lunes, 29 de julio de 2019

El padre de la bomba atómica



Robert Oppenheimer (1904-1967), el padre de la bomba atómica, en los últimos meses de su vida recibió una serie de honores y reivindicaciones que, por un lado, enaltecían sus contribuciones a la ciencia, a su papel en la guerra a favor de la causa aliada y su patriotismo, al adelantar el proyecto de un arma de destrucción masiva que ayudó, de manera definitiva, a ponerle punto final a la Segunda Guerra Mundial, y que obligó al Japón, luego de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, a rendirse incondicionalmente.
Pero también fueron actos que trataban de restituirle el honor perdido, a causa de investigaciones y juicios políticos que lo habían hecho perder la confianza de las autoridades en su persona, por tener simpatías con el comunismo y por la sospecha de haber contribuido a que los rusos pudieran desarrollar su propio arsenal atómico, no era poca cosa, sospechaban de él como un espía, de hecho, había perdido su credencial de seguridad, y el gobierno de su país lo había apartado de todas las instalaciones y laboratorios de investigación atómicas, que él había ayudado a diseñar y construir, para colmo de males, el FBI lo estaba siguiendo y monitoreando.
En una reunión que él ayudó a promover, de académicos e intelectuales para asegurar por medio de ONG’s que el gobierno norteamericano estuviera lo suficientemente vigilado para que su actividad atómica fuera segura para el mundo, que se realizó en New York en 1964 confesó ante el selecto público lo siguiente:

“Hasta hace poco… apenas hice algo, casi nada, o no quise hacer nada, ni siquiera un artículo sobre física, o una charla, o al leer un libro… al hablar con un amigo, o querer a alguien, se levantaba en mí una inmensa sensación de fracaso y que algo estaba mal. Aquello se tornó imposible… vivir con alguien más teniendo presente que lo que yo había hecho era apenas una parte de la verdad… y en el intento de salir adelante y ser un hombre razonable, caí en cuenta que mis preocupaciones sobre mis acciones, eran válidas e importantes, pero que no eran la historia completa, que debía haber una manera complementaria de ver aquello, porque había gente que no veía las cosas como yo las veía, y necesitaba verlas como ellos las veían, lo necesitaba”.

Oppi, como lo llamaban sus allegados, amigos y alumnos, nunca pudo llevar una vida normal luego de que fuera el jefe del Proyecto Manhattan, en Los Álamos, Nuevo México, donde fabricaría el arma más mortífera del mundo, nunca pudo superar el horror que sintió mientras recibía los despachos desde el Japón contabilizando las muertes y la destrucción que sus bombas “Little Boy” y “Fat Man” habían ocasionado.
No en vano cuando probaron por primera vez el prototipo que habían construido en el campo de pruebas de Alamogordo, en julio de 1945, y vio aquella enorme explosión desde el bunker de cemento reforzado que le servía de puesto de observación que sacudió el desierto, dijo, citando el  Bhagavad Gita: “Me he convertido en la muerte, en el destructor de los mundos.”
Creo que fue en una revista Omni, que leí un artículo donde estaba el testimonio de un vaquero que cuidaba un rebaño de ganado situado a varias decenas de kilómetros del sitio de la explosión, que cuando se produjo el flash de luz en el horizonte, pudo ver los esqueletos de los animales que pastaban plácidamente como si se tratara de una placa de rayos X.
El desarrollo de aquellas armas es una de las historias más increíbles de la ciencia moderna empezando que para el año de 1938 la física teórica era una de las especialidades universitarias más oscuras e incomprendidas del mundo, pero en las que estaban ocurriendo una serie de adelantos que cambiaban de manera radical la manera de entender al mundo y que sólo estaban al alcance de un puñado de especialistas.
Alemania, Inglaterra, Francia, Suiza, los países nórdicos y los EEUU eran algunos de los sitios donde científicos desarrollaban algunas aplicaciones, sobre todo con fines de entender las fuerzas cósmicas que detectaban en el espacio, y para encontrar fuentes alternas de energía útiles en la tierra, y fue ese año en que se habló por primera vez, en la posibilidad de embridar y utilizar la energía que sabían se producía al dividir el átomo.
Para los años treinta del pasado siglo en los EEUU, sólo en el estado de California e Illinois, en la Universidad de Berkeley y en Caltech, y en la Universidad de Chicago, eran de los pocos lugares donde se practicaba la física teórica y experimental, y fue gracias a la gestión de los rectores de esas casas de estudio en lograr mejorar esos recursos, atrayendo profesores, construyendo modernos laboratorios y contando con presupuestos para experimentos, que fueron preparándose para participar en una de las competencias más peligrosas en la historia de las ciencias.
La humanidad estaba descubriendo los secretos de la energía de las estrellas y desentrañando los misterios de la materia y para hacerlo había que prepararse; era un emprendimiento sumamente costoso que muy pocos países del mundo podían entender y costear, visto la cantidad de máquinas y sensores que tenía que tener a disposición, de los complicados procesos para hacerse con los materiales propulsores, lo cual pasaba por un gusto demasiado exótico para el mundo académico de la época, de hecho, el desarrollo de la energía atómica nació gracias a distintos eventos que se produjeron en diferentes países casi simultáneamente, afortunadamente se compartieron dentro de esa comunidad científica, nadie se imaginaba que a los pocos años habría el interés de gobiernos en invertir enormes sumas de dinero en esas especialidades.
Los estudios de los campos eléctricos y magnéticos estaban en pañales, las observaciones de partículas subatómicas de iniciaron con buen pie al conseguirse nuevas maneras de bombardear núcleos atómicos con partículas de alta energía, entre ellas gracias a un invento del profesor  Ernest O. Lawrence en la Universidad de Berkely, el ciclotrón, que de la noche a la mañana inundó a ambas universidades californianas con montañas de información, que se producían en sus experimentos.
En 1932 se produce la primera reacción nuclear producida por el hombre en condiciones de control, ese mismo año Chadwick descubre el neutrón, en 1933 Hitler utilizando sus poderes dictatoriales expulsa a todos los profesores judíos de las universidades alemanas, muchos de ellos fueron reclutados por los EEUU, y California los recibió con los brazos abiertos, en 1934 Joliot-Curie descubren la radiación artificial, Enrico Fermi descubre que utilizando uranio logra esa misma radiación utilizando neutrones, los alemanes Hahn y Strassman reportan que lo que hizo Fermi fue la primera fisión atómica, Meitner y Frisch descubren enormes cantidades de energía que se desprenden durante el proceso de fisión, Szilard prevé la posibilidad de que en una reacción en cadena controlada se pueda producir abundante energía… y hasta pueda utilizarse como un arma.
Szlilard le escribió una carta al presidente Roosevelt, firmada por Einstein, en donde le advierten de tal posibilidad y del peligro que en la Alemania de Hitler se tenga ese conocimiento, el presidente nombra un Comité del Uranio para que investigue sobre el asunto, pero sin mucho urgencia.
Para 1936 estaba el joven profesor de física teórica, Robert Oppenheimer trabajando en Berkeley, uno de los matemáticos físicos más brillantes del mundo, en el medio de un nuevo campo de conocimiento, el de la física atómica y cuántica que se abría en California, y contando con el Laboratorio de Radiación de Berkeley que llevaría el nombre de su amigo y fundador, E.O. Lawrence, y con quien trabajaría construyendo la bomba atómica.
Pero, ¿Quién era éste Oppenheimer?
Nacido en New York de una familia acomodada de emigrantes judíos, creció en medio de la alta sociedad de la Gran Manzana, acudió a las mejores escuelas, graduándose de química en la Universidad de Harvard con estudios en filosofía y literatura francesa, fue primero en su clase, era un elegante jinete y un enamorado de los rudos paisajes de Nuevo México donde iba a pasar largas temporadas para reponerse de una salud frágil, adquiriría un rancho para sus caballos que se llamaba “Perro Caliente”, en castellano, desde donde exploraría el enorme desierto.
Se fue a estudiar a Inglaterra donde se enteró de los trabajos exploratorios de la nueva física por parte de Plank, Einstein y Bohr, y gracias a una invitación del profesor Max Born ingresó a la Universidad de Göttigen, Alemania, para ese momento uno de los principales centros de Europa en física teórica, donde tuvo la oportunidad de trabajar con genios de la categoría  de Werner Heisenberg y Wolfgang Pauli, por cierto, Heisenberg sería el escogido por Hitler para adelantar los trabajos en conseguir para la Alemania nazi una bomba atómica (escribí un artículo sobre Heisenberg y otro sobre Pauli que están en mi blog El Tambor del Hortador).
En 1936, cuando estalla la Guerra Civil en España, Oppenheimer se encuentra asentado en Berkeley como profesor asistente en el Departamento de Física, su padre le había dejado una sustancial herencia y con la misma hizo donaciones a diversas organizaciones que apoyaban a los republicanos, había conocido a Jean Tatlockt y al profesor de literatura francesa Haakon Chevalier, ambos miembros del Partido Comunista, quienes lo interesaron en las causas revolucionarias y lo introdujeron en el mundo de la política radical, muy pronto su nombre empieza a figurar en reportes del FBI como simpatizante del comunismo.
La Universidad de California venía siendo objeto de financiamientos y proyectos conjuntos con el gobierno norteamericano, especialmente con los militares, quienes habían relegado todo la asesoría tecnológica sobre la nueva física en esta casa de estudio, por instancia del gobierno de Inglaterra se le imprimió un mayor interés a la posibilidad de utilizar la energía atómica en el desarrollo de una nueva arma, teniendo la preocupación que sabían del desarrollo alcanzado por los alemanes en esta área, la Casa Blanca empezó a tomarse muy en serio una carrera por el poder atómico, hubo una reestructuración dentro del Comité del Uranio, se asignaron mayores recursos y los militares tomaron un papel protagónico.
De la noche a la mañana el conseguir un arma atómica se convirtió en prioridad para el gobierno norteamericano, si esto era posible, tenían que ser ellos los dueños de tal adminículo, y no escatimaron costos, de esta manera nace el Distrito de Ingeniería Manhattan, el nombre clave de un superproyecto secreto que involucraría a las universidades de Chicago y California y toda una serie de laboratorios y empresas claves de minería y refinación, metalurgia, química, electricidad y construcción, que estarían centralizados en una sola unidad de investigación y desarrollo para poder mantener la seguridad necesaria.
Fue de esta manera como entró Robert Oppenheimer como una de las cabezas responsables en este proyecto en el que se gastaron la exorbitante suma de 2 billones de dólares, en plena Segunda Guerra Mundial, por supuesto, la seguridad era una prioridad, de modo que el pasado de Oppenheimer siempre fue considerado como un riesgo, pero pudo más su experticia y liderazgo, y sin dejar nunca de estar bajo vigilancia, se convirtió en el responsable y motor de una de las comunidades científicas más complejas y productivas de la historia.
La Universidad de California fue contratada como administradora del proyecto pero con severas restricciones de información, no sabían que era lo que hacía el proyecto, ni quienes lo manejaban, ni lo que estaban haciendo, al único que le dieron información sobre donde estaba ubicada fue al rector de la universidad, y eso, porque lo requería para contratar algunos seguros; los pocos que sabían algo, era sobre un rumor que estaban trabajando sobre un rayo de la muerte.
Oppenheimer, luego de su triunfo al conseguir la bomba, sufrió mucho en lo personal viendo su reputación devastada por las investigaciones sobre las brechas en la seguridad del proyecto, los rusos efectivamente habían obtenido información con sus espías que les permitió conseguir su bomba en tiempo record, sorprendiendo a los EEUU, la llamada Guerra Fría aumentaba de intensidad mientras se descubrían anillos de espías en Canadá y que afectaban el ambiente científico aliado y que fue la razón por la que las investigaciones fueron tan rudas e implacables, cometiéndose algunos excesos, todo, para al final descubrir que era del lado de los ingleses donde estaba el verdadero coladero de información.
En términos de seguridad el Proyecto Manhattan, dado su tamaño había sido todo un éxito, sólo se descubrió un caso importante de espionaje de un científico alemán de apellido Fuchs que pudo haber hecho algún daño, de resto, todo el aparato de contraespionaje había funcionado a la perfección.
Oppenheimer le dio un giro a sus actividades y desde la recién fundada Comisión de Energía Atómica, de la cual era su presidente, se opuso de manera rotunda al desarrollo de la bomba de hidrógeno, la temida Bomba-H con un poder destructivo enorme, pronto se convirtió en centro de ataque de sus enemigos políticos y lograron neutralizarlo, aparte de ello, vivía una crisis personal, de conciencia sobre sus propios actos que lo martirizaban.
Pero era un hombre valiente, que le tocó vivir en una de las encrucijadas más duras que la vida pueda poner a una persona, y a pesar de su inteligencia y conocimiento, las circunstancias lo atraparon y tuvo que correr con sus consecuencias; cuando en 1960 fue invitado a visitar Japón por un grupo de intelectuales de ese país, y a pesar de todas las opiniones en contrario que le advertían que no fuera, pues temían reacciones en su contra, el científico aceptó y fue; de alguna manera, aunque no era el responsable de ordenar el ataque, estuvo al frente de la construcción del arma que mató un estimado de 210.000 personas, el 95% civiles, arrasó con dos ciudades de mediano tamaño y eso lo torturaba… pero si no lo hubieran hecho, Japón jamás se hubiera rendido, estaban decididos a luchar hasta la muerte, de modo que para muchos, aquellas bombas evitaron millones de muertes de ambos bandos.
A partir de la presidencia de los Kennedy hubo un cambio de actitud con respecto al científico y trataron desde el gobierno, de brindarle el reconocimiento por su labor negada por tanto tiempo, se le hicieron todo tipo de honores y reconocimientos, pero el resto de su vida prefirió dedicarla a promocionar el estudio de la ciencia entre la juventud y plantearse cuestiones de orden moral sobre la vida de un científico; murió de cáncer en la garganta en 1967, en su funeral estaban todos los jefes militares con los que trabajó en Los Álamos; sus cenizas fueron esparcidas en el mar Caribe, en las Islas Vírgenes, donde los Oppenheimer residían en vacaciones.
Para quienes tengan interés en la vida de éste extraordinario hombre hay decenas de obras sobre su vida y acerca del proyecto Manhattan, para éste trabajo nos basamos en el trabajo de la Universidad de California, Berkeley, en celebración de su centenario y que se puede encontrar en Internet, en especial recomiendo la versión novelada de esta gesta, que hizo el escritor Martin Cruz-Smith en su obra Los Alamos (1986).  -   saulgodoy@gmail.com









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