Me
gusta la tecnología, creo que la humanidad se beneficiará todavía más de lo que
hasta el momento lo hemos hecho de nuestra relación con ella, en este sentido
soy un optimista no un ludista, no ando quemando laptops ni destruyendo
semillas transgénicas, me gusta lo que la tecnología me ofrece para mejorar mi
calidad de vida, incluyendo tener la esperanza de derrotar a la muerte,
hacernos inmortales gracias a la tecnología ¿Por qué no?
Tengo
la impresión que los de mi generación llegamos demasiado temprano a la vida para
que pudiéramos aprovechar estas tecnologías y alargar nuestros ciclos vitales
un poco más, aunque ya estamos aprovechando algunos beneficios como las que nos
ha brindado una mejor nutrición, una atención médica más avanzada y una comprensión
holística de cómo funcionamos, que nos está permitiendo conservarnos en mejor
estado a nuestra edad que generaciones anteriores, no nos hemos desgastado tan
rápido, estamos más alertas y tenemos todavía tiempo productivo por delante, a
pesar del Socialismo del Siglo XXI.
Pero
tampoco me engaño, estoy consciente de lo que la tecnología puede hacer si no
se tiene el cuidado necesario, y sí, creo que hay un problema con la
tecnología, puede salirse de nuestro control muy fácilmente y crear situaciones
preocupantes; hay demasiadas personas que no tienen ni el respeto, ni el
conocimiento para estar utilizando cierta tecnología, en particular hay
personas con una voluntad deformada y con creencias que ven en la tecnología
herramientas para sus fines sin importarles las consecuencias, con lo que me
hago la pregunta de las cincuenta mil lochas (moneda antigua de Venezuela que
representaba 12centavos ½ de un bolívar), ¿El problema es de la tecnología o de
la persona que la usa? ¿Es peligroso el revólver en sí mismo, o en manos de
quien lo ponemos?
Mi
gusto y cercanía al género literario de la Ciencia Ficción me pone en ventaja
sobre otros que no pueden imaginarse futuros donde el hombre se ha hecho parte
de esa tecnología, al punto, que componentes sintéticos, mecánicos,
electrónicos, atómicos, de nanotecnologías, de plasma, cuánticos, ensambladores
moleculares y de otros de origen material, habrán substituido la carne, los
huesos y la sangre, y para quienes el concepto de “humanidad” habrá
evolucionado, al punto, de el hombre se habrán transformado en otra cosa muy
distinta al que hoy conocemos.
Ya
tengo amigos y compadres con piezas de titanio dentro de sus cuerpos, con pequeños
dispositivos que actúan como páncreas artificiales insertos en sus entrañas,
que tienen piezas electrónicas que regulan el latido de sus corazones, que no
pueden escuchar sin sus mini-dispositivos auriculares, y tengo un conocido con
una pierna totalmente artificial, y ninguno de ellos han dejado de ser ellos,
ni por un instante.
Me
pregunto, ¿Serán diferentes cuando podamos recrear sus mentes en una base de
datos electrónica y transferirla a cerebros artificiales que sean parte de unos
espléndidos robots? ¿Seguiremos saliendo a bebernos unos tragos o a
“levantarnos unas mamacitas” en el club nocturno?
Humm…
creo que fui muy adelante, rebobinemos, quise decir, que pasaría si tuviéramos
acceso a una memoria externa implantada en nuestro cráneo, con un CPU que nos
pudiera conectar a internet con solo pestañear de determinada manera, tener
acceso a data, imagen y sonido al instante por medio de dispositivos en nuestra
retina y oídos, saber con quién hablamos al instante, sus gustos, círculos de
amistades, data financiera, podríamos impresionarla recitando un extracto de Divina Comedia de Dante Alghieri en
italiano antiguo…
Los
humanos estamos sumergiéndonos en la tecnología a una velocidad sin
precedentes, y de una manera que ya la diferencia de lo que es natural y
artificial está desapareciendo, ya lo estoy viendo clarito, dentro de poco,
será nuestra decisión si permanecemos humanos, otros explorarán otros opciones
entre las cuales estará la de incorporarse a una inteligencia que superará con
creces la humana, incluso inteligencias colectivas.
Estamos
ante la posibilidad de que de nuestros laboratorios empiecen a surgir tipos de
vidas y especies diseñadas para diversos fines, nuevos tipos de perros que
puedan hablar con nosotros, o cyborgs obedientes que hagan las veces de
nuestros guardianes y asistentes, o de mamacitas tan bellas y salvajes que
podamos casarnos con ellas (ojo, ellas podrán hacer sus papacitos con igual
facilidad) o inventarnos un tercer y cuarto sexo, o trabajadores que puedan
respirar bajo el agua (o no respirar del todo).
Lo
que hace hoy George Lucas en sus películas de Guerra de las Galaxias, de poblar sus historias con cualquier tipo
de criatura peluda, escamosa o lampiña, lo podremos hacer en la realidad dentro
de muy poco, crear y dar vida a otras entidades para que compartan el universo
gracias a la ingeniería genética.
Cuando
podamos cargar nuestras mentes en dispositivos artificiales se nos abrirá la
posibilidad de explorar el universo a voluntad, y también de explorar otras
dimensiones que ahora no podemos acceder. ¿Y qué puedo decirles de la realidad
virtual? Esa que hoy apenas estamos descubriendo en juegos de videos, será
posible crear mundos completos al detalle, y que permitan que vida sensorial (sintiente)
pueda interactuar e incluso vivir en ellas, en ese escenario, las personas será
libres de vivir en las realidades virtuales que escojan, si es que el mundo
físico no les es suficiente.
La
ingeniería del espacio-tiempo avanzará de tal manera que seremos capaces de
recrear a nuestros muertos, amigos y familiares, y “copiarlos” en el futuro,
porque en ese futuro inteligente la abundancia de recursos será la regla,
nadie, ninguna persona, grupo o proyecto se privará de nada.
Estas
son algunas de las ideas que se barajan en una interesante corriente del pensamiento
inaugurada a mediados del siglo XIX en Rusia por Konstantin Tsiolkovky, quien ya para esa época
pensaba que el futuro de la raza humana se encontraba en las estrellas, gozando
de la inmortalidad y de una libre existencia, el hombre sería radiante y su relación
con el universo estaría a un nivel atómico (de átomo, hablaba de un panpsiquismo
u átomo animado).
Sus
ideas sobre la relación del hombre con el cosmos prendieron en otros cosmistas
como el ingeniero italiano Giulio Prisco quien elaboró un Decálogo del Cosmista, o de Hugo de Garis, quien definió el término Cosmismo como: “Una filosofía moral que favorece construir
y desarrollar una inteligencia artificial fuerte, que ultimadamente salga del planeta…
Los Cosmistas prevén el potencial masivo, de alcance astronómico de una
cognición con sustrato independiente, y procurará su crecimiento ilimitado en
los campos designados, con la esperanza que máquinas super-inteligentes puedan
algún día colonizar el universo. Es la visión histórica del cosmos, en la que
el destino de una especie, o de un solo planeta se verán insignificantes al
lado del universo conocido, eso es lo que le da a los Cosmistas su nombre.”
El
actual Gran Gurú de los Cosmistas no es otro que el experto en Inteligencia
Artificial, el ingeniero, filósofo y matemático brasileño-estadounidense Ben
Goertzel, de quien ya hemos elaborado anteriormente, y quien escribió el Manifiesto Cosmista (2010).
Estas
tendencias del futurismo, singularismo, cosmismo, extropianismo, transhumanismo,
H+, postmodernismo, y otras denominaciones, son todas expresiones sobre
distintas maneras de ver y plantearse el futuro, pero en todo este complejo
mundo de las expectativas por el futuro, los cosmistas tienen algo que llamó mi
atención y que Goertzel desarrolla en sus Principios Cosmistas y que tienen que
ver con un contenido espiritual.
El
panpsiquismo es la creencia de que todo lo que existe tiene una forma de
conciencia, de que el universo como un todo tiene consciencia, que una de las
formas de concebir el universo es a través de patrones, que el concepto de
“realidad objetiva” puede ser útil en ciertos momentos, la mejor es plantearse
al universo como una serie de realidades subjetivas superpuestas e
interactuando.
Este
marco conceptual debe incluir la tendencia que tiene el universo, de que una
vez que se hacen notorios los patrones, estos tienden a persistir, en mucho
mayor medida que en un universo concebido hipotéticamente como azaroso y
fortuito.
Y
aquí es donde viene lo importante, si todo lo anterior es verdad, es
fundamental para el universo que se propague el amor y el sentimiento de
compasión de una mente a otra, no importa cual avanzada o compleja sea, hasta
una roca puede sentir amor y compasión, y es parte fundamental del próximo
nivel de evolución del universo inteligente; una de las razones de la
existencia humana en el universo es precisamente proyectar ese amor hacia las
estrellas. - saulgodoy@gmail.com
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