El
filósofo y profesor de derecho canadiense, Charles Taylor, publica en 2007 una
de sus obras fundamentales, La Era
Secular (traducida al castellano en el 2014) en dos volúmenes, el primero
estudia cómo se vincula la religión en la vida cotidiana del hombre a partir de
la Edad Media y hasta el Renacimiento, en el segundo volumen, explora el
malestar de la cultura en plena modernidad, en ambos trata justamente el tema
que nos tiene ocupados en este momento, en el artículo anterior vimos los
aspectos negativos del proceso de secularización en una civilización por parte
de historiadores conservadores, Taylor es un liberal y plantea con argumentos
muy convincentes los aspectos positivos de la secularización, y es lo que vamos
a examinar en esta breve reseña.
Primero
una aclaratoria, Taylor cuando habla de occidente se refiere especialmente a
los países que conforman el Atlántico Norte, el mundo desarrollado,
Latinoamérica queda excluida y esto se debe principalmente por un elemento
cultural que nace con la Reforma, y aquellos países que se vieron afectada por
la misma, y donde el concepto de Estado ha evolucionado alejado de la religión,
cuya presencia o ausencia es un asunto estrictamente privado, de esta manera
Taylor observa que las sociedades pre-modernas se caracterizan por estar
conectadas de alguna forma a la fe en Dios, en cambio las sociedades modernas
carecen de ese vinculo, aunque existan todavía algunos ritos en actos del
gobierno, en los que todavía se haga alguna plegaria, invocación o mención a
Dios.
Nos
dice Taylor:
Entonces, la secularidad puede ser
entendida en términos de los espacios públicos. Se afirma que a éstos se los ha
vaciado de Dios o de toda referencia a una realidad última. O, desde otra
perspectiva, puesto que nos movemos dentro de varias esferas de actividad
—económica, política, cultural, educativa, profesional, recreativa—, las normas
y los principios que seguimos, las deliberaciones en las que participamos, por
lo general no nos remiten a Dios ni a ninguna creencia religiosa: las
consideraciones de acuerdo con las cuales actuamos son inherentes a la
«racionalidad» de cada esfera —la máxima ganancia dentro de la economía, el
mayor beneficio para el mayor número en el ámbito político, y demás—. Esto
contrasta con los periodos anteriores, en los que la fe cristiana establecía, a
menudo por boca del clero, prescripciones perentorias, que no podían ser ignoradas
fácilmente en ninguno de esos ámbitos, como la prohibición de la usura o la
obligatoriedad de aplicar la ortodoxia. Pero
ya sea que consideremos que se trata de prescripciones o de una presencia
ritual o ceremonial, este vaciamiento de la religión de las esferas sociales
autónomas es, desde luego, compatible con el hecho de que una gran mayoría de
personas aún creen en Dios y practican su religión con fervor. Viene a nuestra
mente el caso de la Polonia comunista, aunque tal vez éste no sea el mejor
ejemplo, porque allí la secularidad pública fue impuesta por un régimen
dictatorial e impopular. El caso de Estados Unidos, en cambio, es bastante
notable en este sentido: además de haber sido una de las primeras sociedades en
separar la Iglesia del Estado, es la sociedad occidental en la que se registran
las estadísticas más altas de creencia y prácticas religiosas.
Taylor destaca como el secularismo es identificado
en algunas personas con el declive de la fe cristiana y el surgimiento de otras
creencias, entre ellas el predominio de la razón o alguna ideología instaurada
en el seno de la sociedad, pero llama la atención principalmente sobre otras
formas alternativas de vivir nuestra experiencia moral-espiritual y en este
sentido se sumerge a profundidad en esa búsqueda, que tal como él lo indica, no
tiene nada que ver con la política ni con el estado.
Esa búsqueda- nos dice CharlesTaylor- es por una
plenitud, un lugar (actividad o estado del ser) donde la vida es más rica y
profunda, por lo tanto más valiosa, pueden ser estado anímicos que se alcanzan
de manera involuntaria en cualquier lugar y momento dada algunas circunstancias
particulares, o son lugares de poder, recintos sagrados o presencias,
vinculados a esos estados de arrobamiento, pero también pueden ser totalmente
contrarios, no de alegría y beatitud sino de miedo y tristeza, momentos de
abatimiento cercanos a la melancolía y el desespero que de pronto se convierten
en voluntad de vida y de triunfo, emociones límites que despiertan en nosotros
fuerzas que no sabíamos que teníamos dentro, y de la cual se puede hacer de una
derrota, un triunfo.
Pero igualmente puede que la experiencia nos lleve
por caminos de la perdición, del nihilismo, de rupturas y de un vacío
existencial muy peligroso que pudieran llevar al aislamiento y hasta al
suicidio.
Taylor nos habla de un término medio de vida, de un
balance entre estos estados, una persona debería funcionar bien en sociedad,
con su familia, en el trabajo, en su tiempo libre, creyendo la mayor parte del
tiempo en que lo está haciendo bien, que está contribuyendo con su sociedad,
que lleva una vida buena, tomando decisiones equilibradas, lo que ocurra con el
después de la muerte debería ser un asunto de creencias privadas que no altere
su vida en el mundo, que no lo incapacite para hacer de su experiencia de vida
algo digno y valioso.
De modo que es muy difícil plantearse como problema
religiosos la gran cantidad de experiencias inmanentes o transcendentes, de
problemas morales, de filosofías, de devociones, tampoco podemos confundir los
objetivos de las religiones con los de la política.
Los problemas de la sociedad, en cuanto a cómo se
organiza, de que medios dispone, las estructuras políticas que crea, las formas
democráticas que utiliza, son tareas que en la modernidad no tienen nada que
ver con la religión, cosa que sí ocurría en el año de 1500 en Europa o que
todavía subsisten en algunas teocracias como en Irán, pero para gran parte del
mundo hay efectivamente una escisión.
El universo se está “desencantando”, como lo observó
Weber ante el avance del positivismo y las religiones han retrocedido, pero no
así la búsqueda de lo espiritual, que a pesar de espacios públicos donde no
encontramos a Dios, seguimos trabajando por lograr la plenitud de la que habla
Taylor, porque está inscrito en nuestra naturaleza.
En Venezuela, bajo estos términos expresados por
Taylor, somos una sociedad típicamente premoderna donde la iglesia juega
todavía roles políticos importantes, a pesar de que nos ha tocado vivir bajo
regímenes marxistas, que en principio excluyen a la religión, la iglesia
católica ha sabido amoldarse a estas circunstancias y capturado buena parte del
imaginario popular para sus fines proselitistas conviviendo con el marxismo
bajo la fórmula de la teología de la liberación.
Lamentablemente en nuestro país, y debido justamente
a la política de orden colectivista y populista que hemos vivido en los últimos
60 años, los gobiernos presidencialistas y el sistema de partidos marxista
leninistas, han educado al pueblo, junto con la iglesia, a comportamientos
grupales y tribales donde imperan las expresiones de masa, colectivas de culto
religioso y culto a las personalidades políticas del momento, utilizando el
aparato de propaganda del estado, promueven y distinguen a los liderazgos
políticos con características muy similares al de las figuras mesiánicas
religiosas, a los hacedores de milagros e iluminados del santoral cristiano.
Digo lamentablemente porque para lograr estas
movilizaciones de gente, este fervor colectivo y ciego hacia personas
convertidas en símbolos, y manipuladas con fines exclusivamente de poder,
tienen obligatoriamente que suprimir la individualidad en las personas, su
capacidad de raciocinio y su espíritu crítico, por lo que, la mayoría de las
decisiones colectivas son enteramente controladas y manipuladas por los grupos
de interés y de allí una de las explicaciones del inveterado gusto por el
socialismo y el fracaso venezolano en la construcción de un país moderno.
Recomiendo la lectura de la obra La era secular, son unos libros densos,
muy bien investigados y finamente pensados, se trata de uno de los trabajos de
filosofía e historia más importantes de los últimos tiempos. -
saulgodoy@gmail.com
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