Vamos
a explorar un tema que a muchos políticos prefieren no tocar y que a gran parte
de los ciudadanos les da sueño cuando se lo mencionan, vamos a hablar sobre
moral y política, que en la humilde opinión de este servidor, es la causa
principal por la que Venezuela se hundió en esta letrina en donde estamos
chapoteando sin poder salir, entre otras cosas, porque nunca hablamos de ello,
y tengo la impresión, porque nos gusta vivir en un ambiente corrupto, de
negociados y trampas, porque creemos que esa es nuestra naturaleza, la de un
país de “vivos”, que es lo mismo que decir que somos unos inmorales, pero… ¿Lo
somos en realidad… o es lo que nos quieren vender?
No
vamos a analizar al chavismo, ya lo hemos hecho y sabemos que se trata de una
calle ciega, pero debemos ser críticos y observar muy bien lo que sucede con la
llamada oposición democrática porque es lo único que tenemos como alternativa
política.
Vamos
directo a dos consideraciones prácticas que están sobre el tapete en éste
momento, la primera sobre el secretismo en las negociaciones, o como nos lo
presentan los expertos en negociaciones, la discreción y la reserva en ciertos
momentos cruciales de la negociación, donde el mismo sentido común aconsejaría
una cierta privacidad para poder llegar a términos entre los participantes de
una negociación.
La
lógica de la negociación indica que esta es una actividad sólo para
representantes de los grupos en conflicto, no con el grueso de las partes, con
el colectivo, contrario a los principios democráticos de apertura,
participación y publicidad, las mesas de negociaciones para la resolución de conflictos
aconsejan que sean sólo los representes autorizados de ambos bandos, son los
únicos autorizados a participar en la toma de decisiones, entre otras cosas
porque tienen el “goodwill”, la
confianza, de las partes en que llegarán a los mejores resultas posibles, con
la consecuencia que lo que se decida allí deberá ser cumplido por las partes
como obligante.
Lo
mismo sucede con lo que está sucediendo con la empresa CITGO, tenemos una nueva
junta directiva nombrada por el gobierno de Guaidó, que jamás se ha dirigido al
país para explicarnos en la situación en que encontraron la empresa, lo que
están haciendo para salvarla, si es que está comprometida en su patrimonio, la
manera como había sido manejada y lo que están haciendo para hacerla más
eficiente, cuales son los gastos en que están incurriendo, cual es la situación
con el gobierno norteamericano… un blackout
absoluto, cero información, excepto lo que aparece en prensa como noticia, es
como si nunca hubiera sido rescatada de manos del chavismo y siguiera la
oscurana en su gestión, porque de repente eso es lo que conviene para la
seguridad y el rescate de la empresa.
En
ambos casos, como en todos los casos importantes de la política venezolana,
desde el escándalo de los representes del partido Voluntad Popular que estaban
encargados del manejo de ciertos fondos para la ayuda de los militares
venezolanos viviendo en el exilio en Colombia, y que fueron denunciados por los
estrambóticos gastos personales en que incurrieron durante su pobrísima gestión,
y las contradicciones que surgieron sobre sus nombramientos, gestión
contralora, jurisdiccional (problemas con nuestro embajador en Colombia), y de
la investigación de las autoridades colombianas sobre este lamentable caso,
nada se sabe, le echaron tierra.
Igual
sucedió con la aprobación de la reincorporación de Venezuela al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR)
por parte de la AN, nadie sabe por fin si fue para facilitar una intervención
internacional en nuestro país o para evitarla, los discursos al respecto son
contradictorios, no hay claridad.
A estas alturas nadie está seguro si Guaidó está actuando más
como candidato a unas posibles elecciones, o como presidente encargado, o como
presidente de la AN, este tipo de ambigüedad se prestan a muchas movidas
políticas la mayor parte de ellas inmorales.
Ese tipo de comportamiento, oscuro, disimulado, sibilino, es
típico de la política postmodernista venezolana, digna de los criptosocialistas,
de los demócratas autoritarios, de los progresista de centro, de los que
quieren jugar en todas las posiciones y con diferentes uniformes al mismo
tiempo, por si acaso…están mucho más pendientes de hacia dónde sopla el viento
que en hacer ellos su tarea de conducir un estado y protegerlo.
Pero nada de esto es de extrañar, estamos viviendo tiempos
extraordinarios, con dos gobiernos funcionando en paralelo, dos asambleas
legislativas, dos tribunales supremos, dos presidentes… la política que se está
practicando es contradictoria,.. No
pareciera existir el bien común debido al sufrimiento generalizado de la
población, sometida a condiciones de vida infrahumanas, sin servicios públicos,
sin alimentos, sin posibilidad de conseguir trabajo, con una inflación
devastadora, en medio de una inseguridad que está haciendo emigrar a una buena
parte de la población.
El enfrentamiento que existe entre el chavismo militarista y
la supuesta oposición democrática produce una dinámica y unos discursos en
constante contradicción, fricciones ideológicas producto de dos visiones del
mundo que mantienen a los venezolanos en una alteridad constante.
Esta falta de transparencia, de claridad en los asuntos
públicos lo que hacen es propiciar los manejos deshonestos de ciertos
individuos carentes de virtudes ciudadanas y encubiertos por un supuesto “interés
público”, el político, convertido en funcionario, se arroga una inconfesable
legitimidad de actuación, que está más cerca de un asalto a mano armada que de
un acto administrativo.
Y surge lo que llaman los politólogos la contradicción
perenne entre la moral y la política, la misma que ocupó y no resolvieron
pensadores como Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Weber, Camus, Arendt, Negri,
Rawls, Nagel y tantos otros, la pregunta es fundamental, ¿Es la moral un asunto
exclusivo de los individuos o es parte de la política? ¿Es la política un
asunto de de medios y resultados sin ningún contenido moral? ¿Es el realismo
político necesariamente, política sin moral?
¿Debemos permitir las “manitos sucias” en la política para
que ésta funcione y de resultados?
Hay una tendencia dentro del gremio de los politólogos que piensa
que un político sin ese margen de actuación permisible, de esa “tolerancia”
sobre comportamientos no éticos, le sería imposible llegar a acuerdos, tener
ese margen de maniobra tan necesario para unir los cabos sueltos o soltar lo que
ya no puede estar unido, que aboga justamente por hacerse de la vista gorda en
este tipo de conducta inmoral, que es justamente la tesis de la fragmentación
moral, es decir que para un político la moral es una cuestión de conveniencia.
Siempre sale a relucir el ejemplo de Sir Wiston Churchill
durante la Segunda Guerra Mundial, si el Primer Ministro hubiera tenido
consideraciones de orden moral en algunas de sus decisiones, que implicaban la
pérdida de vidas de sus compatriotas (el sitio de Dunkerque, viene a la mente)
, quizás hubiera perdido la guerra, o el tema de mi anterior artículo, sobre el
uso de un arma atómica para derrotar al enemigo y conseguir la paz.
¿Hay decisiones políticas que están fuera del orden moral?
Porque si aceptamos que esto es así, si concedemos que hay circunstancias donde
la moral no tiene parte, entonces le estamos dando carta blanca a los políticos
para que hagan lo que quieran, cuando quieran y como le dé la gana, tal y como
sucede en nuestro país, y que ha sido una de las razones de nuestra debacle.
No nos metamos en profundidades de vida o muerte, que en
Venezuela se ligan de manera irremediable a la calidad y continuidad de ciertos
servicios públicos, vamos a ejemplos más mundanos y comerciales, hasta
ideológicos, ¿Puede el estado obligarme a bajarle el precio a los productos que
vendo en mi tienda? Que nos lleva a preguntas mucho más fundamentales, ¿Quién
es el dueño de que en nuestro país? ¿Existe la propiedad privada? Y aunque no
lo crea, esta discusión loca y bizantina comienza desde el momento en que
permitimos que el estado sea el dueño del petróleo y de todos los recursos que
existen debajo de la tierra.
Los venezolanos nos hemos acostumbrado a un tipo de política
barata y abusadora de un estado inmoral, que no es responsable de nada pero es
dueño de todo, incluso de nuestras vidas, ya lo hemos visto el estado
interviniendo en la exequias de un ciudadano, desde su muerte, su autopsia, su
certificación de muerte, su entrega a los familiares, su entierro… todo
controlado desde el estado y ejecutado por órganos de seguridad, no somos
personas para el gobierno chavista, somos recursos para el comunismo.
Le hemos permitido a los políticos de todo, por lo que no me
extraña que Guaidó y la mayor parte de los políticos de los partidos que
tenemos se crean con el derecho de seguir engañándonos, burlándose de nosotros,
haciéndonos creer que esto que tenemos es una democracia, destruyendo al país,
aprovechándose de él para sus fines personales, del chavismo ni hablemos, ellos
están allí para hacernos daño y abusar de nosotros, pero nuestra oposición,
excepto por algunas honrosas excepciones, son todos unos chavistas en potencia,
quieren ser como ellos, no les importa en absoluto la democracia, por lo menos
no como yo la entiendo basada en el respeto y la transparencia.
Cada día que pasa son legión las personas que como yo
pensamos que el problema de los “dilemas morales” son el resultado de una
fragmentación de la moral, que no es otra cosa que la tendencia de sustraer a
la moral, convenientemente, de ciertas áreas del quehacer humano, cuando la
verdad es que todas nuestras acciones, todas, tienen un contenido moral, y
sobre todo la política, cuyo fin último es el bienestar general.
Como bien dice Rosalind Hursthouse en su libro On Virtue Ethics (1999):
Las personas virtuosas
tienen algo más que buenas intenciones: tienen la capacidad de transformar sus
deseos en acciones apropiadas a unas circunstancias específicas, esto implica
la necesidad de contar con ciertas capacidades cognitivas que le permiten a una
persona honesta (y virtuosa) evaluar situaciones difíciles, para poder actuar
apropiadamente. Entre otras cosas, estos agentes virtuosos pueden seleccionar,
entre múltiples circunstancias complejas, los elementos más importantes para
conformar su juicio, y tienen la
experiencia de anticipar las probables consecuencias de un curso de acción,
aunque las consecuencias no determinan las respuestas de una persona virtuosa,
siguen siendo importantes.
Hacer las cosas bien, de manera que causen la menor molestia
posible a nuestros vecinos, tomando en cuenta su bienestar y felicidad,
prolongando la utilidad de nuestras acciones hacia el futuro, con la intención
de que el mayor número de personas progresen, tengan mejor calidad de vida,
puedan incluso mejorar lo que se hace y construir sobre nuestras acciones, es
algo natural que viene con ese sentido de la cooperación humana, nuestro
trabajo individual debe poder enriquecer la vida de los otros sin ningún
problema ni esfuerzo adicional, esto, si las cosas están bien hechas.
Pero desde el momento en que sólo quiero beneficiar a mis
compañeritos de partido, complacer los apetitos de mis jefes, buscar en mis
acciones un beneficio estrictamente egoísta y personalísimo, enriquecer a mi
entorno familiar, engrosar mis cuentas bancarias vivir una vida de lujos y
derroche a costa del sufrimiento de los demás, entonces la política empieza a
ser dañina, y muchas veces, criminal, esa es la política a la que nos hemos
acostumbrado, y por lo que se ve, la que seguiremos teniendo si no hay un
cambio de consciencia y empezamos a exigir otros paradigmas.
Vuelvo a mi inquietud del principio de mi artículo, ¿Somos
los venezolanos un pueblo corrupto? ¿O hay personas y grupos interesados en
hacernos creer que la corrupción y la inmoralidad es nuestra única manera de
vivir?
Creo lo segundo, creo que somos fundamentalmente un pueblo
decente y trabajador, creemos en la familia y en los valores del amor y el
respeto, creemos en la ley y el orden, pero tuvimos la mala suerte, mas bien,
el desatino, de haber hecho una serie de pésimas decisiones y le hemos dado el
poder a grupos equivocados de personas, y desde que se convirtieron en nuestras
autoridades y se apoderaron de nuestras instituciones nos han hecho la vida
desgraciada.
Despertar de una pesadilla de más de cuarenta años de errores
no es fácil, muchas son las telarañas y residuos que debemos quitarnos para
poder tener control sobre nuestro cuerpo, en eso estamos trabajando, solo
esperamos que no haya una recaída por indolencia o flojera, todavía hay inercia
y resistencia, pero creo que podemos lograrlo, la política y la moral pueden
coexistir, en tensión, pero en control. - saulgodoy@gmail.com
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