sociedad daños importantes empezando porque la
receta revolucionaria implica la destrucción del viejo orden para construir uno
nuevo, y con esto, va implícito una implacable persecución en contra de la
oposición, de la inteligencia, del periodismo libre, de la crítica, de lo
contrarrevolucionario, todo lo que no esté a favor del socialismo del siglo XXI
no sirve, es antipatriótico, son el enemigo.
Se
trata de una guerra porque hay conquista territorial para el instigador, en
nuestro caso, un neocolonialismo pero esta vez cubano, con sus agentes operando
en los altos puestos del gobierno, recibiendo instrucciones precisas desde La
Habana, es una guerra porque hay violencia y dominación, todos los organismos
de represión y seguridad actuando en el cumplimiento de las metas de un
gobierno totalitario, la única fórmula viable para llevar a cabo la
construcción de un nuevo hombre y una nueva sociedad en el tiempo más corto
posible.
Es
una guerra porque hay un botín a capturar, los recursos naturales del país, sus
industrias y negocios, el presupuesto de la nación, sus impuestos, es una
guerra porque hay campos de concentración, presos políticos, ejecuciones
sumariales en la calle, masacres, asesinatos selectivos, torturas, y pillaje,
hay devastación, hay ejércitos controlando regiones enteras, algunos
extranjeros explotando mano de obra esclava; claramente el enemigo tiene
colaboradores y asociados nacionales, quintas columnas infiltrados en la
oposición fungiendo como sus representantes, no podían faltar los pacifistas
que se ocupan de calmar y enfriar el clamor por la venganza y las iniciativas
de lucha, entre ellos la iglesia católica.
Pero
no es una guerra regular porque en vez del choque de ejércitos, se recurre a
las propias instituciones del estado para generar caos en el bando contrario,
utilizando su constitución, sus leyes, sus tribunales, toda la burocracia del
gobierno para negarle la defensa a quienes se oponen y obligarlo a aceptar la
opresión.
Pero
a pesar de todas las evidencias y de una realidad ineludible, ni aceptamos la
existencia de un conflicto bélico ni queremos participar en él, como si ya el
papel de víctima o de colaboracionista no fuera suficiente, nos han metido en
la cabeza que nuestra participación se limita a ser parte de grandes marchas y
concentraciones para manifestar nuestro descontento y rechazo a la situación,
poniéndonos trabas y negándonos iniciativas que impliquen mayores compromisos y
riesgos, en pocas palabras, si no nos hacemos responsables de nuestra situación,
si no aceptamos nuestra realidad y destino, somos la comida perfecta para los
depredadores cubanos y los traidores venezolanos que han convenido en
extinguirnos como nación libre y soberana.
A
estas alturas y a pesar de mis estudios sobre la guerra no sé si estamos en
presencia de un conflicto de cuarta o quinta generación, si se trata de una
guerra híbrida o una de múltiples dominios simultáneos, si es una conflagración
de baja intensidad o un nuevo tipo de guerra civil, mi problema es de orden sistémico
pero estoy claro de que se trata de una guerra de exterminio, que
afortunadamente para nosotros, representa un enorme amenaza para la seguridad
de varios países vecinos, entre ellos para los EEUU, quienes si están en
capacidad de neutralizar el peligro.
Este
conflicto en Venezuela ha generado una onda expansiva en la región afectando
las relaciones internacionales de varios países, bloques de naciones
(comunidades), organizaciones regionales, entes multilaterales cada uno
incorporándolo como problema importante en su agenda y a su manera, por la
misma naturaleza del conflicto, su complejidad y su novedad.
Cuba
sigue negando su participación activa en nuestro problema alegando todo lo
contrario, que ha cooperado en solucionarlo con el envío de médicos,
entrenadores deportivos, asesores, que ha sido un socio proactivo en el
desarrollo de algunas actividades de gerencia en el país, como es el caso de
los servicios de identificación y extranjería, de energía eléctrica y
petrolera, de los registros públicos del manejo de puertos y aeropuertos, en
fin, tienen una coartada para su presencia en Venezuela negando siempre su
participación e injerencia en asuntos internos, de seguridad, comunicaciones,
políticos y militares.
Pero
la verdad contrasta con la realidad, hay efectivamente presencia de ejércitos y
unidades militares extranjeras en el país, hay grupos terroristas y carteles
del crimen organizado controlando extensas áreas y actividades en nuestro país,
hay gobiernos que son enemigos declarados de occidente controlando aspectos
claves de nuestra vida como sociedad, hay proyectos en marcha que implican
riesgos de seguridad para la paz en el continente.
Es
absolutamente inocultable la retórica guerrerista entre el gobierno usurpador
de Maduro y nuestros principales aliados a favor de la continuidad democrática
en Venezuela, hay sanciones prohibiciones, bloqueos, vetos , inspecciones
oculares, amenazas y advertencias circulando diariamente y afectando nuestra
rutina diaria, igualmente sufrimos de la falta de servicios básicos, hay
desabastecimiento de comida y medicinas, de repuestos y materias primas, hay
escases de combustible, sufrimos de una hiperinflación inhumana, el país está
en default al no poder cumplir con sus obligaciones internacionales, el sistema
financiero está colapsado, hay graves fallas en los servicios de salud,
transporte, seguridad, educación, hemos provocado la más grande emigración de
refugiados en Latinoamérica…
Es
como si la guerra estuviera afectándonos pero al revés, primero sufrimos sus
consecuencias, ahora viene el enfrentamiento con las armas; lo que toda esta
situación nos ha revelado es el inmenso fracaso político de por lo menos dos
generaciones de venezolanos que dejaron que el país se involucrara en
situaciones absurdas, tales como elegir en procesos comiciales a unos militares
golpistas y declaradamente comunistas para que dirigieran el país, que se
permitiera a los cubanos su presencia y actuaciones con plena libertad en
nuestros asuntos, que pusiéramos en riesgo a toda la región dándole santuario a
todo malviviente y fundamentalista del planeta.
Recomponer
nuestra casa va a tomar mucho trabajo y sacrificio, pero sobre todo mucho
sentido común, que ha sido justamente, el gran ausente en esta infernal
charada. - saulgodoy@gmail.com
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