sábado, 20 de julio de 2019

La memoria colectiva y la historia



Marx fue el primero en denunciar que las grandes narrativas de la historia, esa secuencia lineal de los eventos del pasado y su posterior análisis y apreciación sobre la evolución humana, son instrumentos de poder, tradiciones manipuladas y prácticas constreñidas a intereses muy específicos en las distintas sociedades. No fue sino hasta el principio del siglo XX que, gracias a la obra del historiador  Maurice Halbwachs sobre la memoria colectiva, que los historiadores pudieron disponer de otro punto de vista sobre el pasado, que de alguna manera los desligaba de aquella otra manera de hacer historia a favor de los grupos dominantes.
Con la memoria colectiva era posible incorporar a los estudios del pasado una serie de aspectos subjetivos, culturales y políticos, entre ellos, conmemoraciones y fiestas de la comunidad, algunas autobiografías de personajes secundarios, exhibiciones de objetos históricos regionales, banderas, himnos, monumentos que, hasta el momento, habían escapado de la atención de los historiadores y que, de alguna manera, enriquecían, complementaban, incluso, cambiaban el orden,  el sentido y la importancia de los eventos registrados por la historia oficial.
Uno de los aspectos fundamentales de la memoria colectiva era la especial relación que tendía entre el pasado y el presente; con la historia, la relación se hacía distante e impersonal, con la memoria, los eventos del pasado, algunos muy antiguos, se hacían parte del presente de una manera vivencial y participativa.
De acuerdo al estudio de la profesora brasileña Myrian Sepúlveda Santos, de la Universidad Estadal de Río de Janeiro, titulado: Memory and Narrative in Social Theory, the contributions of Jacques Derrida and Walter Benjamin (2001), tanto Derrida, el padre del llamado movimiento deconstructivista, y Benjamin, uno de los fundadores dilectos de la famosa Escuela de Fráncfort, ambos marxistas irredentos, nos presentan interesantes perspectivas sobre la memoria y la historia, a las que vamos a prestar atención.
Derrida desarrolla todo un sistema ecológico de la memoria, donde cohabitan el mnēmē, que es la simple evocación del pasado, y la anamnēsis que es la reproducción activa del pasado; éstas son categorías determinadas por Aristóteles, son dos procesos que interactúan de diferente manera en el tiempo; el primero requiere de un proceso continuo de aprendizaje, el segundo consiste en retirar del pasado un aspecto y representarlo en el presente; son dos formas de manejar el tiempo distintas.
Cada vez que traemos a la memoria un acto del pasado, lo estamos recreando de nuevo, lo estamos reestrenando en un acto de repetición, pero no es el pasado como era, sino el pasado como es hoy, en el momento, hay allí un juego de conocimiento histórico y libertad inflexible; Derrida lee el poema de Hölderlin, Mnemosyne, y se da cuenta de que los objetos de la memoria, aquello que recordamos, por ejemplo, un deudo, ya no existe sino en nosotros, nunca podremos recobrar ese objeto, pero su memoria existe en el presente.
Derrida observa un fenómeno muy particular de la memoria, y es que trabaja en un movimiento continuo sobre memorias de… siempre referidas a otros sucesos, eventos o personajes, nunca como memorias de sí misma, con lo que la memoria no puede identificar dos momentos diferentes de tiempo, para la memoria no hay pasado independiente del presente, ni presente que no dependa del pasado; piénselo por un momento y se dará cuenta de que no es un trabalenguas y, bajo esta premisa, es que se atrevió a señalar un error en el sistema filosófico de Hegel, quien decía en su Encyclopedia que entre pensamiento y realidad había una relación dialéctica, esa dialéctica no existe, porque Hegel pretende independizar reminiscencia, que es la interiorización de las experiencias vividas, de lo que es memorización, es decir de la memoria refractiva; no son distintas, dice Derrida, son una sola… y creo que tiene razón.
La profesora Sepúlveda Santos nos refiere de Derrida lo siguiente:

En lo que respecta a la memoria, es posible decir que lo mismo que un texto no puede liberarse del orden del nombre, texto o narrativa. La memoria, como un acto de ser, se circunscribe a rastros o sobrevivencias de un pasado, que marca cada inscripción que sucede. No tiene una existencia concreta en si misma y siempre es contigua al acto de ser narrada. Tenemos la ilusión de que la memoria tiene duración, pero la legitimación de la memoria se encuentra en el acto narrativo en sí. Tenemos sólo la ilusión de que la memoria, como la narrativa, sostiene una continuidad. En resumen, nosotros no hacemos historias de nuestras memorias, porque las memorias sólo existen dentro de nuestras narrativas.

El estudio de la profesora se explaya en otras consideraciones en referencia con las ideas de Freud sobre su instinto de la muerte, y la extraña opinión de Derrida de que la muerte nunca es definitiva (y en esto la memoria juega un papel). Los que tengan interés en explorar las ideas de Derrida sobre la memoria, no pueden dejar de leer su obra Mémoires pour Paul de Man, 1988, que reúne una serie de conferencias sobre la memoria, dedicadas a su amigo Paul de Man tras su lamentable muerte, en febrero de 1984.
Marcel Proust, el magnífico escritor francés, sostiene que hay dos tipos de memorias, la voluntaria y la involuntaria, y a ellas dedica su atención el filósofo berlinés Walter Benjamin, en su obra Sobre algunos motivos en Baudelaire; Benjamin analiza esta memoria binaria de Proust, la voluntaria es la que está al servicio del intelecto, y nos sirve para conservar el pasado, para crear el pasado en el presente y, por lo tanto, para crear el presente. La memoria involuntaria es la que corresponde a las evocaciones; para Benjamin es la se requiere para transmitir experiencias dentro de las tradiciones, no se ocupa del evento sino de su significación.
Como bien lo apunta la profesora Sepúlveda Santos, la obra de Benjamin es no sólo fragmentada y de una gran complejidad, sino de temáticas tan diversas y de estilos oscilantes entre lo simbólico y lo alegórico; como muchos de los jóvenes filósofos de su época, arremetieron contra los sistemas kantianos y hegelianos, pero en ese tortuoso camino hay verdaderas joyas del pensamiento moderno, entre las que destaca sus tesis sobre la esencia del lenguaje que surge justo cuando discutía con su amigo Gershom Scholem, asuntos teológicos de la religión que ambos estudiaron a fondo, el judaísmo.
Construyó una relación tan estrecha entre vida y lenguaje, que llegó a desarrollar el concepto del ser como lenguaje, una entidad mental que necesitaba del lenguaje para expresarse, aunque el lenguaje no fuera capaz de explicar en su totalidad al ser mental; esta disociación creaba la imposibilidad de llegar al verdadero conocimiento, lo que hacía que la distancia que separaba a Dios del hombre se hiciera insalvable y obligaba al hombre a enfrentar eso que lo hacía un ser incompleto.
Benjamin fue un estudioso de las teorías de Freud, sobre todo las que tenían que ver con la relación de memoria y consciencia; para nuestro filósofo, la modernidad implicaba una serie de situaciones límites, muchas de ellas nos llegan como traumas; creía que existe una sobrecarga de estímulos que es muy difícil de manejar y dejan esas cicatrices, sus famosos rastros de memoria.
Su crítica de la tesis de Proust sobre la memoria involuntaria, esa evocación de tiempos pasados de la que hablaba, además de verla como excepcional, hacía casi imposible revivir las experiencias a través del tiempo, porque eran estructuras irrepetibles; en su lugar, Benjamin creía que nos llegaban imágenes oníricas, fantasmales, en vez de interpretaciones o explicaciones del pasado; en sus propias palabras, “una imagen en la que el entonces y el ahora se juntan en una constelación, como un relámpago de luz”.
De esta manera- nos dice la profesora brasilera- la memoria, como una representación colectiva, resultó demolida, como otro mito de la modernidad.
El ensayo de Sepúlveda Santos, les advierto, es mucho más denso, extenso y complejo de lo que esta breve reseña ha intentado describir; el original lo recomendamos, está muy bien escrito y la investigadora de Río domina, como le da la gana, las últimas teorías sociales… si se atreven, se consigue en internet.     -    saulgodoy@gmail.com




No hay comentarios:

Publicar un comentario