miércoles, 27 de marzo de 2019

La guerra en reversa



  Como algunos de ustedes habrán podido intuir a través de mis escritos en mi Blog El Tambor del Hortador, me gusta el estudio de las guerras como  hecho histórico y social que dinamizan cambios en la configuración del mundo, no así “la guerra” como concreción del acto, que por su alto contenido de violencia y destrucción al por mayor termina con vidas y bienes en un momento, pero a pesar de este aspecto negativo, me interesan estos episodios del comportamiento humano tan recurrentes y definitivos en la vida de los pueblos.
No pretendo convertirme en etólogo y dilucidar como ya lo ha hecho un Konrad Lorenz o un Eibl- Eibesfeldt el comportamiento agresivo que nos viene de la biología y la evolución, más bien mi interés radica en el aspecto cultural, específicamente en la historia de los conflictos (política) y en esa rama de estudios militares tan poco mencionada como lo es la historia ambiental de las regiones, en especial de los teatros de operaciones, donde el medio ambiente y la geografía interviene como elementos centrales en las estrategias y tácticas de combate, muchas veces decidiendo los eventos.
Equiparo a las guerras con los incendios forestales de recurrencia natural, son necesarios porque son regenerativos de toda la vida en un ecosistema, los incendios “limpian”, hace profilaxis, eliminando el detritus y enfermedades, abren los espacios sobrepoblados, dan cuenta de la vegetación muerta y especies parásitas, los restos calcinados sirven de abono a nuevas generaciones de árboles, ayudan a que semillas de conchas duras germinen, un incendio afecta la cadena alimenticia de la región obligando a los animales a emigrar a nuevos parajes o a quedarse y sobrevivir con menos alimento hasta que la biota se equilibra de nuevo y con mayor vigor, por supuesto, es inevitable que algunas especies mueran y otras desaparezcan, aunque siempre hay las que toman su lugar y empieza un nuevo ciclo de vida hasta que maduren las condiciones para otro incendio forestal.
Concurro con la opinión de algún historiador que escuché en una entrevista radial que decía que Venezuela, desde su fundación, había estado siempre en guerra, desde la conquista, pasando por el período colonial y la gesta independentista, las guerras federales y aún en la modernidad, cuando la abundancia del petróleo trajo cierta prosperidad y recursos al país, suficientes para contener ciertas ambiciones personales y grupales, y que la historia oficial nos ha tratado de vender como 60 años de democracia y paz, subyacentemente siempre tuvimos nuestros conflictos armados, en contra de la subversión comunista, contra el hampa, entre una veintena de golpes de estado, la lucha contra el crimen organizado (narcotráfico), las pretensiones territoriales de algunos países vecinos, la lucha contra las epidemias y la pobreza (otro tipo de guerra), y ahora la guerra que nos impone Cuba.
Nadie debería sorprenderse, hay una guerra no declarada del gobierno  de Raúl Castro en contra de nuestro país, un conflicto singular surgido de la Guerra Fría que protagonizaron Rusia y los EEUU hasta bien avanzado el siglo pasado y que ha evolucionado por rutas no convencionales, es una guerra que estamos perdiendo, principalmente porque la mayoría de los venezolanos desconocemos o no queremos aceptar la existencia de este conflicto bélico.
El problema es que se trata de una guerra muy diferente a la que estamos acostumbrados a ver en las películas y programas de televisión, que se sale del esquema de dos ejércitos enfrentados en campos de batalla, utilizando armas para la destrucción del contrincante, en nuestro caso el conflicto reviste otra modalidad pero con el mismo resultado, nos están destruyendo el país y estamos muriendo como moscas.
¿Por qué el caso venezolano cambia radicalmente las reglas de la confrontación bélica y lo hacen tan peligroso? Porque va directo al grano de toda guerra, los autores clásicos lo sabían, la guerra empieza en la mente de los hombres; siembre usted en la conciencia de los hombres el conflicto, la desilusión, la relatividad de la verdad, el nihilismo, la frustración, el resentimiento, una historia llena de desagravios e injusticias, de opresiones que deben ser liberadas, de justicia social que debe ser alcanzada y obtendrá usted los precursores de una guerra.
Infiltre luego, con paciencia pero sin tregua una ideología que tenga como elemento básico una utopía irrealizable pero bonita, argumentos igualitarios y de construcción de una sociedad perfecta donde todos podamos ser felices, aproveche usted las debilidades estructurales y de principios de las democracias, su tolerancia hacia todo tipo de ideas, dele protagonismo a los pobres, la clase social más numerosa en toda sociedad, aliménteles sus ansias populistas, hágales creer que pueden no solo vivir mejor, sino gobernar y dirigir los destinos del país.
Busque entre sus instituciones aquellas que tengan más hambre de poder pero también los medios posibles para lograr alcanzarlos, corrómpalos o destruya sus principios éticos, de modo que no puedan distinguir el bien del mal, deles tareas específicas, organícelos en células secretas, que sientan que pertenecen a algo mucho más grande, sustituya sus principios por otros más afectos a causas internacionales, que sientan que no están solos en el mundo, prefiera a los militares, a los gremios o sindicatos, a los mismos partidos políticos, a las iglesias.
Cámbieles el lenguaje, destruya el significado usual de las palabras, reestructurando la descripción del mundo, cambiará su mundo, confúndalos, corrómpalos, desoriéntelos, pero denle sueños, impacten su mundo emocional, masajeen sus sentimientos, hágalos sentir víctimas pero en camino de su liberación total, es fundamental que piensen que son buenos cristianos, que les importa el prójimo, que son básicamente hombres y mujeres altruistas, que pueden y deben empoderarse del gobierno, hágase dueño de los medios de comunicación, son vitales para transmitir el nuevo evangelio.
Y a pesar de todo este contenido ideológico y de manipulación de masas, sigue siendo una guerra porque como si fuera casi una acción a control remoto, usted va a poder infligirle a esa sociedad daños importantes empezando porque la receta revolucionaria implica la destrucción del viejo orden para construir uno nuevo, y con esto, va implícito una implacable persecución en contra de la oposición, de la inteligencia, del periodismo libre, de la crítica, de lo contrarrevolucionario, todo lo que no esté a favor del socialismo del siglo XXI no sirve, es antipatriótico, son el enemigo.
Se trata de una guerra porque hay conquista territorial para el instigador, en nuestro caso, un neocolonialismo pero esta vez cubano, con sus agentes operando en los altos puestos del gobierno, recibiendo instrucciones precisas desde La Habana, es una guerra porque hay violencia y dominación, todos los organismos de represión y seguridad actuando en el cumplimiento de las metas de un gobierno totalitario, la única fórmula viable para llevar a cabo la construcción de un nuevo hombre y una nueva sociedad en el tiempo más corto posible.
Es una guerra porque hay un botín a capturar, los recursos naturales del país, sus industrias y negocios, el presupuesto de la nación, sus impuestos, es una guerra porque hay campos de concentración, presos políticos, ejecuciones sumariales en la calle, masacres, asesinatos selectivos, torturas, y pillaje, hay devastación, hay ejércitos controlando regiones enteras, algunos extranjeros explotando mano de obra esclava; claramente el enemigo tiene colaboradores y asociados nacionales, quintas columnas infiltrados en la oposición fungiendo como sus representantes, no podían faltar los pacifistas que se ocupan de calmar y enfriar el clamor por la venganza y las iniciativas de lucha, entre ellos la iglesia católica.
Pero no es una guerra regular porque en vez del choque de ejércitos, se recurre a las propias instituciones del estado para generar caos en el bando contrario, utilizando su constitución, sus leyes, sus tribunales, toda la burocracia del gobierno para negarle la defensa a quienes se oponen y obligarlo a aceptar la opresión.
Pero a pesar de todas las evidencias y de una realidad ineludible, ni aceptamos la existencia de un conflicto bélico ni queremos participar en él, como si ya el papel de víctima o de colaboracionista no fuera suficiente, nos han metido en la cabeza que nuestra participación se limita a ser parte de grandes marchas y concentraciones para manifestar nuestro descontento y rechazo a la situación, poniéndonos trabas y negándonos iniciativas que impliquen mayores compromisos y riesgos, en pocas palabras, si no nos hacemos responsables de nuestra situación, si no aceptamos nuestra realidad y destino, somos la comida perfecta para los depredadores cubanos y los traidores venezolanos que han convenido en extinguirnos como nación libre y soberana.
A estas alturas y a pesar de mis estudios sobre la guerra no sé si estamos en presencia de un conflicto de cuarta o quinta generación, si se trata de una guerra híbrida o una de múltiples dominios simultáneos, si es una conflagración de baja intensidad o un nuevo tipo de guerra civil, mi problema es de orden sistémico pero estoy claro de que se trata de una guerra de exterminio, que afortunadamente para nosotros, representa un enorme amenaza para la seguridad de varios países vecinos, entre ellos para los EEUU, quienes si están en capacidad de neutralizar el peligro.
Este conflicto en Venezuela ha generado una onda expansiva en la región afectando las relaciones internacionales de varios países, bloques de naciones (comunidades), organizaciones regionales, entes multilaterales cada uno incorporándolo como problema importante en su agenda y a su manera, por la misma naturaleza del conflicto, su complejidad y su novedad.
Cuba sigue negando su participación activa en nuestro problema alegando todo lo contrario, que ha cooperado en solucionarlo con el envío de médicos, entrenadores deportivos, asesores, que ha sido un socio proactivo en el desarrollo de algunas actividades de gerencia en el país, como es el caso de los servicios de identificación y extranjería, de energía eléctrica y petrolera, de los registros públicos del manejo de puertos y aeropuertos, en fin, tienen una coartada para su presencia en Venezuela negando siempre su participación e injerencia en asuntos internos, de seguridad, comunicaciones, políticos y militares.
Pero la verdad contrasta con la realidad, hay efectivamente presencia de ejércitos y unidades militares extranjeras en el país, hay grupos terroristas y carteles del crimen organizado controlando extensas áreas y actividades en nuestro país, hay gobiernos que son enemigos declarados de occidente controlando aspectos claves de nuestra vida como sociedad, hay proyectos en marcha que implican riesgos de seguridad para la paz en el continente.
Es absolutamente inocultable la retórica guerrerista entre el gobierno usurpador de Maduro y nuestros principales aliados a favor de la continuidad democrática en Venezuela, hay sanciones prohibiciones, bloqueos, vetos , inspecciones oculares, amenazas y advertencias circulando diariamente y afectando nuestra rutina diaria, igualmente sufrimos de la falta de servicios básicos, hay desabastecimiento de comida y medicinas, de repuestos y materias primas, hay escases de combustible, sufrimos de una hiperinflación inhumana, el país está en default al no poder cumplir con sus obligaciones internacionales, el sistema financiero está colapsado, hay graves fallas en los servicios de salud, transporte, seguridad, educación, hemos provocado la más grande emigración de refugiados en Latinoamérica…
Es como si la guerra estuviera afectándonos pero al revés, primero sufrimos sus consecuencias, ahora viene el enfrentamiento con las armas; lo que toda esta situación nos ha revelado es el inmenso fracaso político de por lo menos dos generaciones de venezolanos que dejaron que el país se involucrara en situaciones absurdas, tales como elegir en procesos comiciales a unos militares golpistas y declaradamente comunistas para que dirigieran el país, que se permitiera a los cubanos su presencia y actuaciones con plena libertad en nuestros asuntos, que pusiéramos en riesgo a toda la región dándole santuario a todo malviviente y fundamentalista del planeta.
Recomponer nuestra casa va a tomar mucho trabajo y sacrificio, pero sobre todo mucho sentido común, que ha sido justamente, el gran ausente en esta infernal charada.  -  saulgodoy@gmail.com





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