martes, 30 de julio de 2019

La política “a calzón quitao”



Vamos a explorar un tema que a muchos políticos prefieren no tocar y que a gran parte de los ciudadanos les da sueño cuando se lo mencionan, vamos a hablar sobre moral y política, que en la humilde opinión de este servidor, es la causa principal por la que Venezuela se hundió en esta letrina en donde estamos chapoteando sin poder salir, entre otras cosas, porque nunca hablamos de ello, y tengo la impresión, porque nos gusta vivir en un ambiente corrupto, de negociados y trampas, porque creemos que esa es nuestra naturaleza, la de un país de “vivos”, que es lo mismo que decir que somos unos inmorales, pero… ¿Lo somos en realidad… o es lo que nos quieren vender?
No vamos a analizar al chavismo, ya lo hemos hecho y sabemos que se trata de una calle ciega, pero debemos ser críticos y observar muy bien lo que sucede con la llamada oposición democrática porque es lo único que tenemos como alternativa política.
Vamos directo a dos consideraciones prácticas que están sobre el tapete en éste momento, la primera sobre el secretismo en las negociaciones, o como nos lo presentan los expertos en negociaciones, la discreción y la reserva en ciertos momentos cruciales de la negociación, donde el mismo sentido común aconsejaría una cierta privacidad para poder llegar a términos entre los participantes de una negociación.
La lógica de la negociación indica que esta es una actividad sólo para representantes de los grupos en conflicto, no con el grueso de las partes, con el colectivo, contrario a los principios democráticos de apertura, participación y publicidad, las mesas de negociaciones para la resolución de conflictos aconsejan que sean sólo los representes autorizados de ambos bandos, son los únicos autorizados a participar en la toma de decisiones, entre otras cosas porque tienen el “goodwill”, la confianza, de las partes en que llegarán a los mejores resultas posibles, con la consecuencia que lo que se decida allí deberá ser cumplido por las partes como obligante.
Lo mismo sucede con lo que está sucediendo con la empresa CITGO, tenemos una nueva junta directiva nombrada por el gobierno de Guaidó, que jamás se ha dirigido al país para explicarnos en la situación en que encontraron la empresa, lo que están haciendo para salvarla, si es que está comprometida en su patrimonio, la manera como había sido manejada y lo que están haciendo para hacerla más eficiente, cuales son los gastos en que están incurriendo, cual es la situación con el gobierno norteamericano… un blackout absoluto, cero información, excepto lo que aparece en prensa como noticia, es como si nunca hubiera sido rescatada de manos del chavismo y siguiera la oscurana en su gestión, porque de repente eso es lo que conviene para la seguridad y el rescate de la empresa.
En ambos casos, como en todos los casos importantes de la política venezolana, desde el escándalo de los representes del partido Voluntad Popular que estaban encargados del manejo de ciertos fondos para la ayuda de los militares venezolanos viviendo en el exilio en Colombia, y que fueron denunciados por los estrambóticos gastos personales en que incurrieron durante su pobrísima gestión, y las contradicciones que surgieron sobre sus nombramientos, gestión contralora, jurisdiccional (problemas con nuestro embajador en Colombia), y de la investigación de las autoridades colombianas sobre este lamentable caso, nada se sabe, le echaron tierra.
Igual sucedió con la aprobación de la reincorporación de Venezuela al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) por parte de la AN, nadie sabe por fin si fue para facilitar una intervención internacional en nuestro país o para evitarla, los discursos al respecto son contradictorios, no hay claridad.
A estas alturas nadie está seguro si Guaidó está actuando más como candidato a unas posibles elecciones, o como presidente encargado, o como presidente de la AN, este tipo de ambigüedad se prestan a muchas movidas políticas la mayor parte de ellas inmorales.
Ese tipo de comportamiento, oscuro, disimulado, sibilino, es típico de la política postmodernista venezolana, digna de los criptosocialistas, de los demócratas autoritarios, de los progresista de centro, de los que quieren jugar en todas las posiciones y con diferentes uniformes al mismo tiempo, por si acaso…están mucho más pendientes de hacia dónde sopla el viento que en hacer ellos su tarea de conducir un estado y protegerlo.
Pero nada de esto es de extrañar, estamos viviendo tiempos extraordinarios, con dos gobiernos funcionando en paralelo, dos asambleas legislativas, dos tribunales supremos, dos presidentes… la política que se está practicando es contradictoria,..  No pareciera existir el bien común debido al sufrimiento generalizado de la población, sometida a condiciones de vida infrahumanas, sin servicios públicos, sin alimentos, sin posibilidad de conseguir trabajo, con una inflación devastadora, en medio de una inseguridad que está haciendo emigrar a una buena parte de la población.
El enfrentamiento que existe entre el chavismo militarista y la supuesta oposición democrática produce una dinámica y unos discursos en constante contradicción, fricciones ideológicas producto de dos visiones del mundo que mantienen a los venezolanos en una alteridad constante.
Esta falta de transparencia, de claridad en los asuntos públicos lo que hacen es propiciar los manejos deshonestos de ciertos individuos carentes de virtudes ciudadanas y encubiertos por un supuesto “interés público”, el político, convertido en funcionario, se arroga una inconfesable legitimidad de actuación, que está más cerca de un asalto a mano armada que de un acto administrativo.
Y surge lo que llaman los politólogos la contradicción perenne entre la moral y la política, la misma que ocupó y no resolvieron pensadores como Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Weber, Camus, Arendt, Negri, Rawls, Nagel y tantos otros, la pregunta es fundamental, ¿Es la moral un asunto exclusivo de los individuos o es parte de la política? ¿Es la política un asunto de de medios y resultados sin ningún contenido moral? ¿Es el realismo político necesariamente, política sin moral?
¿Debemos permitir las “manitos sucias” en la política para que ésta funcione y de resultados?
Hay una tendencia dentro del gremio de los politólogos que piensa que un político sin ese margen de actuación permisible, de esa “tolerancia” sobre comportamientos no éticos, le sería imposible llegar a acuerdos, tener ese margen de maniobra tan necesario para unir los cabos sueltos o soltar lo que ya no puede estar unido, que aboga justamente por hacerse de la vista gorda en este tipo de conducta inmoral, que es justamente la tesis de la fragmentación moral, es decir que para un político la moral es una cuestión de conveniencia.
Siempre sale a relucir el ejemplo de Sir Wiston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial, si el Primer Ministro hubiera tenido consideraciones de orden moral en algunas de sus decisiones, que implicaban la pérdida de vidas de sus compatriotas (el sitio de Dunkerque, viene a la mente) , quizás hubiera perdido la guerra, o el tema de mi anterior artículo, sobre el uso de un arma atómica para derrotar al enemigo y conseguir la paz.
¿Hay decisiones políticas que están fuera del orden moral? Porque si aceptamos que esto es así, si concedemos que hay circunstancias donde la moral no tiene parte, entonces le estamos dando carta blanca a los políticos para que hagan lo que quieran, cuando quieran y como le dé la gana, tal y como sucede en nuestro país, y que ha sido una de las razones de nuestra debacle.
No nos metamos en profundidades de vida o muerte, que en Venezuela se ligan de manera irremediable a la calidad y continuidad de ciertos servicios públicos, vamos a ejemplos más mundanos y comerciales, hasta ideológicos, ¿Puede el estado obligarme a bajarle el precio a los productos que vendo en mi tienda? Que nos lleva a preguntas mucho más fundamentales, ¿Quién es el dueño de que en nuestro país? ¿Existe la propiedad privada? Y aunque no lo crea, esta discusión loca y bizantina comienza desde el momento en que permitimos que el estado sea el dueño del petróleo y de todos los recursos que existen debajo de la tierra.
Los venezolanos nos hemos acostumbrado a un tipo de política barata y abusadora de un estado inmoral, que no es responsable de nada pero es dueño de todo, incluso de nuestras vidas, ya lo hemos visto el estado interviniendo en la exequias de un ciudadano, desde su muerte, su autopsia, su certificación de muerte, su entrega a los familiares, su entierro… todo controlado desde el estado y ejecutado por órganos de seguridad, no somos personas para el gobierno chavista, somos recursos para el comunismo.
Le hemos permitido a los políticos de todo, por lo que no me extraña que Guaidó y la mayor parte de los políticos de los partidos que tenemos se crean con el derecho de seguir engañándonos, burlándose de nosotros, haciéndonos creer que esto que tenemos es una democracia, destruyendo al país, aprovechándose de él para sus fines personales, del chavismo ni hablemos, ellos están allí para hacernos daño y abusar de nosotros, pero nuestra oposición, excepto por algunas honrosas excepciones, son todos unos chavistas en potencia, quieren ser como ellos, no les importa en absoluto la democracia, por lo menos no como yo la entiendo basada en el respeto y la transparencia.
Cada día que pasa son legión las personas que como yo pensamos que el problema de los “dilemas morales” son el resultado de una fragmentación de la moral, que no es otra cosa que la tendencia de sustraer a la moral, convenientemente, de ciertas áreas del quehacer humano, cuando la verdad es que todas nuestras acciones, todas, tienen un contenido moral, y sobre todo la política, cuyo fin último es el bienestar general.
Como bien dice Rosalind Hursthouse en su libro On Virtue Ethics (1999):

Las personas virtuosas tienen algo más que buenas intenciones: tienen la capacidad de transformar sus deseos en acciones apropiadas a unas circunstancias específicas, esto implica la necesidad de contar con ciertas capacidades cognitivas que le permiten a una persona honesta (y virtuosa) evaluar situaciones difíciles, para poder actuar apropiadamente. Entre otras cosas, estos agentes virtuosos pueden seleccionar, entre múltiples circunstancias complejas, los elementos más importantes para conformar su juicio,  y tienen la experiencia de anticipar las probables consecuencias de un curso de acción, aunque las consecuencias no determinan las respuestas de una persona virtuosa, siguen siendo importantes.
   
Hacer las cosas bien, de manera que causen la menor molestia posible a nuestros vecinos, tomando en cuenta su bienestar y felicidad, prolongando la utilidad de nuestras acciones hacia el futuro, con la intención de que el mayor número de personas progresen, tengan mejor calidad de vida, puedan incluso mejorar lo que se hace y construir sobre nuestras acciones, es algo natural que viene con ese sentido de la cooperación humana, nuestro trabajo individual debe poder enriquecer la vida de los otros sin ningún problema ni esfuerzo adicional, esto, si las cosas están bien hechas.
Pero desde el momento en que sólo quiero beneficiar a mis compañeritos de partido, complacer los apetitos de mis jefes, buscar en mis acciones un beneficio estrictamente egoísta y personalísimo, enriquecer a mi entorno familiar, engrosar mis cuentas bancarias vivir una vida de lujos y derroche a costa del sufrimiento de los demás, entonces la política empieza a ser dañina, y muchas veces, criminal, esa es la política a la que nos hemos acostumbrado, y por lo que se ve, la que seguiremos teniendo si no hay un cambio de consciencia y empezamos a exigir otros paradigmas.
Vuelvo a mi inquietud del principio de mi artículo, ¿Somos los venezolanos un pueblo corrupto? ¿O hay personas y grupos interesados en hacernos creer que la corrupción y la inmoralidad es nuestra única manera de vivir?
Creo lo segundo, creo que somos fundamentalmente un pueblo decente y trabajador, creemos en la familia y en los valores del amor y el respeto, creemos en la ley y el orden, pero tuvimos la mala suerte, mas bien, el desatino, de haber hecho una serie de pésimas decisiones y le hemos dado el poder a grupos equivocados de personas, y desde que se convirtieron en nuestras autoridades y se apoderaron de nuestras instituciones nos han hecho la vida desgraciada.
Despertar de una pesadilla de más de cuarenta años de errores no es fácil, muchas son las telarañas y residuos que debemos quitarnos para poder tener control sobre nuestro cuerpo, en eso estamos trabajando, solo esperamos que no haya una recaída por indolencia o flojera, todavía hay inercia y resistencia, pero creo que podemos lograrlo, la política y la moral pueden coexistir, en tensión, pero en control.  -   saulgodoy@gmail.com





No hay comentarios:

Publicar un comentario