Elemire
Zolla, ese gran italiano que exploró los mundos espirituales tanto de occidente
como de oriente, en su libro Los
Arquetipos (1981), traducido magistralmente por la enigmática Esdras Parra
para Monte Ávila Editores, nos dejó uno de los párrafos más bellos sobre la
canción, y dice así:
Hay un fragmento en El Fauno de Mármol, de Hawthorne, en el que se describe a un
“fauno”, un joven cuya alma se comunica con la naturaleza, en el acto de
expandir su sensibilidad, como un chamán, por medio de “un encanto, una voz, un murmullo, una especie de canción… una suerte
de respiración modulada, y salvaje, ruda y sin embargo armoniosa… que no ajusta
su canto sin palabras a ningún otro tono más definido que el latido de su
propio corazón… de un carácter murmurante, suave, encantador, sugestivo,
amable”. Cuando el murmullo es dulce es saludado por la agitación de las
alas; cuando es amargo, le responde el escalofrío y el sonido de formas oscuras
que se arrastran por el suelo- una descripción magistral de las operaciones de
un alma inspirada y etérea. La varita mágica, los pinceles del pintor, el
tambor del chamán, la espada del guerrero en trance están movidos por los
impulsos, los ritmos que emanan de la de los arquetipos. Ellos en verdad, son
los arquetipos. Entonces el cuerpo actúa automáticamente como una marioneta,
mientras el alma se desliza sobre los mares innumerables del mundo arquetípico.
El poder cantar siempre ha estado entre uno de los
atributos sagrados del hombre, no sólo para darse valor en las noches
solitarias cuando la angustia por su existencia le atenazaban el corazón, sino
cuando había algo que celebrar, desde el despuntar de un nuevo día hasta la
cosecha abundante que recogía la tribu luego de meses de hambruna, la canción
estaba allí para acompañarlo en los momentos más importantes, para expresar la
tristeza en una canción funeraria, para darse coraje antes de la batalla o para
simplemente hablar del amor, es imposible imaginarse la vida humana sin una
canción.
De igual manera el gran novelista francés Stendhal
en su extraordinaria crónica la Vida de
Rossini (1823) nos da una verdadera lección de canto cuando nos explica, diferenciando
el genio musical alemán del italiano, en los siguientes términos:
Un joven italiano embargado por una gran
pasión, después de reflexionar algún tiempo en silencio, mientras su pasión es
más punzante, comienza a cantar a media voz una melodía de Rossini, y entre las
que conoce, elige sin pensarlo la que tiene alguna relación con el estado de su
alma; en seguida, en lugar de cantar a media voz, lo hace en voz alta, y, sin
proponérselo, da a su canto la expresión particular del matiz de pasión que
siente. Este eco de su alma le consuela; su canto es como un espejo en que se
mira; su alma estaba irritada contra el destino, sólo la cólera anidaba en
ella; acabará por sentir compasión por su misma alma. A medida que el joven
italiano se distrae con su canto observa este nuevo color que da a la melodía
elegida, se complace en ella, se enternece. De este estado de alma a escribir
una nueva aria no hay más que un paso, y como el clima y sus costumbres han
dado a los habitantes de la Italia meridional una voz muy fuerte, generalmente
no tienen necesidad de piano para componer. Yo he conocido en Nápoles veinte
jóvenes que escriben un aria con tan poca pretensiones como en Londres se
escribe una carta o en Paris una copla. A menudo, al volver a la casa por la
noche, se sientan al piano y en aquel delicioso clima, pasan una parte de la
noche cantando e improvisando. Su espíritu está a mil leguas de pensar en
escribir y en la vanagloria de autor; han dado a la luz la pasión que les
anima; éste es todo su secreto, toda su felicidad.
Y es que tener el privilegio de contar con una bella
voz es un regalo de Dios que vale su precio en diamantes, yo que carezco de
una, que trastabillo gangosamente alguna estrofa que recuerdo, me doy cuenta
como nadie del privilegio de una garganta bien formada, y si no que lo digan
Frank Sinatra o Dean Martin con sus American
Standards, que hacen parecer tan fáciles y natural cantar aquellas baladas
que derriten el alma, o nuestro Simón Días con sus tonadas de ordeño, que cada
vez que las oigo entiendo la facilidad con que los animales pasan
inmediatamente a un estado Alfa y se relajan para dar su leche.
Las canciones, sean estas un Lied acompañado al piano, o una majestuosa coral compuesta por Arvo
Part para sus misas, o un desgarrador canto hondo de Camarón batiendo sólo las
palmas de las manos, son todas expresiones artísticas de ese milagro de la
naturaleza que se llama la voz humana, el instrumento musical más perfecto.
Cantar es una forma de expresión, que si yo pudiera
hacerle a mi vida un reformateo, sería algo que me esforzaría por más o menos
aprender a mantener en afinación, porque son habilidades que se aprenden, y
llegan a ser tan necesarias en ciertos momentos, que me siento desolado a veces,
de no poder cantar mi pena o mi alegría de una manera más o menos civilizada y
harmónica, y aún así me atrevo y canto, y me embarga la emoción de oírme
cantar.
Con una canción se dicen tantas cosas, mucho más
allá de sus letras que algunas son pura poesía, se trasmiten tantos deseos y
sentimientos.
Cantar ha sido reconocida mundialmente como una
actividad que se disfruta porque genera una experiencia de bienestar y alegría,
crea una atmósfera espiritual positiva, de compartir sentimientos, combate el
stress y la ansiedad, distrae a las personas de pensamientos negativos, y
cuando se hace en grupo cada persona involucrada aumenta su capital social, se
hacen amigos, se comparte responsabilidades y roles, se trabaja en equipo y ayuda
a la gente a concentrarse.
¿Puede cantar todo el mundo? Aparentemente sí, basta
tener voz y poder escuchar, de acuerdo al profesor A.G. Bell en su obra, Mecanismos del habla (1911), nos dice:
“La parte superior
de la laringe, junto a la faringe… y boca, constituye el pasaje de aire, o
tubo, que viene de variados tamaños y formas, por el que la corriente de aire,
vibrando, pasa. Es aquí donde la voz se modula antes de llegar al oído, pero es
la forma del pasaje de aire el que determina la calidad y el timbre de la voz”.
Las canciones son componente fundamental de nuestra
cultura, la mayor parte de la gente tiene siempre una o dos canciones favoritas
“pegadas” en la mente de las muchas que ofrecen la industria del
entretenimiento, y que cantamos sin pensarlo cuando estamos contentos; en 1976
la revista Creem publica el libro Rock Revolution, con una serie de
escritos que reflejan la evolución de esta corriente de la música popular que
parecieran indicar que las canciones de hoy, aparte de las tecnologías que
permitieron su propagación masiva, pareciera volver a ciertas raíces
fundamentales, cuando se refieren a los Beatles nos recuerdan:
Básicamente los Beatles era un grupo de
música Pop, Ellos tenía raíces en el rock
‘n’roll, como muestran sus venerables compilaciones de sus éxitos más
tempranos, pero a medida que maduraron trataron en lo posible de no repetirse,
Sus materiales más básicos, incluyendo su versión orquestal de su éxito
“Yesterday”, muestran lo dedicados que estaban en componer sus canciones,
tratando de romper fronteras más que copiar y repetir sus piezas más gustadas.
Sus trabajos eran bastantes complejos en comparación con el material de sus contemporáneos…
la letras eran elementales, pero nunca pecaron de obvias (al menos que fuera
intencional) ni se permitieron una mala rima. Juntos, la combinación de buena
música, cuidada letra y un extraordinario acompañamiento, daban como resultado
que los Beatles nunca sonaran forzados en lo que hacían, aunque siempre eran
precisos y con todo bajo control…La disciplina que tenían en el estudio y las
exigencias que hacían de los instrumentistas
los llevaron a un grado superior de calidad sonora. Los Beatles, todos ellos,
incluyendo a Ringo, en su estilo, eran excelentes cantantes, sus voces se amoldaban
a las exigencias de cada canción…
Justamente anoche, por pura casualidad, vi una
película que una de sus protagonistas es una cantante de R&B , se trata de Bad Times at El Royale (2018), del
director Drew Goddard, con una extraordinaria actuación de Jeff Bridges entre
otras luminarias, una película que tiene que ver con el escándalo que se ha
levantado con la vida secreta de Martin Luther King y las investigaciones que
apenas hoy se están haciendo públicas del FBI, la chica negra que canta,
interpretada por Cinthia Erivo, entona canciones de la época de oro de la
disquera Motown de Detroit, a capela,
acompañada solamente por un metrónomo que le marca el compás, su voz es simplemente
espectacular, y refleja en buena medida lo que les vengo tratando de explicar
(si tienen la oportunidad, no se la pierdan).
Porque para quienes no somos músicos, ni tenemos el
regalo de una voz que por lo menos no desafine, nuestros artistas favoritos lo
hacen ver tan fácil cuando cantan, regalándonos esos momentos mágicos que
representa una canción, que nos conmueva o que nos haga querer bailar, a ellos
este pequeño tributo. - saulgodoy@gmail.com
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