miércoles, 1 de mayo de 2019

La guerra imposible




El hambre es más terrible que el hierro, y la necesidad por la comida destruye más ejércitos que las batallas.
Napoleón.

La guerra moderna sólo es posible con el precio del suicidio.
M.Bloch

Rudyard Kipling decía que si se inventaba una máquina que pudiera exterminar de un sólo golpe el cincuenta por ciento de los combatientes en una batalla, las guerras terminarían… henos aquí, en un mundo que pudiera destruirse varias veces apretando un botón, y las guerras continúan, con armas cada vez más mortíferas y eficientes.
M. Jean de Bloch murió, a principio de 1902, en su natal Varsovia en Polonia; vino de una extracción muy humilde de una familia judía, pero tuvo una meteórica carrera en el mundo financiero, convirtiéndose en el banquero más importante de Polonia y en uno de los más poderosos banqueros de Rusia, donde vivió buena parte de su vida y donde manejó empresas de ferrocarriles, empréstitos internacionales para el Zar. Fue un brillante economista y sociólogo, se convirtió en un experto en la guerra, tema al que le dedicó buena parte de su vida y nos dejó su obra La Guerra del Futuro, en sus relaciones técnicas, económicas y políticas (1899), un estudio que marcó el antes y después en el arte y oficio de la guerra y uno de los manifiestos pacifistas más importantes, por su alto contenido científico y sus observaciones, que cambió la manera de entender este importante suceso en la vida de las naciones.
La obra consta de seis (6) volúmenes, principalmente llenos de estadísticas, cuadros, mapas y diagramas, que tratan de poner su estudio dentro de un marco analítico, que retrata las guerras que Bloch tomó como ejemplos para su estudio: la guerra Franco-Prusiana, la Rusa-Turca, la guerra civil Norteamericana, las guerras Napoleónicas, la guerra España-Cuba, la guerra del Transvaal y otros episodios bélicos del siglo XIX.
La obra fue publicada por primera vez en Rusia e, inmediatamente, fue traducida al francés y al alemán, posteriormente al inglés. Bloch se convirtió con ella en un consultor obligado y conferencistas en las mejores escuelas militares del mundo, fue parte activa en las Conferencias de Haya, en la Exposición Mundial de Paris y un articulista incansable sobre el tema de la guerra y la política.
El libro que poseo es el último volumen de su obra, que se ha popularizado por contener el resumen y las conclusiones de los otros tomos.
La aproximación que hace Bloch a la guerra es holístico e incluye factores tecnológicos, estratégicos, geográficos, demográficos, económicos, sociológicos, políticos, logísticos… tiene una visión penetrante sobre los enfrentamientos bélicos y sus consecuencias, sobre todo, se enfoca en el precio que los pueblos en conflicto deben pagar al hacerse parte de esas soluciones extremas a las crisis políticas, que según sus estudios culminan en grandes hambrunas.
Pero debo advertir que, aunque su estudio es importante para entender todo el marco de las guerras, debido a la época en que fue escrito y dado el estado del conocimiento para el momento, las prospectivas que hace el autor quedan cortas o no se corresponden con los hechos históricos que, posteriores a su publicación, negaron su principal tesis: los costos de la guerra entre naciones, que gozan de poderío bélico importante, serían tan prohibitivos que determinarían que las mismas no se volverían a producir. La Primera y la Segunda Guerra mundiales y todos los conflictos posteriores demostraron lo equivocado que estaba en este sentido.
Pero algo en lo que fue preciso, y la experiencia demostraría lo acertado que estaba, fue en la carnicería y la devastación que dejaron estas guerras. Boch advirtió, con lujo de detalles, el costo humano y económico de la terrible guerra de trincheras, los avances tecnológicos que hacían de las armas instrumentos cada vez más mortíferos y que cubrían mayores distancias; resaltó la importancia de una economía de guerra, engranada en la productividad de alimentos, armas, conformación de las reservas, la logística de la movilización y de suministro de materiales a los frentes de guerra, la atención médica y traslado de heridos, el impacto interno en la sociedad civil, el financiamiento de la guerra, los costos de perderlas y la reconstrucción; en pocas palabras, fue el primer autor que describió, en toda su infernal magnificencia, la guerra moderna, involucrada en técnicas de administración y operaciones que hacían de estas aventuras una especialidad para convertirlas en más eficientes e impersonales.
Bloch murió creyendo que sus argumentos serían suficientes para desinflar las tensiones políticas que ya se sentían en el mundo; la guerra en Suráfrica fue su última oportunidad de constatar sus teorías, pero bastaría una década para que se dieran los prolegómenos de un conflicto aún mayor y más sangriento, como ninguno de los que había estudiado con tanto detalle.
Y aunque en su estudio ni siquiera se menciona la participación de una fuerza aérea, ni los adelantos misilísticos, ni los tanques de guerra, ni submarinos (aunque estos ya eran utilizados de manera discreta) y, mucho menos, armas de destrucción masiva (aunque ya se usaban los primeros prototipos de las armas químicas)… sí se consideraba el uso de las bayonetas, la caballería, la pólvora sin humo y nos informa sobre las primeras armas de repetición, los nuevos calibres de las municiones, nuevos y poderosos explosivos (principalmente la Milinita y el Peroxilenio de alta velocidad, ambos muy inestables)… pero permitamos que sea el mismo Bloch el que nos informe de estos adelantos:

Vamos a mencionar algunos datos como ejemplo. Austria, Francia, Rusia, Inglaterra y Turquía emplean rifles que van de los 7.62 a los 8 mil de calibre, La principal característica de estas armas es la fuerza de su golpe, que depende de una velocidad inicial y la rotación de su bala… la enorme energía de estos proyectiles causarán por otras razones un incremento en las bajas en la guerra. Las municiones encamisadas modernas son efectivas aún mellando el metal. Cuando una de las viejas balas redondas era usada, un árbol de tres pulgadas de grosor o un terraplén de 20 pulgadas de grueso eran una efectiva protección para los soldados. Las modernas amas de pequeño calibre pueden penetrar el terraplén 78.6 pulgadas y pasar a través de un árbol y alcanzar a los que se esconden detrás. En los viejos tiempos un cobarde podía refugiarse detrás de un compañero. Las balas modernas no sólo pueden penetrar a los dos primeros soldados, sino alcanzar a un tercero.

En una entrevista hecha por periodistas ingleses, en San Petersburgo y en Londres, el autor relata los terribles efectos de las nuevas guerras; recordemos que estamos hablando de finales del siglo XIX:

A una distancia de 6.000 metros del enemigo. La Artillería está en posición, y la orden es la de abrir fuego. La artillería enemiga responde. Los proyectiles penetran el suelo y lo revientan explotando; en muy corto tiempo los operadores de cada cañón tienen precisada la distancia del enemigo. Entonces cada proyectil descarga sobre la cabeza del contrario una lluvia de cientos de fragmentos. Hombres y caballos son aplastados por el fuego de plomo y hierro que les baja del cielo. Los cañones se destruyen entre ellos, la artillería se anula mutuamente, las cajas de proyectiles están vacías. La victoria será para aquellos cuyo fuego no decae. En medio de este infierno, los batallones avanzan. Ahora están a 2000 mts., ya las balas de los rifles silban no cobrando víctimas individuales, sino penetrando las formaciones e hiriendo a grupos completos, rebotando, desviándose y volviendo a herir. Las ráfagas se suceden, las balas vuelan a granel en una continua cortina de plomo y fuego, la tierra se tiñe de rojo.

Lo que contaba Bloch en su libro sucedería en Verdún, Francia; durante La Gran Guerra, apenas unos años después, sus peores temores se multiplicarían por cien; y en la Segunda Guerra Mundial, se multiplicaría por quinientos; y al final, cuando cayeron las bombas atómicas sobre Japón, la función fue elevada a mil.
En contraste con la obra de Bloch, que nos llega como un documento histórico, me encuentro con el artículo de T. X. Hammes, quien sirvió por 30 años con los U.S. Marine Corps y, actualmente, es investigador en temas militares de la National Defense University; el título de su escrito es
Las tecnologías convergen y el poder se difunde, La evolución de las pequeñas armas inteligentes y baratas (2016), un excelente trabajo sobre el presente del nuevo armamento personal, que puede ser operado por un individuo y tiene un gran poder de destrucción, inimaginable para el economista Bloch y el futuro que entreveía de la guerra.
Nos dice Hammes:

Dramáticos adelantos en robótica, inteligencia artificial, manufactura aditiva (conocida también como impresión 3D) y nanoenergética, están cambiando definitivamente los conflictos en todos los aspectos. La convergencia de estas nuevas y mejoradas tecnologías están creando un incremento masivo en las capacidades disponibles para organizaciones políticas cada vez más pequeñas- extendiéndose al individuo. Estos incrementos proveen a pequeños países con capacidades que eran exclusivas de los países poderosos. Sin embargo, estas pequeñas armas, inteligentes y baratas, basadas en tierra, mar o aire, podrían dominar en el combate… pudiendo, en el corto plazo, cambiar la manera en cómo se pelean las guerras.

Se trata de algo muy serio; por medio de las últimas impresoras 3D (a un costo de 8.999 US$ c/u) se puede imprimir todas las partes constitutivas de un drone de última generación, incluyendo sus componentes electrónicos y motor. La nanoenergética es una de esas novísimas ciencias que se ocupan de hacer mini explosivos; pero no se dejen engañar, generan el doble del poder explosivo que los convencionales, con la ventaja de que caben en envases pequeños; se trata de una de esas especialidades científicas de difícil acceso, que tienen un estricto control militar y sólo disponibles para los aliados muy cercanos de los países que tienen programas secretos de investigación sobre el área; se rumorea que ya han alcanzado el 100% de incremento de poder explosivo, lo que significaría plataformas más pequeñas para lanzar pequeños proyectiles, con un poder destructivo simplemente masivo.
En cuanto a nanomateriales, los nanotubos de carbono le dan una mayor resistencia estructural a cualquier vehículo y con muy poco peso añadido; las baterías han aumentado su capacidad de carga hasta cuatro veces por medio de estos materiales, se han desarrollado pinturas no-metálicas y técnicas para aplicar capas super delgadas, que eluden las señales de radar y hacen prácticamente indetectables a esos vehículos (seguimos pensando en los drones, ya hay algunos en el mercado con células solares para vuelos altos, hasta 70.000 pies y para operar con una autonomía de semanas).
En cuanto a sistemas de vigilancia, ya hay disponible minisatélites que recogen información desde el espacio, unos cubos pequeños que se ponen en órbita, con gran capacidad de comunicaciones, imágenes áreas, seguimiento de objetivos, posicionamiento, navegación y otras actividades, que por su tamaño se pueden poner en las altitudes requeridas, por un bajo costo, y varios en un mismo viaje, y funcionan de maravilla con un presupuesto razonable… ya hay empresas comerciales que ofrecen varios de estos servicios para empresas y particulares.
Gracias a la Inteligencia Artificial, los objetivos se pueden identificar con facilidad y se puede tener su ubicación, sin necesidad de utilizar el GPS; ya existen programas (con un módico costo de 20 US$) y sistemas, que usan un Smartphone, para que unos cuadracópteros puedan tener autonomía de navegación y reconocer el terreno por medio de algoritmos y visión multi-espectral, que tampoco son muy caros.
Todos estos avances, que ya están en manos de los civiles y la empresa privada, apuntan a un inminente desarrollo de sistemas de armas autónomos, en muy poco tiempo por grupos no militares. Los sistemas de armas autónomos son la verdadera pesadilla de la guerra del futuro; para quienes hacemos prospectiva, son tan peligrosos, devastadores y casi imparables, que ya la comunidad científica internacional se está moviendo para que se prohíba su desarrollo; es lo más cercano a robots voladores armados, con objetivos preseleccionados, y programados para no fallar en su misión una vez activados; ya existen en sus versiones militares, el problema consiste en que, probablemente, ya se encuentren algunos prototipos en manos de terroristas.
Las advertencias del Sr. Hammes son un llamado a la cordura y, con estos nuevos desarrollos tecnológicos, está vigente más que nunca el llamado de M. Bloch hizo hace más de cien años: “La guerra se ha convertido más y más en un arreglo mecánico. Las batallas modernas serán decididas, si acaso pueden ser decididas, por hombres cavando en el suelo un refugio para protegerse del fuego distante de un enemigo invisible”.   -    saulgodoy@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario