“Si la muerte es el final
inequívoco y permanente de nuestra existencia, la pregunta que surge, es si es
malo morir”.
Así
empieza uno de los ensayos más importantes en la obra del filósofo
norteamericano de origen yugoslavo, Tomas Nagel, es profesor de filosofía y
leyes de la Universidad de New York, lo fue de la Universidad de Princeton y de
la Universidad de California, Berkeley.
Se
trata de un ensayo breve en el que abarcar algunas de las interrogantes
existenciales en que las muchos filósofos ya habían pensado antes que él, en
palabras del pensador griego Epicuro: “Es
posible asegurarse en contra de otros males, pero en lo que respecta a la
muerte, somos como ciudades sin muros”, y lo único que podemos hacer,
sugería Epicuro, es intentar prevenir que la muerte llegue antes de que
logremos sacarle a la vida el mejor provecho.
Otro
filósofo, en este caso Martin Heidegger decía: “Si puedo hacer que la muerte forme parte de mi vida, reconocerla,
encararla con firmeza, podré liberarme de la ansiedad que produce y de hacer de
la vida poca cosa, sólo en ese momento seré libre de ser quien soy”.
Nagel
que es un filósofo que en toda su obra estuvo navegando entre las turbulentas
aguas de la visión objetiva y subjetiva del mundo, entre el conocimiento
científico de la realidad y nuestras imposiciones morales, ambas sujetas
siempre a errores y malos entendidos, fue un crítico de las visiones
universales y unificadoras de la vida, pensaba que ese mundo de las formas
perfectas que nos da el intelecto, de las formulaciones matemáticas y registros
perfectos de las mediciones de instrumentos cada vez más avanzados, estaba
incompleto y no respondía a ciertas exigencias que los humanos tenemos y
necesitamos,
Tampoco
resultaba suficiente nuestra percepción del mundo por medio de nuestros sentidos,
intuiciones y deseos, ese mundo subjetivo basados en “nuestro punto de vista”,
aunque incompleto y sujeto a error es fundamental para nuestra comprensión,
esas lecturas que hace la tecnología más avanzada de cómo es el mundo “allá
afuera” llegan incompletas a nuestra consciencia, hay una parte importante de
su significado que queda por afuera.
De
allí no había sino un paso para que Nagel se sumergiera en las profundidades de
la naturaleza de nuestra mente, que fue lo que hizo, y de las que nos ha dejado
importantes trabajos que hoy son estudiados por las nuevas camadas de
filósofos.
El
ensayo de Nagel al que quiero referirme lleva el escueto título de Muerte (1970), y desde su publicación
ha sido referencia casi que obligada para todo aquel que quiera investigar
sobre éste fenómeno tan importante para la vida.
Nagel
parte de que la muerte es considerada mala porque nos impide seguir disfrutando
de la vida, pero se pregunta ¿De qué vida hablamos? La vida es dura y llena de
sinsabores, para algunas personas incluso es un calvario, para gran parte de
nosotros la vida significa trabajo duro, desvelos, sacrificios para obtener
algunos momentos breves de paz y felicidad, pero a pesar de esto la mayoría
piensa que la vida es buena, incluso sacando de la ecuación la experiencia sea
esta buena o mala, la vida sigue evaluándose como positiva, ni siquiera
“neutra”.
La
vida es buena porque entre otras cosas nos permite, conscientemente, apreciar y
escoger diversas experiencias, la muerte es mala porque nos impide disfrutar de
esas experiencias, si esto es así no es que la muerte sea mala “per se” sino que nos truca la
posibilidad de seguir viviendo, y para nosotros humanos, la vida va adquiriendo
más valor con el tiempo.
Si la
muerte es la suspensión definitiva de la vida consciente, si mi persona se
disuelve en ese momento para nunca más ser, Nagel dirige su atención a aquellas
circunstancias cuando las personas pierden por un tiempo esa capacidad, como
son los estados de coma o aquellos accidentes cuando la persona pierde su personalidad
y se retrotraen a niveles infantiles, para averiguar cómo tomamos esos casos de
perdidas momentáneas o limitadas de la consciencia, porque las personas
afectadas por esas situaciones, continúan viviendo orgánicamente, no han
muerto.
En el
caso de las personas que sufren un episodio de coma, que no se despiertan y
mueren posteriormente, la situación es tomada como dice el dicho “muerto en
vida” y finalmente sobreviene la muerte biológica, “descansó”, dicen algunos. Pero en el caso de
las personas que despiertan de un largo estado de coma y resumen su vida
normal, esa pérdida de consciencia no es considerada tan mala, algo parecido
sucede con las personas que pierden facultades por enfermedad o por deterioro,
pueden aún ser “felices” y funcionar con alguna normalidad.
¿Por
qué no tenemos una opinión tan negativa del tiempo que estuvimos sin existir
antes de nacer, pero si la tenemos de tiempo sin existir luego de la muerte?
Nagel centra su respuesta en el valor que le damos a la vida, nuestro problema
con la muerte, esencialmente es que no nos permite continuar viviendo, nos
corta el tiempo de vida que es lo valioso según esta perspectiva.
Lucrecio
decía que la eternidad que nos antecede a nuestro nacimiento es igual a la
eternidad posterior a nuestra muerte, como si fueran imágenes en un espejo, y
que por lo tanto el miedo a la muerte es irracional, Nagel no está de acuerdo,
ya que la eternidad posterior a nuestra muerte implica perder la vida, un
estado que no conocíamos antes de nacer, para quien nace la vida es un regalo,
para quien muere es un robo.
Pero
la muerte no es ni mala ni buena para la persona, fundamentalmente por que la
persona no sufre la muerte, al no haber sujeto, al disolverse nuestra
conciencia, no hay nada que sentir, es el vacío absoluto, del que supuestamente
venimos.
A
mucha gente le atrae la idea de ser congelados, de permanecer en estado de
cryogénesis por tiempo indeterminado para luego despertar y continuar con sus
vidas, no importa que sus contemporáneos ya no estén, ni de los cambios
sociales producidos (costumbres y hasta un cambio de lengua), el valor
principal es que una vez reanimada la persona, puede continuar la vida, como si
estuviera en el presente.
Todas
estas evidencias apuntan a que el ser humano no sufre la muerte, sufre la
perdida de la vida que es diferente, lo dice acertadamente Nagel: “Mientras la persona exista, no ha muerto
aún, y una vez que muera ya no existirá; de modo que no hay un tiempo para
estar muerto, si hay algo malo en morir debe suscribírsele al infortunado
sujeto.” Ese sujeto es quien pierde la vida.
Una
vez vi una película en que alguien alguien que le decía a otro, que no matara a
su víctima pues le quitaría todo lo que tenía y pudiera tener, ese es el
problema de los asesinos y de los torturadores a quienes se “le pasa la mano”, como
fue el caso del Capitán de Corbeta Acosta Arévalo, quien fue apresado por el
gobierno de Maduro bajo sospecha de estar involucrado en actividades sediciosas,
y sin que mediara ningún tipo de proceso judicial lo tenían internado bajo
atroces torturas, estaba bajo la custodia de Diosdado Cabello según su propia
confesión, que circula en una grabación por las redes sociales el día antes de
su fallecimiento.
En
ese caso, Diosdado Cabello fue objeto de una trampa que dio al traste con sus
aspiraciones de sustituir a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela si lo
nombraban como vicepresidente, tal y como venían promocionándolo algunos factoresde
su partido político, alguien, y todo apunta a que fue el ala que apoya al
actual Ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, preparó la celada para
perjudicar el futuro político de Diosdado, y que avanzara el de Vladimir
Padrino.
Simplemente
no le informaron al hombre del mazo, que la vida del prisionero estaba severamente
comprometida, o posiblemente luego que salió asumiendo la captura y custodia
del sospechoso, aceleraron su muerte, el caso fue, que Diosdado quiso
aprovecharse de tener en custodia a estos sospechosos de traición y dijo, que estos
prisioneros (secuestrados) estaban confesando detalles de aquella maquinación
(a punta de torturas, lo cual es ilegal), para cobrar a su favor el premio
político de haber sido quien lo mostraba como trofeo del régimen.
Cuando
el Capitán Acosta Arévalo fue presentado en el tribunal en silla de ruedas,
moribundo, pidiendo auxilio a su abogado para luego ser trasladado a un
hospital donde moriría al poco tiempo, se cumplió la trampa perfecta trabajada
por el G2 cubano para despejarle el camino a ese otro monstruo llamado Vladimir
Padrino para ser el próximo presidente de la república bolivariana de
Venezuela.
Diosdado
Cabello debe entender que quien ordenó el traslado del Capitán Acosta Arévalo
en aquellas condiciones al tribunal, lo hizo con toda la intención de dañar su
reputación y destruir su figura pública, es lo que se llama en la teoría
conspirativa un asesinato de imagen, (character
assassination), y que contaba con el poder suficiente sobre el órgano de inteligencia
militar.
Diosdado,
como indiciado principal y en base a su confesión pública y comunicacional de
que el Capitán Acosta Arévalo estaba bajo su responsabilidad, ahora tiene mucho
que explicar sobre este espeluznante caso, todo esto indica que a lo interno
del chavismo hay una guerra, pues los lobos huelen que Maduro se debilita
aceleradamente, y hay una pugna por el cargo.
En
cuanto al Capitán fallecido, el tenor de las torturas ha debido ser espantosa,
pero aún así, pedía ayuda, que lo salvaran, pues no quería morir, aunque la
muerte significara la cesación inmediata de sus tormentos, tal como ocurrió.
El
verdadero crimen de estos asesinos no fue provocarle la muerte a este oficial,
sino robarle su vida, interrumpirla por el medio salvaje e inhumano de la
tortura; en este juego perverso del castrocomunismo los servicios de
inteligencia cubanos combinados con los militares venezolanos, debilitan a
Maduro, presionándolo para que salga del poder y deje en su lugar a alguien que
pueda negociar con los EEUU el retorno de Venezuela a la senda democrática, esa
persona a su vez, podrá negociar los perdones y garantías para salir ileso de
las acusaciones y procesos que le esperan.
Lo
anterior fue un ejemplo práctico de la tesis de Thomas Nagel, una tesis fuerte
y con importantes repercusiones, sus reflexiones nos ayudan a apreciar el
significado de la vida y a comprender las falsas aprehensiones que tenemos
sobre la muerte, dice Nagel:
… la muerte es mala porque le pone final
a todo lo bueno que tiene la vida. No vamos a hacer un inventario de estas
cosas buenas, excepto observar algunas de ellas, como la percepción, el deseo,
la actividad, el pensamiento… pueden ser condiciones para la miseria como para
la felicidad, pero en suficiente cantidad, las cosas malas puedan superarlas.
Eso es lo que quiero decir, al pensar en el alegato que simplemente estar vivos
ya es bueno, aún cuando tengamos que sufrir experiencias terribles.
Personas que conocían al Capitán Acosta Arévalo
decían que era una persona correcta y muy capaz profesionalmente, padre de
familia y excelente oficial, era uno de
los expertos en la Marina de las llamadas Acciones Especiales, y su muerte sin
sentido sólo es la continuación de una política salvaje y criminal que sigue
cobrando vidas de venezolanos útiles, a su memoria dedico este artículo, y a su
familia y amigos que lo sobreviven, decirles como rezan varios textos sagrados “De la nada venimos a ella regresamos, lo
que hagamos con nuestra vida es lo único que importa”.
En cuanto a las ideas de Thomas Nagel, creo que
adelanta de manera importante las discusiones filosóficas que se dan en
occidente acerca de la muerte, para quien está interesado en este tema la lectura
de ese ensayo es fundamental. – saulgodoy@gmail.com
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